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Mercado y socialismo del siglo XXI

Fuentes: Rebelión

El 16 de septiembre del año en curso Rebelión publicó un artículo de Víctor Flores Olea titulado «China: ¿Socialismo de mercado?», donde critica el socialismo de mercado, el consumismo y el mercantilismo en general; y defiende una sociedad socialista con una planificación de su economía con los siguientes rasgos: democrática, radical y abarcadora. No estoy […]

El 16 de septiembre del año en curso Rebelión publicó un artículo de Víctor Flores Olea titulado «China: ¿Socialismo de mercado?», donde critica el socialismo de mercado, el consumismo y el mercantilismo en general; y defiende una sociedad socialista con una planificación de su economía con los siguientes rasgos: democrática, radical y abarcadora. No estoy nada de acuerdo con la concepción de Víctor Flores. De manera que expondré punto por punto esos desacuerdos.

Socialismo pobre y socialismo rico

Según parece Víctor Flores formuló a unos jóvenes chinos que trabajaban en el sector servicio la siguiente pregunta: ¿Piensan que China es un país socialista o capitalista? Y le contestaron que esa pregunta pertenecía al pasado. Respuesta que disgustó a Víctor Flores. Después les formuló una segunda pregunta: ¿viven ahora mejor que antes y más felices? Y esta fue la respuesta: «ahora lo pasamos mejor que nuestros padres, puesto que en el pasado trabajaban 12 horas diarias, tenían salarios muy reducidos, no había grandes tiendas para comprar, y la vida era demasiado modesta y tradicional».

Aunque es tradicional en la izquierda decir que hay que escuchar a las masas, en verdad no se les escucha si lo que dicen va en contra de lo que el intelectual de turno de izquierda piensa. Está claro lo que dicen esos jóvenes. Quieren disfrutar de la vida, quieran grandes tiendas donde comprar, quieran trabajar menos horas y quieren hacer una vida más rica y moderna. Deng Xiaoping, que era ejemplar en cuanto estilo de vida asceta, comprendió que el socialismo que se había construido hasta el momento en China era un socialismo pobre. De ahí que promoviera reformas económicas para que China se convirtiera en una sociedad socialista rica.

¿Quiénes son los creadores de la riqueza? Los trabajadores. Pues en razón son ellos quienes tienen que disfrutar de la misma. ¿Qué joven proletario del mundo no ha pensado en la forma de enriquecerse para que sus padres puedan disfrutar de la vida? ¿Tiene sentido preguntarse si esto es capitalismo o socialismo? Por supuesto que no tiene sentido. El único sentido que tiene es que todo el mundo quiere ser feliz. Y para ser feliz hay que tener dinero. Y el dinero está para gastarse: para comprarse una buena casa, tener un buen coche, comer los fines de semana en un buen restaurante y disfrutar de unas buenas vacaciones. La riqueza está para disfrutarla. Y deben disfrutarla sus creadores: los trabajadores. El socialismo no es ascetismo. ¿Cómo queremos atraer a la juventud para la causa socialista si le prometemos un socialismo austero y pobre? De ningún modo.

La sociedad occidental y el consumismo

Escuchemos de nuevo los argumentos de Víctor Flores: «Las generaciones de la Nueva China ingresan atropelladamente a la sociedad del mercado, como lo hacen masiva y confusamente los jóvenes de todo el mundo, pensando en su realización presente sin mirar al pasado, ni siquiera de reojo. La presencia de occidente es imprescindible para las nuevas generaciones, con sus formas de vida y estilos, lo que en realidad significa la aproximación al capitalismo, o si se quiere la plena incorporación de China al sistema y la universo consumista».

Si una persona pasea por las calles de París, por la cual yo nunca he paseado aunque me gustaría hacerlo, verá espectaculares edificios, grandes tiendas, bonitas prendas de vestir, y un sinfín de valores de uso más. Pero todo eso que ve no son ni más ni menos que productos del trabajo. Están producidos bajo un régimen capitalista, pero esto no quita que sigan siendo productos del trabajo. El burgués verá toda la riqueza que se pueda contemplar en las calles de París como una obra del capitalismo, pero la persona de izquierda la verá como una obra del trabajo. Es lo mismo que sucede con los grandes castillos medievales. El burgués ve al rey que lo mandó a construir, pero el socialista ve a los trabajadores que lo crearon.

