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Los pueblos del opio

Fuentes: Rebelión

Hay tres temas universales: el amor, la muerte y el fútbol.Si te interesa lo que le pasa a la gente, en algún momento terminarás topándote con el fútbol.Santiago Roncagliolo, Pena máxima (Lima, 1975) Siempre se encuentra a la gente estando a favor del fútbol o en contra del fútbol; o uno es un convertido o […]

Hay tres temas universales: el amor, la muerte y el fútbol.
Si te interesa lo que le pasa a la gente, en algún momento terminarás topándote con el fútbol.
Santiago Roncagliolo, Pena máxima (Lima, 1975)

Siempre se encuentra a la gente estando a favor del fútbol o en contra del fútbol; o uno es un convertido o un ateo. Yo quiero probar que no es el caso; que no sólo es posible amar al deporte y rechazar su conversión en espectáculo, sino que éste rechazo en realidad es una forma de intentar rescatar su esencia, destruida por el sistema de explotación. En resumen, que la posición que deberíamos tener es de aprecio al juego, y rechazo a quienes lo mercantilizan como mentira, encubrimiento y pasividad.

Crítica del Futbolismo Cultural Puro

No son los sacerdotes quienes inventan la religión; es más bien la gente la que crea la religión que acaba por ser su opio… La gente necesita la religión porque habita en un valle de lágrimas.  La religión es el sueño de un mundo mejor que vendrá cuando el pueblo se dé cuenta de lo que es la religión. Mostramos a la criatura oprimida lo que significan sus suspiros y entonces y como consecuencia de ello se producirá la revolución. La abolición de la religión trae consigo la liberación humana. La religión es la exigencia para, la promesa de y el obstáculo a esa liberación.

    – Gerald A Cohen, «El opio del pueblo. Dios en Hegel, Feuerbach y Marx»

9 de Julio. La gente recuerda más el partido que el feriado por el día de la independencia. Todas las festividades parecen suspendidas por el juego. Todas las calles y transportes estan desiertos por las más de dos horas que dura. Más tarde escucharé que dos personas murieron por los nervios, la expectativa del partido recibiendo un gol; el sufrimiento sagrado del devoto. Cuando todo termina, hasta los objetos inanimados parecen celebrar la victoria. El aire se tiñe de cantos, de gritos, de cohetes. Los niños se burlan de Brasil -que, estando ya eliminado, no era siquiera el oponente, pero los adultos no son distintos- desde los balcones, en las veredas, en las calles. La ley y el orden parecen espontáneamente suspendidos y repentinamente nadie es reprimido por cortar el paso a los vehículos. Hasta éstas máquinas festejan, trascendiendo sus usos cotidianos como herramientas instrumentales y pasando a convertirse en extensiones emocionales de sus usuarios, de su contexto social: Bocinas truenan y los maquinistas de subtes anuncian la victoria por altoparlante en cada estación. Del detenimiento expectante se pasa a un frenesí de éxtasis. Cualquiera diría que fue abolido un detestable sistema y acaba de ocurrir una libertaria revolución. Pero las apariencias engañan.

Yo conozco el sentimiento de las multitudes, si bien el mío no es más que una sombra. No respondo a los gritos, pero alejado no puedo evitar pronunciar para mí mismo, una sóla vez el «Vamos vamos, Argentina, vamos vamos, a ganar…» antes de detenerme deliberadamente (antes de que sea tarde). Me he refrenado de ver la totalidad de los partidos (salvo algunos minutos en los finales), no por desinterés, no por vagancia, sino como protesta a la cortina de humo nacionalista que satura todos los canales y todos los diarios, todos los medios sociales y todos los ámbitos interpersonales… como protesta a lo que ella encubre y lo que representa ; la destrucción de la voluntad humana y su autonomía, el sometimiento económico y mental, desigualdad y represión.  Pero en la soledad, cuando no me encuentro en otras ocupaciones, resulta irresistible, cuando menos, actualizar la información para ver el desarrollo de los resultados. Las adicciones no sólo son peligrosas, y difíciles de dejar, sino que en ellas se encuentra un componente virulento, para el cual la psicología humana está enteramente ajustada en sus parámetros de contagio emocional y cultural [1]. Incluso yo deseaba unirme a las masas indistintas en los cánticos y saltos en el obelisco. Y no lo hice.

