La revolución debe revolucionar una y otra vez, y esa es su paradoja: habla de la posibilidad de algo nuevo, diferente, pero también de una esperanza que no sabe exactamente cómo encontrar. –Zizek 1. La sorpresa La sorpresa recorrió en todos los bandos. Las encuestas obligaron a Rafael Correa a buscar un relevo […]
La revolución debe revolucionar una y otra vez, y esa es su paradoja: habla de la posibilidad de algo nuevo, diferente, pero también de una esperanza que no sabe exactamente cómo encontrar. –Zizek
1. La sorpresa
La sorpresa recorrió en todos los bandos. Las encuestas obligaron a Rafael Correa a buscar un relevo que no era el señalado: Lenin Moreno era el eslabón necesario para la llegada del elegido, Jorge Glas, y para preparar el retorno de Correa en el 2021. A pesar del margen apretado, la maquinaria funcionó y Alianza País logró el triunfo en la segunda vuelta. Correa intentó crear un gobierno paralelo, pero Moreno empezó a diferenciarse, primero en el estilo y luego en las políticas. La oposición pasó de la sorpresa al festejo; y luego a la casa tomada.
Alianza País se fracturó entre correistas y morenistas. El un bando acusaba de traición, y el otro aceleraba la depuración. Parecería que la ruptura estaba consumada; pero el cordón umbilical mantenía los lazos secretos.
2. Juego de espejos
En la Odisea, Homero describe un canal estrecho por el que deben pasar los barcos. En un lado, habita Escila, un monstruo con torso de mujer y cola de pez del que surgen seis perros, cada uno con dos patas finalizados en cabezas con tres filas de dientes, que atacan ferozmente a los barcos que pasan por su lado. Y en el otro, tres veces al día se forma un remolino, Caribdis, que atrapa a los barcos que pasan por su lado y los devuelve destrozados. El canal es muy estrecho, al pasar los barcos, si no caen en las garras de Escila, lo hacen en las olas de Caribdis. En el relato, Odiseo, por consejo de la diosa Circe, pasó por el lado de Escila, pues así perdía sólo seis marineros, pero no todo el barco.
Estamos entre dos peligros, entre dos modelos fracasados. El modelo «progresista», basado en el poder del Estado y en la abundancia rentista, fracasó atrapado en las garras de la dependencia del capital financiero y rentista, de la corrupción, del despilfarro. Después de la ilusión del cambio, de las ofertas constituyentes, del combate a la pobreza, el resultado es la destrucción de la base productiva, el regreso del desempleo y el sometimiento a un endeudamiento incontenible.
Con el sucesor resucitan los viejos fantasmas que creíamos haberlos enterrado. Bajo el mando de las Cámaras empresariales regresa el rostro renovado del antiguo modelo neoliberal. La fórmula es conocida, un plan de austeridad: Alianzas Público-Privadas, Tratado de Libre Comercio, privatización de los recursos del Estado, expropiación de los fondos de la seguridad social, reducción de los impuestos a las grandes empresas, eliminación de los subsidios de los combustibles, flexibilización laboral. Todos los argumentos se reducen a uno, crear las condiciones, seguridad jurídica, incentivos, para atraer la inversión privada externa, pues allí está la salvación.
El primer paso es la Ley de Fomento de la producción: remisión de 4 mil millones de intereses de las deudas de los grandes capitales locales y transnacionales, mientras se anuncia la eliminación del subsidio del gas y del diésel industrial. La puerta para obtener el certificado de buena conducta del FMI.
Aunque no estamos ante proyectos definidos, estamos ante una situación de fragmentación, dispersión, funcionamientos de intereses parciales, agitados por la supervivencia de las herencias progresistas que no terminan de desaparecer, y el retorno de estrategias neoliberales que no terminan por consolidarse. Es un asunto continental. Las imágenes propaladas por la propaganda sobre el fracaso del modelo venezolano con Maduro a la cabeza, no pueden ocultar el fracaso de la obediencia fondomonetarista de Macri en Argentina. En Brasil, el encarcelamiento de Lula no puede ocultar el repudio generalizado a Temer y la profundización de la crisis.
3. Continuidades y rupturas
En Ecuador, más que ruptura hay continuidad. Si puede retornar al neoliberalismo, es porque nunca se fue. El TLC con Europa, ahora es continuado con el TLC con Estados Unidos. La privatización y la entrega de las «Joyas de la Corona», de los puertos, ahora son continuadas con los contratos renegociados. El Plan B continúa en el Yasuní.
