La reunión de los dirigentes de los países más ricos del mundo para abordar la situación económica y financiera del planeta concluyó con la firma de un documento en el que se presentan un somero análisis de la crisis y las propuestas y compromisos a los que han llegado para hacerles frente. Se trata más […]
La reunión de los dirigentes de los países más ricos del mundo para abordar la situación económica y financiera del planeta concluyó con la firma de un documento en el que se presentan un somero análisis de la crisis y las propuestas y compromisos a los que han llegado para hacerles frente.
Se trata más bien de un documento de principios, algo que por sí ya es significativo pues de algún modo indica que lo que se haga a partir de ahora debe responder el encuadre general del documento. Y este encuadre es, al mismo tiempo, muy manido (porque no hace sino recurrir a los archiconocidos principios del liberalismo de salón) y bastante cínico (puesto que se trata de los principios que los ricos hacen cumplir a los demás pero que ellos no cumplen nunca para protegerse.
Por tanto, hay que valorarlo como tal documento de principios, y esperar a que se le vaya dando concreción en los próximos meses.
Lo que ahora se puede hacer es conocer lo que se propone, tratar de descubrir lo que hay detrás de la retórica diplomática y de la ideología liberal que claramente lo inspira y subrayar lo que sin duda alguna le falta para que pudiera ser considerado la expresión de una voluntad firme de cambio en los derroteros que están llevando a la economía mundial a una situación tan problemática
Como la experiencia me dice que la mayoría de las personas no suelen leer este tipo de documentos porque resultan farragosos y de difícil comprensión, he preparado este texto con la única pretensión de presentar con claridad sus principales contenidos y de comentar los aspectos que me parecen más destacables para entenderlo y para situarlo en el contexto económico e ideológico en el que debe encuadrarse. Al final sacaré algunas conclusiones y dejaré para otro momento las ideas sobre lo que considero que deberían ser planteamientos alternativos a la hora de hacer frente a la crisis (que he ido avanzando en otros artículos que pueden encontrarse en mi web: www.juantorreslopez.com).
Pido disculpas de antemano si la celeridad a la hora de prepararlo me lleva a omitir algún aspecto que en los próximos días pudiera resultar esencial a la luz de nuevas informaciones o desarrollos.
1. El contenido del documento
El documento contiene siete grandes partes cuyos contenidos principales paso a comentar a continuación.
a) Una breve declaración de intenciones
El documento se inicia con una declaración muy significativa puesto que señala que, en realidad, lo que se proponen los dirigentes que lo firman es trabajar en común con dos objetivos: «el crecimiento económico en el mundo y (…) llevar a cabo las reformas necesarias en los sistemas financieros mundiales». No es que sea ni poco ni mucho pero sí la misma idea de siempre: el crecimiento como un bien en sí mismo, algo que se repite constantemente. Y, junto a ello, al menos el propósito de reformar los sistemas financieros.
Y junto a los objetivos, otra breve declaración retórica en torno a los principios que los inspiran y que no hacen sino recoger los mismos mitos de siempre: «Nuestro trabajo se va a guiar una confianza compartida en que los principios del mercado, unas condiciones de comercio y de inversión sin trabas y unos mercados financieros regulados de manera eficaz fomentan el dinamismo, la innovación y el espíritu emprendedor que resultan esenciales para el crecimiento económico, el empleo y la reducción de la pobreza». Sin hacer mención, por tanto, a los problemas de estancamiento, atraso tecnológico, crisis, paro y miseria que esos mismos principios producen también cuando se ponen en marcha.
b) Unas líneas sobre las «causas primordiales de la crisis actual»
El documento pone el dedo en la llaga cuando se reconoce que «las partes actuantes en el mercado han tratado de conseguir rendimientos más altos sin una valoración adecuada de los riesgos y no han puesto en práctica la debida diligencia. Al mismo tiempo, se han combinado unas normas deficientes de aseguramiento frente a riesgos, prácticas poco fiables de gestión de riesgos, productos financieros cada vez más complejos y opacos y el consiguiente apalancamiento excesivo para crear puntos vulnerables en el sistema».
Y también cuando se afirma que los evaluadores y responsables institucionales «no evaluaron ni abordaron de forma adecuada los riesgos que se estaban acumulando en los mercados financieros, ni siguieron el ritmo de la innovación financiera, ni tuvieron en cuenta las complejidades de las medidas reguladoras internas dentro del sistema».
