Lula está encarcelado en Curitiba. Y el caso de pago de sobornos por el que está siendo procesado aún no fue juzgado en firme. Él fue condenado en segunda instancia y, según una multitud de abogados, no tendría que estar preso. Varios otros casos de personas juzgadas en segunda instancia fueron resueltos con habeas corpus […]
En todo caso, salvo algún cambio «cósmico», el deberá cumplir todos los años de prisión imputados. Y, posiblemente sólo después de eso, los eminentes jueces juzgarán en sentencia firme. Tal vez decidan que no hay ninguna prueba que determine la posesión de la propiedad. Pero eso no importa. Lo que importa es que quede atrapado. Y durante mucho tiempo. Esto será ejemplar.
Y, para eso, tampoco basta la prisión. El judicial brasileño quiere mucho más. Necesita ver al ciudadano Lula en el suelo, aplastado.
El juez de Curitiba, en primera instancia, había condenado a Lula a nueve años y seis meses de prisión y al pago de una multa por valor de 669 mil reales. Al pasar por el TRF de la 4ª región, en segunda instancia, Lula vio la pena aumentada a 12 años. Y la multa también se duplicó. Pasó de los 669 mil a un millón y 14 mil reales. El TRF decidió aplicar el valor máximo permitido. Y otros reos en la misma acción, como Léo Pinheiro, ex presidente de OAS, y Agenor Franklin, también director de OAS, en la segunda instancia vieron como sus penas y sus multas eran substancialmente reducidas.
Ahora, en el mes de agosto, después de estar amargando la prisión, otra jueza de Curitiba, Carolina Lebbos, decidió que Lula deberá pagar una multa por reparación de daños y costos procesales en el mismo proceso del tríplex, de 31 millones de reales.
Siendo así, en total, el ex presidente tendrá que pagar 32 millones de reales por el proceso referente a un crimen que, hasta prueba en contra, no cometió. Una situación jurídica que, en opinión de muchos estudiosos del Derecho, es absolutamente surrealista.
Pero, a pesar de todas estas circunstancias, el ex presidente, así como su partido, el PT, ha insistido en recurrir a ese mismo poder judicial que lo encierra. Reiteradas veces, interponen nuevas apelaciones buscando en las mismas condiciones que se dan a otros acusados. Según los dirigentes del partido, la lógica es mostrar a la población que la prisión de Lula es política. Otros políticos, como Aécio Neves -que dijo en grabación de propia voz que podría matar a quien pudiera delatarlo- o Geddel -cogido con maletas llenas de reales de propina-, fueron declarados inocentes porque no existen pruebas contundentes contra ellos, ¿por qué entonces Lula está encarcelado? Si todas las pruebas contra él en el proceso del tríplex son circunstanciales, qué podría llevar a una presunción de inocencia, ¿cómo mantenerlo preso? Estos cuestionamientos se someten a la población, que elabora su propio juicio.
Mientras todo ese escenario kafkiano se va descortinando, la estrategia petista es de mantener la militancia viva con el cotidiano saludo al ex presidente en Curitiba. Todas las mañanas y al final de tarde, un grupo se acerca a la sede de la Policía Federal y da los buenos días y las buenas noches a Lula. Esa rutina ha dejado el PT en evidencia en los medios y en las redes sociales, manteniendo el nombre de Lula en el imaginario popular y fortaleciendo su nombre para la disputa en las elecciones presidenciales.
Tanto es así que la decisión de Lula de no concurrir solo se produjo hace unos días, a poco más de 20 días de las elecciones. Hasta entonces, la tatica era mantener el nombre de Lula en la cabeza de las gentes, para movilizar aún más la militancia. Cuando todos los recursos estuviesen agotados, siempre apuntando para la parcialidad del judicial, el nombre de Haddad ya estaría muy bien colado al de Lula. Ese era el plan.
Ahora, a partir de esa semana, el partido va a conocer el resultado de la estrategia montada. La expectativa es que Lula consiga, con la fuerza de su personalidad carismática, transferir los votos a Haddad. Pero la coyuntura, con el ataque al candidato del ultraliberalismo, Jair Bolsonaro, puede alterar el camino petista.
Con el atentado, Bolsonaro creció. Los partidarios del candidato de la derecha hacen barbaridades en las redes sociales, divulgando noticias falsas, ligando el atentado al PT o a la izquierda. Un senador de la república, Magno Malta, ligado a la iglesia evangélica, divulgó en su perfil de Facebook una foto adulterada, con la cara del agresor del Bolsonaro en un mitin de Lula. La manipulación de la foto es grosera, pero aun así el senador la diseminó por la red, dando al PT la autoría del ataque. Otro pastor, de fama nacional, divulgó en Twiter que la ex presidenta Dilma había mandado matar a Bolsonaro. Y no pasa nada, nada sucedió con ellos.
La subida de Bolsonaro sacudió las aguas de la elección. En las encuestas él está en primer lugar y la propuesta del voto pragmático ya aparece con fuerza. Los brasileños hacen cálculos para ver quién podría tener más posibilidades de vencer al candidato reaccionario. Con eso, crecen los electores de Ciro Gomes, que no forma parte de la tradición «petucana» (PT / PSDB). Sería una tercera vía. Pesa en contra de él el hecho de que su candidata a vice presidente está vinculada al agronegocio de manera visceral, habiendo ya recibido de los indígenas brasileños el título de reina de la motosierra, en alusión a la deforestación provocada por el latifundio. Guilherme Boulos, el elegido por el PSOL para ser una fuerza de izquierda, no ha movilizado a la gente, quedando mucho más tiempo en el apoyo a la estrategia petista que en su propia campaña. Y el PSTU, además de tener una propuesta de gobierno bastante radical, es evaluado en la izquierda también por su práctica cotidiana y por posiciones tomadas con relación a Venezuela e Siria, que fueran totalmente equivocadas. Por afuera corre Geraldo Alkmin, candidato del PSBD, sin carisma, inexpresivo, pero que puede recibir el apoyo da la clase dominante si la situación con Bolsonaro se complicase y pudiese llegar a perder el primer lugar.
Así que el rumbo de la elección todavía es incierto. En esos 20 días que faltan, aún correrá mucha agua bajo la rueda del molino. La política brasileña es una montaña rusa, resta saber si está desgobernada o si se va a mantener en los carriles, aunque con sustos controlados.
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