El signo es la deuda. Si en los diez años se hubiera sentado las bases de un modelo productivo, sustentado en el mercado interno y en diversificación de las capacidades de exportación, empezado a superar la dependencia del rentismo extractivista y exportación primaria; si se hubiera logrado subordinar las ganancias del capital bancario a la lógica de la inversión productiva, enfrentando la hegemonía del capital financiero local y transnacional; hubiéramos estado preparados para el ciclo de escasez, y no necesitaríamos acudir a un endeudamiento agresivo como única tabla de salvación.
El signo principal es el tabú de la dolarización. En el 2000 encomendamos la estabilidad a la renuncia de la soberanía monetaria y pasamos a vivir en medio de las turbulencias de las guerras económicas globales, en el ciclo mundial de abandono progresivo del dólar como la moneda universal. Mientras a nivel global retorna el oro y se constituye una canasta de monedas, como garantía de estabilidad, nuestro país se aferra al ancla de la dolarización, aunque las condiciones materiales de su existencia se desvanecen a nivel interno y externo.
Aunque con Moreno hay una modificación de ciclo de acumulación del capital y de representación política. La acumulación del capital pasa por diversos ciclos; la hegemonía es una correlación de fuerzas inestable.
En los diez años de Rafael Correa, se presentan modos de acumulación y de reordenamiento de los grupos monopólicos desde arriba, una especie de vía junker, con decisiones desde el Estado, en procesos impulsivos de reordenamientos de las acumulaciones de los diversos sectores del capital; un período que se abre a disposiciones verticales, discrecionales, en donde la corrupción es una estrategia de direccionamiento y aceleración de la acumulación de los fondos públicos. Un período «Al Capone», de «mafiación» de la política, que rompe los viejos cauces oligárquicos de acumulación en favor de nuevos grupos o de antiguos grupos beneficiados. Isabel Noboa por Álvaro Noboa, El Juri por los Isaías, junto a la una banca modernizada y a los «nuevos ricos».
Esta fase se expresa en el funcionamiento bonapartista-autoritario-populista del Estado para superar la crisis de inestabilidad política e impulsar procesos de modernización tanto económica como política y de rearticulación con el capital financiero-rentista mundial. El actor hegemónico es una tecnoburocracia que actúa como expresión general del «proyecto», con procesos de autonomización del Estado ante las fracciones y grupos particulares de poder y ante los grupos y movimientos sociales. El discurso de las Alianzas Público-Privadas es el nuevo paradigma ordenador: para superar los unilateralismos de la dictadura del mercado, propuesta por el neoliberalismo, o del intervencionismo del Estado, propuesta por los keynesianos; se presenta la imagen de un Estado subsidiario al funcionamiento del mercado.
La abundancia rentista por la oleada alcista de los precios internacionales de las commodities y, en particular, del petróleo, así como la desvalorización temporal de dólar, reforzaron la autonomía del «Estado mágico», y abrieron las condiciones para un breve período de desconexión del eje Norte-Sur, liderado por la tríada USA-UE-Japón, y un acercamiento al eje Este-Oeste, liderado por los BRICs, en particular, China. El discurso antiimperialista, reducido al dominio norteamericano, y la articulación continental de los gobiernos «progresistas» dibujaron la imagen de un realineamiento en el nuevo orden geopolítico mundial.
Esta fase no podía prolongarse; el bonapartismo es un tiempo provisional hasta estabilizar la economía y la política, y recomponer la hegemonía; la desconexión podía sostenerse en la abundancia. La iliquidez a partir del 2013, debilita el papel del Estado y precipita correcciones del proyecto. 2013 es el año de quiebre, concluye el intento de la modernización desde arriba; y bajo el mado de Correa se inicia la fase de normalización y relación orgánica con las representaciones del capital local y mundial. El signo es el paso al Plan B del Yasuní. Concluyen los discursos antiimperialistas, ambientalistas, etnicistas. Es el tiempo del «realismo»: TLC con Europa, el retorno del FMI, la venta del oro a Goldman Sachs, la reentrada de Schlumberger. El corte del tiempo no está en enero de 2017, sino en agosto de 2013.
