El enésimo resurgimiento del interés en la obra de Marx ahora se ha expresado en el cine con la reciente película del director haitiano Raoul Peck, El joven Karl Marx, cuyo estreno mundial, con todo y la censura, el silencio y la marginación que ha sufrido, se dio en 2017. Desde la izquierda es un […]
El enésimo resurgimiento del interés en la obra de Marx ahora se ha expresado en el cine con la reciente película del director haitiano Raoul Peck, El joven Karl Marx, cuyo estreno mundial, con todo y la censura, el silencio y la marginación que ha sufrido, se dio en 2017.
Desde la izquierda es un gran mérito que se elaboren este tipo de trabajos, ya que son un vehículo masivo que permite la difusión del pensamiento revolucionario y pocos son los directores que mantienen este compromiso social con el espectador en su quehacer cinematográfico, como fue el caso de A. Wajda, Gillo Pontecorvo, Tomas Gutiérrez Alea o de los aún prolíficos Ken Loach y Costa Gavras. Esta razón es más que suficiente para difundir y debatir la biopic.
El desarrollo de la historia está ambientado en la efervescencia social que dio como resultado las revueltas europeas de 1848, la fotografía pintoresca de la época nos permite re-imaginar las penurias por las que pasaban los obreros y la necesaria lucha que emprendieron. A ritmo de Bob Dylan, el remate es un buen tributo al Manifiesto del Partido Comunista, que muchos han querido enterrar bajo la falsa excusa de caducidad.
El filme también nos da una idea viva de los reducidos círculos radicales europeos en donde confluyeron personajes de marras como Proudhon y Bakunin. Verdaderos hervideros de ideas revolucionarias.
La trama es una aproximación a la vida de Marx, su relación con Jenny y principalmente su naciente amistad con Engels. Esto quiere decir que la película no teme mostrar a un Marx y a un Engels de carne, hueso y… deseo. Así que sólo a la ortodoxia puritana le sonrojará ver al maestro tomando un par de copas (o toda la botella) o le causará pudor ver al padre teniendo ¡sexo con Jenny!
En términos estrictamente histórico-biográficos, nos queda la pregunta si el retrato que se hace sobre Marx logra un acercamiento verosímil. A ojos de quien escribe estas líneas, si bien se desacraliza a Marx, se le da poco peso al duro proceso por el que tuvo que pasar un «joven», recién casado, con hijos, republicano convertido a comunista radical, en la penuria económica, desempleado, perseguido y exiliado político, obsesivamente estudioso y con una apasionada pulsión militante; en su lugar queda algo más parecido a un actual estudiante de posgrado, bohemio, que mientras vive de la beca discute apasionadamente con sus profesores y compañeros, en un mitin o en la taberna; además, en reuniones de obreros, le preocupan más las precisiones teórico-académicas que las cuestiones político-ideológicas de resistencia contra el mundo del capital. Así las cosas, estaremos a un paso para insinuar que el Manifiesto fue escrito en la resaca. [1] Bajo esta lógica faltaría indagar cuántas resacas se necesitaron para escribir El Capital.
Por otro lado, descartando los aspectos histórico-biográficos y apreciando el desenvolvimiento del largometraje en sí, la construcción de las relaciones y los conflictos entre los personajes se sienten algo artificiales. Las decisiones que toman ante las disyuntivas que estos enfrentan carecen de los necesarios acorralamientos, de las presiones, las luchas, los conflictos, los límites y las contradicciones de la vida, que nos hagan ver que no les quedaba otra alternativa más la que se nos muestra. En su lugar aparece un deus ex machina, el desdoblamiento de algunos acontecimientos son gratuitos, los cuales se ven forzados a ocurrir por un elemento externo: la biografía histórica así lo indicaba.
Esta crítica es parte del debate al que la película invita y reconoce el mérito indiscutible del director, quien afrontó el reto de este ensayo biográfico, inexistente hasta la fecha: reconstruir en una nuez de 112 minutos una versión de la vida del joven Marx, en un periodo tan complejo que inauguró novedosos planteamientos teóricos de la revolución proletaria, que se desdoblaron políticamente a lo largo del siglo XX y qué decir del siglo XXI.
Notas
[1] Cfr., Iglesias, Eulalia, «El joven Karl Mar: el juerguista que escribió el Manifiesto comunista de resaca«, disponible en: https://www.elconfidencial.com/cultura/cine/2018-01-19/el-joven-karl-marz-raoul-peck-cine-critica_1508144/
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