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Más vale un idiota en mano que cien volando

Fuentes: Rebelión

Si Álvaro Vargas Llosa está en lo cierto, no cabe duda que el cubanoamericano Carlos Alberto Montaner ha sufrido una recaída. Hagamos un poco de historia. En 1996, año en que estos dos escritores junto al colombiano Plinio Apuleyo Mendoza presentaron en sociedad su libro «Manual del Perfecto Idiota Latinoamericano…y Español» -para algunas una defensa […]

Si Álvaro Vargas Llosa está en lo cierto, no cabe duda que el cubanoamericano Carlos Alberto Montaner ha sufrido una recaída. Hagamos un poco de historia. En 1996, año en que estos dos escritores junto al colombiano Plinio Apuleyo Mendoza presentaron en sociedad su libro «Manual del Perfecto Idiota Latinoamericano…y Español» -para algunas una defensa del liberalismo en clave de humor, para otros un panfleto terapéutico dirigido a humillar a la izquierda, para varios una apología del imperialismo norteamericano y para no pocos una autobiografía sicológica- el escritor peruano-español le reveló a Trinidad de León-Sotelo, periodista del diario ABC, que «el problema más exagerado de la idiotez es negarse a aprender de la realidad» [i] . Tomando como tabla de medir la aseveración de Álvaro, creo que vale la pena -para que no nos coja desprevenidos- asomarnos a los dos más recientes artículos de Carlos Alberto sobre Cuba y Fidel Castro.

No es ocioso recordar que en 1996, momento escogido para el lanzamiento del libro, todo hacía indicar que el mundo se volvería irremediablemente neoliberal y que sobrevendría luego el Fin de la Historia. No es casual entonces que a la pregunta de la periodista de ¿Quién es el idiota mayor?, los tres respondieran a coro: . No obstante, como en última instancia el principal interés del trío era vender el libro -un poco para darle confianza a sus potenciales lectores, que podían sentirse aludidos con las imputaciones provocadoras que ellos hacían en el mismo- se permitieron la licencia poética de confesar: «los tres fuimos idiotas, lo malo es seguir siéndolo» [ii] .

Vamos directo a lo que nos ocupa. En sendos artículos, publicados en el diario El Nuevo Herald el 30 de diciembre y el 2 de enero pasados, Carlos Alberto rittorna a posiciones que – francamente- creíamos ampliamente superadas por los hechos. Ya en junio de 1996, Montaner dijo a la periodista Hilda García, del diario Reforma de México: «Castro no cae por lo mismo que no cae Corea del Norte. La represión está muy bien organizada y es impenetrable. Además como buen caudillo latinoamericano tiene un control personal, casi total sobre las Fuerzas Armadas, sobre el Ministerio del Interior, sobre el Partido y un régimen de esta naturaleza es muy difícil de hacerlo cambiar» [iii] .

Casi diez años después -cuando felizmente el péndulo viene de regreso y el que anda en la clandestinidad, en América Latina, es el neoliberalismo- Montaner -obstinadamente negado a aprender de la realidad- escribe en el Herald: «Castro ha durado casi cinco décadas en el poder, pese a ser un desastroso gobernante, porque ha creado una hermética jaula institucional de la que no hay escape posible. Su permanencia no tiene nada que ver con su talento como líder, de la época en que vivimos, ni de sus habilidades como estratega. No son sus virtudes lo que lo sostienen, sino sus defectos…

Y agrega: «Castro controla totalmente el parlamento, el sistema judicial, las fuerzas armadas y los medios de comunicación, mientras la policía política vigila, intimida y castiga a cualquier miembro de esa estructura de poder que se desplace un milímetro de la línea oficial. Los demócratas de la oposición –un puñado de mujeres y hombres extraordinariamente valientes–, permanentemente espiados y penetrados por los cuerpos de Seguridad, tampoco pueden moverse más allá de los estrictos límites que les señala el aparato, y, cuando lo hacen, los encarcela, maltrata o mata sin la menor compasión. ¿Por qué los cubanos no se quitan a Castro de encima? Exactamente por las mismas razones por las que los norcoreanos no se sacuden a Kim Jong-il: porque no pueden» [iv] .

