No se ha conocido en la historia reciente de la humanidad a un solo presidente latinoamericano y del mundo, ni tampoco a un llamado líder opositor, que haya sido protegido de Estados Unidos y esté exento de vínculos con el narcotráfico, hechos de corrupción, nexos con el terrorismo o el paramilitarismo, y crímenes de lesa […]
No se ha conocido en la historia reciente de la humanidad a un solo presidente latinoamericano y del mundo, ni tampoco a un llamado líder opositor, que haya sido protegido de Estados Unidos y esté exento de vínculos con el narcotráfico, hechos de corrupción, nexos con el terrorismo o el paramilitarismo, y crímenes de lesa humanidad.
Sin embargo, la lista de mandatarios y «opositores» patrocinados por Washington que han estado implicados en esos hechos ilegales, además de en flagrantes violaciones de los Derechos Humanos, todos condenables por las leyes internacionales, es interminable.
Solo teniendo en cuenta las últimas décadas de la pasada centuria, y los años transcurridos de este siglo XXI, los regímenes norteamericanos han «apadrinado» a los más cruentos dictadores de América Latina, desde Fulgencio Batista, en Cuba, Jorge Rafael Videla, en Argentina, Anastasio Somoza, en Nicaragua, hasta Augusto Pinochet, en Chile, este último el más feroz de todos.
Pinochet no solo fue un tirano, sino que como el expresidente colombiano Álvaro Uribe y no pocos exgobernantes autotitulados demócratas, tuvieron y tienen aun lazos estrechos con el tráfico de drogas, el terrorismo, el paramilitarismo, y han sido y son comprobados corruptos.
Entre los más «destacados» de esos «demócratas» latinoamericanos respaldados por la Casa Blanca figuran Carlos Andrés Perez, de Venezuela, Carlos Saúl Menem, de Argentina, Vicente Fox, de México, Ricardo Martinelli, de Panamá, Francisco Flores, de El Salvador, Alan García, de Perú, y Sebastián Piñera, de Chile.
Otros protegidos de Washington están cobijados en Estados Unidos, como el expresidente boliviano Gonzalo Sánchez de Lozada, acusado de genocidio, y cuya extradición ha sido solicitada en reiteradas ocasiones por las autoridades de la Paz, sin respuesta alguna hasta el momento.
Igual reciben refugio en territorio norteamericano terroristas disfrazados de «opositores» y «luchadores por la democracia», entre ellos Luis Posada Carriles, autor del atentado con bomba a un avión de Cubana de Aviación que provocó la muerte a 73 personas en Barbados, en 1976.
Posada Carriles, bautizado como el Bin Laden de América Latina, otro de los monstruos creados y financiados por el Pentágono, es responsable de probadas acciones criminales contra Cuba y Venezuela, países que han reclamado su extradición para juzgarlo, sin conseguirlo.
Todos los ya mencionados de Latinoamérica tienen cuentas pendientes con la justicia, similar a los exjefes de gobiernos de España, José María Aznar, y de Gran Bretaña, Tony Blair, quienes con el exinquilino de la Casa Blanca George W. Bush, posaron para la «famosa» foto de Azores, y desataron la sangrienta invasión militar contra Iraq.
Sobre las espaldas de Aznar y Blair, y también de su expatrón W. Bush, pesan crímenes de lesa humanidad por las muertes de miles de ciudadanos inocentes durante la agresión castrense a Iraq, y por consentir el uso de la tortura en las cárceles secretas de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) en Europa y en la ilegal base militar en territorio cubano de Guantánamo, aun una de las prisiones más atroces del mundo.
Otro similar en Europa es el actual presidente de Ucrania, Petró Poroshenko, vinculado a la CIA, y el personaje del Pentágono para intentar desestabilizar a Rusia.
Ni hablar del principal ahijado de Washington en el Medio Oriente, el Primer Ministro israelí, Benjamín Netanyahu, quien tiene carta blanca para asesinar palestinos todos los días, bombardear cada vez que se le antoje las franjas de Gaza y Cisjordania, además de construir muros y más asentamientos judíos.
Por supuesto que los referidos no son todos los que Estados Unidos ha «mimado» en las últimas décadas, y que ya patrocina a otros nuevos como el derechista presidente electo de Argentina, Mauricio Macri, al parecer su «flamante pieza» para pretender subvertir y desunir a la Patria Grande.
Entonces, la interrogante que surge es la siguiente: ¿Por qué todos esos protegidos de Washington han caminado o lo hacen todavía libremente por el mundo, e incluso gobiernan, en vez de ser sentados en el banquillo de los acusados por la comunidad internacional y las Naciones Unidas?
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.