En un mundo signado por lacontradicción entre el unilateralismo hegemónico de Estados Unidos y un multipolarismo de nuevo tipo con eje en el BRICS ampliado −a lo que no son ajenos la guerra por delegación en Ucrania y el castigo colectivo y el exterminio de palestinos por Israel en Gaza−, las elecciones presidenciales del próximo 28 de julio en Venezuela adquieren una renovada dimensión geopolítica.
Pero la novedad, ahora, es que la extrema derecha venezolana ha decidido participar en los comicios después de nueve años de aventuras desestabilizadoras y rupturistas diseñadas por la Agencia Central de Inteligencia (CIA), el Pentágono y el Departamento del Tesoro de EU con base en una guerra híbrida que combinó operaciones de guerra psicológica (OPSIC) con acciones callejeras insurreccionales (guarimbas); sanciones económicas y financieras unilaterales y extraterritoriales como herramientas de guerra por medios no militares y castigo colectivo contra la población civil; propaganda negra y desinformación (fake news,información engañosa, rumores); sabotajes; intentos de magnicidio; abstencionismo y boicots electorales, y el “gobierno paralelo” made in USA de Juan Guaidó, actividades todas dirigidas a un cambio de régimen político. A lo que se suma, en la coyuntura, la solicitud de Washington al gobierno constitucional y legítimo de Nicolás Maduro, de reanudar el diálogo directo entre ambos países, lo que demuestra la necesidad de Washington de asegurar el flujo de petróleo venezolano.
En unos comicios en los que están llamados a participar poco más de 21 millones 600 mil venezolanos que podrán optar entre diez candidatos a la presidencia de la República, las intenciones del voto apuntan al actual mandatario Nicolás Maduro y al opositor Edmundo González Urrutia, representante de la Plataforma Unitaria Democrática (PUD), que agrupa un bloque de once partidos de centro derecha y ultraderecha liderados en la coyuntura por María Corina Machado, entre los que figuran Acción Democrática, Un Nuevo Tiempo y algunos dirigentes de Primero Justicia.
Presentado por CNN, BBC News, la agencia gubernamental alemana Deutsche Welle, France 24, Bloomberg, El País y AP como un “diplomático de carrera jubilado” que va adelante en las encuestas, Edmundo González Urrutia, de 74 años, es un hombre con problemas de salud, sin carisma y bajo perfil mediático que fue elegido como su sustituto por María Corina Machado con el aval de Estados Unidos.
Heredera de la élite oligárquica venezolana y candidata original de los círculos corporativos y del Estado profundo (deep state) en Washington, María Corina Machado, firmante del Decreto Carmona durante el golpe de Estado cívico-militar contra el comandante Hugo Chávez en abril de 2002, y recibida por el presidente George W. Bush en la Oficina Oval de la Casa Blanca el 31 de mayo de 2005, a quien le pidió derrocar al líder de la Revolución Bolivariana, fue inhabilitada por 15 años por el Tribunal Supremo de Justicia por haber participado en varios intentos golpistas; apoyado como “representante diplomática” de Panamá (sic) ante la Organización de Estados Americanos (OEA) la invasión extranjera a Venezuela en 2014; recibido financiación directa de la Agencia Internacional para el Desarrollo de Estados Unidos (USAID) y la Fundación Nacional para la Democracia (NED, vieja fachada de la CIA), y por participar en la trama de corrupción orquestada por el usurpador Guaidó que propició el bloqueo criminal de EU a la República Bolivariana así como el despojo millonario de riquezas y empresas del Estado (como Citgo Holding Inc, Citgo Petroleum Corporation y Manómeros Colombo Venezolanos, S.A.), junto con el secuestro y robo de 31 toneladas de lingotes de oro venezolano por el Banco de Inglaterra.
