Este cinco de mayo se cumple el bicentenario de la presencia de Carlos Marx. Su fantasma recorre toda la actual lucha de clases, podríamos parafrasear. Pero se vuelve carne cada vez que alguien asume su método materialista dialéctico, pretende acercarse al mundo con la intención de transformarlo, cuestiona los hechos y la práctica para sacar […]
Este cinco de mayo se cumple el bicentenario de la presencia de Carlos Marx. Su fantasma recorre toda la actual lucha de clases, podríamos parafrasear. Pero se vuelve carne cada vez que alguien asume su método materialista dialéctico, pretende acercarse al mundo con la intención de transformarlo, cuestiona los hechos y la práctica para sacar conclusiones teóricas, se organiza y moviliza por la emancipación humana.
Sin duda son más las interpretaciones erróneas, con mala intención o solo ignorancia, sobre su obra. Se lo ha calificado con una variedad de formas para encasillar su pensamiento y se ha pretendido negar la validez científica e integral de sus principales conclusiones. Se ha acentuado en sus fallas (¿Qué científico no las comete?), pero no se ha podido desmontar el edificio monumental de su accionar teórico y práctico. Sobre él se podría decir lo mismo que Lewontin y Levins escriben en la dedicatoria de su libro «El Biólogo Dialéctico»: «A Engels, que se equivocó muchas veces, pero acertó en lo que importa».
Profusa sería la lista de los aciertos de Marx, que cualquiera amplía constantemente en medida que lee sus escritos. Tal vez el fundamental es que puso pies y cerebro de obrero a los mejores sueños de la humanidad; que demostró que un futuro realmente humano es posible saliendo de esta prehistoria basada en la propiedad privada de los bienes de producción y la consecuente super-explotación de trabajadores y la naturaleza; que dio pistas certeras líneas de acción bajo la conformación del partido comunista.
Pocas veces se observa tanto impacto de un pensamiento en un hecho y período social como lo hizo el marxismo en la Revolución Bolchevique que transformó el mundo. Incluso la burguesía en el poder en la mayor parte del mundo, tuvo que iniciar una política social para suavizar la influencia soviética y alejar el pensamiento marxista de los obreros. Algunos más dirán que «ciertos» análisis de Marx valen la pena pero que no sus conclusiones en torno a la necesidad del socialismo, pretendiendo meterlo en una botella de alcohol para laboratorios universitarios alejados de la vida social.
Otro declararía la victoria final del capitalismo como «el fin de la historia», teniendo que corregirse más tarde. Por último, pensando que era cierto el «economicismo» de Marx, algunos llegarían a plantear que si se resolvía el problema de la pobreza (cómo si eso fuera posible en el capitalismo), el fantasma del socialismo desaparecería. Curiosamente esta posición es compartida por ciertos «progresistas» latinoamericanos que fomentan el desarrollo del capitalismo en nuestros países.
Pero la lucha de clases es un hecho real y presente. Claro, como diría el cuarto mayor millonario del mundo, Warren Buffett para el Washington Post (30 de septiembre de 2011): «Hay una guerra de clases, de acuerdo, pero es la mía, la de los ricos, la que está haciendo esa guerra, y vamos ganando». Pero cuando los oprimidos tomen la iniciativa, cuando los trabajadores hombres y mujeres ganen más conciencia de su rol histórico y se conviertan en clase para sí, estará germinando la semilla del socialismo y la guerra de clases será ganada en favor de la humanidad.
Pero ahora que la crisis general del capitalismo se expresa en todos los campos de la vida social, incluyendo la relación con la naturaleza, los ojos en búsqueda de una explicación certera regresan su mirada a Marx. Acopiados con los logros y las lecciones de la Revolución Bolchevique, los sectores revolucionarios más clarificados procuran no «actualizar» a Marx sino poner su método en función de las luchas actuales. Método que, como dijera Engels (1886) «no es un dogma, sino una guía para la acción»; confirmándolo más adelante (1895) que: «… toda la concepción de Marx no es una doctrina, sino un método. No ofrece dogmas hechos, sino puntos de partida para la ulterior investigación y el método para dicha investigación».
Si Marx y Engels se acercaron a lo más avanzado de la ciencia de su época, así tiene que hacerlo los marxistas de nuestros días. El camino, sin embargo, no es fácil ante tanta pseudo ciencia que se difunde junto a mentirás descaradas (como en la negativa de las petroleras ante su relación con el cambio climático, cuando hay pruebas que lo conocían desde los años 1960), la mercantilización de la investigación y los intentos de crear un híbrido entre fanatismo religioso y ciencia.
Esa manera científica es necesaria para enfrentar la realidad latinoamericana, ante la que requerimos un pensamiento crítico sin mitos viejos ni nuevos, sin doble moral, sin olvidar que son los hechos y no los discursos los que demuestran la verdad. Y requerimos la radicalidad de Marx, aquella que va a la raíz, es decir a lo humano, aquella que reconoce que necesario es superar al capitalismo y no pretender mejorarlo.
América Latina tiene las condiciones de un continente de la esperanza, con pueblos en capacidad de enfrentar a los imperialismos, cualquiera que sea, pero que requieren tener un norte claro para enfrentar y derrotar también a sus propias burguesías en el plano histórico, socio-político general y no solo electoral. La izquierda, para ser tal, debe plantearse la superación histórica del capitalismo y para ello, el marxismo, como convocaría de Mariátegui, deberá ser estudiado y llevado a la acción «sin calco ni copia».
Marx está aquí, ofreciendo la posibilidad de integrar todas las luchas, de evitar la fragmentación de los oprimidos y plantearles la posibilidad de romper sus cadenas sin desconocer las particularidades de los combates económicos, ideológicos, de género, étnico – culturales, en torno a los bienes de la naturaleza y otros bienes comunes y demás.
En sus obras se plantea que el objetivo es emancipar a la humanidad entera frente a todo elemento opresivo que impida su libertad; emanciparla de las relaciones de explotación y la consecuente opresión política; emanciparla de fanatismos y más «opios del pueblo»; emanciparla de patriarcalismo, etno-centrismo, racismo y más formas de justificar la injusticia generalizada; emanciparla de la opresión nacional; emanciparla del hambre y la necesidad; restituir el metabolismo entre sociedad y naturaleza; construir humanos integrales, polivalentes, de altos valores entre los cuales la solidaridad ocupará un lugar central.
La revolución socialista es la revolución de emancipación social, emancipación que, dice Marx, tendrá lugar:»Sólo cuando el hombre ha reconocido y organizado sus ‘fuerzas propias’ como fuerzas sociales y cuando, por lo tanto, no separa más de sí la fuerza social bajo la forma de fuerza política, sólo entonces se lleva a cabo la emancipación humana».
Este bicentenario se presenta en una época en la que necesitamos de Marx y en la que interrogarse con él es necesario. Caminar junto con Marx y Engels será necesario para enfrentar la disyuntiva entre Socialismo o Barbarie, resolviendo colectivamente las contradicciones del capitalismo.
Feliz cumpleaños, Carlos Marx, feliz lucha por el comunismo y la libertad.
Edgar Isch López. Académico y exministro de Medioambiente de Ecuador. Asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.