Segundo país en casos confirmados y tercero por mayor número de muertes, Brasil padece no solo la pandemia sino también una crisis política profunda.
Dos ministros de salud renunciaron consecutivamente entre abril y mayo. Desde hace tres semanas, un general del ejército dirige provisoriamente este sensitivo ministerio. “Esta tragedia humana no es una fatalidad”, enfatiza el Movimiento de Trabajadores Rurales sin Tierra (MST) que acaba de presentar un Plan de Emergencia, preocupado por el desempleo creciente y el riesgo de una profunda crisis alimentaria en puertas.
“El presidente Jair Bolsonaro se convierte en una amenaza contra la propia población al no tener un proyecto para enfrentar la pandemia. En vez de frenar la expansión del virus, con su política, ayuda a su ampliación”, subraya Miguel Stedile, miembro de la Coordinación Nacional del Movimiento de Trabajadores Rurales Sin Tierra (MST). Al 10 de junio este país-continente contabilizaba 707 mil casos y más de 37 mil fallecidos, de una población de 209 millones de habitantes que ocupan una superficie de 8,5 millones de kilómetros cuadrados.
Irresponsabilidad gubernamental
El MST junto con los principales movimientos sociales y un amplio espectro de la sociedad brasilera promueven la propuesta ¡Fuera Bolsonaro!,explica el joven dirigente social. Es hoy una consigna de unidad. Cerca del 60 % de la población, incluyendo sectores de centro derecha, coinciden en que para resolver la crisis debe partir el actual presidente. Hay visiones y diferencias tácticas sobre el mecanismo de su salida, aunque es evidente que su figura se viene debilitando aceleradamente en los últimos meses, explica Stedile.
Y relata: “no hubo reactivos necesarios y por lo tanto se testeó muy poco. Los casos podrían ser hasta diez veces más que los reconocidos. Desde inicios de junio el gobierno informa sobre el COVID-19 tarde a la noche- después de los informativos televisivos- y solo ofrece las cifras del día, sin el trazado histórico. Según especialistas, el gobierno actúa criminalmente al omitir datos del COVID-19, titulaba el cotidiano Folha de Sao Paulo el lunes 8 de junio.
“Esta tragedia humanitaria no es una fatalidad. Es el resultado de la irresponsabilidad y la acción genocida del Gobierno Bolsonaro, que minimiza la pandemia, aboga por la reapertura de la economía, veta el apoyo financiero a los Estados (ndr: provincias, cantones) y promueve e incita la violencia política entre sus partidarios”, explica en entrevista telefónica Miguel Stedile.
La única suerte es que, en muchos Estados, son los gobernadores quienes se han
puesto a la cabeza del combate contra el coronavirus. Pero con recursos muy
limitados: “en mi ciudad, Veranópolis, (Río Grande del Sur), con unos 26 mil
habitantes, solo hay dos respiradores mecánicos y la Unidad de Cuidados Intensivos
más cercana se encuentra a 30 kilómetros”.
Plan de emergencia
El “Fuera Bolsonaro”, explica, constituye para el MST la primera de tres prioridades para esta etapa de emergencia nacional. La segunda, es la lucha por la vida -promoviendo el confinamiento social en los lugares más afectados por el virus. Y la tercera, la producción de alimentos saludables, incluso distribuyéndolos solidariamente a sectores carenciados de las ciudades.
El pasado 5 de junio coincidiendo con el Día Mundial del Medio Ambiente, el MST lanzó un Plan de Emergencia para la Reforma Agraria Popular. “Más que nunca hoy la reforma agraria es una necesidad y una condición esencial para poder hacer frente a la crisis”, explica Stedile, hijo de Joao Pedro, figura de referencia histórica del MST.
“Tenemos dos objetivos esenciales: la creación de empleo y la producción de alimentos sanos”, completa. Tras su análisis el impacto de los 5 millones de nuevos desempleados en el país a raíz de la crisis sanitaria. El MST estima que esa cifra podría aumentar a 20 millones en los próximos meses, golpeando así un 20 % de la fuerza de trabajo a nivel nacional.
Ante las dudas de la viabilidad financiera de una reforma agraria, el también profesor de historia y miembro del directorio del Institutos de Estudios Contemporáneos (Rio Grande del Sur) expone números. Existen 729 empresas que poseen 6 millones de hectáreas y tienen deudas por más de 40.000 millones de dólares con el Estado. Esas deudas podrían ser cobradas en tierras para permitir asentar, inmediatamente, a miles de familias sin tierra, desempleadas y de las periferias de las ciudades.
“Esta propuesta profundiza y actualiza el proyecto de Reforma Agraria popular que venimos promoviendo desde el 2014. No hacemos más que adaptarlo a las condiciones actuales. No solo pensando en el campo sino también en los centros urbanos donde vive el 85 % de la población del país”, explica.
La urgencia de aplicar “políticas creativas está ligada al doble nivel de emergencia que vive Brasil”, explica Stedile. Diversos índices proyectaban, ya a fines de mayo, una contracción del PIB entre el 6% y el 7 % para el 2020. La crisis existía aun antes del COVID-19, subraya.
El país saldrá muy golpeado de esta coyuntura. Y el diagnóstico de futuro no deja dudas: “enorme desempleo, precios de alimentos impagables para los sectores populares…En ese contexto, la reforma agraria que planteamos tendría un impacto rápido para generar empleo favoreciendo también a sectores urbanos precarizados”. Y recuerda que su país es, después Paraguay, el segundo de mayor concentración de la propiedad de la tierra en el mundo. “Aunque también allí, paradójicamente, los propietarios más grandes son brasileros”, explica.
Y el dirigente del MST concluye a nivel de síntesis. Esta propuesta se apoya en cuatro pilares: el relanzamiento del trabajo a partir de la distribución de la tierra. La producción de alimentos sanos que permitan confrontar el gran riesgo de la crisis alimentaria que ya se siente en numerosas regiones. La protección activa de la naturaleza, el agua y la biodiversidad. Y, además, asegurar condiciones decentes para toda la gente.
“Así como la cuestión agraria es fundamental, de igual forma, la lucha étnica es esencial, teniendo en cuenta el pasado colonial y esclavista de la historia brasilera”. Y reivindica desde el MST las protestas antirracistas de las últimas semanas, que también se dan en Brasil, inspiradas, “por una vez, por los aires progresistas que soplan desde el Norte”.