Con Moreno, el tiempo del orden y la normalización del capital y la democracia representativa-liberal se muestran sin las coberturas de la propaganda «progresista». De un funcionamiento bonapartista del Estado, se pasa a la representación orgánica, las Cámaras de la Producción toman el mando del frente económico del Gobierno e impulsan un programa de austeridad bajo el discurso de las Alianza Público-Privadas, con iniciativa privada; el Partido Social Cristiano cogobierna tras bastidores.
La hegemonía en el poder se construye en el combate al consenso arriba. La disputa es entre las diversas variantes del plan de austeridad para enfrentar la crisis fiscal, y las propuestas dispersas de salidas alternativas en torno a un plan de reactivación productiva, la recuperación de la autonomía-soberanía sobre los bienes estratégicos y el centramiento en el poder de lo comunitario.
El poder quiere ganar la mente de la gente en torno al discurso de la austeridad: la eliminación de los subsidios, las privatizaciones y el respaldo a los capitales privados externos y locales como los salvadores.
El primer paso es convencernos de la crisis y que «todos» debemos sacrificarnos. Pero allí empieza el problema, el primer silenciamiento: la crisis no es de «todos». Según los datos oficiales, el PIB en el 2017 tuvo un crecimiento del 3%. Las exportaciones crecieron en el 0,6% y las importaciones en el 9%. La banca tiene un saldo positivo. El crecimiento del Gasto de consumo final de los hogares (4,9%) y del Gasto de consumo final del Gobierno central (3,8%) fueron los dos principales dinamizadores del crecimiento de la economía. El Presupuesto General del Estado fue calculado con precio referencial de 41,92 USD/barril; en agosto se comercializó a 68,50 dólares/barril.
Estamos ante una crisis de iliquidez fiscal y podemos entrar en una crisis de pago de la deuda externa. Sin embargo, el régimen y los sectores dominantes tratan de mostrar una crisis general, para justificar nuevas políticas en favor de los grandes grupos económicos, mientras llama al sacrificio para disciplinar la economía, con la eliminación de subsidios.
Empantanados en el falso dilema Correa-Moreno, no encontramos el cauce. Creamos nuestros espejos para movernos bajo la ilusión de la seguridad del objeto de la lucha, de la verdad de la opción, o, al menos, de una aproximación a esa verdad mediante la condena del adversario; repetimos la estrategia del mal menor.
La disputa arriba es sobre la representación de la administración de una crisis económica conducida: estamos ante un neoliberalismo «progresista», desde el manejo del Estado, con asistencias sociales; y un neoliberalismo «orgánico», con variaciones gradualistas desde la posición de Moreno o con medidas de shock según los ideólogos ortodoxos de la derecha. Esta disputa se da en el marco de los virajes en el poder mundial, el enfrentamiento entre globalistas y nacionalistas, con sus reflejos y traslados locales.
En nuestro país aún no hay aún espacio para un Bolsonaro o un Macri, todavía es funcional la segunda fase de Alianza País. La catarsis del Consejo de Participación Transitorio permite un paso menos traumático hacia el restablecimiento de algunas reglas de la democracia representativa liberal, la entrada de un pluripartidismo disperso, y evita niveles de polarización extrema. Hay una tendencia a la disolución de las representaciones de la totalidad, lo que pone en riesgo la estabilidad política y abre el cauce a la expansión difusa de las violencias en la sociedad.
Las fronteras son el territorio de las nuevas violencias y la disolución del Estado. Ayer el problema se presentó en la frontera Norte, en el abandono de Esmeraldas y el copamiento del territorio por las transnacionales extractivistas y el narcotráfico. La ola se extiende a lo largo del literal en procesos de despojo de las tierras comunales a manos de una alianza tripartita entre los neoterratenientes locales, el poder político seccional y el capital transnacional ligado al turismo, la pesca y las plantaciones, con la actuación soterrada de capitales criminales.
Posorja es la metáfora de debilitamiento no sólo del gobierno, sino del Estado, y la irrupción de nuevas formas de violencias. La destrucción de la comunidad, por la entrada de las concesiones del puerto al grupo de Isabel Noboa y el capital transnacional de Dubai, abre paso al choque con las redes virtuales de la «postverdad», sostenida en los rumores y los prejuicios. Desamparada del Estado, expulsada de la comunidad, la masa se revuelve contra la violencia inmediata, no encuentra a la fuente del poder ni al capital para enfrentarlos, sino que desata su ira en sus semejantes. La fascistización de la sociedad es el soporte del retorno de autoritarismo políticos.
4. Hay alternativas
El riesgo para las fuerzas populares, es regresar a la estrategia del mal menor, continuar en el debate o Correa o Moreno, en la delegación del poder.
