En este artículo el autor sostiene que durante el próximo año, la izquierda tiene que estar comprometida con una lucha no solo política, sino también en el campo de las ideas, para asegurar el triunfo electoral de Lula.
La pregunta más importante en Brasil hoy es: ¿Lula será el próximo presidente de Brasil? Nadie apuesta por la reelección de Bolsonaro. No obstante, a pesar de todo, el camino no será fácil para Lula.
La derecha está dividida: una parte incluso se resigna a vivir nuevamente con Lula en la presidencia de Brasil. Probablemente todavía sea un sector minoritario en la actualidad, aunque puede crecer con el tiempo. No coinciden con el programa de gobierno de Lula, son neoliberales y saben que el gobierno de Lula irá en otra dirección: reanudación de inversiones productivas, prioridad en la generación de empleos formales y en políticas sociales…, pero consideran que pueden, como sucedió en el gobierno anterior de Lula, convivir con el programa del expresidente.
Consideran que la situación en Brasil y su economía es desastrosa y saben que solo un presidente con experiencia y mucho apoyo popular puede llevar a un gobierno con la legitimidad suficiente para hacer que el Estado brasileño vuelva a funcionar, para que la economía vuelva a crecer, para que Brasil recupere su prestigio en el mundo. Aunque saben, también, que este gobierno no servirá principalmente a los intereses de los bancos privados ni al capital especulativo, tienen que conformarse con un gobierno de Lula como precio a pagar por haber colocado en la presidencia a quien llevó a Brasil a la peor crisis de su historia.
La derecha sabe que no será su gobierno. Intentará, para eso cuenta con numerosos medios -especialmente los medios de comunicación-, condicionar en la medida de lo posible un nuevo gobierno de Lula. Reanudará las denuncias de corrupción, se opondrá a la política económica del gobierno, utilizará su fuerza en el Congreso para bloquear proyectos gubernamentales con los que no está de acuerdo… dándose tiempo para preparar las siguientes elecciones con sus propias candidaturas, para intentar evitar que el PT continúe en el gobierno.
Otros sectores se oponen directamente a la posibilidad de un nuevo gobierno de Lula, por lo que buscan candidatos que puedan presentarse a las elecciones. Este último grupo está dividido entre los que dan su apoyo a Bolsonaro y quienes se lo dan a Moro. Entiéndase bien, no se trata de diferencias programáticas, tan solo es un cálculo electoralista, de las posibilidades electorales de cada uno.
Este núcleo duro jugará con todas sus fuerzas para evitar el regreso de Lula al gobierno; de hecho, el uso del tema del gobierno de Nicaragua ya muestra un tipo de acción que intenta socavar a Lula. El PT y Lula serán acusados de no ser democráticos debido a la postura que el partido defiende con respecto a países como Cuba, Nicaragua y Venezuela, aprovechando cualquier inexactitud en la postura defendida por el PT.
La postura del PT a este respecto es que los pueblos de esos países deben decidir su destino, sin ningún tipo de intervención externa, así como la condena a la postura norteamericana de intervención y derrocamiento de los gobiernos de estos países.
Además, el PT apoya las medidas económicas y sociales de los gobiernos de esos países, ya que favorecen los derechos de toda la población y se oponen al neoliberalismo y al capitalismo, pero no asume como propio el sistema político de esos países.
El propio Lula criticó recientemente a Daniel Ortega por su candidatura, por oponerse a la reelección indefinida. Él mismo, después de ser reelegido con el 87% del apoyo brasileño, se negó a postularse para un tercer mandato y propuso la candidatura de Dilma.
El PT es un partido profundamente democrático, con amplio debate interno, a través de la presencia de corrientes y la libre participación de todos sus miembros. Además de promover debates con movimientos sociales y organizaciones civiles y contar con medios de difusión para dar a conocer estos debates.
Ésta es la primera trampa que se le tenderá al PT y a Lula, que deberán afrontar con rigor y seriedad. Pero este es solo una de ellas. A lo largo de la campaña aparecerán denuncias, fake news y acusaciones infundadas, entre otras acciones. Los medios de comunicación serán instrumentos de la campaña de la derecha contra Lula y el PT. En este sentido, la disputa de ideas será fundamental, no solo la disputa política: habrá que ganar políticamente, pero también en la lucha por las ideas.
En 2002 ganó políticamente, pero las ideas neoliberales continuaron dominando la sociedad, un hecho que limitó a los gobiernos del PT, que lograron hacer gobiernos que priorizaran las políticas sociales y no el ajuste fiscal, pero que no llevaran a cabo reformas profundas que alterasen estructuralmente la economía, el Estado y las relaciones sociales: reforma tributaria, reforma del Estado y del sistema político o democratización del poder judicial, entre otras cuestiones, que estaban pendientes.
Lula es claramente el favorito, mantiene un alto nivel en las encuestas, con grandes distancias en relación al resto de candidatos, pero falta casi un año para la primera vuelta de las elecciones. Durante todo ese tiempo veremos muchos intentos antidemocráticos para evitar la victoria de Lula. Es necesario estar preparado para enfrentarlos, con respuestas y con movilizaciones populares. La victoria de Lula representará no solo la reconquista de la democracia, sino también una derrota rotunda de la derecha, de sus partidos, de sus medios de comunicación y de todos aquellos que se han comprometido con el gobierno de Bolsonaro.
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