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Reseña de "Cara y Cruz de la Revolución Ciudadana" de Kintto Lucas

Los nudos políticos de la Revolución Ciudadana

Fuentes: Rebelión

El gran mérito que tiene este libro es conectarse con la dimensión oculta de la política a partir de hilvanar un ejercicio de construcción de la temporalidad política, donde están presentes los actores intervinientes con sus claro-oscuros, sus ambigüedades, sus dilemas y sus opciones ante la contingencia. Y así es la política. Como bien se […]

El gran mérito que tiene este libro es conectarse con la dimensión oculta de la política a partir de hilvanar un ejercicio de construcción de la temporalidad política, donde están presentes los actores intervinientes con sus claro-oscuros, sus ambigüedades, sus dilemas y sus opciones ante la contingencia. Y así es la política. Como bien se dice en la introducción de Cara y Cruz de la Revolución Ciudadana, el propósito explícito de la obra es no solamente describir recordatoriamente y animarse a analizar un periodo reciente y trascendental de la historia política ecuatoriana -trascendental más que por su duración, por los efectos y las turbulencias que ha generado, por la rara correspondencia que tuvo con procesos similares en el ámbito regional, por la fuerza de su liderazgo y los enormes apoyos y resistencias que éste generó- , sino hacerlo desde «..las contradicciones del proyecto político, las dudas y la perspectiva de futuro…».

Esta intencionalidad crítica expresa, debe ser valorada con mayor razón en la actual coyuntura, coyuntura dotada de una extraña ambigüedad y productora de una incertidumbre de insospechados alcances, que invade no solamente a la mayoría de ciudadanos comunes y corrientes que se habían acostumbrado a localizar ciertas coordenadas estables en sus juicios sobre la política del país; sino incluso entre los analistas que se habían acostumbrado a posicionar y desarrollar sus análisis desde la antítesis «correísmo-anti-correísmo», olvidándose, cuando no menospreciando, aproximarse a lo que despectivamente renunciaba siquiera a llamar como «proyecto» y «proceso», como el desplegado entre el 2007 y la actualidad (aunque algunos ya cierran el ciclo de la revolución ciudadana el 24 de mayo pasado) bajo el membrete de «Revolución Ciudadana».

Estamos en un momento extremadamente peculiar en relación a la seguridad que dan las precisiones y las definiciones. A escasos siete meses de haber triunfado el candidato del Movimiento Alianza País, las dudas y las interrogantes sin respuesta parecen llenar el espacio de la opinión pública:

¿Se debe seguir llamando al gobierno de Lenin Moreno un gobierno de la «Revolución Ciudadana»? ¿Sigue expresando los principios de ese movimiento político? ¿Es adecuado hablar de una transición compleja y conflictiva, pero marcada por la continuidad con el proyecto de los últimos diez años? ¿Se trata simple y llanamente -como algunos dicen- de un gobierno signado por la traición oportunista de unos cuantos dirigentes de PAIS y de sus respectivas facciones? ¿Se trata de un gobierno efectivamente que responde a PAIS pero que pretende volver a las raíces del espíritu de Montecristi o al menos recuperar la dirección que tuvo la primera etapa de gestión de Rafael Correa? ¿Es un gobierno revisionista que ha tocado a fondo el punto más débil del gobierno que lo antecedió, como es la corrupción, para recuperar el rumbo?

Las señales que generan confusión no paran ahí, ahora que el movimiento PAIS está dividido al parecer irreconciliablemente – se habla de una mezcla explosiva-implosiva-, y emergen hechos inéditos: fuertes acusaciones mutuas de las «dos dirigencias» sobre el manejo interno de los fondos de la organización política oficialista, ambas facciones se arranchan a la fuerza las cuentas de Twitter y de Facebook para apropiarse de sus seguidores, el nombre del propio movimiento aparece repartido entre Movimiento Patria Altiva y Soberana y su correlato opositor: Movimiento de la Revolución Ciudadana, con logos y administradores de cuenta diferentes y enfrentados. El canibalismo creciente entre los mismos conmilitantes.

En medio de este ambiente tan turbulento y poco proclive a análisis informado, consistente y mínimamente objetivo que promueva una deliberación pública crítica y robusta sobre lo que han significado los últimos años de vida política y social la importancia de contar con un abordaje que combina una selección muy atinada de la información-clave del proceso y una postura analítica inusual donde no se anulan mutuamente el posicionamiento político del autor con el ejercicio del distanciamiento crítico que resalta en sus permanentes comentarios y opiniones sobre los hechos y situaciones.

