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Mito, geopolítica y soberanía argentina

Fuentes: El tábano economista

Los socios ocultos son el soporte del presente para transformar el futuro (El Tábano Economista)

En los tiempos antiguos, cuando los dioses aún caminaban entre los hombres, existía una deidad llamada Tlazotéotl, la tejedora de futuros. En su palacio colgaba un gran espejo de obsidiana pulida, donde los mortales podían asomarse para ver los días por venir.

Un día, un joven guerrero, cansado del hambre y las luchas de su pueblo, subió a la montaña sagrada para pedirle a Tlazotéotl una visión del porvenir. Compasiva, la diosa lo condujo hasta el espejo. Allí vio ciudades resplandecientes, hombres vestidos con ropas finas, máquinas voladoras como aves, y niños riendo en calles limpias. Sin embargo, debajo de cada imagen de abundancia, el guerrero descubrió agotamiento, tierras áridas, ríos envenenados, el colapso de aquellas máquinas y risas apagadas. Cada promesa brillante ocultaba una sombra creciente.

—“¿Por qué me muestras esto? ¿Acaso el futuro no es mejor?”— preguntó el guerrero.

La diosa sonrió con tristeza:

“El futuro siempre parece luminoso desde lejos, porque los hombres necesitan creer que sus esfuerzos valdrán la pena. Pero el camino no se acorta con deseos. Cada época inventa su propio mañana perfecto… solo para descubrir que el verdadero problema siempre estuvo en el presente.”

Este mito resuena en nuestra realidad. Hoy, el presidente argentino propone un plan económico que, en tres décadas, podría acercar al país a un nivel similar al de Estados Unidos. “Si me dan 35 años podríamos ser como EE.UU.» declaró. Sin embargo, los indicadores actuales parecen contradecir esa visión. El sueño de un futuro resplandeciente exige enfrentar, con urgencia, los problemas del presente.

Aquí entran en escena los socios ocultos: los sostenes del presente que permiten imaginar un futuro transformado. En el periodo del Raj británico, entre 1858 y 1947, los ingleses se apoyaron en soldados indios para sostener su dominio colonial. Sin este sistema militar, el saqueo de India y la sustentabilidad del imperio británico no hubiesen sido posibles.

Hoy, en Argentina, los soldados locales serían las élites extranjerizadas, los medios que celebran la entrega de recursos, una clase media que respalda al gobierno y una sociedad en general distraída. Este tipo de proyecto político, que da pasos hacia una dependencia creciente de EE.UU., no podría avanzar sin un entramado colaborativo interno. El futuro y su promesa pueden ser un analgésico eficaz para encubrir un presente doloroso.

En paralelo, la reactivación de la guerra comercial durante el segundo mandato de Donald Trump ha redefinido las relaciones económicas globales, afectando especialmente a las economías emergentes como las latinoamericanas.

China, segundo socio comercial de América Latina y principal de Sudamérica, desempeña un rol estratégico como comprador de materias primas y proveedor de manufacturas, bienes de capital e insumos. Absorbe el 13% de nuestras exportaciones y es responsable del 22% de nuestras importaciones.

En cuanto a inversiones, China concentra su presencia en Brasil, Argentina, México, Perú y Chile. En particular, Argentina ha recibido inversiones en sectores clave como la energía y la infraestructura.

Sin embargo, la reciente ofensiva del secretario del Tesoro de EE.UU. en Argentina, y la visita del nuevo jefe del Comando Sur, almirante Alvin Holsey, revelan la creciente presión de Washington para limitar los vínculos estratégicos con China. Uno de los focos es el swap de monedas renovado en abril de 2025 por 5.000 millones de dólares, instrumento clave para aliviar la fragilidad externa del país.

Lejos de expresar una preocupación genuina por la economía argentina, EE.UU. ve en este acuerdo una amenaza a su influencia. Si el swap proviniera del FMI, el Departamento del Tesoro no solo lo avalaría, sino que exigiría su expansión. La presión para desactivarlo busca, en el fondo, disciplinar a un país que se atreve a diversificar sus alianzas.

Detrás del discurso sobre “prácticas financieras opacas” se esconde un objetivo estratégico: impedir que Argentina fortalezca vínculos fuera del eje occidental. ¿Por qué deberíamos considerar una amenaza el acceso a yuanes que estabilizan reservas y financian obras vitales, mientras se acepta como normal la dependencia crónica de dólares y organismos multilaterales?

La ofensiva estadounidense no se limita al swap. También intenta frenar inversiones chinas en sectores sensibles como el litio, la energía nuclear, los ferrocarriles, e incluso la participación en proyectos logísticos como el Estrecho de Magallanes. No se trata de altruismo, sino de la defensa de una hegemonía que se tambalea ante el nuevo orden multipolar.

Exigir que Argentina elija entre China y EE.UU. es negar la realidad geopolítica contemporánea. La soberanía no consiste en alinearse, sino en ampliar opciones, diversificar socios y negociar desde el interés nacional. Las inversiones chinas no son una traición, sino una estrategia pragmática.

Si EE.UU. quiere mantener su influencia en América Latina, deberá competir con propuestas reales, no con presiones. De lo contrario, su poder se erosionará no por el avance de otros, sino por su propia arrogancia.

El problema no es sólo la presión externa, sino la disposición interna a actuar como un protectorado. El futuro siempre se presenta como fabuloso, pero el presente que lo gesta suele ser desdichado.

Fuente: https://eltabanoeconomista.wordpress.com/2025/04/30/mito-geopolitica-y-soberania-argentina/