Cuando Víctor Flores ve a la sociedad de consumo occidental, no ve a los trabajadores comprando la riqueza que ellos mismos han creado, sino a una masa informe, inconsciente, haciendo una vida capitalista. Y de ese modo, aunque no sea consciente de ello, Víctor Flores les hace el juego a los capitalistas, quienes al ver que un trabajador tiene un buen sueldo, una buena casa, un buen coche y una buena vestimenta, lo llama capitalista. No ven en ese hecho algo conquistado por los trabajadores, sino una concesión del capitalismo.

La cuestión clave del capitalismo está en que unas personas se apropian del trabajo de otras y no en el nivel de consumo. Quien consume el dinero que ha ganado por su trabajo, tiene todo el derecho a hacerlo y debe hacerlo con total libertad. Mientras que quienes consumen el dinero que han obtenido apropiándose del trabajo ajeno, no tienen «el derecho» a hacerlo. En el socialismo de la Vieja China había demasiada uniformidad, muy poca variedad, nada de diversidad. Y todo eso estilo de consumo generaba una vida triste y aburrida. Mientras que en el socialismo de la Nueva China hay variedad y diversidad. Y todo eso alegra la vida de las masas y las divierte. ¿Quién ha dicho que el socialismo debe ser aburrido y triste? Sólo los que tienen una concepción vieja del socialismo y lo identifican con el ascetismo.

El socialismo de mercado

Escuchemos por tercera vez a Víctor Flores: «Se ha hablado del «socialismo de mercado»: en la práctica resulta una contradicción en sus términos y la historia habría probado su fracaso. Sobre todo en relación con el supuesto «hombre nuevo», que originaría la educación, la formación y la sociedad socialista. Todo indica que el mercado es el mayor destructor de la solidaridad humana que postula el socialismo, y el real origen de la «lucha de todos contra todos» de Hobbes, que tendría lugar sobre todo en la ineludible realidad del mercado».

La solidaridad humana no lo postula el socialismo, al menos el socialismo obrero, en todo caso lo postula el socialismo burgués. La solidaridad, la fraternidad, la libertad y la igualdad son conceptos de la burguesía. En la solidaridad se trata de que las personas que tienen mucha riqueza entreguen una parte de la misma a las personas que tienen poca riqueza. La solidaridad es también un llamamiento a la conciencia de los pueblos ricos para que ayuden a los pueblos pobres. Pero esto no es socialismo obrero, sino socialismo burgués.

Lo que quiere el socialismo obrero es que el derecho de propiedad se base en el trabajo propio y no en la apropiación de trabajo ajeno. No se trata de que el rico le de al pobre una parte de sus excedentes, sino de que el rico devuelva al pobre el trabajo que éste ha creado y aquél se ha apropiado. Puesto que el capitalismo es aquel sistema económico que permite a unos hombres apropiarse del trabajo de otros hombres.

El mercado no es el real origen de la «lucha de todos contra todos» del que hablara Hobbes. Este supuesto lo planteaba Hobbes para demostrar la necesidad del Estado. Si no hay Estado, entonces todos lucharán contra todos. Y el mercado nunca puede ser planteado en estos términos. De todos modos el mercado actual no es un mercado de libre cambio sino un mercado monopolista. Son los pocos quienes luchan contra los pocos para repartirse el mercado mundial. Los muchos, los todos, quedan fuera de esa lucha en el mercado.

