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Lula es la alternativa para Brasil

Fuentes: Rebelión [Imagen: Manifestantes representando a los miles de muertos asfixiados por falta de oxígeno a causa de la negligencia de Bolsonaro. Créditos: Lula Marques. Fotos Públicas]

En este artículo el autor sostiene que Lula no es solo una alternativa para el PT, ni siquiera para la izquierda, es una alternativa real para Brasil en la medida que es la antítesis de Bolsonaro.


El viaje de Lula a Brasilia fue el reencuentro del más grande líder político brasileño con la ciudad donde presidió el mejor gobierno que ha tenido Brasil. Pero también fue  el reencuentro de Lula con las fuerzas políticas huérfanas de conducción política, consecuencia del fracaso y abandono de cualquier perspectiva de rumbo político por parte del actual gobierno. Lula se ha reunido con dirigentes de partidos de izquierda, centro y derecha, con algunos de los cuales gobernó y con otros desorientados, en busca de un horizonte para sus partidos.

Al mismo tiempo, cada vez más formadores de opinión que en el pasado fueron frenética o moderadamente antipetistas, comienzan a ver en Lula la única alternativa posible para la reconstrucción del país ante el desastre humanitario, la catástrofe económica y la profunda crisis social y política en la que se encuentra Brasil.

Como ya han dicho algunos, no es posible comparar lo que representa Lula para el país y lo que puede representar a Bolsonaro. Este último llegó para destruir lo que quedaba de democracia, del Estado, de la credibilidad política de la presidencia y una convivencia mínimamente armónica entre los tres poderes de la república. Destruyó lo que quedaba de la actividad económica mediante acciones arbitrarias entre la privatización y el deterioro de las agencias estatales.

En medio de la pandemia y con más de cuatrocientos mil muertos, es más que evidente que el actual gobierno no tiene nada más que darle al país, sea cual sea el punto de vista desde el que se mire. Apenas le apoya el lumpen burgués, que solo está interesado en liquidar empresas estatales a precios baratos, y los evangélicos fanáticos, a quienes sirve el discurso de Bolsonaro.

Quien mire a Brasil desde el punto de vista de sus intereses generales, solo puede desesperarse. Incluso si se adhiere a la perspectiva del regreso de Lula, no puede evitar desesperarse al intentar imaginar qué será de Brasil dentro de los probables 20 meses que durará el gobierno actual. ¿Cuántos miles de muertos habrá que sumar a los actuales? ¿Cuánto más profunda será la depresión económica? ¿Cuántos miles de puestos de trabajo se perdieron a mayores de los que ya se perdieron? ¿Cuánto se degradara aún la imagen de Brasil en el mundo? ¿Hasta qué punto se destruirá el medio ambiente? ¿Cuánto mayor será el desmantelamiento del Estado brasileño? ¿Cuánto mayor será el deterioro de la convivencia política entre las distintas fuerzas políticas y sus diferentes puntos de vista?

Es en este escenario que Lula aparece no como una alternativa a la izquierda, no como una alternativa a un conjunto de fuerzas políticas, sino como la única alternativa para la reconstrucción y salvación de Brasil. Además de todo lo que Lula ya le ha dado a Brasil, con su gobierno profundamente virtuoso, gobernando para todos, privilegiando a los que menos tienen, proyectando una imagen prestigiosa de Brasil en el mundo, hoy Lula representa la antítesis de Bolsonaro.

Si Bolsonaro intenta desmantelar el estado brasileño, Lula representa la posibilidad de recomponer el estado, recuperando su legitimidad ante los brasileños, rescatando su capacidad para orientar la reanudación del crecimiento económico, la generación de empleos, la reimplementación de políticas que en su mayoría combatieron el problema más  grave de Brasil: las desigualdades sociales.

Si Bolsonaro  trata de afirmar un poder autoritario, que no busca convivir con las fuerzas que difieren de su punto de vista, ni con los partidos, ni con el Congreso, ni con el Poder Judicial, Lula ha demostrado que tiene la capacidad de reafirmar la convivencia con todos los actores, con los poderes de la República, con el Congreso y con todos los partidos.

Si Bolsonaro toma a los medios como su enemigo frontal, Lula tiene la capacidad de convivir democráticamente con los medios, incluso con los medios que siempre lo han tomado como adversario frontal. Lula sabe convivir con las diferencias, con la diversidad, con diferentes fuerzas y puntos de vista.

Lula llegó a una Brasilia políticamente devastada por un gobierno que no gobierna, por un presidente que no habla, por un sistema político débil, que oscila entre resistir al gobierno o unirse a él sin ningún proyecto. Lula recuperó sus derechos políticos ante un Brasil que pide desesperadamente ser rescatado, reorientado con la intención de volver a ser una nación, un país democrático, una economía orientada al crecimiento y a la satisfacción de las necesidades de todos.

Un país que pide con fervor la vuelta de la creación de millones de puestos de trabajo con contrato de trabajo. Un país que aboga por la recuperación de la imagen -tan degradada por el actual presidente- de Brasil en el mundo, por la reanudación de las relaciones de amistad y colaboración con los países vecinos.

Un Brasil que pide volver a tener un Presidente de la República digno de ese nombre, con la dignidad y el respeto que este cargo implica.

Por todas estas razones, Lula no es una alternativa para la izquierda, ni para las fuerzas de centro y derecha. Lula es la alternativa para Brasil, como país, como nación.