Sin embargo, el documento no parece relacionar los problemas de la crisis financiera con la recesión. Es más, hace una pirueta y señala que las actual situación macroeconómica mundial no sería el resultado de la crisis hipotecaria y financiera sino que deja entrever que ésta se debe a que se han aplicado políticas económicas inapropiadas, aunque sin decir en qué sitios ni de qué tipo: «entre otros importantes factores subyacentes a la situación actual figuran unas políticas macroeconómicas incoherentes e insuficientemente coordinadas y unas reformas estructurales inadecuadas que han llevado a unos resultados macroeconómicos insostenibles a escala global».
Esto es significativo porque parece que lo que se trata es de no reconocer que la mala regulación genera crisis reales y no solo problemas financieros y, además, porque implica afirmar que la recesión, en lugar de ser la consecuencia de la falta de crédito que ha producido la especulación financiera, es el efecto de no aplicar las políticas «adecuadas». No se dice cuáles son estas pero es fácil advertir el juego dialéctico que lleva a deducir que la crisis se ha producido entonces por aplicar medidas alejadas de la ortodoxia económica al uso.
c) Una breve exposición sobre las medidas que se han adoptado y que se van a adoptar.
Los dirigentes comienzan por recordar que han tomado medidas «medidas fuertes e importantes para estimular nuestras economías, proporcionar liquidez, reforzar el capital de las instituciones financieras, proteger ahorros y depósitos, abordar las deficiencias de regulación y descongelar los mercados crediticios, y estamos trabajando en asegurar que las instituciones financieras internacionales (IFIs) estén en condiciones de proporcionar un apoyo esencial a la economía mundial». Aunque inmediatamente reconocen que hace falta hacer más para alcanzar los dos objetivos que se fijan: «estabilizar los mercados financieros y sostener el crecimiento económico».
En consecuencia, se proponen las seis grandes actuaciones que, en realidad, son una mezcla de deseos y de principios ideológicos con muy escasa concreción. Son las siguientes:
– «Mantener nuestros esfuerzos con todo vigor y tomar las medidas adicionales que sean necesarias para estabilizar el sistema financiero».
– «Reconocer la importancia de la contribución de la política monetaria que se considera adecuada a las condiciones internas [de cada nación]». Una declaración bastante confusa y cuyo sentido en esta parte del documento no se puede calibrar bien sin más explicaciones. Cabe pensar que se trata de poner el parche antes de que salga la herida: es decir, subrayar la importancia de la política monetaria ahora que se van a llevar a cabo políticas fiscales de gran impacto.
– «Recurrir en la medida apropiada a medidas fiscales para estimular las demandas internas con efecto inmediato, al mismo tiempo que se mantiene un marco político conducente a la sostenibilidad fiscal». Una declaración que viene a reconocer que, al fin y al cabo, ha de recurrirse al keynesianismo para estimular a las economías, aunque no se ha querido renunciar al la retórica de la sostenibilidad fiscal, una forma inconcreta de reivindicar el dogma de la estabilidad presupuestaria que tanto daño a hecho en los últimos años a las economías.
– «Ayudar a las economías emergentes y en vías de desarrollo a que tengan acceso a financiación en las actuales condiciones de dificultades financieras, facilitándoles liquidez directa y apoyo programado». Puesto que no se señala qué se entiende por «apoyo programado», cabe pensar que la ayuda se limita a la de la liquidez que proporcione el Fondo Monetario Internacional en las condiciones habituales, condicionada a la asunción de programas de actuación. De hecho, el papel reforzado del FMI se cita precisamente en este apartado al decir que «subrayamos el papel importante que corresponde al Fondo Monetario Internacional (FMI) en la respuesta a la crisis». Una expresión evidente de que el documento no se plantea realizar cambios sustanciales pues de querer hacerlos habría que haber comenzado, justamente, por cuestionar el papel que precisamente el FMI ha tenido como desencadenante de esta crisis y de las actuales como efecto de las políticas que viene impulsando en los últimos decenios.
– Animar al Banco Mundial y a los demás bancos de desarrollo multilateral para que empleen a fondo todas sus capacidades».
– «Garantizar que el FMI, el Banco Mundial y los demás BDMs cuentan con recursos suficientes para seguir desempeñando su papel en la superación de la crisis». Una declaración que responde exclusivamente a la idea de reforzar a estos organismo y no a la realidad de las cosas porque de ninguna manera se puede decir que hasta ahora hayan tenido papel positivo alguno en la resolución de la crisis. Todo lo contrario.
d) Unos «Principios comunes de reforma de los mercados financieros»
Además de esas medidas, que como ha podido verse en realidad son más bien simples declaraciones de intenciones sin concreción, al menos de momento, los dirigentes señalan que «vamos a poner en marcha reformas que han de reforzar los mercados financieros y los regímenes reguladores con vistas a evitar crisis en el futuro».
