Esa misteriosa contrapartida de nuestra existencia diurna que es el sueño ha inquietado al ser humano desde la más remota antigüedad. La intuición de los filósofos ha derrochado explicaciones para él, pero sin desdeñar sus teorías, hoy tiende uno a mirar sobre todo a los científicos que estudian el cerebro para conocer sus conclusiones.
Las aproximaciones pueden ser muy variadas y tal vez no exista en este momento un texto que sintetice mejor la multitud de aspectos implicados que El oráculo de la noche (Debate, 2021), un extenso y documentado trabajo del neurocientífico brasileño Sidarta Ribeiro (1971).
Estructurado en dieciocho capítulos y un epílogo profusamente anotados, este libro ofrece un recorrido por el mágico mundo de los sueños en el que los mitos y leyendas de la más remota antigüedad y las teorías que a lo largo de la historia han ido proponiéndose son iluminadas al fin por la neurología más reciente. Se descubre entonces que, curiosamente, las aportaciones de la tecnología más avanzada vienen a confirmar las intuiciones del psicoanálisis, muy desacreditado en el ámbito científico durante mucho tiempo.
El oráculo de la noche, un texto de alto nivel teórico pero de lectura absorbente, no deja indiferente a nadie, porque con su aproximación reveladora al misterioso universo onírico pone al descubierto las claves que éste atesora sobre cómo afrontamos los anhelos y frustraciones de nuestra existencia.
Historia de la interpretación de los sueños
En la antigüedad los sueños tendían a ser explicados como mensajes de los dioses, a los que muchas veces se atribuía carácter profético. Textos como el Libro de los muertos egipcio o la Epopeya de Gilgamesh sumeria inciden en esto. Artemidoro de Éfeso (siglo II) se hizo famoso en Roma como interpretador de sueños y sobre ello escribió un extenso tratado. Por su parte, Macrobio (siglo V) propuso una clasificación que fue ampliamente aceptada en la Edad Media. En otras latitudes se constata por ejemplo que las culturas amerindias se sirven de los sueños como guía y oráculo para afrontar las graves decisiones que los afectan, y se describen en el libro varios casos de sueños proféticos con gran relevancia.
En el psicoanálisis de Freud, el Ego consciente existe tensionado entre un Ello inconsciente que persigue pulsiones básicas y un Superego cultural que lo censura. De estos conflictos surgen trastornos neurológicos que pueden ser aliviados llevando el trauma al Ego y haciéndolo consciente. Para cumplir este objetivo, Freud identificó los sueños como una vía regia de acceso al inconsciente, que revela, a veces de forma alegórica, los deseos y miedos de quien los experimenta. El psicoanálisis fue desautorizado como pseudocientífico, pero a finales del siglo XX algunas de sus intuiciones comenzaron a ser corroboradas por la ciencia del cerebro.
Ribeiro se declara partidario de una teoría general de los sueños que concilia las antiguas visiones que ligaban éstos a premoniciones del futuro o a conflictos del pasado, para proponer que en realidad representan una herramienta crucial para la supervivencia en el presente. Esto se opone frontalmente a la teoría de Crick y Mitchison de 1983, según la cual los sueños serían simplemente cadenas de recuerdos asociados al azar y sin ningún significado.
La ciencia del sueño
El libro resume investigaciones sobre la existencia de sueño en insectos como las moscas, y también en algunos peces y anfibios, aunque sin indicios de sueño REM, el cual aparece en los mamíferos y según estudios recientes en algunos reptiles y aves. La opinión actual es que este tipo de sueño tiene un origen único en todos los vertebrados terrestres, aunque no se da en los cetáceos, lo que tal vez demuestra que el sueño unihemisférico de estas especies funciona como un sustituto del sueño REM.
El sueño de los mamíferos tiene dos fases. La primera se denomina “no REM” (NREM) y se divide en tres estadios sucesivos con sueño cada vez más profundo: N1, N2 y N3. La segunda es la fase REM. En una noche normal se producen cuatro o cinco ciclos completos: N1, N2, N3, REM, cada uno de noventa minutos aproximadamente. En el electroencefalograma los estados NREM están caracterizados por ondas lentas: theta y delta, mientras que la fase REM exhibe ondas rápidas similares a las de la vigilia. Esta última fase aumenta su duración en los ciclos finales de la noche. Ribeiro describe los neurotransmisores implicados en cada fase del sueño y los efectos de diversas drogas en la experiencia onírica. Presenta también interesantes datos que muestran que en las psicosis se da una “invasión” de la vigilia por parte del sueño REM, lo que plantea la posibilidad de vías farmacológicas para tratar estos trastornos.
