Con este artículo el autor hace referencia a las ofensas que el presidente Milei lanzó hacia su homólogo brasileño en días pasados.
Al terminar junto a Lula la cuarta Caravana da Esperanza, con la que recorrimos todo Brasil, hicimos el balance político de esa acción en el Sindicato de los Metalúrgicos de ABC a lo largo de un fin de semana.
A mitad de la semana siguiente se decretó la prisión de Lula. Se discutió qué hacer, la gran mayoría estaba en contra de que él se presentara a la policía. Lula dijo que no era una persona para pasar a la clandestinidad, que se presentaría, probaría su inocencia y saldría libre. El intentó salir una primera vez, pero el pueblo no le permitió.
Hasta que finalmente el salió para iniciar el proceso de demostración de su inocencia. Él y prácticamente todos nosotros creíamos que se quedaría poco tiempo en la Policía Federal de Curitiba. Por las mañanas y por las tardes gritábamos: ¡Buenos días, Presidente Lula! ¡Buenas noches, Presidente Lula! Lula contestaba encendiendo y apagando la luz de su celda.
Hasta que logró recuperar su libertad -posteriormente la Justicia reconoció su completa inocencia-. Fue candidato nuevamente a la Presidencia de Brasil y el país cuenta de nuevo con el mejor brasileño para dirigirlo.
Lula nunca se preocupó en defenderse de los insultos de los bolsonaristas. Sabía que eran producto de la desesperación de los derrotados. Su imagen está muy por encima de todo eso. El mundo ha reconocido la grandeza de la imagen y de la trayectoria de Lula.
Los bolsonaristas han protagonizado lo que la extrema derecha argentina hace ahora. Mientras Brasil está en pleno proceso de retorno del crecimiento económico, de rescate de su mejor nivel de empleo, de recomposición de la balance comercial del país, Bolsonaro y los bolsonaristas están derrotados.
Lula nunca ha necesitado quién lo defienda. Él es el mejor comunicador de Brasil y de su pueblo, el mejor defensor de los intereses del Sur del mundo. Nunca ha necesitado que nadie lo defendiera. No será precisamente ahora cuando necesite buscar a quién lo defienda de las ofensas del peor personaje político del país al que Lula viajó a comienzos de este siglo, para abrazar a Néstor y consagrar la alianza más estrecha que los dos países hermanos jamás han tenido.
Lula dio la vuelta a la peor situación que Brasil jamás ha vivido, ha rescatado su imagen de líder latinoamericano y del Sur del mundo. No seré yo, que lo defiendo en todas las circunstancias, quien conteste a un personaje sórdido, repudiado por la mayoría de los argentinos y ridiculizado por la opinión pública mundial. Son ofensas que se lleva el viento, que también se llevará a ese mismo personaje hasta hacerlo desaparecer de la escena política argentina.
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