No hace tanto WealthX ( http://www.wealthx.com/home/ ) un sitio con su central en Singapur emitió un reporte que identificaba el número exacto de los ultra ricos, en el mundo. Los motivos de WealthX no son precisamente criticarlos sino encontrar formas de facilitar el funcionamiento de las redes de ricos y ultra ricos, creen, parece, que […]
No hace tanto WealthX ( http://www.wealthx.com/home/ ) un sitio con su central en Singapur emitió un reporte que identificaba el número exacto de los ultra ricos, en el mundo. Los motivos de WealthX no son precisamente criticarlos sino encontrar formas de facilitar el funcionamiento de las redes de ricos y ultra ricos, creen, parece, que les falta conectarse. Pero en el proceso de identificarlos el reporte ha contribuido a hacerlos más «reales» para todos nosotros, contribuyendo a que pierdan la cubierta que otros ricos, menos ricos que ellos, les han estado prestando. No se si se han fijado, pero es casi normal en Norte América hablar de los ricos pero incluir en ese espacio a todos quienes tengan entradas superiores a los 250 000 dólares anuales. Pero sabemos que los ricos no reciben sueldos sino que tienen entradas por ganancias de capital.
El reporte identifica a un total de casi 186 mil super ricos, gentes con 30 millones de dólares o más, y dentro de este grupo a un subgrupo de ultra ricos que tienen mucho más. Estados Unidos continúa siendo el país con más super ricos del mundo, con unos 58 mil, y es seguido por Europa y avanzando rápidamente les sigue Asia. Dentro de esos 58 mil super ricos estadunidenses, un subgrupo tiene más de 1000 millones de dólares. Y ese subgrupo que no es demasía grande y podría reunirse en los salones de un buen hotel son 455 personas. El que parece ha de ser el candidato a presidente por el partido republicano, Mitt Romney, no es uno de esos 455, su fortuna es de «apenas» 250 millones de dólares, y sin embargo es igualmente un candidato a presidente rico que se une a la lista de otros candidatos ricos del pasado, entre ellos el más notorio personaje, Ross Perot.
Que la información de WealthX se haga pública en un momento histórico crítico para los Estados Unidos y el mundo, cuando miles de norteamericanos han perdido trabajo y casa y muchos de ellos viven en la calle, no deja de ser significativo. Pienso, que nos informa sobre el nivel de arrogancia de la oligarquía norteamericana y mundial, que se pavonea públicamente de su riqueza y su nivel de control sobre el gobierno, incluso en tiempos de creciente angustia y empobrecimiento para los habitantes, ya no de la periferia, sino de los países centrales. Será por eso que Mitt Romney confrontado con el asunto de que es demasiado rico para ser presidente ha dicho públicamente lo que la oligarquía siempre ha pensado: que los millonarios tienen que gobernar porque son superiores que el resto.
Nos habla también, pienso, de cuanta confianza tienen en que no tendrán respuesta. No puede dejar de llamarnos la atención que 455 personas, los dueños reales de los Estados Unidos, se sientan tan seguros de su control sobre más de 300 millones de conciudadanos -incluso si tienen copada la estructura política entera, controlan los bancos, está de su lado la policía, los cuerpos militares y hasta la Ley. Todos estos elementos importantes de control podrían ser sacudidos de un golpe si la población fuera capaz de ver, pues entendería entonces el tamaño del engaño y posiblemente se rebelaría. Pero, se han encargado muy bien no sólo de distraer a la población, sino de unificarla en torno al concepto de «clase media», concepto incluyente que deja a fuera solamente a los más ricos y a los totalmente desposeídos. Y han logrado vender además una perspectiva falsa y ahistórica basada en que «todos podemos aspirar a hacernos ricos y que encontraremos la felicidad en el consumo.»
Profesionales de toda laya, científicos, abogados, comerciantes, pero también trabajadores con algún sobrante, apuestan su futuro en la bolsa y sueñan con que ganarán en esa lotería controlada, como cualquier ruleta, por la banca. Se separan de su realidad cotidiana hasta quienes ganan salarios miserables; no alcanzan a comprender que no son parte de ese mundo y que no están incluidos más que para pagar los gastos de la fetichola que se están dando los ricos que tienen el poder. En Estados Unidos esos 58 000 ricos son dirigidos activamente por miembros de los 455 subgrupo de ultras que participan y planean el futuro de todos, un futuro que para nosotras y nosotros ha de ser quizás de pesadilla, pero que ellos piensan no les afectará -protegidos como están por todo su dinero.