El punto de partida es que aceptemos que hay alternativas. En medio del caos y la incertidumbre del tiempo que vivimos, la tentación es el realismo, aceptar lo posible. Las banderas que guiaron las batallas de los pueblos ahora han perdido su vigor, se han licuado bajo el torbellino de marketing y la instrumentalización.
4.1. Por ello, el primer paso es una reconcentración ideológica, volver a fundamentar la utopía.
En la línea de Zizek, hay que dar la vuelta a la Tesis XI de Marx: si el problema del siglo XX era que los filósofos no habían hecho más que interpretar el mundo, cuando de lo que se trataba era de transformarlo; el problema del siglo XXI es que partimos del fracaso de los intentos de transformar el mundo y es necesario volver a interpretarlo, para encontrar el camino.
El objetivo es reconocer la raíz de las derrotas y la fuente de las nuevas utopías, de los nuevos sujetos de la transformación. Inicialmente podemos ver tres elementos:
1. Caracterización de la época actual
No tanto como transición, sino como fase previa: (i) El tiempo de la decadencia del capitalismo, caracterizado paradójicamente por el agotamiento de la forma de vida en la relación con la naturaleza y con la humanidad; y por la virulencia de las formas de dominio y explotación, el copamiento de la subsunción real de la vida al capital. (ii) El tiempo de la incertidumbre del camino; una transformación sin sujeto; o más bien un tiempo germinal, con múltiples sujetos portadores de semillas de transformación. El giro hacia una estrategia más mesiánica, las luchas cotidianas, parciales, múltiples, con significantes utópicos transversales-comunes.
2. El fetichismo del Estado y del consumo
Las tres grandes propuestas de transformación, derrotadas en el siglo XX, el socialismo real, la socialdemocracia y las luchas de liberación nacional, tienen como centro la conquista del poder del Estado. Con ello, contribuimos a consolidar una maquinaria absolutista de dominio de la sociedad, la jaula de hierro. El giro desde un socialismo estatalista a la visión del común desde la sociedad-humanidad, lo comunitario insurgente. La recuperación de la ética y la democracia como fundamento de los proyectos alternativos.
Desde el Sur, la reducción de las luchas antiimperialistas al enfrentamiento del poder norteamericano, desconociendo la modificación profunda con la presencia de un imperialismo centralizado, no sólo en términos económicos (99-1), sino sobre todo ideológicos (la Matrix), llevó a distorsionar las luchas frente al Estado nacional, justificamos los límites de las salidas «progresistas» por la justificación geopolítica del alineamiento mundial. Se requiere un giro desde la geopolítica de los Estados, al internacionalismo de los pueblos.
El centro de la subsunción real de la vida al capital, ya no está sólo en el dominio del mundo de la producción y el trabajo, sino también y, sobre todo, en el dominio del mundo del consumo y de la construcción de subjetividades. Las luchas reivindicativas se han centrado en la satisfacción de necesidades, con lo que contribuimos a consolidar la maquinaria utilitarista y la visión del progreso. El giro a una visión de tiempos límites y de arquitectura de subjetividades-sujetos en las brechas de ruptura antisistémica construidas desde abajo.
3. La raíz patriarcalista
Las luchas postcapitalistas se articulan con las luchas postpatriarcalistas, como uno de los ejes transversales de todas las luchas.
4.2. En segundo lugar, se trata de dibujar líneas programáticas que orienten los caminos desde los puntos de ruptura antisistémicos construidos desde abajo, en el tiempo táctico.
El dilema se mueve en la perspectiva de un Estado fallido o la posibilidad de un camino difícil de soberanía (desconexión-conexión selectiva), y acumulación desde abajo (desde las economías productivas y las economías comunitarias).
Las raíces son estructurales: desde el lado del patrón de acumulación, rentismo extractivista, dependencia, capitalismo especulativo y criminal, cambio climático y destrucción de la naturaleza, monopolización y desnacionalización de la riqueza; desde el lado del modo de vida, patriarcalismo y dominio instrumental de la naturaleza. Se requiere una estrategia de largo alcance para el cambio, no sólo a nivel interno, sino en el marco de la condiciones y procesos globales. Es el tiempo de pensar el cambio en la perspectiva de los bienes comunes de la humanidad, de la construcción de una sociedad postcapitalista y postpatriarcalista. Pero se puede empezar con algunas medidas claves, ubicando los puntos con capacidad de ruptura antisistémica.
