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Reseña del libro País, de Alberto Porlan

Los nombres de un país llamado Europa

Fuentes: Cuaderno de resistencia

El retrato de los contornos de un país es siempre difuso. En su trazado se mezclan los tonos del paisaje, los nombres de la gente, las hazañas de los antepasados, las conversaciones en que los hombres convierten estas aventuras en una forma de comprender. Así también éste País, de Alberto Porlan, dibuja su territorio saltando […]

El retrato de los contornos de un país es siempre difuso. En su trazado se mezclan los tonos del paisaje, los nombres de la gente, las hazañas de los antepasados, las conversaciones en que los hombres convierten estas aventuras en una forma de comprender.

Así también éste País, de Alberto Porlan, dibuja su territorio saltando entre muchas formas de contar. Sus versos toman a veces la forma de un delicado puñal hecho de ideas, que condensa en pocas palabras un tratado político que podría leerse en las escuelas: estos sellos que infectan los graves pasaportes / estos hitos mojones barreras y alambradas / estas líneas de untos que torturan los mapas / ni un punto de armonía han aportado al mundo / ni una coma de amor o de decencia. En otras ocasiones escribe los anales de la Historia de un pueblo tal como la cantaría un rapsoda que hubiera vivido mil vidas viendo coloradas escarchas y oyendo cómo cruje la puerta al golpe del ariete, pero que guardara sin embargo un amor milenario al extraño legado que dejan los años tristes.

Otras veces, la voz es la de un cartógrafo cuidadoso que se ajusta las gafas para mirar de cerca los nombres de los mapas pensando con qué timbre tan suave tan común tan sonoro / Peruggia Barcelona París Viena Belgrado / qué hipnótica cadencia qué música componen / Tirana Dover Riga Lisboa Praga Dortmund (…). Voz que cambia y se convierte en la de un pintor que toma apuntes de prados azules y blandos humedales, y vuelve a cambiar para ser luego la de un filósofo capaz de afirmar que es mejor mirar la historia como la vaca el río, que ignorar es hipócrita y cobarde / recordar no conviene olvidar no es posible / y aferrarse a la cruz no es suficiente.

A veces, la voz proyecta un cortometraje y de pronto un soldado camina por la plaza de la Senaia y protagoniza una sórdida escena en su mercado de objetos, dando a luz al poema que recorre una separata que aparece como por sorpresa al franquear la última página.

Un diario de viaje, un canto épico, una leyenda contemporánea: este País es a la vez muchos de los libros que podría suscitar ese extraño territorio –tantas patrias en una que nadie llama patria / Si acaso continente esa palabra hueca- que en los mapas se llama Europa, una de sus muchas definiciones, uno de sus nombres posibles.

La rítmica voz que lo pronuncia piensa en versos amplios, y canta lo que piensa. Recorre con cadencia regular y sin pausas las palabras clave en que se ha pensado y se piensa esa Europa, en un libro que no se pliega a lo que suele entenderse por poemario y, huyendo de la fragmentación, divide su discurso sólo con números que, como indicadores de un camino vecinal, señalan la distancia recorrida sin cambiar el paso.

Este retrato traquetea. Va a ritmo de tren, comprobando cómo cambia el dibujo mientras avanzan el viaje y el día. No es un estudio ideado con los parámetros del debate, sino más bien un trabajo artesano, un cuaderno de apuntes, un pensamiento forjado con los pies en el barro que da cuerpo al continente.

Es el cuento de un hombre que viajó, vio, y al volver quiso contar.

Y contar, entonces, como se cuentan los viajes: con calma, con orden, con ganas. Recordando como quien deshila, deteniéndose en el tenue recuerdo de dónde se estaba cada día cuando bajo la luz cobriza de la tarde tranquila / pasa Europa ligera tras el vidrio / que ya espeja por dentro los vagones. Hermano, colega: el viajero regresado llama al lector con la confianza del que le deja entrever secretos evidentes, y nombra las ciudades como si supiera que el otro las conoce.

Como los buenos exploradores, para hablar de las tierras, habla de las gentes. «Hace falta tratar de contactar con esas luces que brillan de cuando en cuando en el campo», decía Antoine de Saint Exupéry en su Tierra de los hombres. Este viajero que encarna Alberto Porlan ha contactado, desde su vagón, con esas luces: huele a caldo de carne y a bizcocho en el horno / huele a noche en poblado a mil años de noches / semejantes en todo los anhelos del joven / el rencor del anciano el miedo del enfermo. Y tras hablar con ellas, ha entendido que el retrato de esta Europa es el de cada uno de sus hijos, el de los que se agolpan en las ciudades, en los caminos, en las riberas, el retrato de los que comen pan y de los que hace muchos años portaron banderas, ataúdes, bayonetas. Por eso sus nombres son tantos y en su dibujo se radiografían a la vez mapas, tratados, biblias, anales, cantos, cuentos.

Si hablamos de los hombres, hablamos de memoria y olvido, de miedos, de mañanas, de amor, de muerte, de todos los errores cometidos. Ése es, insinúa el viajero de País, el esqueleto de la descripción de un territorio, la cintura por la que agarrarlo -con amor y con fuerza-.

Quien dibuja los contornos de un país comparte un lugar al que se pertenece o al que se viaja. Al que se vuelve, del que se es o en el que se vive, que se atraviesa, al que se ama o no, con cuya demarcación se está o no de acuerdo. Quien dibuja los contornos de un país dibuja ante todo historias vistas de paso. Trazando los de este País, Alberto Porlan pinta con la mirada atenta del forastero que está dispuesto a la sorpresa, a una callada recogida de las palabras fundamentales. Pero también con la mirada preocupada del ciudadano que ve que nadie se pone de acuerdo en qué significa el nombre que lleva su casa y busca cuál pueda ser la mejor, nueva y limpia manera de llamarlo.

El retrato del contorno de Europa es desgajar las distintas estrategias que prueban quienes la habitan para vencer el miedo que tenemos a juntarnos / porque nos conocemos, nos cuentan estos versos.

Y en el intento, los versos se convierten, también, en una estrategia nueva.

País, de Alberto Porlan
Libros de la Herida
, colección Poesía en Resistencia
Sevilla, 2009
51 páginas

Fuente: http://dabolico.blogspot.com