La inhabilitación electoral de Machado fue utilizada por el Departamento de Estado de EU, en abril pasado, para justificar la reimposición de sanciones petroleras contra el gobierno de Nicolás Maduro, no obstante lo cual la fundadora del partido conservador Vente Venezuela ha realizado recorridos por varias ciudades como si estuviera en campaña por la silla presidencial del Palacio de Miraflores, sede del Poder Ejecutivo.
A su vez, González, quien fue representante internacional de la Mesa de la Unidad Democrática (hoy PUD) entre el 2013 y 2015, periodo en el que el Comando Sur del Pentágono intensificó la guerra híbrida contra el país sudamericano en el marco de la fratricida Operación Libertad Venezuela, ha estado presente en algunos mítines, pero de una manera discreta y secundaria a pesar de ser el candidato que se medirá en las urnas. De hecho, al aceptar la candidatura, González indicó que no tenía intención de hacer campaña en todo el país y agregó que “María Corina está haciendo eso muy bien”. Y en otra demostración de que él es nada más que un repuesto manipulado por Machado, ha dicho que su programa de gobierno es idéntico al que su jefa presentó para su propia candidatura presidencial.
Con muchos puntos de contacto con el programa ultraliberal de Milei, el plan “Tierra de Gracia” de Machado y González replica el modelo de “brutalismo social libertariano” (Franco ‘Bifo’ Berardi dixit) que ha traído consecuencias desastrosas a Argentina, con una clara intención de impulsar políticas de ajuste fiscal, la erradicación de subsidios y programas sociales, la búsqueda de financiamiento internacional que podría hipotecar la política financiera del país y, en particular, la idea de privatización de empresas y activos públicos, especialmente la industria petrolera y gasífera venezolana. En esencia, un proyecto de subordinación política, económica e ideológica que busca la perpetuación de un modelo de saqueo y explotación de los recursos estratégicos de la nación, al servicio de los intereses plutocráticos nacionales y estadunidenses.
Sin soporte en un partido político fuerte, Machado, una figura polarizadora con discurso maniqueo que cuenta con el apoyo bipartidista Demócrata-Republicano en Estados Unidos, encarna el populismo de ultraderecha en boga en Sudamérica, al que adhieren el presidente argentino Javier Milei, el ex mandatario brasileño Jair Bolsonaro y el ex candidato pinochetista chileno José Antonio Kast. Asimismo, su defensa de un capitalismo tipo laissez faire en su forma más extrema, la hermana con el conservador Partido Popular español y el ultraderechista Vox de su “amigo” Santiago Abascal, como parte de una internacional reaccionaria emergente que acaba de ser frenada parcialmente en Francia.
A la par de su discurso electoral y del reingreso al camino institucional tras sus fracasos abstencionistas-insurreccionales que los llevaron a perder todos sus cargos en el andamiaje de los poderes del Estado, grupúsculos extremistas de la oposición no han cejado en sus acciones conspirativas desestabilizadoras mediante varios sabotajes en junio último contra el Sistema Eléctrico Nacional en estados como Nueva Esparta, Guárico y Zulia, y contra el Puente Angostura que conecta los estados Anzoátegui y Bolívar.
La negativa del candidato de la PUD, Edmundo González, y de Enrique Márquez del Partido Centrados, a firmar el acuerdo de reconocimiento de resultados que el Consejo Nacional Electoral propuso, sumada a las denuncias de guerra eléctrica y nuevos intentos de magnicidio, revelan la verdadera estrategia: si Maduro gana, ellos seguirían apostando por la vía de la violencia política postelectoral alegando “fraude”; una matriz de opinión que ha venido siendo sembrada por The New York Times, El Tiempo de Bogotá y otros medios corporativos occidentales, que han desatado una feroz campaña de saturación contra el chavismo y la Revolución Bolivariana y en apoyo a la oposición derechista, a la que dan como “segura” ganadora mediante repetitivas encuestas adulteradas. Como un botón de muestra cabe citar al diario El Tiempo, para quien Machado es “imbatible”, “el huracán político al que más le teme el régimen” y considerada como “el fenómeno electoral más arrollador en Venezuela desde el de Hugo Chávez de 1998”. Según las encuestas propaladas por los medios conservadores, González aventaja a Maduro por entre un 17 y un 34 por ciento, mientras que Hinterlaces ubica al Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), de Maduro, con 52.1 por ciento, y a la Plataforma Unitaria de González, con 13,4 por ciento.
