«Aunque luchemos por los derechos sobre nuestros propios cuerpos, los cuerpos por los que luchamos nunca son lo suficientemente nuestros. El cuerpo tiene una dimensión invariablemente pública. Constituido en la esfera pública como un fenómeno social, mi cuerpo es y no es mío» (Judith Butler) «El poder se ha introducido en el cuerpo, se […]
«Aunque luchemos por los derechos sobre nuestros propios cuerpos, los cuerpos por los que luchamos nunca son lo suficientemente nuestros. El cuerpo tiene una dimensión invariablemente pública. Constituido en la esfera pública como un fenómeno social, mi cuerpo es y no es mío» (Judith Butler)
«El poder se ha introducido en el cuerpo, se encuentra expuesto en el cuerpo mismo…Recuerde usted el pánico de las instituciones del cuerpo social (médicos, hombres políticos) ante la idea de la unión libre o del aborto» ( Michel Foucault)
La Interrupción voluntaria del embarazo: Un Derecho ni Pecado ni Delito
El tema de la interrupción voluntaria del embarazo (IVE) no se puede entender separado del control hegemónico sobre el cuerpo y la sexualidad de las mujeres. Cuando abordamos el tema de la Interrupción del embarazo y lo último que hacemos es asociar esta posibilidad al derecho de las mujeres a decidir sobre su cuerpo y su vida, estamos dando cuenta de la hegemonía discursiva y su poder sobre el tratamiento del cuerpo de las mujeres. Esta imposibilidad de asociar la IVE a la decisión femenina se cristaliza al naturalizarse la idea de IVE =aborto= pecado y al colocarse en el terreno de lo moral y lo divino, su designio; lugar donde se ha capitalizado muy bien la discriminación de las mujeres. Desencarnar el tema ha sido una estrategia del discurso oscurantista hegemónico: hacer pensar que es un asunto divino, que tiene soluciones fuera de las manos y del protagonismo de las humanas, dejando a las mujeres en una suerte de ser espectadoras de sus propios cuerpos.
El dispositivo hegemónico del control sobre el tema del aborto ha consistido en reducir el tema a un criterio de orden moral teleológico más no político. Intentar llevarlo al terreno de lo político a través de su visibilización como problema no solo de salud pública sino como del derecho de las mujeres a decidir sobre sus propios cuerpos ha sido la tarea de las feministas desde la década del 70, mientras que la jerarquía de la iglesia católica ha hecho lo suyo al tratar de conservar y cada vez con mayor ahínco sus argumentos hipócritas y hasta absurdos, de por un lado, prohibir los métodos anticonceptivos y por el otro, considerar la IVE como un pecado, sosteniendo una campaña de terrorismo psicológico al considerarlo como un asesinato y una violación del derecho a la vida de los fetos en contra de los derechos de las propias mujeres a decidir libre y concientemente.
Como señala Evelyn Reed (2004) «Los cardenales indignados claman en nombre de los millones de no nacidos a los cuales se les niega «el derecho a la vida». Se aferran a la doctrina papal que le prohíbe a la mujer ejercer el más mínimo control sobre su cuerpo y que considera «sagrada» la vida del no nacido, mientras que la vida de la mujer es prescindible. El Papa mismo lo dejó claro, al declarar que todo embarazo debe completarse, aun cuando se sepa que el parto le va a costar la vida de la mujer. Este dictamen inhumano va mucho más lejos que las prohibiciones reaccionarias más comunes, que permiten que se interrumpa el embarazo cuando peligra la vida de la mujer ¿Qué es lo que explica esta hostilidad abierta de los hombres de sotana contra las mujeres?