Lo anterior facilita sobre manera lo que el filósofo Byung Chul Han denomina la actitud de «maduración», es decir el acceso a esa temporalidad larga que implica el verdadero saber en su sentido enfático. Saber lo que pasa en la realidad es «comprender» y aquello es un proceso lento y largo, y hoy en día se enfrenta a las estridencias y aullidos de la interconexión digital y las redes sociales, cuando no al anecdotismo y a la superficialidad del día a día de la información noticiosa masiva.

No se trata de un documento que únicamente nos ofrezca correlaciones de datos, sino que busca tesoneramente ubicar los por qué de lo que ha ocurrido y que nos permite empezar a desentrañar los por qué de lo que está ahora ocurriendo. Y esto abre la posibilidad de transitar de un país mayoritariamnete «ciego ante los acontecimientos» a otro que a partir del verdadero auto-conocimiento, use ese nuevo «estado de conciencia» para transformarse positivamente y redimirse. Aquello es indispensable para un estado de cosas como el que ahora vivimos donde lo que parece ser un quitarse la venda sobre algunos temas que se han desmemorizado durantes largos años, viene acompañado de una especie de «olvido del ser», para usar la famosa expresión de Heidegger, de un «olvido del ser» que fuimos durante 10 años, y que produce el extraño efecto de apariencia de que la sociedad mutó en otra a partir del cambio de gobierno, y que todo el «cuerpo social» ahora es en esencia bueno, puro e impoluto frente a esos pocos que expresan el «mal», que está siendo exorcizado y expulsado para siempre.

El riesgo de una mitificación de este tipo en el presente es tan grande como el de la mitificacación del pasado. Tras leer el libro de Kintto Lucas, yo mismo me he asombrado de tantas lagunas de olvido en mi memoria, sobre el proceso vivido durante el gobierno pasado y me sobrecoge el constatar cómo esta desmemoria afecta al colectivo social y enrarece tanto el campo político y aún el de la convivencialidad ciudadana, y lo que se encumbró como un proceso político que se había vuelto heroicamente «leyenda» ahora aparece simplemente retratado como una leyenda pero una «leyenda negra».

Volver a llenar la memoria, para aterrizar realmente en el presente, permite vislumbrar el futuro. Esa parece ser la mayor ambición del libro. Y la memoria de 10 años de Revolución Ciudadana es un tiempo cronológicamente polisémico. Si se lo ve desde un enfoque estrictamente pragmatista de la gobernabilidad, es un periodo extremadamente largo, único en su duración desde el retorno a la democracia hacia inicios de los 80. Si se lo ve desde la una percepción creciente, amalgamada por el discurso del «desmontaje del correísmo», «la descorreización del país», etc., es un pedazo de tiempo que parece haberse esfumado, que parecería no haber existido nunca, a no ser como una pesadilla de la que el país habría despertado.

Pues bien, basta hojear este libro para saber que ni lo uno ni lo otro. Basta ir reconstruyendo el itinerario de la Revolución Ciudadana para ir constatando su evolución desigual: un comienzo que arranca con la presencia de «un extraño en Carondelet» -en palabras de Kintto- un extraño que de inmediato desde la consigna de que «la noche neoliberal comenzó a quedar atrás» posicionó un discurso al que ahora se le puede acusar de todo, -«populista es el calificativo más usual y reiterado desde las voces de la derecha»-, menos de timorato:

Correa definió a su gobierno como bolivariano, reivindicó el «socialismo del siglo XXI», insistió en la necesidad de la integración de América del Sur e instó a los gobiernos de la región a unirse para reestructurar la deuda pública (…) aseguró que la integración de América del Sur debe basarse en la «cooperación y la complementariedad» y oponerse a la «globalización neoliberal que quiere convertir a los países en mercados, no en naciones» Criticó las formas de ‘flexibilización laboral’ y la ‘tercerización’ que proliferaron en los años noventa, pues han «producido mayor precarización laboral y más pobreza. No podemos rebajar el trabajo humano a una simple mercancía».

Pero a renglón seguido viene una aguda y previsora reflexión del autor:

«Con el correr de los días se irá dando cuenta que la realidad es un poco más difícil» (…).