Según datos experimentales, la privación de sueño perjudica la adquisición de conocimiento, aunque esta idea no logró imponerse en la ciencia psicológica hasta 2003. Posteriormente, se ha constatado que una siesta larga, con período REM, facilita las tareas de aprendizaje. También se ha comprobado que la actividad neuronal reverbera durante el sueño las experiencias de la mente despierta, sobre todo en las fases NREM y menos en la REM, lo cual muestra relación con el aprendizaje. En estos procesos son esenciales las ondas theta, que regulan los patrones de atención en el cerebro y la actividad sináptica que marca los recuerdos. Durante la vigilia, esta reactivación de recuerdos es mucho menor, debido a la avalancha sensorial, pero puede ocurrir ocasionalmente.
En resumen puede decirse que la experiencia del sueño tiene su correlato fisiológico en una actividad eléctrica en el cerebro en la que las pautas neuronales que caracterizan los recuerdos son reactivadas, compitiendo las vivencias más recientes con las viejas de trayectorias consolidadas. Los recuerdos se convierten de esta manera en el lenguaje universal en el que procesamos palabras, sensaciones y pensamientos, y mientras no irrumpen en la conciencia están en estado latente, pudiendo además ser borrados sin dejar huella.
Hoy se sabe que la adquisición de un recuerdo se produce a través de cambios profundos en los que las diferentes fases del sueño juegan un papel esencial para traducir los patrones de actividad eléctrica en los circuitos neuronales (recuerdos activos) en nuevas pautas de sinapsis entre células (recuerdos latentes).
La importancia de los sueños
Considerados clásicamente relevantes y elevados incluso a la categoría de oráculo, los sueños fueron desprestigiados como alucinaciones intrascendentes en la reacción antifreudiana que se impuso en la psicología en el siglo XX. Lo cierto es, sin embargo, que la ciencia actual reivindica su importancia. La idea de Freud de que el deseo es el motor del sueño es respaldada por investigaciones que apuntan a que las visiones oníricas están relacionadas con los altos niveles de actividad eléctrica de la fase REM, pero no están predeterminadas sino que constituyen un proceso diferente, emergente a partir de ellos, que goza de autonomía y es regido por las expectativas del soñante. De esta forma, los sueños pueden entenderse como reconstrucciones de situaciones relevantes, cargadas de elementos simbólicos y caracterizadas por encadenamientos de imágenes organizadas por el sistema cerebral de recompensa y castigo. A fin de cuentas, resultan ser una manera de idear y ensayar comportamientos en un entorno seguro para el cuerpo.
Ribeiro dedica un capítulo a la trascendencia de la experiencia onírica en la actividad creativa. En la tarea cultural esencial de hallar nuevas formas, los sueños han demostrado un papel decisivo. Se presentan numerosos ejemplos de ello, desde el diseño de una aguja para las máquinas de coser a músicos y pintores que despiertan con melodías e imágenes en su cabeza. No es diferente en la literatura, desde la antigüedad hasta el presente, ni en el muy racional asunto de la investigación científica, en el que se citan historias clásicas como el descubrimiento por August Kekulé de la estructura del benceno o el diseño de la tabla periódica por Dmitri Mendeléiev. En el campo de las matemáticas resulta extraordinario el caso del indio Srinivasa Ramanujan, cuyas ecuaciones y teoremas, sorprendentes y aún hoy en parte incomprendidos, le eran revelados en sueños.
La investigación que se ha realizado muestra que la resolución de problemas se ve favorecida durante el sueño REM. El mecanismo para ello pudiera ser la introducción de ruido en el sistema neuronal para permitir el hallazgo de una solución óptima: “Desorganizar para organizar mejor”. El correlato consciente de esto son sueños en los que tiende a practicarse obsesivamente la actividad objeto de aprendizaje, aunque con el progreso del sueño ésta se hace más abstracta y se intercalan otros recuerdos.
