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Los orígenes de las entidades de gestión

Fuentes: ¿Por qué Marx no habló de copyright?

Entre las revoluciones de 1830 y 1848 se desarrolló en Francia la llamada Monarquía de Julio, donde se promulgó una Constitución liberal con un Rey elegido por primera vez por soberanía popular y no por gracia divina. El nuevo monarca fue Luis Felipe, conocido indistintamente como «el rey de las barricadas» o «el rey burgués». […]

Entre las revoluciones de 1830 y 1848 se desarrolló en Francia la llamada Monarquía de Julio, donde se promulgó una Constitución liberal con un Rey elegido por primera vez por soberanía popular y no por gracia divina. El nuevo monarca fue Luis Felipe, conocido indistintamente como «el rey de las barricadas» o «el rey burgués».

En ese período el prolífico y siempre endeudado escritor Honoré de Balzac escribió suCarta dirigida a los escritores (1834), donde recordaba la histórica figura de Beaumarchais y el papel que jugó en favor de los derechos de autor. Balzac reivindicó en su texto la función social de la literatura frente al teatro y el periodismo, además de reclamar derechos de autor con una argumentación deudora de Diderot:

La ley, todo el respeto por las mercancías del comerciante, por el dinero ganado a fuerza de trabajo (por así decirlo) material, y a menudo a fuerza de infamia, la ley protege la tierra, protege la casa del proletario sudoroso… Y confisca, en cambio, la obra del poeta pensante. Si existe en el mundo un propietario sagrado, si algo hay que pueda pertenecer al hombre, ¿no será precisamente aquello que el hombre crea entre el cielo y la tierra, aquello que arraiga únicamente en la inteligencia y que florece en todos los corazones?

Balzac planteó que, gracias a la propiedad intelectual, la actividad artística podría abrirse a más clases sociales y que no fuera únicamente accesible a la nobleza o personas con una posición económica privilegiada:

La Fontaine dedicó a Louis XIV la fábula de El sol y las ranas. El bueno de él, enardecido, fue capaz de gritar sin merecer por ello ser enviado a la Bastilla: ¡Nuestro enemigo es el patrón! El siglo pasado, que vio aumentar la masa lectora e inteligente, si Montesquieu no hubiera sido rico El Espíritu de las leyes lo hubiera dejado en la miseria […]. Rabelais trabajó siempre en medio de la ociosidad. Rafael se abastecía a manos llenas de los tesoros de Roma; Montesquieu, Buffon, Voltaire eran ricos. Bacon era canciller. Guillermo Tell, la ópera más imponente de Rossini, se debe a una época en que este gran genio había dejado de pasar necesidad, mientras que Mozart, como Weber, murió de miseria […]. Beethoven, Rousseau, Cervantes y Camõens son excepciones discutibles.

La influencia del auge del capitalismo y la mercantilización de la cultura también son evidentes en la Carta:

Hablemos pues de capital. ¡Hablemos de dinero! Materialicemos, cuantifiquemos el pensamiento en un siglo que se enorgullece de ser el siglo de las ideas positivas. El escritor llega a algo a costa de estudios interminables que representan un capital de tiempo o de dinero; el tiempo vale dinero, lo genera. […] Suplicamos que se iguale el pensamiento a las mercancías.

La piratería de la época también era preocupante para el autor, ya que afectaba incluso al periodismo («el periódico en el que esta carta será publicada tiene más suscriptores en su edición falsificada que el propio periódico») y recriminó a las autoridades que no pusieran el mismo celo en perseguir las ediciones piratas que los panfletos políticos ofensivos.

Gracias a esta carta pública Balzac inició un proceso que cristalizó en la creación en 1838 de la Société des gens de lettres (SGDL) integrada también por autores de éxito como George Sand (pseudónimo de Amantine Aurore Lucile Dupin), Víctor Hugo y Alejandro Dumas (padre). Posteriormente se incorporarían otros autores de éxito como Eugène Sue, Guy de Maupassant o Émile Zola. La SGDL fue la primera entidad de gestión de la historia, integrada por autores profesionales que pudieron vivir de los ingresos generados por sus novelas y no del mecenazgo, algo excepcional para la época.

Años más tarde Zola, en la línea de Balzac, planteó en su texto El dinero en la literatura(1880) que el escritor era en realidad también un obrero:

A partir del momento en el que el pueblo sabe leer y puede leer a precio económico, el comercio de la librería duplica sus negocios y el escritor encuentra con amplitud el medio de vivir de su pluma… un autor es un obrero como otro cualquiera que se gana la vida con su trabajo.