Y quizá el episodio que más claramente reflejó lo cierto de esta afirmación se vivió pocos días después, cuando Correa presentó a su gabinete y demás equipo de gobierno y recibió de una parte de sus adherentes pifias y gritos de descontento. En respuesta vinieron los primeros apelativos usados por el flamante presidente: «radicales», «infiltrados», «extremistas» e «insensatos irreflexivos»,

Y como nos recuerda el libro, «Para muchos fue como un ‘balde de agua fría’ porque ninguno de esos sectores proponía cambios revolucionarios, sino cierta coherencia con un discurso de izquierda». Como se dice en el libro: «El primer fracaso de Rafael Correa es que su gobierno se transforme en un ‘club de amigos’ como aparenta en primera instancia, y quede conformado solamente por sus allegados, sin abrir la cancha a diferentes sectores sociales y políticos de izquierda»(29)

Este fue el comienzo de un primer nudo que acompañaría el proceso de la Revolución Ciudadana y a su líder, durante toda su gestión: la frecuente falta de correspondencia entre un discurso de izquierda y «revolucionario» y medidas y acciones de corte pragmático, claramente reformistas e incluso conservadoras (como el caso de temas como la despenalización del aborto, las reivindicaciones feministas y ecologistas, entre otros). Y algo que llama más la atención todavía. A propósito de este incidente, fue Correa quien pronunció una frase que ahora encaja para algunos como una de las explicaciones de lo que 10 años después estaría sucediendo: Correa pidió a su gente estar atenta «ya que el principal enemigo puede que no esté fuera [de su movimiento], sino dentro de nuestras filas»(15)

Y aquí nuevamente la voz del analista que interpretó ese primer gesto de Rafael Correa que quizá fue un síntoma premonitorio de la posterior creciente ruptura con la mayor parte de la izquierda social y buena parte del movimiento indígena y popular.

En la página 16 del libro se puede leer los siguiente: «Para algunos sectores, la respuesta de Correa respondió a su falta de humildad, su incapacidad de aceptar críticas y su falta de experiencia política y social. En el futuro, su reacción negativa a las críticas puede transformarse en un bumerang e ir contra su popularidad».

Habrá quien diga que todas las victorias electorales consecutivas conseguidas por PAIS y RC en 10 años desmienten esa aseveración. Yo contra-argumentaría que la tempestad desatada contra los diez años de RC-RC estos últimos meses y el curioso efecto de devastación que ha dejado sobre la imagen del gobierno anterior, en cambio, muestran lo atinado de esa previsión.

Un segundo tema que aparece, apenas se comienza a revisar el libro, es el relativo al estilo político que puso en práctica recién instalado en Carondelet, y se refiere a los primeros acuerdos y acciones políticas que se hicieron para posibilitar la instalación de la Asamblea Nacional Constituyente. El libro nos lo recuerda con claridad : «El [entonces]ministro de Gobierno (Interior), Gustavo Larrea, logró un entendimiento con el Partido Sociedad Patriótica (…) y con el Partido Roldosista Ecuatoriano (PRE)». A lo que se sumó posteriormente las ejecutorias del mismo ministro para destituir a un número significativo los diputados opositores en el famoso episodio de «los diputados de los manteles» de marzo de 2007.

Para marzo de 2007, a tres meses de inaugurado el gobierno y una vez despejado el camino para convocar a la Asamblea Constituyente, Kinto Lucas comentaba: «Por ahora, Rafael Correa está interpretando el momento histórico que le tocó vivir, y todo indica que seguirá siendo un extraño en Carondelet, por lo tanto, las esperanzas de cambio están intactas y crecen (…) Lamentablemente, lo que me genera muchas dudas es la capacidad de la izquierda que está dentro del gobierno y la que está fuera, de trabajar en conjunto para disputar la correlación de fuerzas y el sentido de los cambios, dejando de lado los miedos y las mezquindades.» (56)

Hacia abril de 2007, Correa aclaró que el signo de su gobierno (el socialismo del siglo XXI) «difiere […] del socialismo tradicional», aunque puso énfasis en la necesidad de retomar el rol protagónico del Estado para impulsar la producción nacional (…) Lo que queremos hacer es volver público al Estado, porque también se lo ha privatizado». (69) Y aunque mencionó a la acción colectiva, al parecer esta acotación fue quedando en el puro devenir electoral.

