Philip Roth, que cumplirá 75 años este mes, es uno de los escritores estadounidenses vivos más importantes y eterno candidato al Nobel. Sus obras más conocidas son: la colección de cuentos de 1959 Goodbye, Columbus, su novela de 1969 Portnoy’s Complaint («El lamento de Portnoy»), y su trilogía publicada en los años 1990 que comprende […]
Philip Roth, que cumplirá 75 años este mes, es uno de los escritores estadounidenses vivos más importantes y eterno candidato al Nobel. Sus obras más conocidas son: la colección de cuentos de 1959 Goodbye, Columbus, su novela de 1969 Portnoy’s Complaint («El lamento de Portnoy»), y su trilogía publicada en los años 1990 que comprende la novela ganadora del Pulitzer American Pastoral (1997), I Married a Communist (1998), y The Human Stain (2000). Philip Roth es probablemente el autor más premiado de su generación. Dos de sus novelas han ganado el National Book Award; otras dos fueron finalistas. Dos han ganado el premio del National Book Critics Circle, y otras dos fueron finalistas. También ha ganado dos premios del PEN Club y un Pulitzer por su novela American Pastoral en 1997. En 2001 The Human Stain fue condecorada como libro del año con el premio británico WH Smith Literary Award. El crítico literario Harold Bloom lo ha nombrado como uno de los cuatro escritores norteamericanos vivos más importantes, que todavía producen, junto con Thomas Pynchon, Don DeLillo, y Cormac McCarthy. Muchos de sus libros tienen como protagonista a su álter ego Nathan Zuckerman, que vuelve a aparecer en su última obra, «Sale el espectro», recién publicada en España por Mondadori y La Magrana, y que ya se encuentra a la venta en Argentina. En ella el antihéroe regresa a Nueva York tras muchos años de aislamiento en un pueblecito.
Zuckerman es un escritor que solía vivir en el campo, como usted, y aquí regresa a Nueva York. ¿Intenta escapar a la vejez, tener fuerzas otra vez?
Este último libro suyo trata, en realidad, de cómo se le escapa la vida. Ya no hay lucha en él. Puede aparecer durante un instante, en un arrebato de virilidad… pero entonces él huye corriendo.
¿Es el fin de Zuckerman?
Sí.
¿Por qué ha querido acabar con su personaje más famoso? < No tenía el deseo de terminar con él. Sucedió sin más. Cuando empecé el libro, no pensé que iba a ser el último. Al principio, lo único que había era la idea de regreso a Nueva York. ¿Conocen la historia de Rip Van Winkle, el cuento de Washington Irving? un hombre que se queda dormido durante veinte años y luego se despierta. Eso es lo que le ocurre a Zuckerman al regresar a la ciudad. Tuve que descubrir lo que él descubriría, lo que vería, cómo sería la gente… Él, que todavía vive en la época de la máquina de escribir, y se encuentra a personas hablando solas por sus móviles. El trasfondo del libro son las elecciones del 2004. ¿Por qué?
La decepción se sintió con mucha fuerza, fue un momento histórico intenso, que me daba la oportunidad para que todos se comportaran de un modo muy emotivo. Me permitía que la pareja joven tuviera vida y marcar una diferencia fuerte entre Zuckerman y ellos.
¿Se interesa por la política?
Por desgracia, sí. Creo que votaré a Obama. Me interesa que sea negro. La cuestión racial es más importante en este país que la feminista. Su victoria diría algo fantástico sobre este país. Pero rara vez voto por el que al final gana. Si escriben que votaré por Obama, ¡entonces está acabado!
¿Qué quedará de Bush?
Es demasiado horroroso para caer en el olvido. Se escribirá muchísimo sobre él. Ha ido mucho más lejos que Reagan. Ha sido el peor presidente de la historia de Estados Unidos. Lo peor es la guerra, los engaños que la rodearon, su coste en términos económicos y de vidas. Es repugnante, no hay nada igual. Lo siguiente sería la actitud hacia el calentamiento global… Ha causado mucho daño.
La frase «Sale el espectro» es una acotación teatral de Shakespeare.
Aparece en tres obras. La encontré en Macbeth. Fui a ver una representación, por lo que me puse a releerla. Cuando leí la acotación, me deslumbró, no sé por qué. También sale en Hamlet. Y cuando Julio César se aparece a Bruto.
En el libro, un joven escritor intenta escribir una biografía del ya fallecido novelista E. I. Lonoff. Zuckerman no soporta esa idea. ¿También teme usted una biografía?
Tengo un biógrafo. Me ha hecho unas diez entrevistas. No me ha enseñado nada. No quiero ver nada. Temo que se equivoque y temo que acierte.
¿Teme sentirse avergonzado? Zuckerman desea a una chica joven y eso le da vergüenza…
Hoy en día, no tienes prácticamente forma alguna de destruir tu reputación. Tendrías que ponerte a hacer alguna bestialidad en los escaparates de unos grandes almacenes… De todas formas, la joven Jamie es inaccesible para Zuckerman no sólo a causa de su diferencia de edad, sino también por sus dolencias físicas. Zuckerman sabe que su deseo está basado en una imposibilidad.
Pero el patetismo es que, aunque para él todo está acabado, no puede suprimir el deseo. Yo no sabía nada de la vejez, porque no sabes nada hasta que llegas y empiezas a ver los estragos del tiempo, las pérdidas y el sufrimiento. Y se ha convertido en uno de mis temas, aquí, en El animal moribundo, en Elegía…
¿Ahora vive en Nueva York?
Antes pasaba en el campo dos tercios del tiempo, creo que ahora los pasaré aquí. He vivido en el campo desde 1972. En un sitio alejado, muy bonito, silencioso. Me gustaba el modo en que podía escribir estando allá. No tenía ninguna distracción. Ni siquiera compañía. Trabajaba todo el día, y por la noche leía o veía un partido de béisbol. Lo estupendo era que el libro nunca me abandonaba. Si trabajas a diario de esa forma, las páginas se te acumulan.
¿No pensaba que de ese modo se perdía la vida?
Sí, es indudable, sacrificas algo si vives de ese modo. Tal vez por eso ahora he bajado a Nueva York, y he encontrado un apartamento. En realidad, sólo vuelvo al campo si hace buen tiempo. Pero aquí tengo incluso los mismos muebles, el mismo escritorio, la misma silla, el mismo atril… He comprado lo mismo.