El llamado al diálogo hecho por el presidente Maduro en su alocución frente a la Asamblea Nacional y la aceptación del mismo por parte de la oposición en cabeza de Henry Ramos Allup, muestra la dinámica de la lucha de clases que se libra en Venezuela. Tal suceso nos llama a realizar un análisis de […]
El llamado al diálogo hecho por el presidente Maduro en su alocución frente a la Asamblea Nacional y la aceptación del mismo por parte de la oposición en cabeza de Henry Ramos Allup, muestra la dinámica de la lucha de clases que se libra en Venezuela. Tal suceso nos llama a realizar un análisis de las diferentes fuerzas políticas que forcejean por el poder del Estado y por controlar la enorme renta y riqueza petrolera de ese país.
Que se planteara el diálogo era lo previsto y lo lógico, más allá de la retórica de ambos bandos. Lo interesante e importante es leer entre líneas, mirar más allá de las declaraciones públicas, avizorar los intereses en juego y las estrategias de los diversos actores sociales y políticos que son variados y múltiples, intrincados y complejos, visibles y ocultos, como lo es la vida y la intensa lucha política por el poder.
Que Maduro haya mostrado disposición a conversar y que haya esbozado un camino de acuerdo para resolver el problema de los «presos políticos» -así fuera casi entre dientes-, es un logro de un sector de la oposición, y estoy seguro, de varios sectores (o tal vez personas) que tienen valoraciones no tradicionales de la coyuntura tanto dentro del gobierno como del «chavismo». Es muestra del intenso debate que existe al interior del bloque gubernamental.
Por ello, intentaremos identificar, con la mayor precisión, los intereses y comportamientos de las diversas clases y sectores de clase que se expresan en el movimiento social y político de la nación de Bolívar. En los medios de comunicación, en sus declaraciones y manifestaciones orales y escritas, se puede observar esa intensa y tensionante lucha que se expresa básicamente por medio de partidos, tendencias y personalidades políticas.
Podemos identificar a los jugadores de carácter social que luchan en Venezuela. Ellos son:
1. La gran burguesía parasitaria pro-estadounidense que ya tiene los pies en Miami.
2. La burguesía emergente entrelazada con la burguesía burocrática que está insertada en el gobierno y en la oposición.
3. La pequeña burguesía que se divide en una minoría arribista y en una mayoría en proceso de proletarización. Allí están incluidos pequeños y medianos productores y comerciantes, que en su mayor parte tienden a identificarse con la oposición pero dependen de la política económica que desarrolle el Estado.
4. Los trabajadores y el pueblo en general. En este bloque se pueden diferenciar a los trabajadores del Estado, a los del petróleo y grandes factorías, a los trabajadores de los servicios, a los «profesionales precariados», a los informales (y bachaqueros), a los campesinos y a las minorías indígenas. Son la base social del «chavismo» pero algunos sectores, sobre todo los profesionales, técnicos y tecnólogos, buscan en la oposición resolver sus problemas relacionados con el desarrollo productivo y el empleo calificado.
En cuanto al análisis e identificación de las expresiones políticas de esas clases y sectores de clase se debe precisar que esa concreción en el terreno del partidismo político y electoral no es plano, ni lineal, ni mecánico. La consciencia está determinada por las necesidades materiales concretas, por la experiencia de lucha, por el acceso al conocimiento y a la información, por la herencia y tradición libertaria o de sometimiento, y por factores diversos que están relacionados con la localización geográfica, influencia migratoria, acceso a los beneficios otorgados por el Estado y aspectos similares.
Veamos entonces cómo se presentan los actores políticos en el país patriota:
La derecha golpista pro-estadounidense encabezada por Leopoldo López, María Corina Machado, en alianza con Álvaro Uribe Vélez en Colombia y otros centros ultra-reaccionarios de Miami, América Latina y España.
La derecha en plan de mesura liderada por Enrique Capriles Radonski y el partido Primero Justicia, que ha logrado -en parte-, moderar a Henry Ramos Allup, con el apoyo del bloque latino-español que dirige el tanque de pensamiento del presidente de Colombia Juan Manuel Santos, asesorado desde Washington, que llama al diálogo y a la conciliación. Un sector de la burguesía emergente venezolana juega allí su papel oportunista para desplazar a la burguesía parasitaria.
Los partidos o expresiones políticas de la verdadera socialdemocracia venezolana que siempre quiso jugar al «centro» pero que, ante la polarización política del país, se vio obligada a integrarse al bloque opositor. Sus más representativos exponentes son Ismael García y Henry Falcón.