Festejar algo que no debe festejarse es formar parte de algo dañino, ¿Qué hay para festejar? Cada victoria de «la selección» aliena más a la gente. Un sentimiento generado y manipulado con precisión científica desde gobierno y las corporaciones porque ellas pagan y son sponsors de la «selección nacional», la «afa» , la «fifa», desde quilmes (en realidad comprada por la brasilera Brahma hace años) hasta Shell y los bancos incluyendo aquellos chinos; todas multinacionales (a las que les importa un carajo Argentina, su población, el fútbol) que no dudan en «ponerse la camiseta» (así como en otros países se ponen las de otros) y formar parte de la «alegría» para las cámaras y gastar millones en promover cada segundo del día tanta «espontaneidad» … no gracias.

Resulta curioso ver el explícito odio de los fans del mundial a quienes siquiera aparentan no compartir su afición (y los apelativos detestables que se les aplican: «ortiva», «anti», y, como si fuera lo peor de todo, «Chilote»); parece tan fuerte la coraza de negación de quienes protestan que se confunde con espontánea apatía. Y sin embargo no es ésto lo que significa el rechazo; significa que aunque a uno le gustaría «disfrutar», y se sabe capaz, también sabe que no es correcto ni conduce a ningun resultado favorable.  Los fanáticos aún así toman mi desprecio al evento por indiferencia. Mis camaradas toman mi interés y deseo de estar informado como una traición a la causa; interrumpo reuniones para preguntar si alguien tiene internet para consultar el marcador. En mi caso he jugado mis dosis no insignicantes de fútbol en el pasado, tanto en sus versiones formalistas como espontáneas y callejeras, y por eso también puedo no sólo participar de la estética sino de sentir cómo se sentiría, bajo cierto aspecto, jugar un partido tan importante. Ésta es la base, o una de las bases, con las que cuenta el arraigo; pero en la ecuación masiva no es la única y ni siquiera la más importante. Se emocionan hasta el extremo personas que apenas en su vida han tocado acaso un mísero metegol… ¿Por qué?

Crítica del Futbolismo Institucional Práctico

El sufrimiento religioso es al mismo tiempo la expresión del sufrimiento real y una protesta contra el sufrimiento real. La religión es el alivio de la criatura oprimida, el sentimiento de un mundo sin corazón y el espíritu de un estado de cosas desalmado. Es el opio del pueblo.
La superación de la religión como felicidad ilusoria del pueblo, es la reivindicación de su felicidad real. El llamado para que el pueblo se deje de ilusiones acerca de su condición, es el llamado a que termine con un estado de cosas que necesita ilusiones.

    – K. Marx, «Contribución a la Crítica de la Filosofía del Derecho de Hegel»

El fútbol no es una religión, tampoco es un gobierno, y mucho menos sus jugadores constituyen una nación o un ejército. Y sin embargo, su realización en el ámbito institucional representa y sustituye (o constituye) todas éstas cosas y tantas otras. De la misma forma que Dios y sus religiones no se conocen ni se sienten de forma natural o directa sino que deben ser enseñados (de lo contrario, hubieran habido incontables milenios de monoteísmo en lugar de animismo), así el fútbol, o más bien la expectación pasiva del fútbol, es algo instruido e insituido por fuerzas estatales, paraestatales y de mercado. La venta de las concesiones de transmisión, la propaganda y publicidad vertida incesantemente y enalteciento al infinito al hecho, el aparato corporativo de noticias, el marketing, los productos promocionales basura generados por cantidades de cientos de millones… son todos aspectos del mismo fenómeno que en todo caso vende el concepto de fútbol [2], pero jamás lo realiza. El consumo de éstas bazofias regurguitadas de las entrañas del capitalismo industrial posmoderno no hace más que reemplazar al deporte, donde éste es simulado y observado pero no jugado. La compra masiva y su subsecuente descarte, la obsesión paranoide con las noticias (de quienes no conocemos mientras ignoramos nuestro entorno), el amor al país y su inmediato desprecio, la conciencia misma en la cuál son anidadas todas estas contradicciones… demuestra que lo que sucede no es fútbol, ni pasión auténtica, sino el hoyo sin fondo de su ausencia, de la ausencia de comunión y sentido que intenta ser llenada mediante el anhelo inmediato, perpetuo e insatisfactorio. El mundial, como expocisión y mercadeo del juego, es en realidad su aniquiladora negación.