La salida empieza por mirar desde abajo, desde la vida de la gente, de los sectores productivos, de los pueblos originarios, de los trabajadores, de las comunidades campesinas, de los hombres y mujeres que luchan por una vida digna, de la reserva moral y productiva del país. Las victorias en las luchas contra el extractivismo en Río Blanco y en la Amazonía, muestran el camino. Los pasos en el caso de los Zambranos muestran la posibilidad de la lucha contra la corrupción.
El primer elemento es defender el acumulado de la riqueza social en manos del Estado, y ponerlo al servicio de los sectores productivos, sobre todo comunitarios y colectivos, comunas, cooperativas, asociaciones, artesanos, pymes, de los pueblos originarios, de las familias trabajadoras.
El principal ahorro está en los fondos de seguridad social que han sido arrasados en los diez años de correismo. La deuda del Estado al IESS bordea los 3.5 mil millones de dólares, hay que sumar los préstamos al Estado, que son cubiertos con papeles que no tienen respaldo, y que están en torno a los 9 mil millones de dólares. En lugar de privatizar los bienes públicos en favor de las transnacionales y los brókeres locales, demandamos que se entregue el Banco del Pacífico al IESS, bajo el control y la dirección de los trabajadores y los jubilados. Con ello, se puede impulsar un agresivo proceso de reactivación productiva, con el respaldo de créditos para los emprendimientos de los afiliados y pensionados, con tasas de interés que no superen el 8%, para enfrentar la expoliación de la banca privada que aplica intereses prohibitivos del 18, 20, 22% sobre todo a los sectores productivos.
Una segunda medida es el viraje de la orientación financiera a una orientación productiva de la economía, para impulsar un proceso de acumulación hacia adentro. En esta perspectiva, un paso inicial es la reducción de la tasa de interés de los créditos de la banca al 8%, sobre todo para los emprendimientos productivos; y el fortalecimiento de las redes comunitarias de crédito y financiamiento.
Una tercera medida es recuperar los dineros de la corrupción. La Comisión Nacional Anticorrupción calcula un perjuicio en torno a los 30 mil millones de dólares en los diez años de Alianza País. Estos bienes han sido apropiados por los intermediarios locales, la responsabilidad es de los altos mandos del régimen de Rafael Correa; pero la mayor parte ha ido a parar a manos de las transnacionales. La lucha contra la corrupción tiene sentido cuando se para la impunidad y se recupera los bienes para el país. El riesgo es que los fondos de la corrupción queden en manos del gobierno norteamericano. Se requiere un plan integral: leyes de recuperación de fondos a nivel nacional e internacional, actuación coordinada de la justicia y los organismos de control, participación activa de la ciudadanía. Si recuperamos los fondos de los casos emblemáticos, Odebrecht, Petrochina, Refinería de Esmeraldas, Refinería del Pacífico, Singue, Mandariacu, Caminosca, Papeles de Panamá, Centrales hidroeléctricas, Telefónicas, tendríamos recursos para la reactivación productiva, sin acudir a paquetazos de ajustes. Para una proyección programática se requiere vincular la lucha contra la corrupción a un Plan alternativo de una nueva Ética, volver a vincular la ética con la política. Un viraje desde el discurso general y abstracto de la lucha contra la corrupción y la ética, a la fundamentación concreta de la ética en la vida de los excluidos.
Una cuarta medida urgente es la reactivación del agro, con la reorientación de la producción hacia el mercado interno, un modelo de sustitución de importaciones de los productos de la canasta básica, que parte de la solución a los problemas de apropiación monopólica de la tierra, bajo mecanismos de acumulación por desposesión de las tierras comunales.
Una quinta medida, es la proyección de las luchas antiextractivistas hacia la modificación de la relación con la naturaleza, con un Plan de tratamiento territorial diversificado de la biodiversidad, basado en la consolidación de áreas protegidas de biodiversidad y de vida de las comunidades indígenas, campesinas y afro, liberadas de la explotación extractivista; áreas de producción agrícola, orientadas al modelo de sustitución de importaciones de la canasta básica en combinación con proyectos de turismo; áreas limitadas de explotación de recursos naturales necesarios para la vida de la población.