Los autores musicales, por su parte, fueron mucho menos diplomáticos que los escritores o dramaturgos a la hora de empezar a organizarse. En 1847 se produjo una discusión histórica en el local de París Les Ambassadeurs, cuando el compositor Ernest Bourget y sus amigos Paul Henrion y Victor Parizoy se negaron a pagar su abultada cuenta. En el local se interpretaban regularmente obras de Bourget sin recibir él ninguna retribución, por lo que consideraron que ellos tampoco debían pagar sus copas. El conflicto derivó en un juicio muy mediático donde ganaron los autores, por lo que el local tuvo que empezar a pagar por programar música. La creación en 1850 de la Société des auteurs, compositeurs et éditeurs de musique (SACEM) no tuvo como origen ninguna carta o texto al estilo de Balzac, si no aquella pelea en Les Ambassadeurs. Tanto la SGDL como la SACEM siguen existiendo en la actualidad.

En España los escritores tuvieron menos músculo organizativo que otros creadores. Si exceptuamos la Asociación de Escritores y Artistas Españoles de 1875, que nunca alcanzaría el peso e influencia de las asociaciones de músicos y dramaturgos españoles (a pesar de contar con políticos de dentro de la asociación) en España no se generaron colectivos con un peso equivalente a la SGDL francesa. El proceso de gestación de las entidades de gestión fue similar, aunque quienes se organizaron primero fueron los dramaturgos.

Uno de los episodios que marcaron el origen de la auto-organización de los autores dramáticos en España fue la obra de José Zorrilla titulada Don Juan Tenorio, estrenada en 1844. Zorrilla fue un autor de inicios bohemios con sustos con la policía, siempre endeudado y que huía periódicamente del país para abandonar a sus parejas. El Tenorio de Zorrilla, que retomaba el mito del Don Juan ya tratado por Tirso de Molina, tuvo desde el principio un éxito arrollador. Zorrilla estuvo toda su vida arrepentido del trato con el editor Delgado, a quien vendió muy a la baja su popular obra.

Los contratos editoriales del XIX en España eran sin lugar a dudas abusivos, ya que obligaban a los autores a renunciar al control de sus obras por cantidades muy exiguas y de manera perpetua. La negociación individual de los autores con los empresarios no les era nada favorable, por lo que en 1844 se creó la Sociedad de Autores Dramáticos. Uno de sus objetivos fue que los asociados pudieran autoeditarse y no tener que firmar malos contratos con los empresarios. La Sociedad no tuvo mucho recorrido, pero supuso el primer intento organizativo de los autores españoles ante los abusos y excesos de empresarios de teatro.

A finales de siglo el empresario Florencio Fiscowich consiguió crear un monopolio. Fiscowich compró las obras por encima del precio de mercado, a perpetuidad y sin posibilidad de revertir el acuerdo, con vistas a tener un amplio repertorio. El control que llegó a ejercer fue casi total: contrataba temporadas enteras en teatros de Madrid y provincias donde sólo se programaba su repertorio. Después de la aprobación de la Ley de Propiedad Intelectual de 1879 surgieron varias asociaciones efímeras hasta que en 1899 se crea la Sociedad de Autores de España (SAE).

La SAE se organizó con el objetivo de quebrar el monopolio del empresario Fiscowich. Antes de ella hubo autores disidentes como Ruperto Chapí o Sinesio Delgado, pioneros en solitario en luchasr contra el monopolio del empresario, aún a costa incluso de no poder estrenar. La apasionante historia de la victoria de la SAE, la guerra con Fiscowich y su evolución hasta convertirse en la Sociedad General de Autores de España en el siglo XX está detallada en el imprescindible trabajo de Raquel Sánchez García La sociedad de autores españoles (1899-1932).

En Inglaterra el equivalente a las primeras entidades de gestión fueron en realidad sindicatos, como la Society of Authors de 1884, y que contó con afiliados tan ilustres como George Bernard Shaw o H. G. Wells. En EEUU los antecedentes de las entidades de gestión más que sindicatos funcionaron como grupos de presión, organizados con el objetivo de lograr el reconocimiento del copyright a autores extranjeros. Hablamos de asociaciones como la American Copyright Association creada en 1868 o la posteriorAmerican Authors Copyright League, una de las impulsoras de la International Copyright Act de EEUU en 1891.

Las verdaderas entidades de gestión anglosajonas o collecting societies no se crearían hasta el siglo XX, vinculadas en cambio a los nuevos soportes de difusión de la música, audiovisuales etc. En el los países donde opera el copyright y no los derechos de autor la creación de las entidades de gestión fue una de las consecuencias de los primeros tratados internacionales relacionados con la propiedad intelectual.

Fuente: https://marxcopyright.wordpress.com/2015/02/17/los-origenes-de-las-entidades-de-gestion/