Al contrario de algunas previsiones, los tiempos neoliberales no trajeron el fin de la historia, sino el aumento de la lucha de clases. El «sueño americano» – en verdad, estadounidense – reposa en la idea – o en el sueño – de que todo el mundo puede alcanzarlo. Pero una investigación publicada por la revista […]
Al contrario de algunas previsiones, los tiempos neoliberales no trajeron el fin de la historia, sino el aumento de la lucha de clases.
El «sueño americano» – en verdad, estadounidense – reposa en la idea – o en el sueño – de que todo el mundo puede alcanzarlo. Pero una investigación publicada por la revista conservadora británica The Economist, revela serias dudas sobre su realidad y evidencia cómo las contradicciones de clase sólo aumentan en ese país, confirmando ser el de mayor desigualdad social entre los del centro del capitalismo.
El dinamismo de la sociedad estadounidense se mantiene: en los últimos 15 años la población de los Estados Unidos pasó de 263 millones de personas a 300 millones, con el mayor crecimiento en 40 años. Dos tercios de esa expansión provienen del aumento natural y el restante de la inmigración. La tasa de fertilidad en Estados es mayor que la de China, Brasil y Corea del Sur. Todos los países con fertilidad por encima de la estadounidense son países muy pobres.
Pero a la intensificación de la explotación de los trabajadores, hecha posible por las sistemáticas políticas de «flexibilización laboral» – en la realidad, «precarización laboral»-, los estadounidenses agregan el nada envidiable récord de poseer la jornada laboral más extensa del mundo: 300 horas anuales más que los europeos. Cambian constantemente de trabajo – porque perdieron el derecho a la indemnización y así son despedidos regularmente – y pierden un 14% en promedio, buscando otros empleos para complementar la renta y elevando la jornada laboral real.
Sin embargo, el indicio más claro aún es la mayor concentración de la renta. En el último cuarto de siglo, la distancia entre los ricos y los pobres se volvió aún mayor. Desde 1979, la renta familiar media de los estadounidenses aumentó un 18%, pero la renta del un 1% más rico aumentó un 200%. Para comparar las diferencias, tómese en cuenta que en 1970 el 20% de los más pobres recibía un 5,4% de la renta y el 20% de los más ricos, un 40,9%. Veinticinco años después, los más pobres disponen del 4,4%, mientras los más ricos subieron a un 46,5%.
En ese periodo, la renta del 20% de los más pobres subió un 6,4%, la del 20% de los más ricos, un 70% y la del 1% de lo más ricos, un 184%. En 2001, este 1% disponía del 20% de la renta de los estadounidenses y controlaba un tercio de su renta bruta y un tercio de su valor. El 0,1% de los estadounidenses más ricos ganan dos o tres veces más que sus similares de Francia e Inglaterra. La preocupación de la revista es que «la desigualdad de la renta está alcanzando niveles nunca antes vistos desde el final del siglo XIX».
Malos tiempos para los «sueños americanos», cuando el mercado reina, junto con la desigualdad, esto promueve la lucha de clases en el corazón del capitalismo del siglo XXI.