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Los tigres

Fuentes: Mundo Obrero

Este año, en algún noticiario he oído decir que doce millones de niños van a quedar huérfanos por el Sida. Sin querer, múltiples sentimientos han saturado mi ánimo; confusión, rabia, dolor, y muchísima ternura por el amor y las caricias que se perderán bajo tierra sin poder llegar a sus legítimos receptores; niños sin canciones […]

Este año, en algún noticiario he oído decir que doce millones de niños van a quedar huérfanos por el Sida. Sin querer, múltiples sentimientos han saturado mi ánimo; confusión, rabia, dolor, y muchísima ternura por el amor y las caricias que se perderán bajo tierra sin poder llegar a sus legítimos receptores; niños sin canciones de cuna, sin cuentos… Por una asociación de ideas , un cuento me ha ayudado ha entender, con cierta precisión el por qué de las cosas terribles que ocurren en el mundo.

Cuando yo era una niña pequeña, muy pequeña, mi cuento preferido era «El negrito Sambo». Desconocía entonces que el negrito Sambo fue, es y será , cuando logra sobrevivir, uno de los niños huérfanos de los años pasados, de los que están transcurriendo y de los que vendrán después. El cuento se perdió en una mudanza pero lo recuerdo casi en su totalidad: Al negrito Sambo su madre le hace un regalo de cumpleaños. Se lo lleva al mercado y le compra un chaleco de seda, unos pantalones bordados y unas babuchas. Una vez vestido con las nuevas ropas, la madre se adelanta a prepararle tortitas de maíz, mientras el niño se dirige al bosque africano para jugar con los amigos. Apenas ha empezado a caminar cuando un enorme tigre se planta delante de él y le grita con furor: «Dame tu chaleco o te comeré ahora mismo». El negrito Sambo , intimidado, no tiene más remedio que desprenderse del chaleco que tanto le gusta, y que con tanto sacrificio le ha comprado su madre, para entregárselo al tigre que introduce en él sus patas delanteras. Mientras tanto, el negrito Sambo escapa corriendo pero ha recorrido muy poco camino cuando un nuevo tigre ,más grande y feroz que el anterior, le ordena en los mismos términos y con idénticas amenazas que le entregue su pantalón. El pobrecito niño , acaricia la seda de los pantalones , y mientras se los quita, admira los bordados que tanto le han gustado a su madre y recuerda que le rogó que los cuidara bien para que sus nietos también pudieran usarlos. Esta vez el tigre introduce las dos patas traseras en el pantalón, y mientras esta entretenido, el negrito escapa corriendo hacia su casa . Antes de llegar, un tercer tigre le acosa sin piedad, pero al chiquillo solo le quedan las babuchas, las que su madre le regaló para que se protegiera de las piedras del camino. Conminado, amenazado, urgido, ante el temor de perecer se las entrega al tigre, que las coloca como adorno en sus orejas. El negrito Sambo corre, corre, corre camino de su casa que ve ya muy próxima. Allí le espera su madre y hasta él llega el olor de las ricas tortitas. Pero también les llega a los tigres que le persiguen. El negrito Sambo piensa que no tiene escapatoria, que los salvajes animales se comerán las tortitas , que tal vez acaben con él y también con su madre. Pero ¡Oh sorpresa! al volver la cabeza, suponiendo a los tigres pisándole los pies, ve con asombro que peleando furiosos por las prendas que le han robado , y que cada uno de ellos quiere para sí , se han agarrado de las colas, mordiéndoselas, y giran vertiginosamente formando una rueda alrededor de un grueso árbol. Cuando yo era pequeña el cuento terminaba con sencillez: los tigres permanecían dando vueltas hasta caer exhaustos mientras el negrito Sambo y su madre satisfacen sus estómagos con las tortitas.

He dicho al empezar ha escribir que el cuento de ayer me ha ayudado a entender lo que sucede hoy. ¡Qué fácil tomar la mentira como verdad! porque realmente ha sido al contrario: el mundo de hoy me ha enseñado ha interpretar el cuento de ayer. Reconozco a los actuales tigres usurpando los pequeños y grandes bienes de las multitudes: los padres a los doce millones de niños que aumentarán el número de los millones que ya han quedado huérfanos, el agua y la comida de todos ellos. No puedo pensar en mi cuento de infancia sin ver al protagonista del relato, acompañado de otros muchos como él, perseguidos, amenazados y saqueados mientras creen recorrer el camino de la esperanza, que en mi cuento representa el refugio familiar. Los «tigres» son los estados que colonizan, que abandonan a los pueblos después de saquearles, que roban los territorios que no les pertenecen, que dominan, engañan, explotan, despojan, abortan revoluciones, oprimen, torturan y matan a jóvenes y a viejos, a mujeres y a hombres, y a los niños…Una vez hecha la interpretación de mi cuento, le reprocho que me mintiera. Los tigres del relato perecen por su egoísmo, los de la realidad nunca mueren, pero sí matan, y por la misma razón.

Querido negrito Sambo; Malditos sean los tigres, malditos sean.