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#MeToo: de la cultura de violación de Estados Unidos a la guerra y la ocupación, la violencia contra las mujeres es universal

Fuentes: Middle East Eye

Traducido del inglés para Rebelión por J. M.

El falso contraste entre la libertad de las mujeres en Occidente y su supuesta opresión en la región árabe pasa por alto el contexto más amplio. Es un desempoderamiento de género, guerra, ocupación y sociedad militarizada

Un activista habla con un soldado israelí durante los enfrentamientos en la aldea cisjordana de Nabi Saleh, cerca de Ramallah, el 11 de diciembre de 2011 (REUTERS / Darren Whiteside )

A raíz de las acusaciones de violación de Harvey Weinstein un gran número de mujeres estadounidenses han salido y han declarado que ellas también han sufrido algún tipo de acoso sexual, agresión sexual o violación directa en algún momento de sus vidas.

El hashtag #MeToo ha sido tendencia en las redes sociales, ya que las mujeres publican un mensaje simple o eligen explicar el ataque que experimentaron. El objetivo de la campaña no es dar detalles -yo, por ejemplo, solo publiqué #MeToo– sino que el objetivo es mostrar qué tan generalizada es la violencia sexual.

Los secretos peor guardados de Estados Unidos

Esta simple campaña muestra de hecho lo que ya sabíamos o, si lo desea, uno de los secretos peor guardados de Estados Unidos, y que vivimos en una cultura de violación. El acoso sexual a las mujeres nos rodea, somos testigos o experimentamos alguna forma de eso cada día de nuestras vidas.

Tenemos un presidente que, a pesar de ser candidato, alardeaba de ser un depredador sexual que no ha sido denunciado y que aún así fue elegido presidente de los EE.UU.

 No puede resistirse a las mujeres hermosas, como una vez expresó. Pero no son solo las «bellas mujeres» las que son atacadas, cualquiera que sea la definición de hermosa. También atacan a las «feas», a las delgadas, a las gruesas, a las jóvenes y a mayores, a todas las mujeres.

Y aún así, de alguna manera, cuando analizamos las circunstancias de las mujeres en EE.UU. las vemos como emancipadas, libres, poderosas, porque nos centramos solo en el microambiente, es decir, en aquellos factores que impactan en la imagen más reducida, una imagen descontextualizada, en la que realmente pueden vestir como quieran, conducir un automóvil, viajar solas sin el «permiso» de un marido, trabajar fuera de la casa, etc.

La respuesta es que sí, lo hacen, y así, a pesar del estrecho entorno de la violencia sexual extrema, una cultura generalizada de violación, las vemos como «liberadas», sin notar que la cultura general en la que funcionan tiene un aparato sistemático de violación y de desempoderamiento de género que funciona como un contrapeso de estas «libertades».

Las mujeres estadounidenses viven con un temor justificado al asalto y a la violación y para las millones de nosotras que hemos sido atacadas, incluso si reprimimos la memoria como tal, a medida que avanzamos en nuestra vida cotidiana, todavía estamos viviendo con la experiencia y con la «lección» que la experiencia diseña para enseñarnos.

No estamos seguras. El agresor, el depredador, está en todas partes, en posiciones de poder sobre nosotras. Hemos interiorizado ese mensaje, con todo su peso opresivo, y con las innumerables limitaciones que nos impone.

 

Khalida Jarrar, miembro del parlamento palestino (MP) de Ramallah, habla durante una entrevista con Reuters en su tienda de solidaridad erigida frente a la sede del Parlamento palestino en la ciudad cisjordana de Ramallah en agosto de 2014. (Reuters)

Mujeres árabes

Y sin embargo la cultura occidental, incluida la mayoría de las mujeres occidentales, observa a las mujeres árabes y de alguna forma considera importante decirles que ellas (las mujeres árabes) están oprimidas, que la cultura árabe es antifeminista y que hay que salvarlas.

Pero así como tenemos que mirar el entorno más amplio de las mujeres occidentales, también nos corresponde mirar a las mujeres árabes en su espectro más amplio.

Hoy, cuando pensamos en un liderazgo palestino fuerte, del tipo de liderazgo que nos puede sacar del pantano mortal en el que estamos sumidos durante demasiado tiempo, los nombres que se nos ocurren son en su mayoría de mujeres, en su mayoría jóvenes.

Estos nombres incluyen a Khalida Jarrar en Palestina y Noura Erakat en Washington DC, ambas activistas de derechos humanos y abogadas, a Ahed Tamimi, una adolescente cuyo coraje al confrontar a los soldados de ocupación israelíes, y su análisis articulado de la vida en Palestina la han convertido en un modelo a seguir por muchos jóvenes palestinos.

