El titular de la noticia es fabuloso: «El número de desempleados registra en junio el mayor descenso de la serie histórica, 98.853 personas». Dicho así, es un dato tan positivo que deslumbra pero resulta tan increíble a poco que se mire lo que hay a nuestro alrededor que ni siquiera el gobierno, muy dado […]
El titular de la noticia es fabuloso: «El número de desempleados registra en junio el mayor descenso de la serie histórica, 98.853 personas». Dicho así, es un dato tan positivo que deslumbra pero resulta tan increíble a poco que se mire lo que hay a nuestro alrededor que ni siquiera el gobierno, muy dado a las manifestaciones jubilares, lo ha mostrado con algarabía. Al revés, lo ha comentado muy cautelosamente, como si tampoco se lo creyera.
El dato, efectivamente, hay que leerlo con cuidado porque el descenso en el número registrado de personas desempleadas respecto al mes anterior se produce en un momento especial y acompañado de otros datos que no son igual de satisfactorios.
El momento es el de la puesta en marcha de contratos estivales, sobre todo en el sector turístico, lo que significa que el dato está, como dicen los estadísticos, «estacionalizado», es decir, inflado por ese efecto coyuntural. Si se «desestacionaliza», resulta que el paro creció en 18.697 personas y si se compara con el año anterior y no solo con el mes de mayo, los datos de los servicios de empleo indican que el paro registrado se ha incrementado en 493.468 personas (11,97%) y también el número de contratos, que descendió un 28.296 (un -2,16%).
Y el dato del titular también queda matizado si se tiene en cuenta que en el mes de mayo se tramitaron 924.569 prestaciones por desempleo, lo que supone un aumento del 22,8% respecto al mismo mes del año anterior. Y, por cierto, disminuyendo la cobertura de las prestaciones, del 69,30% en mayo de 2011 al 65,40% en el mismo mes de 2012.
Respecto al año anterior también se ha reducido la contratación acumulada en los primeros seis meses, puesto que al acabar junio de este año hay 434.661 contratos menos (-6,25%) que en el mismo periodo de 2011.
Y la buena noticia deja de serlo también al considerar que en junio de 2012 los contratos de trabajo de carácter indefinido registrados (91.516) solo representaron el 7,13% de todos los contratos, lo que supone un descenso de 3.408 (-3,59%) sobre igual mes del año anterior y una clara muestra del progresivo deterioro del empleo en España y de la condición de vida de los empleados españoles.
Además, y como prueba de que las reformas laborales recientes van buscando conscientemente el incremento del empleo a tiempo parcial, los datos de los servicios de empleo muestran que han aumentado un 2,56%, mientras que los de tiempo completo han disminuido un 7,39%, también respecto a junio de 2011. De hecho, los contratos temporales con jornada a tiempo parcial ascienden a 408.579 y son los que más suben, un 31,82%.
En fin, vistos en su conjunto los datos no son tan magníficos como parece a simple vista e incluso, teniendo en cuenta lo que indican otros registros sobre la marcha general de la economía, lo que cabría preguntarse es si no habrá habido algún tipo de depuración estadística que haya influido, como tantas veces ocurre con las cifras del paro, en los resultados que acabamos de conocer. Quizá lo sepamos próximamente.
La clave que puede permitir explicar la situación del empleo en nuestra economía está en otro lugar. Quien quiera saber cómo está de verdad y cómo va a evolucionar en los próximos meses debe atender a otro tipo de datos porque lo seguro es que la creación de puestos de trabajo solo va a crecer cuando se resuelvan las dos circunstancias principales que están frenando la actividad empresarial privada y el impulso público al empleo: la caída de los ingresos que paraliza el consumo privado, la del gasto público que coadyuva a debilitar la demanda interna, sin la cual es imposible que las empresas contraten empleo, y la falta de financiación de las empresas.
Ninguna de esas se está abordando con decisión ni prioridad. Todo lo contrario, las autoridades se empeñan en apretar el grillete de la austeridad y en salvar a los banqueros en lugar de al sector financiero y eso, con total seguridad, va a deprimir aún más la actividad, a destruir más empleo y a dificultar que se cree el que se necesita para que la economía discurra por la senda del bienestar.
Hace falta una vuelta de tuerca en la política económica: abandonar para siempre la que se dirige a mantener privilegios y el poder de mercado de las grandes empresas y de los bancos y poner en marcha otra que apoye a la pequeña y mediana empresa, que es la que crea el 90% del nuevo empleo, sabiendo que lo que mejor la apoya es el aumento de la demanda mediante el incremento de los ingresos salariales y del gasto social.