En este artículo el autor erflexiona sobre la iniciativa de Lula y Amorín, que iniciarán una gira internacional para volver a situar a Brasil en el lugar que le corresponde.
La imagen de Brasil en el mundo había sido algo folclórica a lo largo del tiempo. País del carnaval y del fútbol y, al mismo tiempo, de la violencia, la miseria y de la política de subordinación a Estados Unidos.
La dictadura militar proyectaba una imagen sumamente negativa desde el punto de vista político, con el modelo mismo de un régimen de terror que luego se extendería por todo el cono sur. La política exterior del país apenas pudo responder a las acusaciones de violaciones de los derechos humanos, los derechos de expresión, el libre funcionamiento de las universidades. El país fue el modelo de dictadura militar en el continente.
En la transición a la democracia y en los gobiernos posteriores, la política exterior siguió estando absolutamente subordinada a la de Estados Unidos, así fue tanto bajo la administración de Sarney como en las de Collor y Cardoso.
Fue solo cuando Lula finalmente ganó que Brasil comenzó a tener una política exterior soberana e independiente. Cuando el país comenzó a proyectarse como sujeto activo en el escenario internacional, tanto en los procesos de integración regional como en los intercambios Sur-Sur, y en diversos conflictos internacionales como mediador para buscar soluciones pacíficas.
Al mismo tiempo que Brasil se convirtió en un referente en la lucha contra el hambre y las desigualdades en el mundo, la política exterior se convirtió en un referente para el continente y especialmente para el Sur del mundo. El reconocimiento de Lula como estadista con dimensión internacional fue un hito en la historia de la diplomacia y las relaciones internacionales en Brasil.
La ruptura de la democracia y el fin de los gobiernos del PT fue un desastre no solo para la sociedad brasileña, sino también para la imagen de Brasil en el mundo. Desde el golpe de 2016, cuando parecía que el país había entrado en un ciclo democrático, de sucesión de gobiernos elegidos por el voto democrático del pueblo -desde Cardoso, pasando por Lula, hasta Dilma-, de repente el mundo tuvo que enfrentarse nuevamente con una ruptura de la democracia y un gobierno sin legitimidad, que revirtió las políticas que habían hecho que Brasil redujera las desigualdades que lo habían caracterizado a lo largo del tiempo.
Pero la imagen del país en el mundo se deterioraría aún más bajo el gobierno actual. Si Lula se había convertido en un referente mundial positivo de estadista, Bolsonaro llevó la imagen del país a su nivel más bajo y lo proyectó como el referente de presidente más negativo del mundo.
Lula y su exministro de relaciones exteriores, Celso Amorim, viajarán a Europa en noviembre, yendo a Alemania, Bélgica, Francia y España. El viaje de Lula y Celso Amorim le recordará al mundo cuánto mejor solía ser Brasil, cuando una vez tuvo una imagen muy diferente en el mundo. Lula considerado “the guy” por Obama, Celso Amorim considerado el mejor canciller del mundo por los medios europeos.
Si nadie quiere recibir a Bolsonaro, nadie más que parias como los presidentes de Ghana y Colombia acceden a visitarlo, Lula es invitado por los líderes de algunos de los países más importantes del mundo, entre ellos Alemania y España, así como con las fuerzas políticas más importantes en estos países, así como en Bélgica y Francia, incluyendo el Parlamento Europeo.
Lula y Celso Amorim reinician la construcción de las alianzas internacionales que fueron parte integrante de los gobiernos del PT y que supusieron para Brasil las mejores y más amplias relaciones con los países de América Latina, Europa, Asia y África, así como con Estados Unidos.
Si el gobierno actual se enorgullece de ser un paria en el mundo, los gobiernos del PT se enorgullecen de ser respetados en todo el mundo. Lula ahora tiene invitaciones para viajar a países de todos los continentes, donde será recibido como un verdadero jefe de Estado.
Después de Europa Lula viajará aun este año a Estados Unidos y retomará en seguida sus viajes por América Latina, comenzando por Argentina, con quien mantiene estrechos vínculos, desde Néstor Kichner, pasando por Cristina, hasta llegar a Alberto Fernández. A Europa, América Latina y el mundo entero, Lula y Celso Amorim muestran al mundo que el Brasil democrático, popular, soberano, que el mundo había conocido con ellos, está vivo y listo para volver a dirigir el país a partir de 2022.
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