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Lula libre, promesa de lucha por un Brasil mucho mejor

Fuentes: Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE)

El expresidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva dejó la cárcel de Curitiba luego de 580 días de reclusión que lo convirtieron en el preso político más notorio del mundo, luego de Nelson Mandela, y en sus primeras palabras señaló su voluntad «de probar que este país puede ser mucho mejor cuando tenga un gobierno […]

El expresidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva dejó la cárcel de Curitiba luego de 580 días de reclusión que lo convirtieron en el preso político más notorio del mundo, luego de Nelson Mandela, y en sus primeras palabras señaló su voluntad «de probar que este país puede ser mucho mejor cuando tenga un gobierno que no mienta tanto como miente Jair Bolsonaro».

La  Corte Suprema Federal, que dispuso su tardía liberación, aún debe devolver a Lula su inocencia y restaurar sus derechos políticos, basado en la abundancia de pruebas que incriminan a fiscales y jueces que actuaron partidariamente y no como agentes públicos y honestos. La justicia incompleta, así como la justicia que tarda, es justicia fallida e injusta, señala Jeferson Miola.

Si bien Lula comenzó a delinear, en su primer discurso a cielo abierto, los puntos fuertes de su estrategia, necesitará calibrar la nueva realidad del país, de la disposición de lucha de los trabajadores, clases medias, estudiantes y las alianzas a ser construidas. Es conciente de que el Brasil actual no es el mismo del 7 de abril del año pasado cuando fue detenido con la complicidad del Supremo Tribunal Federal que esta semana permitió su excarcelación.

Vistiendo saco y remera negros saludó a sus compañeros -en el palco estaban la presidenta del partido de los Trabajadores Gleisi Hoffmann y el excandidato presidencial Fernando Haddad- y en su primera alocución le apuntó a dos blancos preferenciales: el presidente ultraderechista Jair Bolsonaro y al exjuez y ahora su ministro de Justicia, Sergio Moro. Desde el vehículo a bordo del cual dejó el reclusorio, mandó también su mensaje romántico: prometió casarse con su novia Rosángela da Silva.

Una de las preguntas que se hace la prensa es si el jefe petista tendrá autorización judicial para asistir a la toma de posesión de Alberto Fernández el 10 de diciembre en Buenos Aires. Ya Bolsonaro dijo que no irá. Tampoco su vicepresidente Hamilton Mourao.

 «No tengo rabia de nadie, tengo la voluntad de probar que este país puede ser mucho mejor cuando tenga un gobierno que no mienta tanto como miente Bolsonaro por Twitter», dijo tras resaltar que según datos oficiales, .tras su detención creció el desempleo y el trabajo precarizado, y se anunció que no habrá aumentos salariales por lo menos por dos años.

«El diario Folha de San Pablo documentó que el mandatario miente o falsea datos una vez cada cuatro días desde que asumió en enero pasado. La última vez fue esta semana cuando anunció que tres multinacionales dejarían Argentina para instalarse en Brasil. «Yo ya probé que es posible construir un país mejor, con más salario, con más calidad de enseñanza, yo tengo la convicción de que el pueblo pobre es la fuente para recuperar al país cuando se lo incluye en el presupuesto».

Dijo que el juez de Lava Jato, Sergio Moro, y el jefe de los fiscales de ese proceso, Deltan Dallagnol, son parte del lado podrido de la justicia, conjurados para «criminalizar a la izquierda, al PT y a Lula». Para ambos el fallo del Supremo Tribunal Federal poniendo en libertad a Lula significó una derrota considerable

También significó una derrota para Bolsonaro quien había prometido que su principal adversario político se iba a «pudrir en la cárcel». El tema es el mismo: en 2016 el STF decidió que podían permanecer detenidos los acusados sin sentencia firme. Trs años después la sentencia fue la opuesta.

La realidad señala un cambio de conbtexto polpiutico, con caída vertiginosa de la credibiulidad de Bolsonaro y Moro, sectores de las Fuerzas Armadas y de la prensa hegemónica que se distancian del mandatario, que ahora deberá enfrentarse a Lula, el único político capaz de intentar unir a la oposición. Por eso mismo fue sentenciado a 12 años, para que no fuera candidato a las elecciones presidenciales y pudiera acceder el candidato de la ultraderecha.

Su 580 días como preso político convirtieron a Lula en una leyenda y agigantaron su estatura internacional. Seguramente en las próxima semanas retome las caravanas por el país suspendidas con su arresto. Pero también debe sopesar los apuros de la dirigencia del PT, urgida de construir un frente de fuerzas democráticas, en el que contemplan incluso partidos de centro, para antagonizar con el régimen.

La dirigencia petista quiere impedir la deriva autoritaria a la que conduce Bolsonaro en su alianza con Moro, las «milicias» paramilitares y las corporaciones armadas aunadas para imponer manu militare un modelo neoliberal a la chilena. Bolsonaro se apuró en alertar a las fuerzas de seguridad para responder a protestas populares como las que vive Chile y el gobierno de Sebastián Piñera, uno de sus pocos aliados regionales.

Lo que vendrá

Unas de las especulaciones de los analistas es que Lula lance un gran acuerdo, con los sectores progresistas y de centro, para la conformación de un frente opositor. Dirigentes petistas se oponen a ello, convencidos que muy difícilmente el PT recupere el espacio perdido tras la fuerte campaña en su contra realizada por todos los medios de comunicación que dejó en el imaginario colectivo la idea de un partido corrupto..

Lula parece más inclinado a ponerse al frente de una campaña de denuncias contra el gobierno ultraderechista de Jair Bolsonaro, concentrando el fuego en programas económicos que destrozan al país, resaltando los daños sociales provocados por medidas económicas impuestas sucesivamente por el gobierno de facto que destituyó a la presidenta Dilma Roussef y el de Bolsonaro.

La realidad es que hoy en Brasil hay 12 millones de desempleados, otros 26 millones de subempleados o con empleos precarios, 13 millones de miserables, es decir, el cuadro es exactamente el revés de los tiempos de Lula.

La estrategia deberá tener en cuenta la caída de la popularidad personal de Bolsonaro (que pese a todo sigue situándose en alrededor de 30 por ciento del electorado) y la subida de los que reprueban su gobierno (42 por ciento). La única realidad es que  Lula está de regreso a las calles, lo que de por sí ya representa un vuelco radical en el escenario político de Brasil.

Juraima Almeida es investigadora brasileña, analista asociada al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE).