Los juegos chinos. La comunidad internacional, tan proclive al desvarío, tiene nuevo entretenimiento: pasarse los derechos humanos por los aros olímpicos. China, anfitriona del evento, parte como favorita. Yang Chunlin, un trabajador en paro de la ciudad de Jiamusi, fue arrestado en julio de 2007 tras apoyar a un grupo de campesinos que luchaban contra […]
Los juegos chinos. La comunidad internacional, tan proclive al desvarío, tiene nuevo entretenimiento: pasarse los derechos humanos por los aros olímpicos. China, anfitriona del evento, parte como favorita. Yang Chunlin, un trabajador en paro de la ciudad de Jiamusi, fue arrestado en julio de 2007 tras apoyar a un grupo de campesinos que luchaban contra la expropiación de sus tierras. Varios miles de personas habían firmado una carta abierta suya titulada «Queremos Derechos Humanos, no Juegos Olímpicos». Las autoridades presentaron también como prueba en su contra varios artículos críticos con el gobierno que Yang tenía colgados en internet. En febrero llegó el juicio y este lunes, la sentencia: cinco años de cárcel por incitar a la subversión y manchar la imagen del país. Cinco años, uno por cada aro.
La siesta peruana. No es la primera vez que le pasa. Se ha vuelto a dormir. En pleno juicio. A pierna suelta y durante 20 minutos. «Es normal», dice su médico, «tiene 69 años y las maratonianas sesiones que debe presenciar son agotadoras». Desde diciembre, lleva 38 audiencias, a tres por semana. Alberto Fujimori, expresidente de Perú, se enfrenta a una pena de 30 años de prisión por ordenar el asesinato de presuntos integrantes de Sendero Luminoso y el secuestro de opositores a su gobierno. Mientras los testigos reviven la pesadilla, Fujimori duerme. Como un angelito. Inocente. Libre.
La mal avenida. «No hay mejor materia para un sueño que un mapa», dejó escrito Robert Louis Stevenson. Los mapas sueñan. Y mienten. «No hay derecho», protesta un refugiado colombiano exiliado en Madrid después de pasar unos días en Laredo. «Es increíble. El mundo al revés. En la ciudad hay una Avenida de los Derechos Humanos y casi todas las calles que parten de ella llevan el nombre de países americanos: Calle de la República de Colombia, Calle de la República de Argentina, Calle de la República de Bolivia, Calle de la República de Chile… ¡La Avenida de los Violadores de los Derechos Humanos!».