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Militantes: las columnas imprescindibles…

Fuentes: Rebelión

Se evidencia el miedo de los ricos del mundo, y el de sus colaboradores, cuando salen a la calle los pueblos organizados durante las crisis. Un fastasma histórico recobra vitalidad, algo que sucede cada cierto tiempo, cuando parecía que todo estaba controlado por los servidores del sistema. Entonces la energía vital de los pueblos reclamando […]

Se evidencia el miedo de los ricos del mundo, y el de sus colaboradores, cuando salen a la calle los pueblos organizados durante las crisis. Un fastasma histórico recobra vitalidad, algo que sucede cada cierto tiempo, cuando parecía que todo estaba controlado por los servidores del sistema. Entonces la energía vital de los pueblos reclamando sus derechos estaba oculta pero no se había esfumado en el aplastante bombardeo ideológico. Si es verdad que los que se levantan son generalmente pocos, que la mayoría es persuadida por la ideología dominante que no da tregua ni por un segundo, ni de día ni de noche, las protestas se hacen crecientemente inevitable con el aumento de la opresión, que como un muro se materializa bloqueando esperanzas. Y entonces, aunque el precio a pagar por reclamar derechos crece, y a pesar del temor, vuelven las banderas, la agitación, los jóvenes y los no tan jóvenes. ¿Querrán demostrarle a ricos y saqueadores del mundo que juntos, convocados, el poder de los pueblos puede ser inmenso? ¿Es posible hacer vulnerables a quienes detentan el poder?

En las calles y plazas, como símbolo de presencia, ha logrado sobrevivir el Primero de Mayo como día de los trabajadores, esto a pesar de los ataques de las últimas décadas y del ahistoricismo dominante. Los sindicatos oficiales han vivido una especie de idilio, en muchos países del mundo, con las patronales y el poder. Han querido transformar el dia de los trajador@s en un tedéum a puertas cerradas, donde ni se critica ni se responsabiliza al sistema, o en un día de La Ley como lo llaman en EEUU -donde otro día en septiembre se celebra como dia del Trabajo, algo que sucede también en Canadá.

Este pasado Primero de Mayo, sin embargo, fue de marchas y protestas masivas, y nos enteramos de esto no por la falsimedia sino por prensa alternativa como Kaosenlared o por voceros como Granma. Mujeres y hombres en las calles de muchas ciudades del mundo reclamando, un gesto generoso y valiente, dejando claro que los pueblos palpitan, que la lucha continúa. Algunos dirán que quienes manifiestan son aún una minoría, olvidan quizás como han sido atacados los trabajadores como clase, exportado sus puestos de trabajo, decimados sus derechos por el sub y el desempleo, o atacados, despolitizados y cooptados sus sindicatos y organizaciones.

En toda acción política directa, ya organizando frentes sociales, de huelgas, marchas o protestas, ya en concentraciones o toma de terrenos o edificios, aparece un sujeto vital en la organización de acciones colectivas -sea contra niveles de gobierno, privilegiados propios o privilegiados externos imperialistas. Hablo del militante, que los incluye a todos, al militante de movimiento o partido político, al sindical, ecólogico, social, al de derechos humanos, al vecinal, estudiantil, al de movimientos de pueblos aborígenes, al de colectivos culturales o medios alternativos, a ese sujeto activo imprescindible.

Desde principios de los años 90, tiempos en que los capitalistas del mundo se encontraron vencedores y llamaron directamente al pisoteo de los derechos de los pueblos, se crearon ideologías y estrategías para desvastar todo lo que estaba parado, para que toda dignidad ganada por siglos de lucha organizada por y para todos quienes vivimos de nuestro trabajo fuese erradicada. Como resultado de esta avanzada, que neoliberal o que fascista, las gentes cuestionadoras sufrieron en el mundo entero, y a veces se contrajeron a su mínima expresión. Entonces el sostén de la estructura orgánica de esta legitima oposición , el militante, pasó a ser atacado desde la prensa dominante que está totalmente al servicio del poder, como personaje «pasado de moda» o sujeto «en vias de extinción». Un paria en su sociedad y un paria en el mundo. Con la presión de este avance aumentó también la represión y el cuestionamiento del derecho a luchar, que aumenta la desesperanza. Se hizo «impropio» militar, y muchos militantes abandonan sus organizaciones, incluso organizaciones enteras se cambian de bando y pasan a formar parte de las derechas liberales en las que la militancia se transforma en clientelismo electorero, y hasta en fuerzas mercenarias partidistas.