Una cosa es un sentimiento de pertenencia original barrial, social, de clase; que es algo concreto, de gente que conocés y con la que te identificás, y algo natural en cuanto a lo que compartís, orientado a la participación… pero el sentimiento de pertenencia «Nacional»-Corporativo es parte del Estado burgués, artificial, forzado; orientado hacia el consumo y la alienación [no «nazcemos» con nacionalidad estatal ni la elejimos, se nos impone y adoctrina]. La «Nacionalización» del fútbol es muy posterior a la existencia del fútbol… para el caso la mayoría de los equipos de barrio fueron creados por obreros, anarquistas y socialistas (de ahí cosas como el AAAJ llamándose «los mártires de Chicago», o Independiente («independientes de la patronal») [3], etc. ; también tiene que ver con la denominación «Club Social y Deportivo». Pero muy lejos está eso de lo que ahora se venera, donde la promoción del mundial y la «bandera» en él tiene prioridad sobre las necesidades de todos. [4]

Los jugadores son comprados y vendidos entre clubes y países; su étnia, nacionalidad, cultura o lealtades nominales se vuelven irrelevantes cuando usan una camiseta bien paga, como es pago el árbitro y todas las atroces multinacionales que esconden sus negocios y grotescos productos tras éste tráfico de mercancías y personas [5]. Sobre todas estas cosas se alzan acaso aún más oscuras las masacres policiales, la promoción de los gobiernos (incluyendo dictaduras fascistas o fascistoides – incluyendo la infame argentina en 1978 [6] – y casi irónicamente hecha eco por el oficialismo en la actualidad, que argumenta que las victorias futbolísticas demuestran la «Superioridad» (!) física e ideológica de la nación [7]), la legitimación del imperialismo, la hipocresía de la «diversidad cultural y derechos humanos en la sana competencia» (el mismo discurso que se usó para los juegos olímpicos de la Alemania Nazi en 1936 [8]) y la exponencial presencia de un chauvinismo xenófobo y vulgar. El magnetismo del fenómeno futbolístico es tal que el circo romano (los estadios son copias del coliseo, las cadenas superponen a los jugadores con gladiadores [9]) parece poder reemplazar, por sí sólo, al proverbial pan que debió haberlo acompañado.

Cualquier partido de barrio es más legítimo que éste espectáculo en el que veintidos juegan en la luz y millones mueren en las sombras. [10]

Notas:

[1]http://books.google.com.ar/books?hl=es&lr=&id=wXcdAAAAQBAJ&oi=fnd&pg=PP9&dq=sports+and+mass+psychology&ots=AyN-AUzmGS&sig=JvRa_9FNR4eAsrFykqOzEd7AV04#v=onepage&q&f=false
[2]http://www.cabdirect.org/abstracts/20063001080.html;jsessionid=342ACFBD76ADF98AB371EED91B7BE8DA
[3]http://www.taringa.net/posts/noticias/118009/Futbol-anarquia-y-lucha-social-Parte-1.html
[4]http://www.cronica.com.ar/article/details/7550/mundial-hd-para-todos
[5]http://www.eldiario.es/desalambre/Ninas-Mundial-estimula-prostitucion-infantil_0_272973401.html
[6]http://www.ferplei.com/2012/02/ex-senador-peruano-confirmo-que-la-dictadura-argentina-arreglo-el-6-0-del-mundial-de-1978/
[7]http://www.agenciapacourondo.com.ar/deportes/14941-superioridad-fisica-e-ideologica-de-un-pueblo.html
[8]http://www.ushmm.org/wlc/es/article.php?ModuleId=10007555
[9]https://www.youtube.com/watch?v=59ypnMbaOmg
[10]http://actualidad.rt.com/expertos/carlos-santa-maria/view/130812-mundial-brasil-juego-mafias-geopoder

Nemo Starem es estudiante de Filosofía en la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA, miembro de la Asamblea de Liberación Total (Capital) 

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.