Temen, que si las mujeres logran ejercer el control sobre su cuerpo, inmediatamente pasarán a luchar por el derecho de tener control sobre sus vidas y sus mentes, de incorporarse sin mayores limitaciones al mundo de la vida pública y que en el transcurso de estas luchas, las mujeres se desprendan de muchas de la supersticiones, temores y prejuicios, que durante siglo de dominio patriarcal, les inculcaron, a fin de mantenerlas de rodillas ante los amos y señores tanto terrenales como celestiales. Un cierto grado de liberación, aunque sea limitado, puede tener consecuencias incalculables: puede socavar la supremacía milenaria de los hombres sobre las mujeres. Por eso tanto miedo a la mujer emancipada.» (p: 48)
Detrás del discurso que se opone al derecho de la mujer a decidir sobre su cuerpo y el número de hijos/as que quiere tener lo que se esconde es una profunda y fundamentalista misoginia, un gran desprecio por las mujeres y sobre todo un gran temor al ejercicio pleno y libre de su sexualidad. Recordemos que sin seres que se sientan culpables no hay pecado y es en el pecado y el temor a Dios en el cual se sostiene toda esta lógica perversa que encarna la jerarquía católica. -y somos precisamente las mujeres quienes sostenemos, con nuestros sentimientos de culpa y la Eva que nos inocularon con la farsa del pecado original, este perverso sistema. Se han preguntado alguna vez ¿por qué es tan amenazante para la jerarquía católica, la cultura patriarcal y el sistema capitalista, el libre ejercicio de la sexualidad de las mujeres y su capacidad de ser dueñas de sus propios cuerpos? ¿No vemos aún cómo cada uno de éstos dispositivos del poderío se benefician en sus respectivas dimensiones de la esclavitud aún no abolida de las mujeres y su sujeción al sistema mundo-capitalista-patriarcal? ¿Han notado como el tema del aborto, de la homosexualidad así como en su momento lo fue la masturbación, son los temas tabú por excelencia de la jerarquía católica y los principales demonios que exorcizar? Será porque están relacionados aunque lo intenten separar en el discurso, del tema clave: LA SEXUALIDAD. Pero sobre todo la sexualidad que está fuera del terreno reproductivo: la que devuelve el hecho relativo a la unión del placer a la sexualidad tan castrado por la iglesia.
El castigo a las mujeres que se deciden interrumpir un embarazo se sostiene y se legitima en el terreno inmoral de la moral de la jerarquía católica y cobra carne y cuerpo a través de las leyes que lo penalizan. Haciéndose eco y legitimando su práctica de coerción y control en los cuerpos sociales encarnados por la familia, el Estado y las instituciones. Y reproduciéndose a través de la naturalización de la idea de IVE= aborto= Pecado= Delito y por lo tanto, enfermando a las mujeres psicosocialmente hablando, de Culpa y odio sobre sus propios cuerpos. Esto nos permite, comprender que no basta su legalización en el ámbito jurídico para que se despenalice en las practicas sociales sino que debe incidir en la lucha contra el daño que culturalmente y durante siglos la jerarquía católica y sus ideas reaccionarias y conservadoras han envenenado a través de ciegas y falsas creencias a sus seguidores/as, implica combatir la colonización simbólica y mental que impide que las mujeres puedan decidir libre-de culpa, de temores y penas- sobre sus cuerpos y sus vidas.
Para que deje de ser gobernado por los curas y sus mecanismos culposos las mujeres deben tener derecho a decir sí, o no y de hecho, a formarse sus propios criterios al respecto, sobre todo porque la decisión atraviesa sus cuerpos, su libertad y sus proyectos de vida.
Sexualidad también es placer
El itinerario de la lucha de las mujeres por el derecho a decidir sobre sus propios cuerpos, iniciado a principios de este siglo siempre estuvo atado a una de las principales limitaciones culturales las mujeres (aunque se pretenda hacer ver como biológica): la maternidad. En su fase inicial, la lucha tenía un objetivo parcial y limitado: el derecho a usar anticonceptivos. Margarte Sanger, Antoinette Konikow y otras pioneras del feminismo estuvieron presas debido a sus esfuerzos por diseminar los métodos para evitar el embarazo. La segunda fase de la lucha de las mujeres por controlar su cuerpo se inició hace poco con el movimiento por la liberación de la mujer. Esta lucha, yendo mas allá de los anticonceptivos, reivindicó el derecho a la interrupción voluntaria, libre y segura del embarazo. Esta demanda se planteó y aun se plantea en los países que no ha tenido acogida, como el nuestro, no porque las mujeres prefieran abortar a impedir el embarazo, sino porque aun con los conocimientos técnicos actuales existen ciertas deficiencias en los métodos y dispositivos disponibles. O existen otras causales debido al difícil acceso a los métodos, a la disponibilidad de recursos -sean estos económicos o informativos sobre educación sexual-.