La imagen que emerge en el libro es la del sueño como una reverberación de recuerdos del pasado que refleja las expectativas respecto al futuro en una dinámica cuyo motor es el deseo. De acuerdo con esto, la actividad onírica tiene la virtud de advertir de amenazas y plantear posibles soluciones. Basándose en el ayer, el cerebro especula cómo será el mañana. Las pesadillas pueden ser simulaciones para evaluar conductas peligrosas, mientras que los sueños placenteros representan la realización de deseos. En conjunto, el proceso es descrito como un “oráculo probabilístico” que en ocasiones consigue predicciones correctas. La explicación evolutiva de la aparición de esta innovación, probablemente en los mamíferos, es que introdujo una ventaja adaptativa al permitir mejorar el aprendizaje y la creatividad.
El estudio del sueño puede aportar grandes sorpresas en el futuro, como se deduce de las experiencias recientes que tratan de lograr una descodificación de los sueños, identificando las áreas y mecanismos cerebrales implicados. Esto apunta a que los sueños podrían llegar a conocerse independientemente del relato que su protagonista hace de ellos.
Las páginas finales del libro están dedicadas a los “sueños lúcidos” en los que el durmiente controla su viaje por el alucinante universo onírico. El correlato fisiológico de este “despertar hacia dentro” podría relacionarse con la situación al final de la noche con abundancia de neurotransmisores y actividad REM. Estos sueños autoconscientes son bien conocidos entre los chamanes y yoguis, y por místicos budistas y cristianos, y hoy día su existencia ha sido confirmada en experiencias de laboratorio. Ribeiro concluye que este viaje al interior de nosotros mismos puede resultar tan revelador como mirar hacia fuera a través de telescopios y microscopios.
La exploración de un universo fascinante
Los sueños reflejan nuestros anhelos y temores de una forma misteriosa, y en general les concedemos impremeditadamente su imperio nocturno, pero nos olvidamos de ellos nada más despertar, sin darles ningún valor. Así es la realidad, pero en El oráculo de la noche Sidarta Ribeiro nos pone ante dos verdades bien contrastadas que invitan a mirar estas visiones nocturnas con mayor interés. La primera es que históricamente los sueños han sido considerados relevantes en muchas culturas, llegándose a buscar en ellos claves para afrontar el futuro. La segunda es que la ciencia moderna ha conseguido poner de manifiesto la importancia de la actividad onírica en la consolidación de los recuerdos y los procesos de aprendizaje, y revela que a través de ella se movilizan nuestros anhelos e inquietudes en pos de una respuesta.
Los sueños son un dominio impenetrable, cargado de oscuros simbolismos, pero todo apunta a que su trascendencia es mayor de lo que pensamos. Acercarnos a ellos obliga a repasar mitos y leyendas en los que los antiguos desplegaros sus intuiciones, y nos fuerza también a introducirnos en conceptos científicos complejos, pero imprescindibles para entender el funcionamiento del cerebro. La tarea de conciliar las dos visiones no es fácil, pero sólo a través de ella daremos el lugar que merece a esa actividad intrigante en la que empleamos una parte muy sustancial de nuestra vida.
Leyendo El oráculo de la noche sabemos que el interés del autor por los sueños nació tras una experiencia traumática que le provocaba pesadillas cuando tenía cinco años de edad y que fue superada gracias a un hábil terapeuta. De ahí partió el impulso inicial y muchos años de estudio e investigación en neurociencia han servido a Sidarta Ribeiro para poner en nuestras manos un libro que conjuga sabiamente las aproximaciones del mito y la leyenda con los datos más recientes de fisiología, química y física para desentrañar el fascinante mundo de los sueños.
Hay que decir además que en el recorrido por los avances de la ciencia del cerebro, Ribeiro no sólo expone los conceptos, sino que nos acerca también a los protagonistas de las investigaciones y a los procesos, muchas veces repletos de controversias y debates, a través de los cuales el conocimiento fue desarrollándose. De esta forma, el relato jugoso de un protagonista de algunas de las historias permite atisbar el lado más humano de la ciencia.
Un libro en fin extraordinariamente valioso para quien no tema bucear en aguas misteriosas de mitos ancestrales y fisiología cerebral, y quiera saber más sobre sí mismo descifrando el lenguaje del oráculo de la noche.
Blog del autor: http://www.jesusaller.com/. En él puede descargarse ya su último poemario: Los libros muertos.
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