Traducido del francés para Rebelión por Manuel Talens
Los signos del retorno de las clases sociales en las discusiones públicas -eruditas u «ordinarias»- se multiplican en los tiempos que vivimos. Las expresiones «clase social», «clase obrera», «clase salarial» y otras similares reaparecen en los títulos de libros o artículos, si bien lo hacen todavía con cierta discreción, pues la descalificación de este concepto parece algo indiscutible para numerosos intelectuales mediáticos o especialistas en ciencias sociales. La estructura de clase de las sociedades capitalistas contemporáneas se ha visto alterada y la antigua clase obrera «ya no es lo que nunca fue». Además, tras el anuncio repetido de su entrada en liza, la inmensa clase media, que supuestamente engloba al 80% de la población, estaría «desapareciendo» a su vez. Por su parte, la burguesía sigue siempre estando ahí.
En paralelo al retorno de las clases, la crítica de la polarización de la mirada sobre las relaciones de clase se ha reafirmado. Las transformaciones del lugar que ocupan las mujeres y el surgimiento del «género» como categoría de análisis aún no han provocado los efectos previstos, ya sea en el plano político o en el científico. Pero la investigación de las relaciones entre sexos se ha impuesto en las ciencias sociales. Las relaciones de generación y de «raza» son también objeto de investigaciones desde hace dos o tres décadas. Sería necesario aprender a pensar la estructura social como un entrecruzamiento dinámico del conjunto de las relaciones sociales, en el cual cada una de ellas imprime su huella sobre las demás.
El retorno de las clases se ha visto precedido y acompañado por la reciente reaparición de Marx, cuyos análisis quedaron desacreditados en la coyuntura teórica, profundamente marcada por el contexto político, de los años ochenta y noventa: primero fue el declive y la caída de la URSS y, después, la prolongada crisis del movimiento obrero en Europa y otros continentes -sobre todo de su modelo socialdemócrata-, tanto en su versión (pos)estalinista como socialista, por no hablar de los embates ideológicos, multiformes y sistemáticos, que aspiraban a enterrar en el olvido tanto al autor de El Capital como las utopías de transformaciones sociales. Pese a ello, desde mediados de los noventa, la obra marxiana se ha desprendido progresivamente de los corsés positivista y estructuralista en que algunas interpretaciones reductoras la habían encerrado. El distanciamiento de la relación entre los intelectuales -en particular en las ciencias sociales- y las organizaciones políticas -sobre todo el Partido Comunista- fue también un reflejo de aquella crisis. Pero estos últimos años un gran número de estudios de filósofos y sociólogos han contribuido a la relectura de la obra de Marx en su coherencia de conjunto, desembarazada de distorsiones, de simplificaciones o de interpretaciones problemáticas.
Las clases sociales han vuelto a resurgir tras su brutal desalojo durante los años ochenta y noventa. La casi total desaparición del «discurso de clase como discurso científico con pretensiones políticas» se atribuyó a tres factores principales que, sin embargo, no excluyen otros: el debilitamiento de los lazos entre intelectuales y el Partido Comunista francés; el desmoronamiento del núcleo principal de la clase obrera industrial y la invasión de nuevos discursos y prácticas gerenciales.
Este rechazo del discurso de clase debe también probablemente inscribirse en un movimiento más vasto: la casi absoluta desaparición en las ciencias sociales de variables estructurales como la demografía, la economía, la tecnología, la geografía y la limitación de los especialistas a campos de estudio de pequeña escala. Las identidades reemplazaron a las estructuras en el interior de las disciplinas; además, son múltiples e inestables y, según las nuevas ortodoxias, sólo se formulan de manera «discursiva». La aceptación del «sexo social» como variable estructurante es muy reciente, pues sólo hizo su aparición como tal en la literatura sociológica a partir de los años setenta. Las influencias del movimiento obrero durante las décadas de los setenta y ochenta y de la tradición iniciada por Marx permiten asimismo comprender que para teorizar las relaciones entre hombres y mujeres serán los enfoques basados en «relaciones sociales de sexo» los que se desarrollarán en la sociología francesa a la zaga de una parte del movimiento de las mujeres. El sistema de opresión y dominación específica de los hombres sobre las mujeres será igualmente teorizado bajo el nombre de «patriarcado».