Reinicio de conversaciones entre EU y Venezuela
En 2023, representantes de Washington y Caracas acordaron en Doha, bajo los auspicios del gobierno catarí, avanzar en la recomposición de sus relaciones con base en el levantamiento de las medidas coercitivas unilaterales de EU y la reanudación del diálogo de Maduro con el sector extremista de la oposición. Aunque se registraron algunos avances, tras la ratificación de la inhabilitación de María Corina Machado el Departamento de Estado y el Tesoro de EU reimpusieron las sanciones alegando incumplimiento de la parte venezolana de los Acuerdos de Barbados, versión que Caracas rechaza.
El 2 de julio, tras reflexionar dos meses sobre una nueva propuesta de EU para un diálogo directo, Maduro aceptó, exhibiendo una actitud estratégica, no una necesidad urgente. Un día después se reanudaron las negociaciones, quedando la oposición marginada de la mesa de diálogo. La menguante hegemonía de EU en el orbe tiene por base y finalidad el dominio de la energía fósil. Con las reservas de petróleo más grandes del mundo (la cuarta de gas y oro, la sexta de diamantes, la octava de hierro, y amplios recursos hídricos, de carbón y biodiversidad), en la coyuntura Venezuela negocia desde una posición de fuerza con el factor energético como medida de presión (sin olvidar, claro, las venenosas y arteras estrategias de EU en los casos de Muamar el Gadafi en Libia y los Acuerdos de Minsk sobre Ucrania con Rusia).
No obstante, ¿qué razones tendría Washington para negociar con un mandatario que está a punto de perder las elecciones el 28 de julio? Superadas en la etapa la guerra multiforme, la polarización tóxica de las operaciones encubiertas, la hiperinflación en la economía y con una agroindustria que está ofertando hoy el 98% de los alimentos a los consumidores , desde la Venezuela profunda el chavismo ha acumulado fuerza institucional y el próximo ingreso del país al BRICS lo inserta en el nuevo orden internacional en ciernes. De allí la importancia geopolítica de los comicios.
El papa Francisco y una anécdota chusca
En ese contexto, cabe mencionar el nombramiento, por el papa Francisco, del nuevo cardenal y arzobispo de Caracas, Raúl Biord Castillo, en reemplazo de monseñor Baltazar Porras, ferviente opositor del proceso de la Revolución Bolivariana y quien tuvo un rol importante durante el golpe de Estado contra el expresidente Chávez en 2002, cuando estaba a cargo de la Conferencia del Episcopado local. Según consignaron la agencia estadunidense AP y la BBC de Londres, ese cambio en la Iglesia católica local a 20 días de los comicios tiene un “trasfondo político” y el sumo pontífice se “metió de lleno” en la campaña al nombrar cardenal a “un cura cercano a Maduro”; el nuevo purpurado Biord Castillo se desempeñaba como obispo de La Guaira. Días antes del nombramiento, el Papa de origen argentino había tenido un gesto llamativo: en un video que circuló en las redes sociales se ve cómo un hombre cercano a monseñor Porras lo aborda en la Plaza de San Pedro y le menciona que trabajaba para el entonces cardenal. Vengo “de Caracas, de Baltazar Porras, trabajo con él”, le dijo el feligrés. Pero la respuesta de Francisco lo sorprendió: “Los venezolanos son un pueblo muy maduro”, contestó el jefe de la Iglesia católica entre risas.
Carlos Fazio, escritor, periodista y académico uruguayo residente en México. Doctor Honoris Causa de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo. Autor de diversos libros y publicaciones
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