El «chavismo» burocrático incrustado en el PSUV y en el gobierno bolivariano, liderado por Diosdado Cabello y sectores importantes de la burguesía emergente, quienes utilizan políticamente a Nicolás Maduro, sin poder sacarlo del gobierno por haber sido «ungido» por el presidente Chávez. Maduro, en esa situación, pareciera ser parte de éste sector pero, en verdad, juega como una veleta y un comodín, tratando de mantener unido al «chavismo».
El «chavismo puro», seguidor de los planteamientos socialistas del presidente Chávez, hoy representado por Aristóbulo Istúriz, actual vicepresidente de la República, quienes creen todavía en la posibilidad de construir el socialismo en un solo país, usando el «Estado heredado», y llaman a fortalecer el Estado Comunal, tal como lo hacía Chávez pero sin tener idea de cómo hacerlo.
El presidente Maduro y su núcleo de confianza que trata de mantenerse en la cúpula del gobierno, sobreaguando entre los diversos sectores «chavistas» pero sin tener claridad de cómo avanzar. Este núcleo sabe que el poder real siempre ha estado en manos de la burguesía y del imperio, pero también es consciente que el ejército es el sostén del bloque «chavista», y que los intereses de los trabajadores y el pueblo siempre estuvieron atravesados y subordinados a los intereses de la burguesía emergente y burocrática, que desde el principio logró posicionarse a la sombra de Chávez, utilizando hábilmente la «alianza cívico-militar», ganando de hecho influencia política y burocrática en todos los espacios gubernamentales, partidarios, sindicales y comunales.
La mayoría de las corrientes y personalidades críticas dentro del «chavismo» tienen todavía esperanzas en el papel y fuerza del entorno partidario de Maduro-Istúriz y no son conscientes del verdadero poder que ha adquirido la burguesía emergente dentro de la burocracia y del ejército. Por ello, no han sido capaces de deslindarse del «madurismo».
Los minoritarios sectores socialistas, influidos por corrientes internacionales trotskistas, marxistas-leninistas y otras tendencias (autonomistas, anti-extractivistas, indigenistas, etc.), que tienen alguna influencia en sindicatos y otras organizaciones sociales pero que al jugar por fuera de los dos bloques hegemónicos (oficialistas y opositores), no logran influir en amplios sectores de la población ni pueden mediar entre las diversas tendencias de cada bloque político en contienda.
De acuerdo a ese bosquejo descriptivo de las diversas clases y sectores de clase de Venezuela y de sus expresiones políticas podemos concluir lo siguiente:
a) No existe un partido de los trabajadores que lidere al pueblo, no tanto por el «socialismo» (que es imposible de construir en un solo país y menos desde la gestión del Estado heredado) sino por conquistar la independencia y la soberanía nacional, por la construcción de soberanía económica en alianza con los demás países y naciones latinoamericanas y, por el desarrollo de una democracia cada vez más directa, verdaderamente representativa y protagónica, deliberativa y participativa, que propicie condiciones para la apropiación colectiva y paulatina del aparato productivo y de la riqueza social por parte de las mayorías sociales.
b) En el mediano plazo, las expresiones políticas de la burguesía emergente -presentes tanto en la oposición como en el bloque «chavista»- van a ponerse de acuerdo para controlar la renta petrolera y van a tratar de conciliar con el imperio para compartir ese poder económico sin generar grandes confrontaciones y conseguir que en forma paulatina se desmonten los avances sociales obtenidos durante el auge del proceso bolivariano.
c) Mientras tanto las tensiones entre la oposición y el oficialismo se van a mantener como una forma de neutralizar a los sectores más extremistas que existen en ambos bloques, o sea, a los golpistas «leopoldistas» y a los «chavistas socialistas», que muy posiblemente lleven al sacrificio de Nicolás Maduro y al reciclaje de Diosdado Cabello.
Claro, los trabajadores y el pueblo serán los perdedores en el corto plazo. Sólo el surgimiento de una dirigencia proletaria ligada a las mayorías chavistas revolucionarias, podrá -en el mediano plazo-, retomar la lucha y el espíritu de la revolución bolivariana y reconducir las fuerzas revolucionarias del pueblo venezolano hacia caminos y metas verdaderamente democráticas y, a largo plazo, post-capitalistas.
Eso esperamos.
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