Publicó 40 libros durante sus 45 años de vida. Montserrat Roig (1946-1991) fue escritora, periodista, feminista, catalanista, mujer de izquierdas (militó en el PSUC) y firme defensora de la memoria histórica. En su caso no es un tópico la calificación de «escritora total», según la define otra periodista y escritora, Aina Torres, autora de «La […]
Publicó 40 libros durante sus 45 años de vida. Montserrat Roig (1946-1991) fue escritora, periodista, feminista, catalanista, mujer de izquierdas (militó en el PSUC) y firme defensora de la memoria histórica. En su caso no es un tópico la calificación de «escritora total», según la define otra periodista y escritora, Aina Torres, autora de «La Memòria Viva», libro recientemente publicado por la editorial Sembra Llibres sobre Montserrat Roig. Tampoco es un lugar común la idea de «escrivivir» que le aplicó su hijo, Roger Sempere. Hay quien la sitúa en el punto justo donde se cruzan marxismo y feminismo.
Como periodista estuvo en México, Francia y Cuba. En la Isla quiso entrevistar, junto a la inseparable amiga y fotógrafa, Pilar Amerych, a Fidel Castro en la década de los 80. Trabajaba entonces como «freelance», sin contrato, cuenta Aina Torres. No pudo entrevistar al Comandante, pero sí al vicepresidente cubano, Carlos Rafael Rodríguez. «El anticomunismo ciega a Estados Unidos», fue el titular del texto publicado en 1982 por El País. Monsterrat Roig también colaboró en Cuadernos para el Diálogo, Destino, La Calle, Oriflama, Tele/eXpres, Mundo Diario, El Temps, Vindicación Feminista, Els Marges, El Periódico de Cataluña y Avui, entre otros medios.
En los años 70 publicó crónicas en la revista Triunfo. En junio de 1976 escribe sobre las Jornades Catalanes de la Dona: «Cuando las mujeres se reúnen para hablar de su liberación, es todo un mundo, complejo y marcado por siglos y siglos de civilización equivocada, que se pone en cuestión»; «Han surgido líderes naturales y espontáneas, llenas de fuerza y de vida y casi nulos han sido la competitividad y el deseo de poder», añade unas líneas más abajo. Los artículos de opinión en el diario Avui, entre 1990 y el mismo día de su muerte, resumen asimismo el ideario de Montserrat Roig. Aina Torres recuerda que, agrupados en la sección «Un pensament de sal, un pessic de pebre», rechazaban la guerra de Irak y la censura lingüística en la televisión autonómica valenciana, defendían el derecho a la autodeterminación de los pueblos kurdo y palestino, y mostraban solidaridad con la activista Núria Cadenes, acusada de pertenencia a Terra Lliure. Además, la escritora consideraba un acto político la escritura en catalán, su lengua materna. Ante la tortura existencial de algunas posiciones militantes, Monsterrat Roig defendía el derecho a la felicidad en medio de la lucha política.
La proyección de su labor periodística tuvo un epicentro en la televisión, donde se dio a conocer ante el gran público. En 1977 estrenó un programa de entrevistas -«Personatges»- en el canal de TVE en Cataluña. Allí respondieron a sus preguntas figuras de la cultura como Ovidi Montllor, Vicent Andrés Estellés, Maria Aurèlia Campany, Pere Quart, Lluis Llach, Maria del Mar Bonet o Antoni Tàpies. En el verano de 1978, 50 entrevistas después, Televisión Española eliminó este espacio de la parrilla. Aina Torres entrecomilla en el libro los motivos alegados por un directivo de RTVE, pasados ya dos años: «Monsterrat Roig, militante comunista, introducía en el programa preguntas de evidente matiz ideológico, sin la necesaria neutralidad informativa». En 1986 volvió a la televisión pública, con programas de entrevistas como «Búscate la vida», en los que seleccionaba a un tipo de jóvenes poco habituales en el plató: cooperantes con la Nicaragua revolucionaria, una activista del movimiento okupa o un preso del GRAPO. Se quejó de que TV3 no la tuviera en cuenta en su programación.
Pero Montserrat Roig se consideraba una escritora, su vocación fue realmente la literatura en catalán. En el periodismo -a través de entrevistas, reportajes de investigación o artículos de opinión- encontró un medio para ganarse la vida («yo soy mi mecenas», afirmó). Ya en la madurez literaria, trató de explicar el porqué de la escritura. Tal vez se trataba de «la elaboración de unas técnicas narrativas, la difícil búsqueda de un estilo propio, la elección de las palabras más adecuadas, el sacrificio que implica deja a un lado la ampulosidad y la afectación en beneficio de la sencillez, el esfuerzo por alcanzar la belleza de las cosas, el resurgimiento de los detalles (…)». El escritor y editor Quim Torra corrobora esta idea: «Creo que se obsesionó por encontrar un estilo, una manera de explicar las cosas». La autora de «Ramona, adéu» y «El temps de les cireres» pensaba también que el novelista podía asimilarse a un arquitecto, y que la obra narrativa requería tanta elaboración y diseño previo como la construcción de una casa. En los preliminares podía pasar un año. Otro rasgo de sus novelas y piezas periodísticas fue la recuperación de la infancia (en el Ensanche de Barcelona), porque de ese modo, afirma Aina Torres, «ponía en orden su vida y se la inventaba».
