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Marx y las batallas por crear una sociedad socialista

Fuentes: Socialist Worker

En la última parte de nuestra serie sobre Marx, Matthew Cookson explica cómo las ideas de Marx estuvieron modeladas por su experiencia en la lucha de los trabajadores.

Traducido para Rebelión por Àngel Ferrero

La clase dominante trata de presentar a Karl Marx como un simple pensador, alguien que analizó el capitalismo pero hizo muy poco por la revolución. Pero la actividad de Marx en la Asociación Internacional de Trabajadores (AIT) en la década de 1860 a 1870 demuestra que esta idea es falsa.

En 1864, un grupo de destacados dirigentes sindicales en Londres convocó una reunión internacional de delegados obreros para explorar la posibilidad de realizar campañas unitarias más allá de sus fronteras. Estos mismos dirigentes sindicales habían convocado una enorme manifestación de masas en 1863 en apoyo a los estados del norte que luchaban por abolir la esclavitud en la Guerra Civil Norteamericana. Invitaron a Marx para que asistiera a la reunión, invitación que aceptó inmediatamente.

Marx se convirtió en la figura más destacada de la AIT, redactando su declaración de principios. Ésta afirmaba que «la emancipación de la clase obrera debe ser conquistada por la propia clase obrera.» Esta afirmación expresaba el deseo de Marx de asegurar que la AIT fuese una organización dedicada al derrocamiento del sistema capitalista desde sus bases.

Con Marx a la cabeza, la AIT recaudó dinero para huelgas en toda Europa, apoyó la lucha irlandesa por su liberación nacional y la lucha por los derechos de las mujeres, e incrementó la solidaridad internacional entre la clase obrera. Esta actividad condujo a su rápido crecimiento en un buen número de países, amedrentando a las clases dirigentes.

La gran prueba de la AIT llegó en 1870 y 1871. Louis Bonaparte, el gobernante de Francia, declaró la guerra a Prusia en julio de 1870 en un intento por aplastar al nuevo rival de Francia en el dominio del teatro europeo. Francia fue derrotada, y en septiembre Bonaparte había sido capturado y un gobierno de defensa nacional declarado la república. Este gobierno, dirigido por reaccionarios como Adolphe Thiers, empezó a negociar la paz con Prusia. El nuevo gobierno y los más acaudalados de la ciudad abandonaron París y se marcharon a Versalles.

Los prusianos sitiaron la capital, sólo defendida por la Guardia Nacional, una milicia compuesta principalmente por obreros. El intento del gobierno francés por capturar los cañones de la Guardia Nacional el 18 de marzo provocó una revuelta. Se declaró un nuevo gobierno de obreros y pobres: la Comuna. Tuvo el poder durante dos meses, enfrentado a la profunda hostilidad de las clases dirigentes francesa y prusiana.

La Comuna fue una inspiración para los obreros de todo el mundo. Marx y la AIT se lanzaron en su defensa. Pero el gobierno francés aplastó brutalmente a la Comuna, masacrando a decenas de miles de communards. Marx escribió La Guerra Civil en Francia para analizar los logros de la Comuna. La misma existencia de la Comuna probó el núcleo de la teoría de Marx como correcto: los obreros podían tomar el poder y organizar la sociedad de una nueva manera. Los obreros crearon sus propias instituciones, como un ejército popular y un comité dirigente compuesto de delegados directamente elegidos y revocables en todo momento.

Tras la derrota de la Comuna, se abrió un debate en torno a la dirección de la AIT. Los dirigentes sindicales creían que el radicalismo de la AIT perjudicaba sus posibilidades de acceder a los parlamentos, mientras que los anarquistas como Mijaíl Bakunin se oponían al tipo de organización abierta que propugnaba la AIT. Marx se opuso a ambos grupos. Creía que sólo una revolución que involucrase a la mayoría de los trabajadores podría emancipar a la humanidad. La AIT, con el apoyo de Marx, votó para trasladar su sede de Londres a Nueva York, con el fin de protegerla de los «elementos desintegrantes». Éste fue, efectivamente, su fin.

Marx empleó el resto de su vida intentando completar su estudio del capitalismo. Continuó involucrado en la construcción de organizaciones socialistas, particularmente en Rusia y su nativa Alemania. Murió en 1883, admirado por millones de obreros en todo el mundo por su contribución a la lucha. Como dijo su colaborador de toda la vida Frederick Engels en su funeral: «Marx fue antes que nada un revolucionario. Su verdadera misión mientras vivió fue contribuir, de un modo u otro, al derrocamiento de la sociedad capitalista y de las instituciones del estado que habían facilitado su existencia, a contribuir a la liberación del proletariado moderno.»

El análisis del capitalismo de Karl Marx y su convicción en el poder de la gente común continúa siendo una fuente de inspiración para la gente que sigue luchando por sus mismas ideas hoy.

Fuente: http://www.socialistworker.org.uk/art.php?id=16174


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