De nada sirvieron las advertencias hechas por Nietzsche o Ortega y Gasset, con referencia a las consecuencias desastrosas que había de traer la cultura de masas, resultante de la revolución industrial y el consumo. De nada sirvió que intelectuales de todas las latitudes se afanaran en desenredar las causas detrás del tercer Reich, denunciando al […]
De nada sirvieron las advertencias hechas por Nietzsche o Ortega y Gasset, con referencia a las consecuencias desastrosas que había de traer la cultura de masas, resultante de la revolución industrial y el consumo. De nada sirvió que intelectuales de todas las latitudes se afanaran en desenredar las causas detrás del tercer Reich, denunciando al capitalismo, a la manipulación demagógica-mediática y a la división de la educación con fines industriales, como los culpables de la miseria, la polarización y la ignorancia: ingredientes básicos para el cóctel de la sociedad fascista. De nada sirvió todo el esfuerzo por concientizar a la población mundial y, sobre todo, la sociedad de consumo occidentalizada: estamos de nuevo ante la crisis civilizatoria del nacionalismo, la xenofobia y toda la doctrina del odio euro centrista, esparcida por el mundo como plaga.
Pero esto no comenzó con el triumph Trump. El mercachifle y sus socios pueden encontrar una infinita variedad de posibilidades para sus espíritus emprendedores, tan sólo volteando a ver el mundo creado por los aliados, vencedores de la segunda guerra mundial. En éste, descubrirán que los ingredientes del fascismo, no solo no desaparecieron tras la caída del Führer, sino que se fueron multiplicando y diversificando en empresas dignas del arriesgado espíritu neoliberal. La polarización social trajo negocios tan rentables como la segmentación de la antigua Yugoslavia, la cartelización de México y el extremismo de medio oriente; la pobreza extrema le aporto mano de obra barata a las decadentes industrias de Europa y la unión Americana, mientras que la desinformación ayudó a cubrir las huellas de la barbarie y a proteger a los responsables del saqueo.
Hoy, podemos escoger el lado de la tribuna desde el que deseemos ser manipulados, ya sea haciendo coro al discurso del odio, proyectado desde la casa blanca, o sumándonos a protestas callejeras, que no son sino la precampaña de un partido republicano obsesionado por recuperar sus privilegios de clase. Dejaremos para después el examen de conciencia y la autocrítica, junto con la oportunidad de relacionarnos con nuestros socios naturales: nuestros compañeros de labor, nuestros vecinos, los que, como nosotros, son víctimas de la perdida de garantías individuales, de la escalada de violencia criminal, de la reducción del poder adquisitivo, la gentrificación, las crisis económicas, la corrupción, el miedo. En resumen, nos ahorraremos todo ese esfuerzo yendo a votar inútilmente, durante cada periodo electoral.
Claro que siempre podremos consolarnos, repitiendo el Mantra de que la culpa es de quienes votaron por Trump, de los racistas y retrogradas; de los ignorantes y los necios; de los nacionalistas y los machos. Todo esto tiene algo de cierto, pero antes de deshacernos en criticas y bañarnos de inocencia, debemos considerar que, para ellos, nosotros somos los otros.
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