La brecha económico-social planetaria se acrecienta y 260 millones de nuevos pobres podrían caer en el barranco de la marginación antes de que finalice el 2022. De cumplirse este vaticinio, en diciembre de este año, 860 millones de personas podrían padecer una situación de extrema pobreza –al contar con menos de 1,90 dólares diarios– y más de 800 millones, desnutrición, revirtiéndose así los tibios avances de las últimas dos décadas.
Adicionalmente, la amenaza de una hambruna masiva se cierne sobre millones de personas que ya de por sí sufren graves niveles de marginación, en particular en África Oriental, el Sahel, Yemen y Siria.
Las consecuencias de la pandemia y el aumento del precio de los alimentos, así como el incremento de las desigualdades a nivel global, son algunas de las causas de este desbarranco social mundial, agravado a partir del pasado 24 de febrero por la explosión del conflicto ruso-ucranio.
Tal es el pronóstico escalofriante que lanzó la segunda semana de abril la Organización No Gubernamental (ONG) Oxfam Internacional. Su informe Tras la crisis, la catástrofe, publicado solo en inglés, (https://www.oxfam.org/en/research/first-crisis-then-catastrophe) buscó aportar una voz desde la sociedad civil internacional de cara a las reuniones del Banco Mundial y del Fondo Monetario Internacional del primer cuatrimestre del año las cuales concluyeron el 24 de abril.
Nadie se libra de la inflación explosiva
Diferentes medios europeos de comunicación retomaron la tercera semana de abril algunos elementos del informe de Oxfam Internacional y privilegiaron el enfoque sobre el impacto de la inflación, que inquieta en particular a los sindicatos europeos.
El 20 de abril, la Unión Sindical Suiza (USS), la principal confederación de los trabajadores helvéticos, exigió al Gobierno tomar medidas urgentes para paliar los nubarrones inflacionarios luego de una década de control casi absoluto del índice de la misma (https://www.uss.ch/themes/politique-sociale/detail/le-pouvoir-dachat-risque-de-baisser-de-plus-de-3000-francs).
Según la USS, si no se compensa el encarecimiento del costo de la vida, las familias suizas arriesgan de perder este año más de 3.000 francos (igual monto en dólares): 2.200 por la caída real de ingresos y 1.000 como resultado del encarecimiento programado del seguro médico el cual podría aumentar hasta un 10% con respecto a la prima actual.
La inflación explota en la Unión Europea y bate récords nunca vistos desde la creación del euro, alcanzando un incremento promedio del 7,5% en marzo y con perspectivas más altas para abril. La guerra entre Rusia y Ucrania y el aumento de un 44,7% de los precios de la energía aparecen como dos de los factores detonantes.
Según un análisis del 1 de abril del cotidiano español El País, el batacazo bélico se deja sentir sin excepción en todo el continente, donde se registran índices inflacionarios sin precedentes (https://elpais.com/economia/2022-04-01/la-inflacion-se-desboca-en-la-zona-euro-y-bate-records-al-alcanzar-el-75-en-marzo.html).
Es el caso de Alemania, que con un alza del 7,6% con respecto a marzo de 2021 y de 2,5% con respecto a febrero de 2022, debe referirse a 40 años atrás –antes de la reunificación–, para encontrar una cifra comparable. Por su parte España, donde la inflación interanual creció un 9,8% (3,9 puntos en marzo con respecto a febrero), se acerca a marcas nunca vistas desde 1985. En Italia, en marzo la inflación subió un 6,5% con respecto al mismo mes del año pasado y un 1% en comparación a febrero de este año. Los Países Bajos registran en este mismo periodo una de las tasas de inflación más altas de la Unión Europea con 11,9%, superada por Lituania (15,6%), Estonia (14,8%) y Letonia (11,2%).
El flagelo inflacionario no solo golpea a Europa. También se
convierte en un fenómeno mundial que profundiza la brecha de la desigualdad. En
los Estados Unidos, por ejemplo, el 20% de los grupos familiares más pobres destina
un 27% de sus ingresos a la compra de alimentos, en tanto que el 20% más rico
solo invierte un 7% en ese rubro.
El sufrimiento del Sur global
El Banco Mundial estima que 198 millones de personas podrían caer en la pobreza extrema este año como resultado del COVID-19 y la profundización de las desigualdades. Sobre la base de esta estimación — a la que le suma la proyección del impacto del aumento de los precios de los alimentos–, Oxfam Internacional calcula que otros 65 millones de seres humanos se desplomarán en la miseria. Lo que representará un total de 263 millones de nuevos pobres, cantidad equivalente a las poblaciones del Reino Unido, Francia, Alemania y España juntas.
Comentando sobre esta tendencia al presentar el informe, Gabriela Bucher, directora de la ONG afirmó que, si no se toman medidas radicales e inmediatas, “podríamos estar ante el mayor aumento de los niveles de la pobreza extrema y sufrimiento de la humanidad del que se tiene constancia”. Para dicha organización este panorama es aún más desolador si se tienen en cuenta los billones de dólares acaparados por un puñado de multimillonarios que no demuestran ningún interés en frenar esta escalada.
Adicionalmente, la deuda externa representa una espada de Damocles cada día más pesada para las naciones y las poblaciones empobrecidas. Muchas ya se confrontan con la imposibilidad material de pagar la parte correspondiente al 2022 de dicha deuda.
Las personas en situación de pobreza son las más perjudicadas por estas crisis. A modo de ejemplo: el incremento del precio de los alimentos — superior al de la crisis del 2011– representa el 17% del gasto de los consumidores en los países ricos, pero representa el 40% en el África subsahariana.
En paralelo, las grandes multinacionales dedicadas a la producción y comercio del petróleo y el gas registran beneficios récord, al igual que las transnacionales del sector de alimentos y bebidas.
Corolarios nefastos de la pandemia
El informe de Oxfam Internacional también muestra que la crisis económico-social pandémica impactó y sigue afectando a nivel global. Sin embargo, los desafíos económicos que deben afrontar los países en desarrollo son mayores. Debieron enfrentar el acceso no igualitario a las vacunas; se vieron obligados a agotar fondos de reservas (muchas veces sumamente escasos) para aplicar planes sociales de contención; han tenido que asumir los corolarios de economías semiparalizadas durante meses con un impacto directo tanto en sectores formales como informales y se han visto obligados a aplicar severas medidas de austeridad.
En este contexto complejo en que los costos derivados del COVID-19 siguen golpeando las economías de los países en desarrollo, la riqueza de los milmillonarios se incrementó desde el inicio de la pandemia más que en el conjunto de los 14 años precedentes. Por otra parte, los gobiernos siguen dudando en cuanto a la posibilidad de aumentarles los impuestos a los sectores más enriquecidos de sus respectivos países. Según Oxfam Internacional, si se aplicara un impuesto anual sobre el patrimonio–comenzando tan solo con un 2% para las fortunas millonarias para llegar al 5% en el caso de las milmillonarias– se generarían más de 2 billones de dólares anuales, suficiente para sacar de la pobreza a 2.300 millones de personas.
Aunque las soluciones parecen estar a la mano de los gobiernos, especialmente en el Sur, las relaciones de fuerza no siempre favorables y la falta de voluntad política conspiran para que no se las implemente. La torta terrestre es una y solo una mejor redistribución de las porciones podría asegurar que todas y todos puedan sentarse a la misma mesa para compartirla.
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