El mercado, como las mercancías y el dinero, no es una creación del capitalismo. Existía en la sociedad esclavista y en la sociedad feudal. Y al igual que no hay una contradicción en los términos en el mercado esclavista y en el mercado feudal, tampoco lo hay en el mercado socialista. Mercado socialista significa, entre otras cosas, que cada empresa es responsable de sus propias pérdidas y ganancias. Mercado socialista significa que si una empresa de propiedad estatal o propiedad colectiva produce un tractor que no sirve, el resto de las empresas tienen la libertad de decidir no comprarlo. La esencia del socialismo frente a la esencia del capitalismo no está en el mecanismo económico que se emplea, el plan o el mercado, sino en la propiedad predominante sobre los medios de producción. Socialismo de mercado supone, por lo tanto, dos esencias: una, que las empresas mayoritariamente están en manos públicas, y dos, que el mecanismo económico que se emplea para desarrollar las fuerzas productivas es el mercado.

La planificación

Escuchemos por cuarta vez a Víctor Flores: «¿Es posible el desarrollo sin mercado? O todavía: ¿cuál es el resultado del socialismo sin mercado o con planificación estricta? La historia también nos la revela en colores sombríos: sociedades sin libertad y democracia. Faltaría entonces realizar el sueño de muchos socialistas: el de la planificación plenamente democrática, radical y abarcadora».

Víctor Flores confunde y mezcla el ámbito de la economía con el ámbito de la política. Pero aclaremos previamente algunas cuestiones básicas. La planificación no es una creación del socialismo sino de los monopolios. Son las grandes empresas transnacionales quienes lo planifican todo, lo calculan todo y lo precisan todo antes de invertir. Saben con precisión las condiciones económicas y políticas existente en el lugar donde instalan sus empresas y saben de antemano el mercado que van a abarcar y cuáles son sus competidores. El mercado donde hay una mano invisible que lo armoniza todo, del que hablara Adam Smith, no existe en el mercado mundial actual. El mercado actual es un mercado monopolista: un mercado controlado por unas pocas empresas gigantescas. Por lo tanto, ha sido y es el propio capitalismo en su fase monopolista quien demuestra la necesidad de la planificación.

En lo que respecta a la planificación en los países socialistas hay que decir la verdad y no ilusionar a la gente. Escuchemos a Xue Muquiao en su obra Problemas de la Economía Socialista China, en su primera edición de 1981: «En China, solamente unos cuantos centenares de productos, que sobrepasan un poco la mitad del PNB, son manejados directamente por la Comisión de Planificación Estatal». Escuchen bien lo que dice Xue Muquiao: sólo se planifica un centenar de productos. ¿Por qué? Porque la planificación no lo puede abarcar todo, porque hay millones de productos con un sinfín de variedades y especificaciones. De ahí que la propuesta de Víctor Flores de promover una sociedad socialista con una planificación abarcadora sea un tremendo error. La experiencia ha demostrado con creces que esto es imposible de hacer.

Pero pongamos un ejemplo para que todo el mundo comprenda el problema. Pensemos en los productos que vende una ferretería. Pensamos sólo en la variedad de los tornillos. ¿Cómo se puede planificar todo eso? ¿Cómo saber todos los tornillos en cantidad y variedad que necesita todas las empresas y particulares del país durante un año? Imposible saberlo. Mientras que por medio del mercado este problema se resuelve fácilmente. El problema de la planificación, su falta de eficacia frente al mercado, no se debe a su carácter estricto, sino a que sólo es recomendable para algunos productos básicos y para empresas de gran envergadura.

Pasemos ahora a la propuesta de Víctor Flores de que la planificación debe ser democrática. Pongamos otro ejemplo. Supongamos que en una panadería se rompe un tren de elaboración. El técnico analiza la máquina y observa que un motor se quemó. ¿Qué se hace ahora? ¿Reunimos a todos los trabajadores en asamblea para que decidan democráticamente si se compra el motor? Yo creo que esto es un sinsentido. Se necesita un motor y hay que comprarlo y cuanto antes mejor. Hay que producir pan y la gente tiene que comer pan. Y con nada de esto tiene que ver la democracia. No puede mezclarse los mecanismos económicos y sus necesidades con el sistema de gobierno y sus necesidades.