Quizá en estas palabras aparece ya el germen de su directriz política posterior, confiar en que desde el Estado se puede transformar las estructuras del país. Quizá desde aquí se fue perdiendo el énfasis en la «ciudadadanicidad» de la Revolución Ciudadana.

Un tercer y último nudo gordiano que caracterizó desde sus inicios tal proceso de la Revolución Ciudadana (que en lo personal he estudiado un poco más a fondo) y que está magníficamente recogido de forma sintética en el libro de Kintto Lucas es: la conflictividad con los dispositivos ideológicos, vale decir, los medios privados de comunicación masiva.

Aunque las fricciones de Rafael Correa con los mayores medios privados y contra ciertos periodistas -algunos de ellos cuasi intocables hasta entonces- empezó tempraneramente (ya a junio de 2007 había empezado lo que algunos han llamado la «judicialización» de la comunicación) también el libro nos recuerda que desde el incio esto repercutió no solo en la polarización cada vez más marcada frente al gobierno, sino en una caída de su popularidad. Lo que es innegable es el peso que Rafael Correa asignó a lo mediático-comunicacional desde esos inicios de su gobierno y que marcaron su accionar político en este campo:

Por primera vez en muchos años, puso a los diferentes sectores vinculados a la comunicación a debatir sobre las relaciones de poder en los medios de comunicación, la ‘libertad de expresión’ en todas sus dimensiones y diversos temas que los comunicadores parecían haber olvidado. (…)

En Ecuador no hay libertad de expresión desde hace mucho tiempo. En un país en el que los grandes medios de comunicación no le dan posibilidades de expresarse a los distintos sectores que forman parte de la diversidad nacional, no se puede decir que haya libertad de expresión [y] Ante el quiebre de los partidos políticos tradicionales que muchas veces representaban los intereses de esos grupos de poder, en la actualidad algunos medios, la Banca y ciertos clanes empresariales decidieron transparentarse y representarse a sí mismos sin recurrir ya a los intermediarios políticos.

Esa fue una de las claras dualidades del gobierno anterior: por un lado transparentó un tema tabú, el verdadero rostro de los medios libres e independientes; por otro, los atacó sin reparar en el poder que tenían, creyendo que podía baypasearlos; por un lado, actuó como un presidente ultra-mediático; pero a la vez, fue anti-mediático y no pudo con ellos. Otra problemática que hoy en día, diez años después, nos sigue convocando a la reflexión y al análisis crítico.

Tomando como muestra los tres «nudos políticos» antes mencionados, se puede decir que todos y cada uno de los episodios abordados en este libro van mucho más allá de ser un listado superficial de eventos inconexos. El gran mérito que tiene es siempre conectarse con esa dimensión oculta de la política a partir de hilvanar un ejercicio de construcción de la temporalidad política, donde están presentes los actores intervinientes con sus claro-oscuros, sus ambigüedades, sus dilemas y sus opciones ante la contingencia. Y es que así es la política.

Las preguntas que podrían surgir es qué conectan, qué representan, qué han dejado para el presente y como se proyectan al futuro esas aristas del ejercicio político que han marcado tanto al país los últimos años: » la política internacional, las relaciones con los EE.UU., los nexos entre el gobierno y las FF.AA., la legitimidad lograda desde los votos ya sea desde una Asamblea Constituyente o desde una Consulta Popular, las contradicciones y reeencuentros entre el gobierno y los movimiento sociales, las firmas de tratados de libre comercio, el quiebre/estallido/reconfiguración permanente de los partidos y movimientos políticos, incluyendo a Alianza País, los dilemas y miedos de las izquierdas, las herencias del «socialismo del siglo XXI», el asilo de Julián Assange, las contradicciones entre el conservacionismo y el extractivismo, el papel de los medios de comunicación, la integración desde el Sur, las amenazas siempre presentes de desestabilización democrática».

De principio a fin – sólo así es entendible el proyecto y el proceso de la Revolución Ciudadana la última década- este laborioso ejercicio de periodismo crítico de Kinto Lucas nos ofrece un estupendo recurso para aproximarse en toda su complejidad a un proceso y a un proyecto que digan lo que digan, no se ha cerrado, que está en plena efervescencia aunque sean otros tiempos, otros líderes, otras batallas. __________________

Hernán Reyes: Docente de la Universidad Andina Simón Bolívar de Quito. Comunicador, investigador y analista político. Texto de la presentación del libro realizada el 14 de diciembre de 2017.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.