Sea por ignorancia del uso de los métodos anticonceptivos, por las limitaciones que la cultura patriarcal y andrócentrica le imprime al uso de los mismos: descansando la responsabilidad solo en las mujeres y la libertad de su uso en los hombres o por una falla accidental de un dispositivo particular, entre otras razones, las mujeres a menudo caen en embarazos no deseados. Y bajo estas circunstancias -que pueden o no tener sus agravantes en casos de violaciones, incesto, malformaciones fetales o peligro de la vida de la madre-, la interrupción del embarazo seguro es el único recurso de control de natalidad.
La sexualidad patriarcal ejerce un férreo control sobre los cuerpos de las mujeres y da un privilegio a los hombres en el proceso de socialización de género, permitiendo más libertades en el ejercicio sexual masculino y prohibiendo a las mujeres un uso libre e integral de su sexualidad. Es una sexualidad que para las mujeres está centrada en la reproducción y en los hombres para el disfrute genitalizado de la misma. Una sexualidad que reduce a las mujeres a su rol reproductivo en detrimento de su placer, por el contrario el placer sexual de las mujeres es una herejía y es por ello, que la decisión de la mujer de interrumpir voluntariamente el embarazo es tan amenazante para la jerarquía de la iglesia católica y el sistema patriarcal en general porque lo que se esta atacando a fin de cuenta es la colonización sexual de las mujeres.
Esta visión androcéntrica de la sexualidad, tiene sus repercusiones en la división sexual del trabajo. La división de los roles sexuales laborales no es casual ni de libre decisión se sustenta en una forma de distribución de los role sexuales, la mujer al ámbito privado reproductivo de la vida misma y los hombres al ámbito público y productivo, configurándose una división entre lo publico y lo privado que legítima el hecho de que la labor reproductiva de las mujeres dentro del hogar no sea visibilizada como labor productiva. Es por esto, que la lucha de las feministas incorpora una agenda global donde tienen tanto valor la conquista de los derechos a decidir sobre nuestros propios cuerpos así como el derecho a que se reconozca nuestra labor reproductiva como productiva. Ya que ambas forman parte del enjambre de dispositivos de dominación del sistema mundo capitalista-patriarcal-.
Las Ricas Abortan. Las Pobres mueren
La penalización del aborto se ha convertido en un problema de salud pública y por ende en un fracaso porque no ha logrado evitar el progresivo crecimiento de las tasas de aborto y por ende su repercusión en las causales de mortalidad femenina. Globalmente, hay 46 millones de abortos cada año, cerca de 19 millones se realizan en condiciones de riesgo, el 95% de los abortos inseguros se realizan en países en desarrollo (OMS, 2003).
Este hecho lo han denunciado médicos gineco-obstetras que han develado el hecho de que las mujeres que mueren por practicarse un aborto mueren por las condiciones de clandestinidad e inseguridad en la cual se lo practican y la penalización que existe sobre el mismo en el entorno médico y social. Como bien refiere la profesora Alba Carosio en la reseña que hace del texto de Faúndes, Aníbal y Barzelatto, José (2005) «El Drama del Aborto: en busca de un consenso»: «La penalización no ha evitado la práctica del aborto, sólo la ha mantenido en la clandestinidad, y le ha otorgado la calidad de bien prohibido. El aborto es un problema de salud pública, que se oculta bajo el dilema de «estar a favor» o «estar en contra», cuando su real dimensión está en las condiciones de seguridad o inseguridad en la que se realiza la interrupción del embarazo»
Las mujeres no se mueren por interrumpirse un embarazo sino por las condiciones de insalubridad, clandestinidad, temor y vergüenza bajo las cuales se practica en los países en los cuales esta penalizado. Las que se mueres son las de escasos recursos, las pobres, las afrodesecnedientes y latinas inmigrantes. Y es por esto, que entre las demandas de las feministas se encuentra la del «aborto libre y gratuito» porque inclusive en los países que ha sido legalizado como lo es el en caso de lo EEUU en 1972, posterior a su legalización continúo su penalización en el ámbito económico, con la Enmienda Hyde, aprobada por el Congreso en 1976, en la cual se prohíbe destinar fondos para el aborto en un principio exceptuando los casos de violación, incesto cuando peligre la vida de la mujer hasta el año 1984, en el cual se impidió que se destinara fondos a los casos de mujeres que querían interrumpir su embarazo en caso de violación o incesto. Todas estas medidas afectan con particular dureza a las mujeres afroamericanas, las latinas y las mujeres más pobres. Y sienta las bases para futuros intentos de limitar aún más este derecho.
