Hace unos días en la Puerta del Sol arreciaba la lluvia. Ahora arrecia un Sol de justicia. Cada día y casi cada hora van eclosionando las larvas de una vida nueva que asoma la cabeza, crece, se expande, se reordena, se fragmenta, se vuelve a unir. Por la mañana, donde había una lona que albergaba […]
Hace unos días en la Puerta del Sol arreciaba la lluvia. Ahora arrecia un Sol de justicia. Cada día y casi cada hora van eclosionando las larvas de una vida nueva que asoma la cabeza, crece, se expande, se reordena, se fragmenta, se vuelve a unir. Por la mañana, donde había una lona que albergaba un grupo, ahora hay un puesto para recoger propuestas, el grupo ha migrado hacia la zona de la fuente, junto a otros grupos de trabajo. A los pies de la fuente alguien ha plantado una huerta ecológica, «si aguantamos en la plaza comemos calabacines» -dice un pequeño cartel-.
Los chicos de infraestructuras llegan con un cuaderno: «¿nos decís qué se necesita? Alguien ha donado cuadernos, rotuladores.. Nos acaban de decir que tenemos wifi en la plaza». Se van creando foros en Internet de cada grupo de trabajo donde se discute y se comentan las propuestas para todos los que no han podido asistir ese día a la Plaza. Ya hay una guardería, un espacio de enfermería, una zona de estudio, un espacio para audiovisuales. Mañana habrá una radio. Dos chicos piden en la asamblea si hay algún bibliotecario que les quiera ayudar a clasificar los materiales que les llegan. Una mujer se acerca al puesto: ¿puedo colaborar?, -claro le dicen-, ¿qué quieres hacer? ¿qué tiempo tienes? Soy secretaria de dirección pero ahora estoy en paro, – ¿Quieres pasarnos las actas de este grupo de trabajo y ponernos un poco de orden en el cuaderno de tareas? – claro, claro. Un grupo de jóvenes clasifica y ordena todas las propuestas que llegan. Otros cuelgan las actas de las reuniones en las webs.
La plaza es una república independiente. Hoy nadie hablaba de las elecciones. Había demasiadas cosas que hacer, demasiadas propuestas para ordenar y temas que discutir. Hay un grupo de trabajo que habla de Política, otro grupo de Economía, otro de Educación y Cultura, otro de Salud, de Medio Ambiente… Hay horarios de asambleas que a veces no están muy claros, que cambian de repente, pero nadie se lo toma a mal. En las calles aledañas, en cada plazoleta, lo más normal es tropezarte con grupos de gente sentada en corros. Silencio. Los ciudadanos hablan. Es sorprendente que tanta gente tenga tantas ganas de hablar en este país.
La plaza también votó ayer y decidió continuar hasta el próximo domingo. Para continuar se necesita resolver la vida de la gente que pasa, que se queda, que aporta, que trabaja, que discute, que piensa, que decide. Se necesita seguir haciendo política. La política se ocupa de asegurar la vida en su sentido más amplio. Por eso, cuando alguien llega con un espray para refrescar a los congregados en la asamblea, o se estropea el generador y se distribuyen los megáfonos pasándose unos a otros los mensajes, cuando esto ocurre, es que se está haciendo política. Cuando una señora se acerca a un grupo de jóvenes que toman nota en el suelo y les dice «os he comprado unos bombones», ella también hace política.
Un matrimonio me paró saliendo de la plaza, «¿qué ha pasado, qué se ha decidido?» – ¿Me preguntan por la Asamblea? – Sí, por la Asamblea, ¿os quedáis? Sí, les digo, nos quedamos hasta el domingo que viene, luego se volverá a discutir y decidir si continuamos o no». Veo sus caras alegres y pienso que ellos también estaban en la Plaza, haciendo política.
Las gentes de los barrios, los trabajadores precarios, las amas de casa, los estudiantes… se van pasando y preguntan cómo hacen para ocupar las plazas, los centros de trabajo o sus propios hogares. Hay una comisión de extensión donde ya hay un grupo de barrios. Esta mañana unos estudiantes organizaron una asamblea en su facultad para hablar sobre la democracia, no sobre las elecciones. Unos chicos que estudian FP quieren organizar una charla sobre democracia y piden si alguien puede ayudarles a organizar el debate. La madre de Ana le pregunta cada día qué ha pasado en Sol, de qué han discutido, que propuestas se han hecho, cómo se están organizando. Ana hoy se fue por la tarde a casa, tiene un examen mañana, pero su padre ha ido a la asamblea de economía, es jubilado de banca.
No hay nada tan emocionante como ver crecer la Puerta del Sol, nada que reconforte tanto como el despertar a la política de un pueblo que ha pasado tantos años aletargado. Esta noche, eran las 11:30 p.m. cuando más de mil personas participaban en una asamblea en la plaza ante los ojos atónitos de políticos, tertulianos y futurólogos.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de la autora mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.
rCR