No es de extrañar que así pensaran también los aristócratas franceses camino de la Revolución de 1789; y quizás, hasta seguirían pensando de esta forma hasta que escuchaban llegar los carros que los transportaba en grupos a la guillotina. Porque los ultra ricos no son cuerdos, y menos son brillantes como nos quieren hacer creer, son adictos al poder y al dinero. Y cuando de entre ellos surge alguno que piensa, como Warren Buffet, y argumenta lo lógico: que bien vale la pena pagar impuestos al capital, antes de perderlo todo, los demás no le escuchan confiados en que la marea alta nunca ha de bajar porque ellos la controlan. Pero es cierto que super y ultra ricos pueden pagar impuestos al capital sin problemas e incluso continuar aumentando su riqueza mientras lo hacen. No quieren hacerlo, su adicción al dinero y su arrogancia no les permite ver la sabiduría del consejo de Buffet por lo que continúan su marcha hacia el cadalso que ya muchos comienzan a adivinar inevitable.
Años atrás Claude Rosenberg, un banquero multimillonario de San Francisco, trató también de conscientizar a los más ricos argumentando que podía probarles que donando 10 veces lo que donaban aún continuarían acumulando riqueza ( http://www.sfgate.com/cgi-bin/article.cgi?f=/c/a/2008/05/06/BAR110HQJH.DTL ). Argumentaba que valía la pena dar, si dando lográbamos vivir en una sociedad mejor, màs feliz y generosa. Pero ni Rosenberg, con su apelación a la caridad, ni Buffet, con su apelación a los impuestos, han tenido éxito. La regla Buffet, como la llaman en EEUU, no es apoyada ni por los ricos que se promueven como progresistas, como en el caso de Bill Gates que personalmente prefiere donar que pagar impuestos, aunque la caridad siempre ha sido poca y no generalizada. Los ultra ricos no quieren obligaciones por creerse con derechos sobre todo y no aceptar responsabilidad por nada.
Peor aún, siguen convencidos de que la riqueza es su logro, un logro que alcanzaron solos. El dueño de la famosa cadena canadiense Tim Hortons lo dijo así cuando le preguntaron sobre la regla Buffet. Para Joyce ya había pagado demasiados impuestos en su vida y toda su fortuna, explicó un poco indignado, la había hecho él solo. Eso de que «no le debo nada a nadie» es el argumento predilecto de los más ricos, aunque sea obviamente falso. Muestra, no sólo una falta de originalidad, empecinamiento y angostura de mente, es obvio que Tim Hortons no sería el gigante que es si millones de canadienses no compraran su café y si unos miles de ellos, en especial mujeres y jóvenes, no trabajaran por sueldos muy bajos ( http://www.cbc.ca/news/business/story/2011/12/09/canadian-millionaires-taxes.html ).
Como dijera mi madre, ¿no se dan cuenta acaso de que se están comiendo la gallina de los huevos de oro? Y claro la gallina de los huevos de oro somos nosotras y nosotros. Si hablo de adicción es justamente porque los adictos llegan a las últimas consecuencias porque no pueden parar, incluso si las señales de que estamos llegando al final del camino son muy claras. Es un poco como fue la invasión a Iraq, era obvio que no existían las armas de destrucción masiva, y de que se trataba de controlar el petróleo, mostrar fuerza y mantener una economía en base a la guerra. Pero Iraq fue invadido igual, su población asesinada, Faluya fue bombardeada incluso con fósforo blanco y, hoy se sabe, con armas que contenían uranio enriquecido -son claras las secuelas en los bebés recién nacidos con daños teratogénicos. Se destruyó Iraq, su infraestructura , su gente, sus niños, su futuro, un genocidio del que comenzamos a enterarnos, y si miramos bien aún no queda claro para que. Una guerra perdida (si acaso existe una guerra ganada) y las fuerzas de ocupación recientemente retiradas, con mucho discurso y poca honra, muestran también un costo. Guerras insostenibles que cuestan alrededor del Billón de dólares, millones de millones, cifras inimaginables. Para darnos una idea, imaginar que EEUU ha gastado unos 20 000 millones de dólares al año solamente en aire acondicionado para sus bases en Iraq y Afganistán. Los costos humanos para los agredidos son altísimos ( http://www.aljazeera.com/indepth/features/2012/01/2012126394859797.html ), y son altos también los costos para los agresores ( http://www.rand.org/pubs/research_briefs/RB9336/index1.html ).
Por eso, quizás, cuando usamos una perspectiva histórica cuesta ser optimista. Mirando el pasado para entender el presente y pensar el futuro es imposible no ver como la historia de occidente está marcada por genocidios: la esclavitud de las mujeres inicialmente, luego la esclavitud de los hombres sobrevivientes de las guerras, a continuación esclavitud como negocio y racial, seguida de genocidios de guerra, genocidios por ocupación de territorio y raciales, genocidios por ideas, odios de clase y odio a los más pobres. Detrás de todos los genocidios, el enriquecimiento de algunos, esto a costa del dolor y sufrimiento de miles, de millones de seres humanos de carne y hueso. Nuestra sofisticación ha aumentado, vivimos en sociedades de guerra. Sólo una adicción puede explicarnos este nivel de maldad y de corrupción y esta total falta de aceptación de responsabilidad, esta falta de honor.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.