En nuestro país (Venezuela) , por tratarse de un procedimiento ilegal -salvo por la causal que prevé la Ley (riesgo de vida de la madre), las interrupciones del embarazo se practican en condiciones de riesgo, generando una problemática que atenta contra la vida y salud de las mujeres. El registro de morbimortalidad materna por esta causa en los hospitales y ambulatorios públicos -espontáneos o provocados- entre 1997 y 2001 fue de 381.958 casos. Su practica contribuye a muertes maternas por sepsias y hemorragias, siendo estas causas subregistardas.
El principio de justicia obliga a lo ignorar que en la práctica son las mujeres de peor situación económica las que sufren las complicaciones al realizarse una IVE. Es un hecho que entre las mujeres más pobres se concentre la morbimortalidad por IVE, porque recurren a servicios clandestinos de muy alto riesgo , a diferencia de aquellas que tienen los medios suficientes para pagar una clínica y un procedimiento seguro -aunque ilegal- o viajar a otros países donde si esta legalizado.
Hay que reconocer que el problema de la interrupción del embarazo no solo es un problema que atraviesa la desigualdad de genero sino la discriminación de clases, es una cuestión de clases sociales: las mujeres con posibilidades económicas abortan donde y cómo quieren, pero las pobres se mueren con sus agujas oxidadas dentro de la vagina y sus ramitos de perejil en la mano.
El reconocimiento de esta problemática que ha visibilizado la lucha del movimiento feminista, ha llevado a muchos países a promover en sus legislaciones internas la liberalización de las normas y leyes que regulan la interrupción del embarazo. Es así, como en la actualidad en 147 países es legal en forma condicionada y/o voluntaria, excepto Chile el Salvador, en el cual es absolutamente penalizado. Cuba es el único país latinoamericano que permite el aborto a petición de la mujer.
En el año 2004, el Movimiento Amplio de Mujeres venezolano (1) realizó una propuesta para la Reforma del Código Penal en materia de interrupción del embarazo, en el cual se pedía penalizar la interrupción del embarazo cuando se realice: Sin el consentimiento de la mujer y en condiciones de riesgo. Además de la eliminación del capitulo V del Código referido al Adulterio, en el cual se sostienen que la mujer tiene una sanción mayor que el hombre, y el hombre solo cometerá adulterio si esta en presencia de un concubinato notorio. Por otro lado, se solicitó la eliminación del Art.393 que exime de sanción al imputado de violación y otros actos lascivos cuando contrae matrimonio con la persona violentada.
Además del polvo que debe tener esta propuesta engavetada en los archivos de la Asamblea, logramos poner de nuevo en la opinión pública, en las calles y en las paredes, el tema, despelucar a los curas y recolectar artículos de paginas enteras en los diarios escritas por las sociedades evangélicas como ocurrió , luego en la propuesta que hicimos en la antesala a la Reforma fallida del 2 de diciembre del 2007 (2).
Notas
(1) Propuestas del Movimiento Amplio de Mujeres para el Proyecto de Código Penal venezolano en materia de interrupción del embarazo Caracas, 1 de diciembre de 2004 (2) Con el objetivo de presentar una opinión única ante la Comisión de Reforma Constitucional, algunas feministas y hombres y mujeres militantes de diversos grupos de la sexodiversidad en Venezuela, crearon el grupo ESE el 2 de febrero de 2007…
Bibliografía
Butler, Judith (2006) Vida Precaria el poder del duelo y la violencia. Paidós: Buenos Aires.
Foucault, Michel (1992) Microfísica del poder. La Piqueta: Madrid.
Grogan, Pat y Reed, Evelyn (2004) El aborto: derecho fundamental de la mujer.4ta. impr. Pathfinder: Canadá.
Propuesta del Movimiento Amplio de Mujeres. En: Revista Matea Nro. 2, junio 2005
Zabala, Begoña (2008) Movimiento de mujeres Mujeres en movimiento .Txalaparta: Nafarroa