Un fenómeno con manifestaciones tanto físicas como psicológicas.
La construcción de una masculinidad hegemónica que todavía persiste es uno de los factores que silencian e invisibilizan la existencia de la violencia contra los hombres, un fenómeno con manifestaciones tanto físicas como psicológicas.
«Se ejerce violencia de los hombres contra los hombres, de mujeres contra los hombres y, más aún, violencia de los hombres contra sí mismos», dijo el sexólogo Pedro Pablo Valle, al intervenir como moderador de un intercambio sobre el tema en el grupo sicoeducativo Acompasex, el pasado jueves 17 de febrero.
El especialista comentó que ellos no hablan del asunto y menos aún lo denuncian, porque eso los hace sentirse y verse como débiles, lo cual no encaja con esa forma tradicional de «ser hombres» aprendida históricamente.
«En ese mundo azul creado desde la infancia, nos enseñan a ser fuertes; poner en evidencia que nos violentan nos hace débiles», apuntó el experto y agregó que muchas veces ese sentimiento conlleva que se violenten a sí mismos.
Una de las participantes en el intercambio, Carla PS, puso como ejemplo de ese tipo de conductas la asunción de comportamientos de riesgo para, supuestamente, aparentar que no tienen miedo a nada.
Entre otras mencionaron en el diálogo el descuido de la salud personal, pues ir al médico se considera una expresión de debilidad, de ahí que los hombres mueran de muchas enfermedades antes que las mujeres.
Valle aludió a la cantidad de muertes por accidentes, que es 10 veces más alta en hombres que en ellas, lo cual está muy asociado a esa construcción dañina de la masculinidad. De igual forma, señaló que el índice de suicidios es 12 veces mayor en ellos y refirió que, tras el dato, subyace el pensamiento de que si asumen la decisión de quitarse la vida, no lograrlo significa quedar en ridículo.
Muy ilustrativo fue el caso expuesto por la psiquiatra Yamira Puentes, quien compartió la historia de un hombre víctima de abuso sexual en su niñez y que recientemente sufrió otra agresión de esa naturaleza, cuando dos hombres colaboraron para arrinconarlo en un espacio pequeño y uno de ellos le tocó los genitales.
De acuerdo con la especialista del Cenesex, a pesar de que el protagonista se siente «afectado en su hombría», manifiesta no estar en condiciones de denunciar el hecho y tampoco sabe si existe figura delictiva para dicha situación.
El asunto generó varias opiniones, pues puso en evidencia una de las razones por las cuales se conocen mucho más los episodios de violencia contra las mujeres que historias como la descrita.
El asesor jurídico del Cenesex, Yuleiski More, explicó que técnicamente en el suceso se tipifica el delito de abusos lascivos; sin embargo, en este como en otros hechos parecidos, el temor a denunciar que expresa la víctima, porque «pone en riesgo su masculinidad», provoca que exista un subregistro de actos violentos contra los hombres. En Cuba existe muy poco sobre el tema, acotó.
«Esto también tendría que ver con la falta de conocimiento sobre sus derechos, al creer que no le harían caso porque devaluarían la importancia que tiene lo ocurrido», consideró Carla PS y agregó que este comportamiento también pudiera estar asociado a un mecanismo de defensa para quitarle importancia y disminuir el impacto desagradable que generó en él.
Más allá de que pueda o no conocer sus derechos, dijo el moderador, cuando llegue a denunciar sabe que, desde su construcción de la masculinidad, los y las agentes policiales pueden tomarlo como burla o algo sin importancia. «Esta violencia no se ve ni se le da la importancia que debe tener, incluso en los varones adolescentes», remarcó.
Por su parte, la forista Carmen María Arenas opinó que el desconocimiento de estos sucesos disminuye la posibilidad de ayudar a combatir las manifestaciones de violencia, porque la falta de visibilidad hace que no se considere como un problema a atender.
En este sentido, Carla PS aludió a las manifestaciones que se dan en el ámbito doméstico por parte de la mujer. «Se asume con mucha naturalidad que la típica violencia doméstica es del esposo sobre su mujer, pero la mujer también puede ser violenta en muchos sentidos con su esposo», precisó.
La forista comentó que resulta molesto cómo en las películas se representa este fenómeno de manera naturalizada y aparentemente «graciosa», al mostrar a mujeres dándoles bofetadas a hombres en cualquier tipo de circunstancias, lo cual es como darles licencia para agredirlos físicamente.
A las expresiones de violencia psicológica se refirió Aidee Rodríguez Infante, para quien la omisión de diálogo en el hogar, cuando un hombre llega o interrumpe su ciclo de llegada a casa, es una de las más comunes.
La violencia doméstica hacia los hombres es mucho mayor de lo que imaginan, advirtió Pedro Pablo Valle, en particular la psicológica y la manipulación, que se sustenta muchas veces en el no cumplimiento de las cualidades de la construcción hegemónica.
Al respecto Yamira Puentes ejemplificó con la manera de abordar la aceptación de la infidelidad, algo duramente juzgado en los hombres. Mientras Carla PS aludió a la presión que se ejerce sobre ellos para un buen desempeño sexual y la ansiedad que esto conlleva por la sobre exigencia por parte de la pareja.
El debate también ahondó en las razones por las cuales se escucha hablar muy poco de las luchas de los hombres por sus derechos, un asunto vinculado a la sociedad patriarcal establecida.
Los derechos actuales fueron creados por los propios hombres, de manera que luchar contra ese orden sería como admitir que se es débil, argumentó Valle, quien recordó que los derechos reproductivos de ellos es un asunto en las sombras, a pesar de ser un aspecto tan relevante.
«Luchar por derechos no legitima su posición de poder», manifestó la forista Joviana, en cuyo criterio ellos se sienten cómodos en su ‘superioridad’ de género, porque creen que la condición masculina puede resolverlo casi todo, como la expresión que reza: ‘donde hay hombres no hay fantasmas'».
Al final eso favorece al patriarcado como sistema, opinó María Alejandra Armas, porque «por mucho que luche la parte desprivilegiada, no logrará nada si la privilegiada no se involucra, y actualmente el sentimiento que prevalece es el miedo a que el feminismo les quite sus privilegios».
El llamado, subrayó Puentes, es a involucrar a todos en una sociedad más justa, porque de lo contrario siempre quedará una parte de la sociedad que no aprenderá a vivir en una cultura de paz.