Hace unos días publiqué un artículo mostrando cómo el presidente del Banco Central Europeo había presentado a los líderes europeos unos datos sobre la evolución de la productividad y los salarios en diferentes países que o estaban manipulados o manifestaban un desconocimiento tremendo de cuestiones económicas básicas ( Las trampas de Draghi […]
Hace unos días publiqué un artículo mostrando cómo el presidente del Banco Central Europeo había presentado a los líderes europeos unos datos sobre la evolución de la productividad y los salarios en diferentes países que o estaban manipulados o manifestaban un desconocimiento tremendo de cuestiones económicas básicas ( Las trampas de Draghi para bajar salarios ). Califiqué ese hecho como una trampa porque de esa forma se confundía a la gente para poder sacar adelante propuestas que no tienen otro fundamento que la ideología neoliberal de quien las propone.
Ahora de nuevo hay que denunciar otra publicación del Banco Central Europeo cuyos resultados confunden a la población y que se difunden para ayudar a la política reaccionaria de la señora Merkel y su gobierno, empeñados en justificar su guerra económica contra Europa diciendo a sus conciudadanos que la desidia de los países del sur de Europa obliga a que las familias alemanas, que son las más pobres, paguen sus excesos.
Diversos medios de comunicación tan influyentes como The Wall Street Journal, Financial Times o Frankfurter Allgemeine se han hecho eco en los últimos días de un trabajo publicado por el Banco Central Europeo en la revista Statistics Paper ( «The Eurosystem Household Finance and Consumption Survey, Results from the First Wave» ) en la que se cuantifica la riqueza de las familias de los países europeos mostrando que la de las alemanas es menor que las de otros países de la periferia europea.
Los titulares de esos medios son significativos: «Ricos chipriotas, pobres alemanes» Reiche Zyprer, arme Deutsche ) en Frankfurter Allgemeine, «¿Los más pobres de Europa? Mire al Norte» ( Europe’s Poorest? Look North ) en The Wall Street Journal, o «Los pobres alemanes cansados de rescatar a la eurozona» ( Poor Germans tire of bailing out eurozone ) en Financial Times.
Pero ese estudio que sirve para proclamar a los cuatro vientos lo injusto que resulta que sean precisamente los alemanes quienes paguen la deuda de esos países con familias más ricas, tiene truco. Como acaban de demostrar los investigadores Paul de Grauwe y Juemey Ji en un artículo publicado en Social Europe Journal ( Are Germans Really Poorer Than Spaniards, Italians And Greeks? ) de los datos que el Banco Central Europeo proporciona en ese estudio no se pueden extraer semejantes conclusiones porque se refieren a la riqueza mediana de las familias estudiadas y no a la riqueza media.
Para quienes no estén habituados a estos conceptos, mostraré su diferente significado con un sencillo ejemplo.
Supongamos que se trata de comparar la riqueza de las familias de dos países A y B, que la riqueza de las cinco familias del país A es 12,13,14,15,16 y la de las familias del país B de 7,8,9,10,71.
La mediana es el valor de la variable que tiene por debajo y por encima el mismo número de observaciones. Por tanto, en el país A la riqueza mediana sería 14 y en el país B sería 9.
Pues bien, veamos por qué es muy incorrecto decir que las familias del País A son más ricas que las del B, o que el país A es más rico por esa razón que el B.
Si en lugar de tomar la mediana tomamos la media (que es el promedio de la observaciones, es decir, el resultado de dividir su valor total entre el número de familias, en este caso) resulta que la riqueza media de las familias del país A es de 14, mientras que la de las familias del país B es de 21.
Lo que ha ocurrido es lógico: la mediana ha «ocultado» la gran riqueza que se acumula, sobre todo, en la quinta familia del país B.
Este simple ejemplo permite comprobar, por lo tanto, que lo relevante no es la mediana (en este caso de la riqueza) sino tener en cuenta la diferencia que hay entre la mediana y la media porque esa diferencia es la que indica el grado de desigualdad que existe entre las variables observadas.
En el ejemplo se ve claramente que el País B que aparece como más pobre si la riqueza se mide por la mediana es en realidad bastante más rico.
En su comentario al estudio del BCE, de Grauwe y Ji muestran que si se toma en cuenta la desigualdad los resultados a los que se llegan son otros. Así, comprueban que la diferencia entre la riqueza del 20% de las familias más ricas y el 20% de las más pobres es de 149 a 1 en Alemania, una desigualdad entre diez y quince veces mayor que la que se registra en España, Italia, Grecia o Portugal, por ejemplo.
Por tanto, no se puede afirmar, como se está haciendo, que las familias alemanas como un todo sean más pobres que las de los demás países. Al decir esto, se oculta que lo que pasa en Alemania es que la riqueza familiar está mucho más concentrada que en los demás países y que allí una parte pequeña de las familias, las muy ricas, se quedan con la mayor parte de la riqueza.
Además, de Grauwe y Ji indican que contemplar solo la riqueza de las familias a la hora de sacar conclusiones sobre lo injusto de que un país rescate a otro es también muy inadecuado. Afirman con razón que habría que tener en cuenta, además de la riqueza de las familias, la que tienen las empresas y el gobierno.
Y ahí resulta también que lo que ocurre en Alemania es que la parte de la riqueza total que le corresponde a las familias, en relación con la de empresas y sector público, es más reducida que en otros países europeos.
Si se contempla la riqueza en su conjunto, y no solo la familiar, por ejemplo a través del stock de capital per capita, resulta que la que hay en Alemania es casi el doble que la que corresponde a países como España, Grecia, Portugal, Irlanda o incluso Italia.
En definitiva, otra vez hace trampas el Banco Central Europeo difundiendo una visión parcial de la realidad que es utilizada por los grandes medios de comunicación para apoyar la estrategia del gobierno alemán orientada a favorecer cada día más a sus grandes empresas y bancos.
El BCE es un instrumento de los grandes grupos de poder empresarial y financiero europeo cuyo mejor representante político es el actual gobierno alemán y en esta ocasión lo demuestra ayudando a que se oculte que lo que ocurre en Alemania no es que el país en su conjunto, o la totalidad de sus familias, se esté empobreciendo por culpa de los países del sur. Es otra cosa: allí hay cada vez más familias alemanas que se empobrecen pero porque la riqueza se concentra en cada vez menos ricos alemanes. Ricos alemanes que también lo son gracias al expolio que sus empresas y bancos, con la inestimable ayuda del Banco Central Europeo, están produciendo en los países del sur.
Merkel y su gobierno no solo son el enemigo número uno de Europa sino también de la inmensa mayoría de los alemanes.