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Los muros

Fuentes: Rebelión

Los humanos han estado construyendo muros y murallas desde siempre y ahora no iba a ser menos. Por mucha democracia y derechos humanos y solidaridad con que nos adornemos, seguimos siendo una especie cuyo cerebro sigue prácticamente sin evolucionar desde hace al menos 50.000 años. Lo primero para una sociedad es sentirse segura y, como […]

Los humanos han estado construyendo muros y murallas desde siempre y ahora no iba a ser menos. Por mucha democracia y derechos humanos y solidaridad con que nos adornemos, seguimos siendo una especie cuyo cerebro sigue prácticamente sin evolucionar desde hace al menos 50.000 años. Lo primero para una sociedad es sentirse segura y, como occidente no se siente seguro, levanta murallas.

Los emperadores chinos estuvieron con su gran muralla desde el siglo III antes de Cristo hasta el III después de Cristo, no querían que traspasaran sus dominios los pueblos nómadas a los que solían llamar hunos genéricamente. Los emperadores Domiciano y Adriano levantaron muros en los siglos I y II después de Cristo, el primero contra los germanos y el segundo contra los escoceses (ya hubo una especie de Brexit entonces y un rechazo a la barbarie germánica, cuyos «herederos» afirman ahora -Merkel- que Europa está en una situación crítica después de haber levantado la UE del euro y los bancos a su imagen y semejanza).

Si damos un salto hasta nuestros días contamos ya demasiados muros entre los humanos pero no sólo existen muros físicos y materiales contra los refugiados y los migrantes sino otros muros invisibles dentro de los propios países «avanzados», unos muros que protegen al segmento más hegemónico contra el resto de la sociedad: muros de leyes, muros de policías y de guardias en general, muros de multitud de cámaras que vigilan los negocios, muros que impiden ver lo que hay detrás de copiosas operaciones militares, financieras y empresariales, muros interculturales, machistas, feministas, muros para que los muchos sepan lo menos posible, muros para distraer a la gente con sensiblerías a las que llaman solidaridad, muros para que no sepamos qué se mueve dentro de los medios de comunicación que nos dicen lo que tenemos que hablar y que pensar, muros para engañar la unidad de los seres humanos con nacionalismos donde se falsea la Historia como ha sucedido en la España de las autonomías, muros que convierten a las tecnologías en redes de ignorancia colectiva donde cada uno va a lo suyo, a intentar ser el rey del mambo y de paso, si se puede, sacar dinero a base de hacer chorradas y de largar sermones sin base formativa alguna. Vanidad de vanidades y todo vanidad…

Quienes desde otros lugares del mundo logran traspasar los muros materiales se encuentran después con multitud de muros invisibles y algunos se convierten en enemigos acérrimos de los países que los han acogido o de los países que un día acogieron a sus padres o a sus abuelos. Son las contradicciones de nuestro sistema que por una parte es pirómano y, por la otra, bombero. Entonces la gente común busca seguridad tras su muro y vota a las alternativas más simples, las que les prometen una vuelta atrás en un mundo que ya no puede volver atrás y que si lo hace se suicidaría definitivamente. Pero es comprensible porque a nadie le gusta que pongan en peligro su territorio, su familia, su casa, su puesto de trabajo, su poca o mucha tranquilidad al lado de los guardias, los ejércitos, las leyes y demás muros que los estamentos hegemónicos han levantado y de los que toleran que todos sus súbditos tengan derecho a unas migajas más o menos gordas.

Si se desea comenzar a terminar con esta situación hace falta mucho más que palabrería, ONGs y voluntariado, hace falta una articulación internacional revolucionaria bajo una sola bandera. Lo demás son monsergas propias de mentes procedentes de generaciones X agringadas que se creen mucho más listas y fuertes de lo que en realidad son. Y, yendo más lejos, tal vez sea preciso que dejemos de ser humanos para ser superhombres, ya lo decía Trotsky, no hace falta acudir a Nietzsche para nada. Leamos:

«El hombre se pondrá como meta dominar sus propios sentimientos, elevar los instintos a la altura de la conciencia, aclararlos, prolongar la voluntad más allá de los límites y de los fundamentos vitales de modo que pueda elevarse hasta el nivel máximo: realizar un tipo socio-biológico superior, digamos un superhombre. (…). La construcción social y la auto-educación psico-física serán dos aspectos de un solo y mismo proceso. (…). El tipo humano medio se elevará al nivel de un Aristóteles, Goethe, Marx».

 

Leo Dawidowitsch Trotsky
(Literatura y revolución)

Lo de a grandes males, grandes remedios exige, en efecto, grandes esfuerzos. ¿Hasta dónde están dispuestos a llegar los nuevos revolucionarios, esos que no se entienden ni entre ellos? Preveo larga vida a situaciones como las que estamos viviendo y peores aún. Pero ya no se le podrá echar la culpa siempre a los mismos. Yo hace muchos años que dejé de culparlos al cien por cien. Ya no juego al progresismo, he madurado, el mundo, como decía Lorca, no es bueno:

Agonía, agonía, sueño, fermento y sueño.
Éste es el mundo, amigo, agonía, agonía.
Los muertos se descomponen bajo el reloj de las ciudades,
la guerra pasa llorando con un millón de ratas grises,
los ricos dan a sus queridas
pequeños moribundos iluminados,
y la vida no es noble, ni buena, ni sagrada.

Federico García Lorca escribió estos versos pensando en Estados Unidos y en las discriminaciones, en Walt Whitman , en todas sus observaciones y padecimientos personales. Hay que empezar por reconocer esto si se quieren mejorar las situaciones. Eso, o seguir con los cuentos cuyos argumentos ya se los sabía todos León Felipe y también los que vamos creciendo en experiencias vitales aunque no sirvamos para nada a los ojos de ciertos posmodernos que, como decía el dúo de humoristas Martes y Trece en referencia a Madonna, hablar con ellos es como entrevistar a una loncha de jamón de York.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.