El contenido más interesante es que aunque indican que la regulación , «primera y principalmente, responsabilidad de los reguladores nacionales» también «resulta necesario intensificar la cooperación internacional entre los reguladores y reforzar las normas internacionales, así como, allí donde sea preciso, llevarlas a la práctica de manera coherente, para lograr la adecuada protección frente a acontecimientos globales, regionales y transfronterizos adversos que afecten a la estabilidad financiera internacional».
Sin embargo, aunque se reconoce esa dimensión global de las actividades financieras y de la regulación, no parece que se pretenda alcanzar más que a través de la cooperación, nunca, según el documento, a través de nuevos espacios de gobierno mundial, como es lógico que se hiciera con unas relaciones que tienen en todo el mundo
su espacio de actuación.
Y en este apartado se hace mención también a un principio que, sin embargo, hasta ahora no han respetado los propios gobiernos cuyos dirigentes han firmado la declaración: «Las instituciones financieras -dice el documento- deben cargar asimismo con su responsabilidad en la confusa situación actual y deberían asumir la parte que les corresponda para superarla, lo que incluye reconocer sus pérdidas, aumentar su transparencia y mejorar sus prácticas de gobierno interno y gestión del riesgo».
Lo que no se entiende es que si piensan eso, no lo hayan tenido en cuenta antes de haber puesto a disposición de esas entidades cientos de miles de millones de euros y dólares.
Y dicho eso, los dirigentes indican que se comprometen a poner en marcha políticas coherentes con los siguientes principios comunes:
– «Reforzar la transparencia y la responsabilidad». Lo que principalmente significará «aumentar la información exigible sobre los productos financieros complejos y hacer que las compañías informen de manera exhaustiva y fiel sobre sus condiciones financieras».
– «Mejorar la regulación en profundidad». Esto significa que se pretende «garantizar que todos los mercados financieros, sus productos y los que actúan en los mercados están regulados o sometidos a supervisión de la manera más adecuada a sus circunstancias» (lo que está por ver si llevará consigo o será extensible a los paraísos fiscales) y la «supervisión estricta sobre las instituciones de clasificación crediticia».
Pero es justo en este apartado que podría considerarse como uno de los más avanzados cuando se incorpora una idea que puede hacer que cualquier pretensión de ir demasiado lejos se quede en agua de borrajas.
Me refiero a la siguiente idea que se va a repetir en otras ocasiones a lo largo del texto: «Asimismo, vamos a hacer que los regímenes reguladores sean más eficaces a lo largo del ciclo económico, al mismo tiempo que se asegure que la regulación sea eficaz, que no coarte la innovación y que fomente un mayor intercambio de productos y servicios financieros».
Detrás de esa declaración se esconde una trampa: se asume el principio de que la innovación y el comercio se fomenta con una regulación que no sea muy estricta, que no sea «excesiva» como se dice en otro lugar. Y además, se da a entender que debe ser más generosa en los momentos negativos del ciclo para no frenar el crecimiento. De modo, que puede aventurarse que con este documento no se va a poder ir demasiado lejos en la nueva regulación: ni será muy avanzada ni quizá permanente si predominan las ideas que se subrayan con este comentario.
– «Promover la integridad de los mercados financieros».
También en este apartado el documento es deliberadamente ambiguo y sinuoso. Se dice que los dirigentes se comprometen a mantener la integridad de los mercados financieros «mediante un reforzamiento de la protección a inversores y consumidores, la evitación de los conflictos de intereses, el impedimento de las manipulaciones ilegales de los mercados, las actividades y los abusos de carácter fraudulento y la defensa contra riesgos financieros ilícitos que surjan de jurisdicciones que no estén dispuestas a cooperar». Pero de su propio tenor literal se sigue que los espacios de penumbra no van a desaparecer. De hecho, afirman que van a «fomentar» el «intercambio de información», pero nada más, con las jurisdicciones que «todavía tienen que comprometerse a aceptar las normas internacionales sobre secreto y transparencia bancarios». Pero de las que no se dice nada más.
– «Reforzar la cooperación internacional».
Un objetivo que debería ser esencial y sobre el que los dirigentes se limitan a hacer un llamamiento a «nuestros reguladores nacionales y regionales para que formulen sus regulaciones y otras medidas de manera consecuente», pero sin siquiera señalar de modo concreto y taxativo lo que entienden que debe ser lo «consecuente».
– «Reformar las instituciones financieras internacionales».
