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Los premios Nobel desde una visión latinoamericanista

Fuentes: Rebelión

Por lo visto seguimos con la intensificación de las agresiones políticas ideológicas afines a los intereses del neoliberalismo mediante las maniobras con los premios Nobel, particularmente de la Literatura y de la Paz. No niego que Vargas Llosa es buen escritor. Pero es tan facho que ofende su nombre a los pueblos democráticos latinoamericanos. Tan […]

Por lo visto seguimos con la intensificación de las agresiones políticas ideológicas afines a los intereses del neoliberalismo mediante las maniobras con los premios Nobel, particularmente de la Literatura y de la Paz. No niego que Vargas Llosa es buen escritor. Pero es tan facho que ofende su nombre a los pueblos democráticos latinoamericanos. Tan alejado está del Gabo, de Miguel Angel Asturias, de Pablo Neruda, y de otros tantos escritores destacados con el premio, que lo fueron desde la visión de las realidades de su pueblo ya sea con un mensaje socializante o bien con la descripción de sus paisajes y costumbres, sin por ello ser utilizados políticamente. No sé si este sería el caso del peruano, pero existe la sospecha. Sospecha que se hizo evidencia con el caso de Solyenitzin («El Dr. Shivago»).

Actitudes contradictorias de la academia Sueca que llevó a Jean Paul Sartre a rechazar el premio que se le otorgó en su momento.

En cuanto al Premio Nobel de la Paz, no hay sospechas sino certezas. Hay lamentables lagunas conceptuales, cuando no explícitas complicidades sumisas al imperialismo. Hay lagunas conceptuales porque se tipifica una lucha por la paz de un solo individuo dejando de lado la trascendencia de personajes de acción multitudinaria.

Y hay explícitas complicidades con las prácticas del imperialismo porque se elije para el premio a un personaje secundario sin ninguna trascendencia pero útil a los fines de una «castigo» hacia una potencia con la que no hay más remedio que negociar por razones de conveniencia económica pero a la vez se la ataca por sus crecimiento espectacular ajenos a los intereses de la política hegemónica de los EEUU y sus socios de la OTAN. Desde ese pensamiento de sumisión al imperialismo es que se le otorgó el Nobel a Kissinger, al Dalai Lama, al intrascendente Kofi Annan, a Obama, etc. Es sinuosa esa política de echar una de cal y otra de arena con el fin de patentar una neutral imparcialidad (Rigoberta Menchú, Pérez Esquivel, Nelson Mandela, por nombrar algunos pocos). Contradicciones que se fijan en lo conceptual para disimular prácticas vergonzantes Y ahora a este chino escritor que dio clases en universidades yanquis (cuándo no) con todo lo que ello significa en términos de captación ideológica desde la «democracia» capitalista, cuyo mayor mérito ha sido peticionar por una «mayor apertura democrática» mediante la firma de la Carta 2008 firmada por 120 intelectuales en un país de más de 1.300 millones de habitantes.

No dudo que el régimen comunista chino pueda tener conductas rígidas y quizás dictatoriales, pero no existen constancias de que la mayoría de la población esté decidida a cambiar de sistema, máxime cuando comienza a gozar de un mayor bienestar económico social y cultural, luego de las restricciones propias de una organización política tan planificada y necesaria en un país tan extenso y con una tremenda tasa de crecimiento demográfico anual.

La mal llamada «masacre de Tiananmen» de 1989 (ver el reportaje respectivo al periodista español Restrepo, testigo de los hechos), no movió demasiadas protestas populares en el interior de China como no lo fueron las que encabezó el Dalai Lama y sus monjes, ambas circunstancias tratadas ampliamente por la prensa occidental para desinformación de la opinión pública.

Es tan hipócrita esta asignación individualista con un criterio de «castigo» que no se orienta tal conducta «castigadora» hacia Norteamérica y sus prácticas invasoras (en ese caso hay varias personalidades destacadas por su accionar antibélico que se merecen el premio entre ellos la Sra. Cindy Sheean ). No se castiga de ninguna manera a Norteamérica otorgándoles el premio a los cinco cubanos antiterroristas que van sufriendo ya doce años de cárcel por sus investigaciones relativas al accionar de los terroristas en Miami, de entre los cuales salieron algunos de los protagonistas de la caída de las Torres Gemelas, y sin embargo la justicia los ha condenado en vez de premiarlos. Tampoco se la castiga por los prisioneros árabes de Guantánamo.

No está en la nómina de los galardonados, Fidel que al frente de la revolución supo conducir al pueblo cubano por los caminos de la dignidad social y cultural, con educación, vivienda digna, salud gratuita y sobre todo una fortaleza ideológica que se plasma en solidaridad y trabajo para resistir 49 años de bloqueo feroz.

Tampoco figura Hugo Chávez que recuperó para el bienestar de su pueblo los recursos necesarios desde el petróleo orientándolos en la política de trabajo, educación, abastecimiento y salud.

No figuran tampoco Evo Morales, indio que llegó al poder para hacer visibles los rostros de sus compatriotas postergados, ni Correa, y su valentía para enfrentarse con los poderosos que no aceptan su política de reformas necesarias en beneficio de un pueblo empobrecido por las deudas ilegítimas con el FMI.

Y por supuesto no están las Madres ni las Abuelas de Plaza de Mayo con la recuperación de sus hijos y nietos, con sus sufrimientos y su resistencia, artífices necesarias de una apertura democrática que no lo hubiera sido de no haber existido el golpe de estado propiciado desde EEUU con la anuencia de Kissinger autor intelectual del Plan Cóndor.

Y tantos ejemplos más. Pero no se trata de «castigar» a Norteamérica sino de someterse a su política. En ese sentido no sería nada raro que próximamente los galardonados sean Posada Carriles, Álvaro Uribe, Jorge Rafael Videla y otros tantos delincuentes.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.