Los nuevos proyectos liberadores latinoamericanos de la primera década del nuevo siglo, sin embargo, dan impulso nuevo a la participación popular en la lucha social y política organizada, y reviven al sujeto de acción. Recupera entonces el lugar histórico del militante, el lugar que había ocupado por casi 200 años a la cabeza de la lucha contra la explotación y el crimen que los ricos le hacen en particular a los pueblos, y en general al mundo entero. El militante renace con nuevo vigor. Los militantes de agrupaciones políticas del presente tienen capacidad de comprender mejor el abanico de opresiones que enfrentamos y de apoyar agendas de luchas que antes eran para ellos invisibles, como la lucha por los derechos de mujeres y minorías sexuales, de niños, del medio ambiente, de comunidades aborígenes y campesinas, de vecindarios y territorios, de marginados de pueblos y ciudades.

En su medio de acción el militante corre, y siempre ha corrido, peligro. Los miedos e inseguridades que sufre son reales, tocan a todo aque que lucha, pero encuentra comprensión especialmente entre sus camaradas con quienes se fortalece mutuamente. Luego de jornadas de protestas, celebraciones y conmemoraciones en la calle, llega la noche, se descansa para recobrar fuerzas y relexionar y para prepararse a enfrentar nuevas responsabilidades -en cuanto a participación política y social y en cuanto a la vida personal, que como seres humanos los militantes tambien tienen (madres, padres, hermanos, hijos). En la mañana vuelve el militante a la empresa, a su trabajo militante en lo social y político, tratando de que el sacrificio personal que su militancia le implica valga la pena.

Algunos intelectuales y analistas incluso de la misma izquierda, no siempre son respetuosos de la generosidad y trabajo de los militantes. No faltan los intelectuales que les responsabilizan de todos los errores, de todos los fracasos, son pocos quienes reconocen el valor de la militancia. No faltan quienes han culpado a la militancia del pasado de la apatía general que vivimos hoy, del limitado número de militantes del presente. No faltan quienes desprecian la militancia como un fanatismo más, y prefieran hacer héroes de empleados de algunas ONGs que participaron en el Foro Social Mundial y luego descubrimos fueron financiadas por los dueños del poder. Espacios válidos y que han prestado utilidad en cuanto a debatir la problemática que enfrenta la humanidad toda, pero que han ayudado a imponer una actitud quietista, anti-militante, despolitizada que paraliza la lucha. Las aparentes fuerzas de los movimientos en los foros se desvanecen pronto, luego de discutir «al Mundo» nos volvemos a casa, poco se hace. Mientras, la militancia continúa en la lucha.

Otros analistas de izquierda tratan a las organizaciones sociales o políticas con militancia como un abstracto, no las mencionan, es como si los oficiales de la lucha olvidarán que tienen soldados y los dejaran atrás cuando van a la guerra. Teorizar es necesario y puede contribuir a que entendamos la realidad y a enriquecer el pensamiento crítico. Crear proyectos o dar orientaciones no puede, sin embargo, olvidar que es fundamental actuar, llevar las luchas adelante requiere de quienes enfrentan el sistema dominante y proveen líderes que hacen posible cambios. Analizar es cómodo. Algunos analistas se toman a si mismos demasiado en serio, olvidan que la pelea se da en el mundo real no en el teórico.

La militancia de izquierda en América Latina sufre sus momentos de decepción incluso frente a los gobiernos que llevan adelante proyectos de cambio -como Venezuela, Ecuador, Bolivia, Nicaragua, Cuba, proyectos que muchos apoyan y defienden consecuentemente pero no siempre reciben consideración de estos gobiernos. Se alimenta una ficción de unidad latinoamericana para el cambio que incluye a países francamente contrarios a cambios en favor de sus pueblos y continuadores del neoliberalismo (por llamar de alguna forma a la esclavitud imperial). Por ejemplo, el Uruguay frenteamplista, el Chile concertacionista de hace poco, o el Brasil lulista. Pienso que esta puede ser una estrategia, incluir incluso a quienes se autodenominan progresistas pero en la práctica no lo son, para evitar el aislamiento que el imperialismo trata de imponer a todo quien levante un proyecto popular. El resultado, sin embargo, es injusto, se reconoce al enemigo y se desconoce a quienes militan por proyectos liberacionistas. Con esto se contribuye al engaño popular, que es o será costoso porque contribuir a la educación de los pueblos, en vez de a engaño, es siempre una tarea fundamental.

