Existen dos teorías abstractas y generales pertenecientes al campo de la lógica matemática, la teoría de grupos y la teoría de los tipos lógicos, que conciernen a las relaciones entre elementos y totalidades, y que nos hablan de los tipos de cambios que se pueden dar en la realidad. En estas teorías los componentes de […]
Existen dos teorías abstractas y generales pertenecientes al campo de la lógica matemática, la teoría de grupos y la teoría de los tipos lógicos, que conciernen a las relaciones entre elementos y totalidades, y que nos hablan de los tipos de cambios que se pueden dar en la realidad. En estas teorías los componentes de la totalidad son designados como miembros, mientras que la totalidad misma es denominada clase o grupo.
La teoría de grupos proporciona una base para pensar acerca de la clase de cambios que pueden tener lugar dentro de un sistema que, en sí, permanece invariable; la teoría de los tipos lógicos no se ocupa de lo que sucede en el interior de una clase, es decir, entre sus miembros, pero proporciona una base para considerar la relación existente entre miembro y clase y la peculiar metamorfosis que representan las mutaciones de un nivel lógico al inmediatamente superior. Apreciando esta distinción entre ambas teorías, se deduce que existen dos tipos diferentes de cambio: uno que tiene lugar dentro de un determinado sistema, que en sí permanece inmodificado (cambio1), y otro, cuya aparición cambia el sistema mismo (cambio2) [1].
Para poner un ejemplo de esta distinción, en términos más conductistas: una persona que tenga una pesadilla puede hacer muchas cosas dentro de su sueño: correr, esconderse, luchar, gritar, trepar por un acantilado, etc. Pero ningún cambio verificado de uno de estos comportamientos a otro podrá finalizar la pesadilla (cambio1). El único modo de salir de un sueño supone un cambio del soñar, al despertar. El despertar, desde luego, no constituye ya parte del sueño, sino que es un cambio a un estado completamente distinto (cambio2).
Con esto obtenemos que los grupos son tan sólo invariantes al nivel del cambio1 (es decir: al nivel del cambio de un miembro a otro, nivel en el que cuanto más cambian las cosas, más siguen permaneciendo las mismas), pero que están abiertos al cambio al nivel del cambio2 (es decir: a cambios en cuanto a las reglas que gobiernan su estructura o su orden interno). La teoría de grupos y la teoría de los tipos lógicos se revelan así compatibles y complementarias. Hay que tener en cuenta que el cambio2 posee siempre la índole de una discontinuidad o de un salgo lógico, donde cabe esperar que las manifestaciones prácticas del cambio2 aparezcan como ilógicas y paradójicas [2].
Como clase trabajadora que somos el sistema actual en que vivimos, el capitalismo, nos representa un problema, pues es a través de sus leyes económicas y políticas, que otra clase nos explota y nos oprime (la burguesía), seamos conscientes o no de este hecho de la realidad social. Pero para precisar mejor la situación, podemos decir que el capitalismo no sólo es un problema para la clase trabajadora, sino para la humanidad entera, pues por su lógica interna de búsqueda enloquecida de riquezas y ganancias para particulares y por sus continuas crisis (actualmente económica, política, moral, cultural y ecológica), la civilización entera y el ecosistema están en peligro. De ese tamaño es el problema llamado Capitalismo.
Así pues, consideramos que hay que darle solución. La cual ya se ha retomado activamente en el siglo XXI -precisamente a consecuencia de la última crisis del capitalismo-, por amplios sectores de la población, sin lugar a dudas, de los explotados y oprimidos: trabajadores, desempleados, campesinos, estudiantes, mujeres, jóvenes, indígenas, etc.
Ya tenemos el movimiento de los indignados, el occupy Wall Street, el #yosoy132, la Primavera Árabe, las revueltas en Grecia, Siria, las manifestaciones en Venezuela, el Maiden de Ucrania, y los que faltan por surgir. Todos son movimiento, pues amplios sectores de la población han realizado un primer cambio, pasando de la indiferencia y la pasividad a la acción y el movimiento.
Pero poco parece cambiar de fondo, es como si estuviéramos metidos en un tipo de cambio1; las soluciones intentadas por estos distintos movimientos no parecen ir más allá del sistema, que den ese salto lógico a un nivel superior, a un tipo de cambio2; pues los movimientos terminan marchitándose o en la guerra civil, no se logran gran parte de las consignas levantadas por el movimiento, o bien un grupo ajeno a los intereses del movimiento democrático asume el control, etc. Aquí es donde se precisa hacer un cambio del cambio (metacambio), pues el movimiento mismo puede estar sujeto a cambio, es decir: a aceleración [3].