Y de ahí, a la importancia del detalle convertido en categoría literaria; por ejemplo, el limonero del patio de la casa familiar, que permite en «El temps de les cireres» observar el paso del tiempo. Otra característica de la Montserrat Roig narradora fue una mirada feminista que justificaba en «L’hora violeta»: «La historia grande ha expulsado a las mujeres más que a nadie». Tenía claro que para conocer la vida de los hogares y los interiores «harían falta unas memorias escritas por mujeres», destaca Torres. No fue una apuesta sencilla. La escritora Isabel-Clara Simó señala que no estaba bien visto que fuera una mujer libre. «Le recriminaron que escribiera con mirada de mujer, y su condición de feminista les daba todavía más rabia». Montserrat Roig también criticó el machismo de las izquierdas. En el campo profesional no renunció a su vocación de escritora, ni tampoco a ser madre de dos hijos. Además de los «clásicos» -Virginia Woolf, Doris Lessing, Simone de Beauvoir, Annie Leclerc o Hélène Cixous-, se miró en el espejo de escritoras del terreno, como Maria Aurèlia Capmany (1918-1991), destacada feminista y antifranquista. Montserrat Roig viró, en algunos aspectos, del feminismo de la igualdad al feminismo de la diferencia. En su literatura no aparecen mujeres maravillosas y de una pieza, según escribió: «Estamos llenas de miedos, de angustias, de la misma manera que los hombres!».
Escrito en forma de crónica periodística, el libro de 160 páginas editado por Sembra Llibres revela episodios impagables sobre la creación literaria, como el consejo que el poeta Salvador Espriu le dio a Montserrat Roig cuando ésta tenía quince años: «Pues mire, señorita, si quiere escribir ha de tener en cuenta dos cosas: la primera, procure ser sincera ante la hoja en blanco. La segunda, no me utilice, por favor, los ‘llur’, ‘àdhuc’, «d’antuvi’, ‘quelcom’, y procure ahorrarme los adverbios terminados en ‘mente'». Del primer libro de cuentos, publicado en 1971, vio cómo se le censuraban 30 páginas por las apelaciones al sexo, la política y la religión.
Eran los inicios. En su último ensayo, «Digues que m’estimes encara que sigui mentida» (1991), comparte la maduración de sus reflexiones: «Para escribir nos hemos de sentir, alguna vez, expulsados». Y las ciudades actuales, añadía, expulsan a los escritores. En 1972 publicó su primera novela, «Ramona, adéu», en la que ya figuraba uno de sus motivos predilectos, la burguesía barcelonesa. En «El temps de les cireres» (1977), título que remite a un himno revolucionario de la Comuna de París, retrata el otoño de la dictadura, a través de una joven que retorna tras doce años en el extranjero y dos familias de la burguesía catalana. Con otra novela, «L’hora violeta» (1980), cierra un ciclo: el objetivo de la escritura ya no será tanto la realidad externa, como el mundo interno de la autora. Algunos críticos calificaban sus novelas de «autobiográficas», pero toda literatura lo es, afirmaba Borges.
Montserrat Roig también cultivó el teatro, el cuento y la crítica literaria. Otro frente no menor en el que se embarcó fue el de la memoria. Al igual que otros periodistas, como Ramon Barnils, recogió la tradición republicana para impulsarse en el presente. Su reportaje de investigación más conocido, «Els catalans als camps nazis» (1979), le llevó tres años y más de 500 páginas. Para ello entrevistó a los republicanos catalanes, pocos, que lograron sobrevivir a los campos de concentración. En el ensayo «L’agulla daurada» (1985) hace memoria del sitio de Leningrado, tras un viaje a la antigua Unión Soviética. Aina Torres ha trabajado en medios como TV3 y VilaWeb; con el libro «Dos hiverns i un incendi» ganó el premio de Poesía Martí Dot. En cuanto a la editorial Sembra Llibres, ha publicado títulos como «Acte de violencia», de Manuel de Pedrolo; «Totes les cançons parlen de tu», de Xavi Sarrià, «Lluitant contra l’oblit», de Laura Ballester; y «Viure, morir i nàixer a Gaza», de David Segarra.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.