¿Te has puesto a pensar por qué en ciertos periodos de lucha hay tantas actividades, asambleas, movilizaciones y la situación no cambia o no mejora sustancialmente? Si estás al tanto de las movilizaciones de ciertos sectores o participas sindicalmente en tu centro de trabajo o formas parte de algún grupo organizado, seguramente también has pensado […]
¿Te has puesto a pensar por qué en ciertos periodos de lucha hay tantas actividades, asambleas, movilizaciones y la situación no cambia o no mejora sustancialmente? Si estás al tanto de las movilizaciones de ciertos sectores o participas sindicalmente en tu centro de trabajo o formas parte de algún grupo organizado, seguramente también has pensado que a veces las situaciones de lucha se «repiten» y que, incluso, cuando algún movimiento o coyuntura se ve como la promesa de una gran lucha o el inicio de una ola encaminada a la transformación social, luego parece que todo fue una «llamarada de petate» y piensas: «¿por qué no hicieron esto en lugar de aquello?».
Cuando en algún sector o lugar parece que todo va en calma y de repente surge cualquier tipo de movilización en respuesta a alguna medida de la autoridad, del gobierno o del Estado, es lo que llamamos un estallido espontáneo. Es un fenómeno muy común en la lucha y quizá ya te haya tocado estar en algo así; surge a veces como acto de respuesta inmediata ante medidas represivas o de carácter lesivo para los distintos sectores del pueblo trabajador; otras veces toma la forma de algo más estructurado, como paros o manifestaciones. El problema no es que surjan, sino que muchos activistas, al no tener una práctica organizativa permanente, viven buscando estos estallidos, involucrándose en ellos de manera acrítica, anárquica, sin planteamientos claros, y terminan por perder el norte, desorientados. Dichos activistas terminan, desconocen u olvidan que la lucha tiene que darse en términos de acabar con el sistema que genera todas las injusticias, es decir, contra el capitalismo. Así, estos compañeros se vuelven espontaneístas, es decir, hacen de su incapacidad de organizar o incidir en las movilizaciones una virtud, una «forma de hacer política».
No es que neguemos la necesidad de involucrarse en un estallido espontáneo, al contrario, la espontaneidad es el embrión de la conciencia política de clase. Cuando la lucha es por un conjunto de demandas hasta cierto punto limitadas, puede surgir la necesidad de asambleas, mítines o manifestaciones diversas; surge la necesidad de tener una mínima organización, esto es un paso adelante para los destellos de la conciencia, porque se pasa de la movilización por la movilización hacia los primeros pasos de la construcción de organización.
La lucha que se queda en el marco de lo espontáneo no genera por sí misma conciencia de clase, como algunas personas pregonan. Esto no significa que quienes participan en un movimiento espontáneo sean inconscientes, es sólo que su conciencia se queda en el plano de lo económico, de lo inmediato, de lo coyuntural; en cambio, la conciencia de clase sólo puede introducirse y desarrollarse de la mano del elemento consciente, forjado en la lucha de clases.
Cuando alguna lucha tiene simpatía de amplios sectores de la sociedad, distintas organizaciones tienden a apoyar o sumarse, a emprender acciones en solidaridad, etcétera. El problema es que se hace sin objetivos o, incluso, planes; se trata de entrarle a lo que salga, es decir, a hacer culto de lo espontáneo. El culto a la espontaneidad es la política de apoyar lo que haya, a sumarse por cierto tiempo «hasta que dure la coyuntura» sólo «para ver qué pasa», echar mano sólo de lo que surja al calor de la movilización. Se suele creer que la movilización espontánea de ciertos sectores por sí sola llevará a una reacción en cadena que haga que muchas personas despierten y se incorporen a la lucha.
No debemos confundirnos, la espontaneidad es la respuesta más inmediata ante alguna injusticia; el culto a la espontaneidad o espontaneísmo es sumarse a lo que haya, sin planes, objetivos, sin propuesta de mediano o largo plazo, se queda en el plano de lo inmediato, como dicen por ahí: «marchar por marchar». El problema consiste en hacer costumbre este mal método de trabajo, pues no contribuye a un proceso de organización permanente, ni genera conciencia de clase proletaria ya que se queda en la inmediatez.
El culto a la espontaneidad puede presentarse en una lucha estudiantil, sindical, vecinal, indígena, campesina, en todos lados; lo podemos identificar porque se manifiesta en medidas contestatarias o focalizadas y también porque supedita el interés general a un triunfo particular y, además, casi siempre sacrifica necesidades apremiantes de organización por cumplir determinada demanda inmediata. No importa que no quede organizada la gente que participó en el movimiento porque el objetivo es que no gane tal candidato o que se respete tal o cual cláusula del contrato colectivo, que no haya aeropuerto o megaproyecto carretero… ¿a quién le importa la organización del pueblo en lucha?
Existen grupos que, por la falta de claridad política de sus objetivos, hacen del culto a la espontaneidad una bandera, pretenden ser una especie de anti-organizaciones que tratan supuestamente de fomentar la «creatividad» de las masas; hay otros grupos que, aunque parecen tener claridad de sus objetivos, repiten este mal método de trabajo, incluso aunque se tenga conciencia de otras injusticias en otros sectores o lugares. Si no existe una articulación práctica concreta para una lucha en torno a un plan general contra todas las injusticias que genera el Estado y el sistema capitalista, ésta sigue siendo una lucha espontaneísta.
Hacer culto a la espontaneidad es alimentar la dispersión y la desorganización, así como la fragmentación y la división; pues el culto a la espontaneidad no permite que, al terminar una coyuntura, el pueblo organizado continúe en la lucha, de ahí que sea un riesgo. Por ello existe la necesidad de identificar y acotar estas prácticas ya que así podremos evitar repetir estos errores que no hacen sino retrasar el desarrollo de la conciencia de clase proletaria y aplazar la lucha por el socialismo.
¿Cómo luchar contra el culto a la espontaneidad? Necesitamos inculcar la planificación de trabajo con objetivos, estrategia, táctica, responsabilidades, evaluaciones, es decir, contar con un método adecuado de trabajo. Además, debemos promover la vinculación de las luchas locales o gremiales con la situación más amplia y general, ubicando al enemigo principal y a los posibles aliados, pasar de la lucha puramente económica y reivindicativa a la lucha política y proletaria. La tarea de los compañeros que ya estamos conscientes de estas cuestiones, es decir, el elemento consciente, es desarrollar una práctica organizativa en los movimientos, en el desarrollo de fuerzas independientes o coyunturas para imprimir el carácter de clase proletaria a la lucha.
¡Luchar con dignidad, con el pueblo organizado, luchar hasta vencer!
NOTA: Este artículo fue publicado como parte de la sección DEBATE del No. 18 de FRAGUA, órgano de prensa de laOrganización de Lucha por la Emancipación Popular (OLEP), en circulación desde el 23 de junio de 2016.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de los autores mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.