Quien conozca tan sólo un poco de la historia de Cuba, sabe que Montaner está en un franco desvarío. No le faltan al pueblo cubano ejemplos de heroísmo. ¿Acaso no pelearon en el siglo XIX con machetes contra el poderoso ejército español de la época?. Los cubanos conocen que en esa guerra, la tropa comandada por el coronel Pedro Delgado se arrojó sobre las bayonetas españolas teniendo por arma sólo el vaso de beber agua. El propio Fidel Castro, en su alegato por los sucesos del Moncada, al rememorar la hazaña señalaba: «Así luchan los pueblos cuando quieren conquistar su libertad: les tiran piedras a los aviones y viran los tanques boca arriba (…) ningún arma, ninguna fuerza es capaz de vencer a un pueblo que se decide a luchar por sus derechos» [v] .

Al momento de redactar este artículo, tengo en mis manos un libro titulado «Breve historia de Cuba», escrito por Jaime Suchlicki -alguien avecindado en Miami, que recibe dinero de la USAID para que estudie la transición cubana, y, por tanto, libre de toda sospecha de simpatías con Fidel Castro-, y publicado por Environ Publishers en el 2002, en cuyas páginas 131 y 133 puede leerse: «La policía de Batista torturaba y asesinaba a los reales revolucionarios y a los sospechosos de serlo. Cuerpos baleados de hombres jóvenes eran hallados en las principales calles de la capital con bombas atadas, como recordatorio de los castigos que los revolucionarios podrían recibir. Se desarrolló una ola de repulsa nacional contra tales métodos y contra una dictadura que insistía obstinadamente en mantenerse en el poder (…) Batista y sus más cercanos colaboradores escaparon a la República Dominicana en las primeras horas del primero de enero de 1959, el poder se hallaba en la calle».

Qué tal si les digo que, en la contratapa del libro de Suchlicki, puede encontrarse la siguiente opinión de Carlos Alberto Montaner: «Es una excelente síntesis de la historia de Cuba. Recoge todo lo que se necesita saber para entender qué ha sucedido en ese país y por qué. Es el libro perfecto para aproximarse a esa isla fascinante y desgraciada». Dime algo.

Después de todo, a Montaner hay que comprenderlo. Por un lado, cada día son menos los países latinoamericanos a los que puede ir el mes antes de las elecciones a vender al candidato de los norteamericanos; y por el otro, no es mentira que él se pasó toda la década de los noventa anunciando la inminencia de la caída de la Revolución Cubana, para luego refugiarse en un disparate: «Castro no se cae porque no tiene para donde caerse».

Si es cierto lo que afirman Apuleyo, Vargas Llosa y Montaner, de que la idiotez latinoamericana es como el sarampión, lo más seguro -con las evidencias que ya tenemos- es que aislemos a Carlos Alberto. Después de todo, el sarampión es una enfermedad eruptiva y febril, con altas posibilidades de contagio.

Y aquí les va la del estribo. En abril de 1996, cuando comenzaba el lanzamiento del libro de marras en Latinoamérica, Montaner reveló que había recibido de una revista la insólita propuesta de escribir un examen urgente e infalible -como los test del embarazo- para que los lectores pudieran comprobar si eran idiotas y el grado de idiotez que padecían. En esa ocasión confesó, en un tono de complicidad: «no es poca cosa aparecer en el Espasa dentro de unos años como . No lo logró entonces como idiotólogo. Quien quita que, para no renunciar a la gloria, se haya decidido ahora a alcanzar el éxito como idiota. Cuidemos que no se nos extinga. No por gusto dice el dicho que «más vale pájaro en mano que cien volando».



[i] De León-Toledo, Trinidad. Artículo «Álvaro Vargas Llosa, Mendoza y Montaner le sacan los colores al

perfecto idiota español. ABC, martes 24-9-96.

[ii] Ibidem

[iii] García, Hilda. Artículo «Siempre hay un idiota». Diario Reforma, 21-6-96.

[iv] Montaner, Carlos Alberto. Artículo «Castro y las dos preguntas que todo el mundo se hace» Nuevo Herald

2-1-06

[v] Castro, Fidel. «La Historia me Absolverá». Editorial Ciencias Sociales, 1993. pp 28 y 30.