Los enemigos de la militancia y de los militantes son muchos. Incluyen la hostilidad de la mayoría de los gobiernos del mundo que han creado instrumentos jurídicos fascistas para catalogarlos como «terroristas» y reprimirlos con total impunidad aunque reclaman por derechos. Se culpa al militante de toda pasada derrota, y de la apatía general que es alimentada diariamente por la ideología consumista y antisocial que aisla y descrimina a quien piensa y es crítico, pero particularmente a quien acciona. Y tiene además otro enemigo empecinado el «ex militante de izquierda», el ex-izquierdista ha crecido en número en forma epidémica en especial en Europa y América Latina, y no pierde oportunidad de atacar y desacreditar a quienes por militar le recuerdan su pasado militante y lo evidencian como arrepentido, traidor, o impostor.

El precio que paga la militancia es altísimo, históricamente los militantes han sido numericamente la tercera víctima, luego de las víctimas de guerra y de holocautos. Perseguidos, y sus simpatizantes, en verdaderas cacerías humanas, sufrido prisión, tortura, muerte. Hay ejemplos conmovedores entre quienes pertenecieron, por ejemplo, a movimientos políticos o de derechos humanos en los años 80 en Guatemala y El Salvador, donde las fuerzas represivas tuvieron tanta osadía en sus crímenes que asesinaron no sólo a militantes y simpatizantes sino también a miles de pobladores, campesinos y a sus niños, y que luego de asesinarlos exponían sus cuerpos mutilados para aterrorizar al resto de la población. En Colombia, en las últimas dos décadas, han sido asesinados decenas de miles de militantes en forma selectiva y masiva, sindicalistas y partidistas particularmente. En los EEUU mismo, militantes de izquierda, de derechos humanos y pacifistas radicales han recibido la completa indiferencia de los medios de comunicación (en manos del poder) y de liberales y/o progresitas. Muchos de ellos han cumplido, y cumplen, largas condenas, muchos han muerto en sus celdas luego de haber sido condenados en juicios manipulados.

A pesar de las atrocidades sufridas la militancia ha tenido importantes logros recientes, por ejemplo, en Argentina la izquierda y los movimientos territoriales, sindicales, de derechos humanos, de mujeres y defensores del medio ambiente, ha hecho presión sobre el gobierno para limitar las agendas de los saqueadores. En Venezuela el proyecto bolivariano es prueba de la importancia de la existencia de un partido organizador, sin el Partido Socialista Unido de Venezuela hubiera probablemente disminuído el apoyo al gobierno bolivariano, los ricos conspiran constantemente y con bastante libertad y muchos medios. En EEUU el trabajo de los militantes ha sido fundamental particularmente en los frentes contra la guerra, pero también en las luchas por otras reivindicaciones.

En general, la militancia es la que defiende lo aparentemente indefendible y ataca a los enemigos de la mayoría, sería iluso imaginarlos sin contradicciones o diferencias. A veces incluso, sobre ideologizados por sus principios, la militancia responde en forma sectaria. Pero eso no quita lo fundamental: son una columna imprescindible para enfrentar la monstruosidad de aparatos que representan y defienden a los poderosos del mundo. Denunciar hechos atroces y actos de injusticia económica, legal, general es importante pero no podemos esperar sensibilizar a los opresores. Siglos de historia testimonian que todo lo logrado, cada derecho, cada mejora, ha sido ganado con sacrificio y lucha, en esas luchas nada más vital que los sujetos de acción. Nuevamente cerca del borde, la humanidad entera mayoritariamente contenida, tomada casi rehén, por un grupo relativamente pequeño de ricos poderosos, por una clase que vemos tiene ambiciones sin límites, estamos en jaque.

Se acorta el tiempo que tenemos para enfrentar los inmensos problemas reales que tenemos delante, para hacerlo tenemos que poner fin a las ambiciones interminables del grupo antisocial que nos oprime y limita. Tomar posición y ser protagonista es responsabilidad de todos, no sólo de militantes. Más del 90 por ciento de las personas adultas dependemos de nuestro trabajo para sobrevivir, donde sea en el mundo y no seremos nunca ricos.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.