Una sexta medida, es el paso de un modelo consumista y de subsunción real de la vida al capital, a un modelo de reproducción respetuosa de la vida de la naturaleza y de la sociedad. Una base es proyectar las luchas feministas, las luchas de género y de defensa de los derechos de los niños-niñas-adolescentes, no sólo al enfrentamiento de los efectos de la violencia, sino a la construcción de visiones y prácticas post-patriarcalistas.
4.3. Sobre estos fundamentos es posible pensar diversas formas de reconcentración organizativa, espacios de confluencia que combinen la fuerza de la diversidad, la participación de las diversas identidades, proyectos, visiones, con el acuerdo sobre elementos rectores de las búsquedas, significantes trasversales que junten las luchas en la constitución de nuevos actores colectivos.
Los «progresismos» han sido derrotados sobre todo en dos campos: la democracia y la ética. Dos campos tomados por el capital y el patriarcalismo.
El triunfo de la democracia liberal ha creado dos fuentes de legitimación: el dominio de las reglas del Estado, la forma más alta es el Estado de derecho y su variante actual el Estado de derechos y justicia, como fuente de legitimidad y autorización de las acciones. Y el dominio de la regla de la mayoría, el triunfo electoral, como fuente de la autoridad.
Los progresismos abandonaron este campo desde el discurso de la participación, en un juego perverso de suplantación de la voluntad general por el dominio del Estado-partido-caudillo, bajo formas bonapartistas-populistas-autoritarias.
La democracia liberal en la fase actual del capitalismo tardío, es una paradoja, funciona sobre la base de la fractura entre política y poder. La política pretende moverse en el campo de los derechos y las normas, para lo que requiere el funcionamiento del Estado-nacional; el poder globalizado rompe esas fronteras e impone la lógica del capital mundial.
Vivimos una inflación política de la ética. La lucha contra la corrupción se ha convertido en un arma clave en la disputa política. Los gobiernos «progresistas» han sido cercados por las denuncias de corrupción. El consenso se asienta en el señalamiento de la denuncia del «otro», del «enemigo». El problema no está en el ataque desde el adversario, las armas del «golpe blando», sino en el desmoronamiento desde adentro. El tema clave está en la articulación con la expansión global de una racionalidad cínica, asentada en la ruptura de la relación verdad-bien y el dominio de la conciencia del mal. Un proceso perverso en el que el conocimiento y la información no se dirigen al bien, como esperaba el ideal iluminista, sino que bajo el dominio del poder se orienta al éxito individual y de grupo y, en las esferas más altas, al dominio del capital criminal. La bolsonarización de la sociedad se asienta en dos pilares: la lucha contra la corrupción del otro, y la segurización autoritaria de la política; la imagen del macho alfa como el salvador ante la decadencia moral y la inseguridad.
La cuestión es volver a la fuente del sentido de la democracia y de la ética, en dos direcciones: como la ausencia del «Gran Otro», la ausencia de un significante maestro, y la presencia de múltiples significantes-sujetos, la democracia de la diversidad, la hegemonía de la diversidad, en donde cada significante-sujeto da testimonio de una verdad construida en la división y la convergencia. Y la fundamentación autónoma de la legitimidad de las actuaciones, la legitimación democrática de la actuación sin permiso de un poder (estatal) externo, bajo la forma de poderes autónomos-paralelos y liberación de territorios geográficos y espirituales. La condición es, sobre todo, la democracia de la diversidad en la dirección.
La tarea no es sólo que todas las voces se puedan expresar y escuchar, sino al mismo tiempo «sustraer» y construir la tensión antagonista subyacente a todas las luchas, reducir la multiplicidad a su mínima diferencia: como dice Zizek, «La política emancipatoria siempre se centra en esa ‘parte de ninguna parte'»: descubrir el punto límite de cada sujeto-significante, en el que puede quebrar el sistema. El inmigrante como el sujeto de la nuda vida, en cuanto está aquí expulsado del Estado de derecho; las luchas femeninas y de género, como la condición de la superación del patriarcalismo; el niño-niña violentado como objeto de la violencia absoluta y condición de humanidad; los nuevos desarraigados y desposeídos que no tienen nada más que perder que sus propias cadenas, como el signo límite de a transformación.
Con ello, se levanta una nueva ética, ya no de la solidaridad y de la compasión, sino de la «parti-cipación», reconocernos como parte del proceso desde nuestra propia subjetividad. La ética de la comunidad, ser-con-nos-otros, desde un sentido insurgente. El nuevo sujeto parte de la comunidad, de lo comunitario como ordenador del mundo económico, político, cultural.
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