De nuevo se vuelve a insistir en este aspecto que se consolida como una de las principales pretensiones: fortalecer, reformando, a «las instituciones surgidas de Bretton Woods para que puedan reflejar más adecuadamente el peso económico cambiante [de las naciones] en la economía mundial al objeto de reforzar su legitimidad y su eficacia». Pero nada se dice de su papel, de su responsabilidad, de la necesidad de democratizar sus procedimientos, del reparto de poder en su interior… ni por supuesto tampoco de crear nuevas instituciones más acordes con los tiempos en los que vivimos y con lo que ellos mismos dicen que son sus deseos de multilateralismo, cooperación y legitimidad global.
e) Una serie de «Cometidos de ministros y expertos»
En este apartado se comprometen a actuar con rapidez para hacer realidad esos principios y se acuerda adoptar una serie de medidas antes del 31 de marzo de 2009. Acuerdan volverse a reunir el 30 de abril del año próximo y piden a los ministros de finanzas que formulen recomendaciones adicionales sobre cuestiones correlativas a las anteriores como la tendencia a los ciclos en las políticas reguladoras (lo que una vez más pone de manifiesto que quieren subrayar que el tipo de nueva regulación que salga no será «represiva» del crecimiento, es decir, que debe ser generosa a la hora de facilitar los movimientos de capital y la creación de medios de pago. O también sobre las revisión de las normas de contabilidad (no se olvide que una de las reivindicaciones de los inversores y entidades es que no haya que registrar los activos por su valor de mercado, precisamente porque de esa manera pueden ocultar mucho mejor las oscilaciones de valor propias de sus actividades especulativas, y habrá que ver si la revisión de la normativa contable con la excusa de la crisis sirve para facilitar el registro contable de la especulación o para dificultar esa practica). Y, de nuevo, sobre el funcionamiento y modos de actuación de los organismos internacionales.
f) Un «Compromiso con una Economía Global Abierta»
Por si no estuviera clara la ideología que inspira el documento, los dirigentes liberales de las principales potencias capitalistas, los socialdemócratas, los comunistas de China o los progresistas de todo tipo que igualmente la han firmado insisten en este apartado sobre sus convicciones: «Reconocemos que estas reformas únicamente tendrán el éxito si están firmemente fundamentadas sobre un firme compromiso con los principios del libre mercado, incluyendo el imperio de la ley, el respeto por la propiedad privada, el comercio y las inversiones libres en los mercados competitivos y se apoyan sobre unos sistemas financieros eficientes y eficazmente regulados. Estos principios son esenciales para el crecimiento económico y la prosperidad, habiendo ya liberado a millones de personas de la pobreza y elevado sustancialmente el nivel de vida a escala global».
Ni una palabra, sin embargo, para los millones de personas que han muerto y que mueren a causa de estos mismos principios. Ni una sola mención a los 25.000 seres humanos que mueren cada día de hambre, ni a los más de 6.000 que fallecen por falta de agua limpia.
Eso sí, se vuelve a re-insistir, para que luego nadie se lleve a engaño, que si bien es necesario mejorar la regulación del sector financiero, «deberemos, sin embargo, evitar un exceso de regulación que podría obstaculizar el crecimiento económico y exacerbar la contracción de los flujos de capital, incluyendo a los países en desarrollo». Una falsedad histórica, porque cuando se registraron más flujos de capitales y mayores tasas de crecimiento fue cuando la regulación financiera estuvo más controlada y fue más severa y represiva.
En este Compromiso con una economía global abierta no podía faltar el mismo reclamo de siempre: «subrayamos -dicen los dirigentes- la importancia crítica que tiene el rechazo al proteccionismo». Y lo dicen y firman todos ellos precisamente a propuesta de quienes son los más dañinos proteccionistas del orbe. Lo proponen cínicamente Bush y los dirigentes europeos y lo que quizá sea peor, lo firman sin rechistar los que están constantemente perjudicados como consecuencia de la doble vara de medir que imponen los ricos.
Con desvergüenza épica hablan de que se comprometen a no «establecer cualquier clase de nuevas barreras a la inversión o al comercio de bienes y servicios» en los próximos 12 meses, cuando quizá los países más desfavorecidos tuvieran que hacer
frente a los efectos de la especulación que los ricos han promovido y generado, y sin que los países ricos digan nada de eliminar las barreras que han venido ahogando a los más empobrecidos.
