Pero a Ramón Jáuregui, diputado del PSOE, no le valen consejos y se puso a hacer preguntas cuando no quiere respuestas. Con su mostrenca sorna habitual se preguntaba: ¿la alternativa al socialismo es el chavismo? Ayer hubiera hablado de castrismo. Y se lo preguntaba, precisamente, el mismo día en que la ONU felicitaba a Cuba […]
Pero a Ramón Jáuregui, diputado del PSOE, no le valen consejos y se puso a hacer preguntas cuando no quiere respuestas. Con su mostrenca sorna habitual se preguntaba: ¿la alternativa al socialismo es el chavismo? Ayer hubiera hablado de castrismo.
Y se lo preguntaba, precisamente, el mismo día en que la ONU felicitaba a Cuba por los logros de una revolución bloqueada y agredida que, en poco más de 50 años, casi lo que viene a ser mi vida, se sobrepuso a su condición de colonia, se sacudió vasallajes e imperios, adquirió su independencia, erradicó el analfabetismo, construyó escuelas y hospitales, distribuyó el pan y el trabajo, mientras se la invadía, se la difamaba y bloqueaba. Y que aún tiene arrestos para recibir a miles de estudiantes sin recursos del llamado tercer mundo y, gratuitamente, brindarles una carrera; o acoger y sanar a cientos de niños ucranianos víctimas de Chernóbil; o abrir sus aulas gratuitas a niños saharauis, o sostener con cientos de médicos la precaria salud de un precario país como Haití. No deja de ser curioso pero, nadie como Cuba practica mejor el evangelio.
Cuba es hoy el país de Latinoamérica con mejores condiciones para la maternidad. Todas las mujeres cubanas paren en centros de salud y reciben asistencia médica gratuita y permanente desde el primer mes de embarazo. Menos de cinco niños mueren por cada mil nacidos en lo que representa la menor mortalidad infantil de América, incluyendo los Estados Unidos. Cuba disfruta de una de las mayores coberturas del mundo en vacunación infantil.
Cuba es también, lo decía UNICEF, el único país de América Latina y el Caribe que no padece desnutrición infantil, y todas las niñas y niños están escolarizados. Y subrayo las niñas porque el 63% de las plazas universitarias están ocupadas por mujeres cubanas. Además de la gratuidad de la salud pública y de la educación, el Estado cubano subsidia alimentos, transporte, agua, electricidad y otros servicios. Y su sistema de seguridad social facilita ropa y muebles a familias con problemas, mantiene centros de acogida para huérfanos y financia comedores para jubilados. Cuba es parte de un reducido grupo de países en los que la esperanza de vida supera el 78% entre los hombres y el 80% entre las mujeres. Cuba dedica el 9.3% de su Producto Interno Bruto a la educación, situándose a la cabeza de Latinoamérica y de la mayoría de países europeos. De ahí el millón de graduados universitarios que hay en Cuba.
Y Venezuela sigue ese mismo camino que también secundan, cada una a su ritmo, otras patrias latinoamericanas tras siglos de penar la tutela de un modelo económico y social que sólo ha demostrado su eficacia en la multiplicación de la miseria, en la destrucción del medio ambiente, en la desigualdad social y en la degradación humana.
Pero Ramón Jáuregui no pregunta por saber sino por confirmar. Busca que se le aplauda que el socialismo que promueve presidiera la OTAN en sus humanitarias guerras, si fuera imprescindible; o financiara a los bancos en su voraz expolio, si fuera necesario; o arropara a la corte en su matanza de elefantes, si fuera inevitable. Y todo es inevitable, necesario e imprescindible porque no hay delito en el código penal que no se haya practicado con tanta impunidad como insistencia.
Ramón Jáuregui siempre ha sabido la respuesta a su pregunta: las cloacas.
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