Lógicamente, es el propio sistema capitalista el encargado de proporcionar tan solo cambios de tipo cambio1 para los sectores explotados y oprimidos. Así tenemos falsas soluciones a los problemas de la clase trabajadora y otros sectores explotados y oprimidos, como lo serían alternativas entre los partidos de derecha Vs los partidos socialdemócratas (en el caso de España), el chavismo Vs la derecha (en el caso de Venezuela), la Unión Europea o el nacionalismo Vs la Gran Rusia (en el caso de Ucrania) o Andrés Manuel López Obrador Vs Enrique Peña Nieto (en el caso de México). La característica común a estas alternativas de solución y de cambio es que todas están agrupadas dentro de la misma clase o grupo, el Capitalismo; todas y cada una de ellas expresan y contienen -de uno u otro modo-, los principios y la lógica básica del Capitalismo, es decir, la explotación del hombre por el hombre. Lo que realmente necesitamos para resolver el problema de la clase trabajadora y de la humanidad entera, es que se construya un nuevo sistema, libre de explotados y explotadores, es decir, un tipo de cambio2, cambio que no ofrece ninguna de las alternativas mencionadas en líneas previas.
Como clase trabajadora internacional -así como el resto de sectores explotados y oprimidos de la sociedad-, no debemos dejarnos engañar por las distintas opciones de solución que están enmarcadas dentro del sistema capitalista, donde a final de cuentas todo permanece igual -la explotación del hombre por el hombre-. Necesitamos darle un cambio al cambio. En general es positivo el comportamiento actual de la clase trabajadora, que vuelve a salir a las calles y a luchar, pero es necesario darle (darnos) un cambio en su modo de comportamiento, la clase trabajadora tiene que volverse más radical, mas protagonista e independiente en la lucha de clases y en toda la trama de problemas contingentes que se viven en cada región del planeta.
Es decir, la clase trabajadora debe pasar a convertirse en proletariado, la clase que de ser mano de obra explotada (en sí) se transforma en fuerza política que lucha contra la explotación (para sí), la encargada de liderar y ser la vanguardia de la Revolución social, que junto con otros sectores de aliados explotados y oprimidos logre emanciparse como clase y lleve a la humanidad a un nuevo Renacimiento. El partido revolucionario debe contribuir a esa transformación de la clase trabajadora.
Sólo el proletariado podrá ser capaz de proporcionar una solución de otro orden y tipo (más allá de las actuales que sólo mantienen al sistema) a todos los problemas (económico, político, moral, cultural, ecológico) que actualmente vive la humanidad. Es decir, solo el proletariado estará en condiciones de dar una solución de raíz a la crisis actual de la humanidad: la crisis capitalista. Pero es indispensable que este proletariado ya surja y se constituya dentro del movimiento, que pase de ser una clase en sí y se convierta en una clase para sí, independiente y consciente de sus tareas y objetivos históricos de emancipación y libertad; el potencial para lograrlo lo tiene y la acción del partido revolucionario será esencial para este fin.
Notas:
[1] Los griegos parece ser que tan sólo conocían el primero de dichos tipos. «Nada es creado o destruido. Más bien, una cosa es mezclada con cosas ya existentes o separada de ellas» afirma Anaxágoras en su fragmento 17. De modo similar, para Aristóteles, el cambio es el paso desde la potencialidad a la actualidad. Y niega expresamente aquello que en la actualidad denominaríamos una mutación desde un nivel a un metanivel, cuando escribe: «No puede haber movimiento del movimiento, o devenir del devenir, o en general cambio del cambio». Los filósofos griegos ulteriores y los medievales tendían a considerar el cambio como la antinomia entre ser y devenir. Tan sólo Heráclito, al parecer, enfocó el cambio desde una perspectiva distinta. Además de su bien conocida sentencia acerca de la imposibilidad de sumergirse por dos veces en el mismo río, afirma en otro fragmento: «Todo cambio es contradictorio; por tanto, la contradicción es la auténtica esencia de la realidad». La evolución del concepto de cambio la resume excelentemente Prior: «No resultaría exagerado decir que la ciencia moderna comenzó cuando las gentes se acostumbraron a la idea de que los cambios cambian; es decir, a la idea de aceleración como contrapuesta a la de mero movimiento».
[2] Watzlawick, Paul, Cambio, Barcelona, Herder Editorial, 1976, p. 31.
[3] Bateson, Gregory, Steps to an Ecology of Mind, Nueva York, Ballantine Books, 1972, p. 279.
Tomás Holguín. Militante del Partido Obrero Socialista, México.
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