Y por si eso fuera poco, los dirigentes afirman sin pudor: «Nos reafirmamos en la importancia que tienen los Objetivos de Desarrollo del Milenio, un compromiso que hemos adquirido para ayudar al desarrollo, y urgimos tanto a los países desarrollados como a las economías emergentes a que asuman compromisos coherentes con sus respectivas capacidades y los roles que desempeñan en la economía global». Sin mencionar, por tanto, sus incumplimientos reiterados, sin un ápice de autocrítica, sin un compromiso concreto en este campo, cuando los organismos internacionales están haciendo constantes llamadas urgentes que nunca son oídas, sin hacer referencia a la inmoral asimetría que se ha dado entre la generosidad de sus gobiernos con los bancos y los ricos y la mezquindad con la que hacen frente a sus propios compromisos con los pobres.
Y, para terminar, otros dos compromisos retóricos para los que no hay ni una sola palabra de concreción, ni una sola promesa de actuación efectiva: primero, con lo que llaman «otros retos de naturaleza crítica, como son la seguridad energética y el cambio climático, la seguridad alimentaria, el imperio de la ley y la lucha contra el terrorismo, la pobreza y las enfermedades». Segundo y último, con «la colaboración continua, la cooperación y el multilateralismo», es decir, con todo lo contrario de lo que ha sido hasta ahora su conducta.
Podría decirse que, al menos o por primera vez, ahora están estos compromisos por escrito. Pero es que ni eso es así. Los hubo anteriormente, en las Naciones Unidas, en cumbre de mil tipos y nunca después llevaron a la práctica lo que suscribieron. Si ahora de verdad quisieran que estos aspectos fueran algo más que «otros retos de naturaleza crítica» (el lenguaje diplomático, de pura limpieza, es a veces sencillamente vomitivo) hubieran establecido medidas de actuación, pasos inmediatos y urgentes a dar, planes de acciones efectiva. Pero no lo han hecho.
g) Plan de Acción para la implementación de los Principios para la Reforma.
El documento de los líderes termina con un Plan de Acción orientado a poner en marcha los anteriores principios y que se concreta en las siete áreas anteriores, en cada una de las cuales se señalan unas medidas para llevar a cabo antes del 31 de marzo y otras a medio plazo.
Presento a continuación aunque de forma muy resumida las más importantes en cada campo para que se pueda comprobar en qué escasa medida se concretan y su alcance bastante reducido en la mayoría de los casos:
1. Refuerzo de la Transparencia y la Responsabilidad
Entre las medias a tomar antes del 31 de marzo próximo destacan las encaminadas a reforzar los métodos de valoración de garantías, a resolver las posibles debilidades contables y hallar pautas para el control de los elementos que figuren fuera de balance, a reforzar la debida transparencia para los participantes en los mercados de los instrumentos financieros complejos que lancen las diferentes firmas y a generar un conjunto unificado de buenas prácticas en el tratamiento de fondos de capital o fondos de alto riesgo. Es decir, a normalizar las prácticas que se han ido llevando hasta ahora de modo irregular, sin transparencia, con gran opacidad u ocultación y, por tanto, sin que queden rigurosamente registradas en las cuentas de las empresas. Aunque, como puede deducirse de esa pretensión, para nada se trata de evitarlas o ni siquiera de establecer mecanismos que pudieran desincentivarlas.
A medio plazo se propone crear una única normativa global de alta calidad, asegurar una aplicación coherente y un refuerzo de normas contables de alta calidad, lograr que las instituciones financieras deberán proporcionar en sus informes instrumentos reforzados para el descubrimiento de riesgos y desvelar todas sus pérdidas y asegurarse de que en las informaciones económico financieras de cualquier institución financiera se proporcione una descripción completa, exacta y puntual de las actividades de la firma. Y esto que parece algo básico ni siquiera a corto plazo o con carácter de urgencia.
2 Refuerzo de una Regulación Firme
Con carácter inmediato se tratará de que el FMI y otros entes reguladores y organismos desarrollen las recomendaciones precisas para que la revisión de la valoración, el apalancamiento, el capital bancario, la compensación ejecutiva y las prácticas de aprovisionamiento (es decir las prácticas que más o menos han venido a causar la crisis que estamos viviendo) pueden exacerbar las tendencias cíclicas. Léase bien: no que desaparezcan, que se mitiguen, que se reconduzcan, que se limiten o que se disciplinen de alguna manera, sino solo que no exacerben las tendencias cíclicas. O sea que, no hagan más duros los vaivenes que se entienden que ya de por sí tienen las economías de mercado.
Lógicamente, para saber el alcance de todo esto habrá que ver qué entienden los organismos reguladores por toda esta retórica cuando vayan formulando sus propuestas.
