En este artículo el autor valora el alcance de la decisión del STF de absolver de todos los cargos que pesaban sobre Lula da Silva.
Desde que salió de la prisión en Curitiba, Lula nunca dijo que estaba libre. Decía que estaba suelto.
Desde hace un mes, cuando un juez del Supremo Tribunal Federal, Edson Fachin, emitió una decisión que anulaba las condenas a Lula, el ex presidente empezó a quedar libre; recuperaba sus derechos políticos, pero aun quedaba por tomar la decisión definitiva del pleno del Supremo Tribunal Federal.
Es un pleno de 11 jueces, sobre cuya decisión nos pasamos toda la semana especulando sobre cuál sería el voto de cada uno. Lo único seguro es que el juez que acaba de nombrar por Bolsonaro votaría en contra de Lula.
La reunión empezó el miércoles, con un tema previo, ya que se debía dirimir si el proceso tenía que ser sometido a votación en el pleno del STF o si tenía que ser votado en un grupo del Supremo que ya había decidido a favor de Lula. Esa votación se resolvió en contra de los abogados de Lula, que querían que se realizase en el grupo. Eso creo cierta tensión con respecto a la votación del día siguiente.
La derecha se ha esforzado a tope en esta cuestión, a medida que va quedando claro, en cada nueva encuesta que se publica, el favor público de que goza Lula frente a Bolsonaro; en la última encuesta la diferencia a favor de Lula en segunda vuelta es de 52 a 34, con 18 puntos de diferencia. Mientras que todos el resto de candidatos obtienen menos de 7 puntos. Esto es, Bolsonaro aun conserva un caudal de votos muy superior a las otras eventuales alternativas a Bolsonaro. La derecha es consciente de que Lula tan solo podría ser derrotado si logran volver a judicializar la política; cuanto más democrática es la elección, más son las opciones que tiene Lula para ser elegido como nuevo presidente de Brasil en las próximas elecciones, que si todo sigue su curso normal se celebrarán en octubre del año 2022.
La decisión del STF, tomada por 9 votos a 2 a favor de Lula, por la que se confirma que el juez Sergio Moro no era competente para juzgar a Lula, aleja cada vez más cualquier intento de restablecimiento del lawfare. Siempre habrá recursos a otras instancias, pero no hay nadie que no considere que Lula no pueda ser candidato, ni tampoco que pueda ser derrotado.
Lula se mantuvo cauto, como siempre, tras las absurdas decisiones del poder judicial en su contra: fue preso, condenado, impedido de ser candidato, pero hoy Lula mostraba más interés y estaba más confiado. Me llamó y pude mandarle un abrazo. Como siempre, se mostraba contento, aunque le preocupa que los culpables de todos los procesos sin pruebas en su contra, que lo llevaron a estar preso durante 582 días y a no poder postularse como candidato a la presidencia de Brasil en 2018, no sean procesados, juzgados y condenados.
Finalmente Lula ya no solo está suelto, ¡está libre!