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Los trabajadores brasileños comienzan a moverse

Fuentes: Rebelión [Imagen: Marcha contra Bolsonaro en Florianópolis (SC) el pasado sábado 29 de mayo de 2021. Créditos: Milton Ostetto]

Traducido del portugués para Rebelión por Alfredo Iglesias Diéguez

En este texto la autora reflexiona sobre el momento en que se encuentra el pueblo brasileño: en el comienzo de una nueva etapa de movilizaciones, argumenta.


El sábado (29) fue un día de lucha en todo el país. Miles de personas salieron a las calles en protesta contra el gobierno de Jair Bolsonaro, quién situó a Brasil en un de sus momentos más dramáticos, llegando a casi 500 mil muertes por la covid-19. Desde el comienzo de la pandemia el gobierno apostó por la táctica de la “inmunidad de rebaño”, que significa dejar que el pueblo se infecte en el mayor número posible para, así, con toda la gente contagiada, garantizar la inmunidad. Obviamente, eso también significa dejar morir a una multitud de personas que podrían haber sido salvadas si el gobierno hubiera tenido una acción segura de prevención y de protección.

Esa es la nota en que está el país desde que el virus llegó por aquí en marzo de 2020. Desde el comienzo, el gobierno minimizó la enfermedad y renegó de las medidas preventivas como el uso de máscara, el distanciamiento social y el confinamiento total. Por ese motivo llegó a destituir a dos ministros de Salud, porque ellos defendían la necesidad de esas medidas. Por fin, un tercer ministro, hizo lo que el presidente quería, y tan bien lo hizo que llegó a dejar un estado entero, el Amazonas, sin oxígeno, provocando la muerte de centenares de personas. No habiendo sido suficiente con eso, el gobierno dejó de comprar vacunas cuando las empresas las ofertaron, atrasando de manera significativa el proceso de vacunación, que hoy se está desarrollando a cuenta gotas, con poco más del 10% de la población inmunizada con las dos dosis. Todo eso fue denunciado y comprobado en la Comisión Parlamentaria de Investigación (CPI) del Congreso que investiga la responsabilidad del gobierno en la tragedia brasileña.

Pero, a pesar de los testimonios que apuntan claramente hacia un crimen de lesa humanidad, las instituciones brasileñas siguen sin apuntar caminos de castigo y el presidente sigue convocando a las masas, sin mascarilla, intentando evitar medidas de restricción e impidiendo la llegada de la vacuna. Ni el Congreso ni el poder judicial, actúan en el sentido de garantizar la vida de los brasileños. Pero no siendo eso suficiente, mientras siguen con la Comisión Parlamentaria de Investigación (CPI) a ritmo de tortuga, los diputados van “pasando la boiada” [N. del tr.: la expresión se podría traducir por pasando por encima de algo, revisándolo superficialmente, a veces por que no se entiende sobre el tema en cuestión; no obstante, en este contexto se refiere a la expresión usada por el ministro Salles para indicar que en el consejo de ministros están actualizando a toda prisa normas antiguas], aprobando privatizaciones y reformas que empobrecen al país y a los trabajadores.

En los estados gobernados por los aliados políticos del presidente la historia es la misma, y ahora muchos gobernadores y alcaldes quieren, inclusive, el retorno a las clases presenciales, aunque la pandemia siga creciendo y sin control. Incontables muertes de profesores son anunciadas en la medida en que los gobernantes obligan al retorno. Están los que luchan, como en Florianópolis, que hicieron una importante huelga contra el retorno presencial, aunque están siendo penalizados por la Justicia. Pero, por lo general, los trabajadores, que tienen miedo a perder el empleo, vuelven a sus puestos de trabajo y se exponen a la enfermedad.

A raíz de eso, a pesar del miedo, en la medida en que la pandemia sigue sin control con la nueva variante hindú esparciéndose, los trabajadores decidieron que ya era hora de salir a las calles. Sobre todo después de que los coríferos de Bolsonaro, que gritan contra las medidas de restricción y exigen remedios inútiles como prevención de la enfermedad, han ocupado las calles respaldando la política de muerte.

Así, este sábado (29) miles de personas se manifestaron en marchas gigantescas en las capitales del país, realizando actos masivos en las ciudades medias y pequeñas. Exigiendo vacuna, comida en la mesa e inversiones en la salud pública. Los trabajadores, estudiantes, pueblos indígenas y campesinos quieren el fin de ese gobierno y la responsabilización del presidente por el abandono de la nación.

En Florianópolis la marcha llenó las calles y recorrió todo el centro de la ciudad. Más de cinco mil personas participaron. El grito de “fuera Bolsonaro” crece y nuevas movilizaciones están siendo preparadas. Sin acción de las instituciones será la población organizada y en lucha quien echará a patadas al genocida.