A medio plazo se plantea que los países o regiones que aún no lo hayan hecho se comprometan a revisar e informar sobre la estructura y principios de su sistema regulatorio, para, de tal forma, poder asegurarse de que es compatible con un sistema financiero moderno y crecientemente globalizado. Lo que tampoco está claro es si este texto dará pie a abordar la situación de los paraísos fiscales y a la necesidad de evitar que haya territorios libres y con capacidad para evadir normas y capitales de todo tipo.
Es particularmente interesante, aunque igualmente ambiguo, otro de los párrafos incluidos en este epígrafe y que dice que «los organismos correspondientes deberán revisar la naturaleza diferenciada de las regulaciones en los sectores de la banca, títulos, y de seguros», lo que podría permitir avanzar en la redefinición del sistema financiero para evitar la mezcolanza hoy día existentes, sobre todo, entre la actividad bancaria (que debería estar orientada a financiar la actividad productiva) y el resto de las actividades financieras (generalmente orientadas hacia la especulación). Además, de nuevo se vuelve a incidir aunque igualmente con ambigüedad sobe la necesidad de «acometer una revisión del panorama de la regulación financiera, poniendo un especial énfasis sobre instituciones, instrumentos y mercados que actualmente se encuentran sin regular, además de asegurar que todas las instituciones sistémicamente relevantes se encuentren adecuadamente reguladas».
3 Supervisión prudencial
En este aspecto y como tarea inmediata se propone dar los pasos necesarios para asegurar que las agencias de calificación crediticia (cuya actuación corrupta ha permitido difundir por todo el sistema financiero internacional gato por liebre, es decir, productos arriesgados y nada valiosos por otros de alta valoración) se atengan a los estándares internacionales que operan en otro tipo de actividades:
Se propone también que las autoridades «se aseguren de que las instituciones financieras mantengan un capital adecuado en la cantidad necesaria para que se mantenga la confianza», aunque queda por decir, en todo caso, qué se hará cuando se descubra que efectivamente hoy día carecen de él.
Un cambio importante, que dependerá de hasta dónde llegue, se dará si se establece la medida que se propone en este campo orientada a que se establezcan «ciertos requisitos (sin decir cuáles) fortalecidos de capital para los créditos estructurados y las actividades de securización de los bancos», es decir, para el tipo de operaciones que ha generado la crisis en la medida en que provocado la difusión de productos muy opacos y arriesgados.
Al mismo tiempo se señala la urgencia de tomar medidas para evitar el riesgo inherente a las operaciones de financiación que se vienen realizando en los mercados financieros para hacer frente a la crisis y en el marco dificultoso que está creando.
4. Gestión del riesgo
En este apartado y con carácter urgente se propone que los reguladores adopten criterios generales que sirvan para que las entidades financieras gestiones el riesgo con mayor eficacia. Bien mediante mejores controles internos, mediante mayores «colchones de liquidez) o mediante la aplicación de incentivos que promocionen la estabilidad.
En realidad, pues, se esta hablando de poner coto a la deriva de los bancos que en los últimos años ha provocado el marasmo financiero en que vivimos. Pero cómo lograrlo. El documento no concreta, se limita a expresar un desideratum a veces de una ingenuidad pasmosa como cuando dice que «los bancos deberán ejercer una gestión eficaz del riesgo y llevar a cabo las debidas diligencias con respecto a la securización y los productos estructurados» (los productos que los bancos hacen nacer de otros productos para lograr más liquidez). O sea, que los dirigentes de los países más ricos del mundo se reúnen para decirle a los bancos que sean diligentes y no sean tan atrevidos y arriesgados como hasta ahora a la hora de ponerse a ganar dinero
Quizá no sea menos ingenuo el documento cuando a medio plazo pide que en el futuro «los mandatarios reguladores sean conscientes y capaces de responder con rapidez a la evolución y la innovación en los mercados y los productos financieros».
5 Promoción de la integridad en los mercados financieros
Para ello se propone con carácter inmediato que las autoridades regionales y nacionales trabajen juntas, que compartan la información sobre las amenazas contra la estabilidad del mercado y que revisen la normativa de conducta empresarial para proteger a mercados e inversores especialmente frente a la manipulación y los fraudes en el mercado.
A medio plazo las autoridades nacionales y regionales deberán poner en marcha medidas nacionales e internacionales que protejan el sistema financiero global de jurisdicciones no cooperadoras y poco transparentes que constituyan un riesgo de actividad financiera ilícita.
