El movimiento crítico de la política de fortalecimiento de la moneda de Brasil agregó un nuevo elemento a su artillería, el «mal o síndrome holandés», que a su juicio amenaza con dejar sin industrias al país por la pérdida de competitividad. Sus efectos ya afectan a sectores que emplean a muchas personas, como los de […]
Sus efectos ya afectan a sectores que emplean a muchas personas, como los de calzados y textiles, obligados a cerrar fábricas ante la competencia de productos más baratos procedentes de China y de otros países asiáticos.
La sobrevaluación del real (la moneda brasileña) respecto del dólar sacó casi 1.000 empresas de la actividad exportadora en 2005 y redujo el ritmo de expansión de las ventas externas a comienzos de este año.
En Brasil, la «enfermedad económica» es provocada, según analistas, por el auge de las exportaciones de minerales y algunos productos agrícolas, en especial la soja, favorecidos por el alza de precios. El agronegocio respondió por 85,8 por ciento del superávit comercial que el país obtuvo el año pasado, un récord de 44.764 millones de dólares.
El rótulo de mal o síndrome holandés proviene del hecho de que se identificó primero en ese país en los años 60, cuando se constituyó en gran exportador de gas natural, con lo cual obtuvo un abultado superávit comercial y con ello la sobrevaluación de su moneda. De ese modo se sacrificó la industria local, que perdió competitividad y participación en la economía.
«Esto no se aplica en Brasil» exactamente, pues no corre ningún riesgo de «desindustrialización y vuelta al pasado agroexportador», aseguró a IPS el actual presidente del estatal Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social (BNDES), Guido Mántega, ex ministro de Planificación y uno de los destacados economistas del gobernante e izquierdista Partido de los Trabajadores (PT).
Los productos manufacturados son mayoría en las exportaciones de Brasil y «la industria nacional nunca estuvo tan fuerte», con tanta tecnología incorporada y ampliando su participación en el mercado mundial, arguyó.
En 2005, la industria automovilística del país exportó 33 por ciento más que el año anterior, indicó a modo de ejemplo. La industria fue el sector de mayor expansión en los tres últimos años, aumentando su producción, productividad y generación de empleos, acotó.
También en ese periodo absorbió la mitad del total de financiamientos del BNDES, el equivalente a 11.000 millones de dólares, destinados a inversiones en aumento de la capacidad productiva.
El ministro de Desarrollo, Industria y Comercio Exterior, Luiz Fernando Furlán, también descartó el «mal holandés» en Brasil, recordando la variedad de rubros exportados, con gran participación industrial, sin un producto básico dominante.
Pero ambos dirigentes del PT admitieron estar preocupados por el fortalecimiento del real frente al dólar, un proceso sostenido en los tres años últimos años y que se mantendrá, según analistas.
La cotización del dólar, que casi alcanzó 3,90 reales por unidad a mediados de 2002, oscila ahora en los 2,15 reales, con una caída sólo en 2005 de 16,7 por ciento y cerca de ocho por ciento en lo que va del año.
Esa tenencia empieza a afectar las exportaciones, reconoció el ministro Furlán.
En los 17 primeros días de febrero, las ventas externas del país crecieron 4,1 por ciento respecto de igual período del año pasado, interrumpiendo un largo lapso de fuerte expansión, mientras las importaciones aumentaron 17,5 por ciento.
Los economistas están divididos. Algunos identificaron la enfermedad y la desindustrialización del país como producto de la fuerte valorización del real. Otros creen que no existe tal amenaza y que los males de la industria brasileña son los intereses y tributos demasiado elevados junto con deficiencias en infraestructura y tecnología.
Brasil, aunque con diferencias respecto de lo ocurrido en Holanda, sí sufre los efectos de la sobrevaluación cambiaría, pero «no se trata de un fenómeno natural sino de elección, de políticas deliberadas» de las autoridades económicas, según Fernando Cardim de Carvalho, profesor de la Universidad Federal de Río de Janeiro.
«No es inevitable» que la moneda nacional se sobrevalúe ante el exceso de dólares producido por las exportaciones de petróleo, gas natural u otros productos recientemente descubiertos o cuyo precios o volumen exportado se elevaron rápidamente, puntualizó para IPS.
Argentina y China también registran grandes saldos comerciales, pero mantienen el tipo de cambio favorable a exportaciones y bajos intereses, convirtiendo el superávit comercial en reservas cambiarias, una política opuesta a la que encara el gobierno de Brasil, arguyó.
El problema brasileño es que con los altos intereses básicos fijados por el Banco Central, y que remuneran más de mitad de la deuda pública, se hace demasiado caro ampliar las reservas como hacen China y otros países de elevado saldo en su balanza comercial, explicó. Además los altos intereses atraen capital especulativo, aumentando la fortaleza del real.
Los daños a la industria provocados por la caída de la cotización del dólar no resultan sólo del «mal holandés» típico, como lo demuestra la experiencia de Argentina, que mantuvo la paridad entre peso y dólar por fuerza de ley en el Plan de Convertibilidad desde 1991 hasta el colapso de fines de 2001, recordó Carvalho.
Brasil también vivió una situación parecida entre 1995 y 1998, cuando la política de combate contra la inflación se basó en un dólar barato, estimulando importaciones para contener los precios internos, y elevados intereses que aumentaron gravemente la deuda pública.
Depender de exportaciones agrícolas o minerales es un mal negocio, porque son productos de precios muy inestables, advirtió el economista, para luego recordar ejemplos del propio país que ya vivió sus ciclos del azúcar, del café y del caucho natural que enriqueció la Amazonia por un breve período entre fines del siglo XIX y comienzo del XX.