También está Dima Khalidi, fundadora y directora del bufete de abogados Palestine Legal con sede en Chicago, que defiende a los activistas por la justicia palestina, Izzadine Mustafa en Nueva York y Haneen Maikey en Palestina; los dos últimos activistas homosexuales que entienden que la justicia de género no puede existir en el vacío, sino que debe suceder en un contexto de descolonialización y mucho más.

De hecho, lo que todos estos activistas y organizadores tienen en común es una comprensión crítica del contexto más amplio de la opresión.

Obviamente tenemos nuestros desafíos, son inmensos, pero en general no pueden definirse única o principalmente por el conservadurismo de nuestra cultura.

En general los desafíos de las mujeres árabes se deben al hipermilitarismo de la región, que se ve agravado por la intervención estadounidense y la ocupación israelí. Y sin embargo todos estamos entrenados para mirar solo el microambiente, no el contexto más amplio.

Entorno social y político

Cuando los occidentales miran a una mujer árabe, una mujer musulmana, ven a una mujer con velo, a una mujer con chador, y ven la opresión. No ven el trasfondo más amplio, el entorno social y político total en el que funciona la mujer velada.

Solamente entonces, cuando miramos a una mujer occidental en la universidad, a una actriz en Hollywood o una gimnasta olímpica, vemos empoderamiento, en lugar del entorno social general en el que esta mujer occidental está sobreviviendo, ya sea la cultura de la violación en Hollywood, en los deportes, o en los campus universitarios de todo el país.

Y sin embargo, si miramos quién está negando a las mujeres palestinas sus derechos humanos más básicos, nos damos cuenta de que no se trata del «fundamentalismo islámico». Mirando a Malak Mattar, por ejemplo, la joven pintora extremadamente talentosa que vive en la Franja de Gaza, nos enteramos de que se clasificó para una beca, pero Israel no le permitió salir de la Franja.

Dos años ante, otra brillante adolescente, Amal Ashour, también rindió sus exámenes y se clasificó para una beca en una universidad en Cisjordania, pero Israel negó su permiso para abandonar la Franja de Gaza porque la educación no califica como una excepción humanitaria en la sitiada Gaza.

Israel cree que las universidades de Cisjordania son un caldo de cultivo para la militancia, por lo que no permite que los estudiantes de la Franja de Gaza estudien allí. Cuando discutí las circunstancias de Mattar y Ashour con un grupo de feministas blancas aquí en los Estados Unidos, se observó correctamente que «son presos políticos».

De hecho lo son y el carcelero es Israel, no los valores conservadores árabes.

Guerra, ocupación y una sociedad hipermilitarizada

Si queremos comprender adecuadamente una situación de injusticia, nos corresponde mirar el contexto más amplio, no solo el microambiente. Sí, podemos culpar a Hamás de empoderar a las mujeres en la Franja de Gaza. Pero no es Hamás quien niega a Malak Mattar la oportunidad de estudiar en el extranjero, no es Hamás el que no permitió a Amal Ashour abandonar la Franja de Gaza.

Hoy en todo el mundo árabe las circunstancias de las mujeres son extremadamente desafiantes. Pero si queremos ayudar debemos abordar el espectro más amplio, el entorno macro, y ese entorno macro es el contexto político en el que vivimos, uno de guerra, ocupación y una sociedad hiper militarizada.

Porque veladas o no, laicas o religiosas, incluso si tuviéramos el apoyo total de nuestra propia comunidad, nuestros derechos todavía son violados por Israel, sus patrocinadores y aliados políticos.

Así como la coyuntura del #MeToo brindará la oportunidad de reflexionar y abordar de manera efectiva el clima más amplio de violencia sexual en los EE.UU., los casos individuales de opresión de las mujeres en la región árabe deberían dar la oportunidad de examinar el entorno más amplio de opresión.

En el caso de las mujeres palestinas el culpable es el sionismo, con sus ramificaciones que afectan a todos los aspectos de la vida de los palestinos.

Nada Elia es una escritora y comentarista política palestina de la Diáspora, actualmente trabaja en su segundo libro, «Demographic Threat?» Notes from the Global Intifada. Profesora de Género y Estudios Globales (jubilada), es miembro del colectivo directivo de la Campaña de los Estados Unidos para el Boicot Académico y Cultural de Israel (USACBI)

Fuente: http://www.middleeasteye.net/columns/how-war-occupation-and-zionism-reinforce-women-oppression-991433231

Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar a la autora, a la traductora y Rebelión como fuente de la traducción.