También se indica que el Grupo de Acción Financiera deberá continuar con su importante trabajo contra el blanqueo de dinero y la financiación terrorista, aunque no se mencionan explícitamente otras formas de trasgresión de la legalidad ni se señala en que forma van a instrumentarse mecanismos que eviten las conductas que de esta naturaleza.
6 Refuerzo de la cooperación internacional
A corto plazo se menciona la necesidad de fortalecer el contacto, la comunicación y la coordinación pero, como he señalado más arriba no se menciona la necesidad de crear nuevas instancias de gobernanza y decisión.
7 Reforma de las instituciones financieras internacionales
Para antes del 31 de marzo próximo se destaca la necesidad de fortalecer el FMI y de consolidarlo como la instancia de revisión central e incluso se menciona la posibilidad de aumentar sus recursos.
Se menciona la posibilidad de «explorar nuevas formas de restaurar el acceso a los créditos por parte de los países emergentes y en vías de desarrollo», aunque sin que algo tan fundamental merezca una propuesta más concreta y firme.
Se propone que los bancos de desarrollo multilateral apoyen a los países que lo necesiten «en los casos en que los graves trastornos del mercado han limitado el acceso a la financiación necesaria», pero, en todo caso, siempre «a los países con buenos antecedentes y políticas sanas». O sea, justamente las políticas recomendadas por el FMI o el banco Mundial que no son las que han adoptado los poderosos y que, precisamente, los han venido desestabilizando, desarmando y empobreciendo en los últimos años.
Entre las acciones a medio plazo que se proponen en este campo destacan la propuesta de que «las economías emergentes y en desarrollo deberán tener más voz y representación» en las instituciones de Bretton Woods.
2. Valoración urgente del documento
1. La reunión de los dirigentes mundiales era necesaria para tomar medidas, pero era completamente indeseable que se llevara a cabo a partir de una convocatoria unilateral que casa muy mal con la intención del documento de adoptar en el futuro medidas basadas en el multilaterialismo.
Es verdad que a la reunión asistieron los dirigentes de los países que representan un porcentaje muy grande del PNB mundial pero precisamente por el hecho de que estaban allí los ricos es por lo que se echa en falta, una vez más, la voz de los pobres. Sobre todo porque hay una verdad histórica que no se quiere reconocer y es que en realidad no hay países pobres sino empobrecidos.
No puede haber una respuesta satisfactoria a la crisis para todo el mundo si no se oye la voz de todo el mundo. Sobre todo, cuando los empobrecidos son los más perjudicados de la crisis de los ricos, directamente porque ellos la han generado e indirectamente porque para solucionarla irán recursos que podrían ir a resolver sus necesidades.
2. El documento habla de la crisis pero no aborda con nitidez ni rigor de sus causas, no hace mención explícita de sus responsables, confunde cuando no vincula la recesión de la economía real con la especulación financiera, con la avaricia de los bancos, con la complicidad de las autoridades reguladoras, de muchos gobiernos.
3. El documento habla de reformar los mercados y las relaciones financieras pero:
– No da indicaciones concretas sobre la naturaleza y el alcance de la regulación. Al contrario, constantemente advierte de que no se podrá ir muy lejos porque establece una identificación falsa entre regulación «soft» y mayor crecimiento e innovación.
– Mantiene en pie el entramado institucional que ha consentido y facilitado el desarrollo de la crisis.
– No crea o menciona la creación de instrumentos que acaben o incluso que desincentiven las operaciones letales para la economía que se han venido realizando en el sistema financiero. Más bien se limita a señalar que lo que se debe hacer es regularlas para aliviar sus efectos sobre la economía real.
– Menciona la necesidad de establecer un nuevo marco para la actividad bancaria, pero no concreta ni da pautas claras sobre las que deban actuar los reguladores.
– Reconoce que la regulación financiera es un problema de ámbito global pero sigue dejando en manos de los reguladores nacionales la responsabilidad principal de ponerla en marcha.
En definitiva, siendo la reforma del sistema financiera el primer gran objetivo de la cumbre, el documento se limita a establecer principios generales que luego podrán ser interpretados de muchas formas. Y, por tanto, susceptibles de ser llevados a la práctica con alcances muy diferentes.
4. El documento habla de los efectos perniciosos de la crisis sobre la economía real y apunta la posibilidad de llevar a cabo actuaciones pero en el marco de una concepción de las intervenciones fiscales muy conservadora que, si se siguen al pie de la letra, las limitarán al corto plazo y a tener cuantías limitadas en función de la potencia de cada economía.
Por el contrario, ni se menciona la necesidad de cometer planes de largo alcance a escala global para salvar la demanda y para que de esa forma puedan afrontarse las necesidades insatisfechas de millones de personas.