Con el reflujo de las conceptualizaciones de clase (de relaciones de clase y de relaciones sociales) y la creciente influencia de las elaboraciones de origen anglosajón, el género se irá difundiendo en los años venideros, lentamente en Francia y con mayor rapidez en la mayoría de los demás países. La puesta al día de tales relaciones sociales de sexo (pero también de generación) en el seno de las sociedades occidentales es, pues, relativamente reciente. Estas relaciones, durante tanto tiempo ocultadas, habían permanecido fuera del discurso. Los análisis de género van a desarrollarse en principio mucho más en los países anglosajones, donde los enfoques basados en clases sociales (y de relaciones de clase) eran minoritarios en los entornos académicos durante los cincuenta y los sesenta. A la inversa, en Francia los análisis basados en las relaciones sociales de los sexos (y de las generaciones) se realizan desde los sesenta y los setenta y se construyen a partir de una lectura crítica del paradigma marxiano. A pesar de todo, sólo se difunden -y con mucha parsimonia- en sociología, en historia o en el campo de los «estudios feministas».
La puesta en entredicho del «Estado social», la promoción del mercado como última instancia de regulación, eventualmente compensada por la caridad y por el aumento del individualismo contractual, han ejercido su influencia sobre las interpretaciones propuestas de la estructura social. En la vulgata liberal, el mercado consta de individuos atomizados, compradores y vendedores, a veces negociadores o litigantes, pero no de clases sociales. El fuerte crecimiento de las desigualdades sociales desde el principio de los ochenta y la renovación de los conflictos sociales condujeron, sin embargo, a que un número cada vez mayor de sociólogos se hayan tomado nuevamente en serio los análisis de clase y hayan abandonado la cantinela de la individualización de lo social. El pujante retorno de los análisis basados en el concepto de clase confirma, además, la existencia de auténticos ciclos conceptuales. La presencia en el discurso sociológico, y más ampliamente en el debate público, de la noción de «clases sociales» sufre un efecto de alternancia, de altos y bajos. Estos ciclos de los conceptos y las ideas parecen corresponder a otros ciclos de relaciones de fuerza tal como se expresan en la sociedad, en especial a aquellos que algunos antes solían denominar los «ciclos de la lucha de clases».
Fuente: http://www.liberation.fr/rebonds/274566.FR.php
Roland Pfefferkorn es profesor de sociología en la Universidad Marc Bloch de Estrasburgo y miembro del Laboratorio CNRS Culturas y Sociedades en Europa. Sus investigaciones abarcan las desigualdades sociales en la Francia contemporánea, su dinámica y su dimensión acumulativa; las desigualdades entre varones y mujeres estudiadas a la luz de las relaciones de sexo y de clase; la articulación de las diversas relaciones sociales: de clase, de sexo, de generaciones y de «raza», y diferentes aspectos de sociología regional (Alsacia) en cuestiones lingüísticas y religiosas. Es miembro de diferentes instancias académicas y revistas culturales francesas. Entre sus libros destacan Inégalités et rapports sociaux. Rapports de classe, rapports de sexe, Paris, Editions La Dispute, 2007 y L’autonomie des femmes en question. Antiféminisme et résistances en Amérique et en Europe, Paris, L’Harmattan, 2006 (junto a J. Trat y D. Lamoureux). Su sitio web es http://sspsd.u-strasbg.fr/Pfefferkorn.html
Manuel Talens es miembro de Cubadebate, Rebelión y Tlaxcala, la red de traductores por la diversidad lingüística.