5. El documento se limita a considerar como objetivos de la acción gubernamental la reforma financiera (que en los términos en que se plantea será insuficiente y limitada) y el crecimiento económico, sin entrar tampoco a considerar que éste último objetivo no es en sí mismo deseable, porque para que lo sea debe estar vinculado a la mejor calidad de vida, a la justicia, a la eficiencia energética, o a la sostenibilidad medioambiental, y a nada de ello se hace referencia.
6. Todo el documento utiliza constantemente palabras de doble o triple sentido, de cuyo alcance efectivo no cabe hacerse una idea rigurosa: ¿cuáles son las políticas «incoherentes», en qué consiste una reforma «adecuada», qué es una «consecuencia indirecta negativa para el gasto público»?.
7. El documento continuamente da vueltas sobre unos pocos principios que se supone sacrosantos por su capacidad para proporcionar efectos positivos, cuando en realidad nada ha demostrado hasta ahora que sea así. Es una constante loa, por ejemplo, a los principios del mercado, olvidando que esos principios han sido los que las propias administraciones han utilizado para llevar a cabo la regulación que ha provocado la crisis.
O también al libre comercio y a la crítica del proteccionismo, cuando lo que viene ocurriendo es que las grandes potencias han establecido un régimen que significa protección para ellas y apertura sin defensas para las más pobres.
8. El documento ni siquiera menciona mecanismos e instrumentos alternativos a los que se han venido utilizando hasta ahora y que, como está a la vista, no han impedido que se genere la crisis que se quiere evitar…recurriendo de nuevo a ellos. Me refiero, por ejemplo, a la necesidad de establecer impuestos o tasas globales, frenos a los movimientos especulativos de capital, planes expansivos de gasto a escala internacional que no sean los de la guerra, compromisos exigibles en el plano de la cooperación internacional, programas de restitución a los países empobrecidos, alivio de la deuda externa…
9. El documento por supuesto no menciona una sola vez la palabra especulación, pero ni siquiera las consecuencias nefastas de la plena libertad de movimientos de capital que incluso el Banco Mundial tuvo que reconocer en su momento, Ni hace referencia a que el papel de los estados se muestra cada vez más necesario para corregir los fallos del mercado, claro que ni siquiera se alude a que éste pueda tenerlos. En consecuencia, y salvo a corto plazo como medida de choque, el documento renuncia a instrumentos que no sean los intrínsecos al mercado para salir de la crisis y para evitar que vuelvan a darse otras en lo sucesivo.
10. En definitiva, el documento es un texto ideologizado, basado en principios viejos y manidos, que apunta algunos cambios fundamentales en la regulación financiera pero con carácter tan ambiguo y general que no es posible saber en qué línea derivará en los próximos meses.
Seguramente, y sabiendo que Bush tiene los días contados en la Casa Blanca, los demás gobiernos se han conformado con celebrar una reunión que al menos manifiesta la necesidad de hacer algo conjuntamente, pero sin saber bien qué han de hacer.
Al igual que sucedió con los planes de rescate que han ido adoptando en los meses anteriores, ahora siguen sin saber cómo actuar, qué medidas llevar a cabo. En realidad, la cumbre y el documento de conclusiones constituyen más bien una especie de autorización implícita que los gobiernos se dan entre ellos para que cada uno trate de abordar la situación como mejor pueda a través del único y mejor remedio conocido para hacer frente a estas situaciones (la expansión del gasto) pero que hasta ahora todos habían demonizado.
Eso permitirá que los países adopten medidas de expansión presupuestaria sin ser castigados por ello, pero el problema seguirá siendo el mismo de antes de la reunión: si no se adoptan medidas urgentes sobre la actividad bancaria, de regulación más estricta de los mercados financieros y sobre la economía real, la dimensión financiera de la crisis seguirá aumentando y empeorando y la recesión de la economía real irá en aumento y se extenderá irremisiblemente.
Es verdad que la cumbre ha puesto una parte de los problemas sobre la mesa y que a partir de ahora habrá que abordarlos ya sin remedio. Pero solo eso, porque la perspectiva desde la que han señalado que quieren hacerlo y el horizonte al que se proponen llegar es francamente limitado y frustrante. Si tuviera que apostar apostaría que incluso antes del 31 de marzo previsto tuviera que haber otra reunión de los poderosos. Aunque posiblemente con una agenda distinta y mucho más preocupante.
Juan Torres López es catedrático de Economía Aplicada en la Universidad de Sevilla (España) y miembro del Consejo Científico de Attac España. Su web personal http://www.juantorreslopez.com