Las 6 principales empresas de armamento del mundo han experimentado subidas en bolsa una media de un 40 % en tan sólo un año. Hasta hace tan sólo 26 años el enemigo público número uno era el comunismo, hoy es el terrorismo islámico, del comunismo, ni rastro… Dos balas para situar este debate. Da la […]
Las 6 principales empresas de armamento del mundo han experimentado subidas en bolsa una media de un 40 % en tan sólo un año. Hasta hace tan sólo 26 años el enemigo público número uno era el comunismo, hoy es el terrorismo islámico, del comunismo, ni rastro… Dos balas para situar este debate. Da la impresión de que, en la muerte como en la vida, hay categorías o jerarquías, muertos de primera, segunda, tercera división y regional; vamos a intentar diferenciar 4 grandes grupos. Como todas las simplificaciones, este esquema peca de generalismo, pero para entendernos…
1/ Champions y primera división: Los fallecidos en el primer mundo (Europa, EEUU, Canadá o Japón) por el llamado «terrorismo islámico». Añadir hasta hace 5 años los asesinados por ETA, que siguen y seguirán dando juego político durante mucho tiempo. Desde los 3 mil de las Torres Gemelas (máxima cantidad) hasta los últimos 22 de Manchester, o los 8 de Londres. Podríamos cuantificar entre 1 y 10 muertos diarios de media. En los medios a todas horas. Atentados muy fáciles de preparar y con víctimas de clase baja.
2/ Segunda división: Muertos en el tercer mundo o en cualquier parte por causas derivadas de la emigración desde ahí al mundo occidental o mas rico. Refugiadas, sobre todo, pero tb los que atraviesan el Río Grande en EEUU, palestinos, saharauis, etc. Digamos unos 100 m diarios. En los medios, según su impacto.
3/ Tercera división: Muertos en el segundo o tercer mundo por terrorismo, ademas de guerras (Afganistán), invasiones (Libia), bombardeos (Siria), colonialismo (Congo por el coltan), etc… Unos 1.000 diarios. Muy poco presentes en los medios, ya casi no son noticia, excepto casos aislados. Muertas por violencia machista, si estan en el primer mundo, para el resto, desconocidas.
4/ Regional: Muertos en cualquier parte del mundo, sobre todo países menos desarrollados, por causas derivadas de la pobreza, el hambre o la enfermedad, en definitiva, por causas fácilmente solucionables en un mundo socialmente justo. Ascienden a unos 10.000 diarios, cifra reconocida por casi todas las ONGs. M estructurales derivados del tipo de sociedad de mercado que sufrimos. Invisibles. Su interés, excepto para sectores sociales muy concienciados es casi nulo.
Nótese la relación inversa entre la cantidad y la calidad de la información, como si en nuestro mundo «moderno» y «civilizado» hubiese parámetros que escapan a la sensibilidad general, quizá porque ésta está secuestrada por los grandes medios, y a su vez éstos secuestrados por las grandes firmas del Ibex 35 y multinacionales. Del mismo modo que los jerifaltes de la economía (ministros, empresas expertas, bancos o presidentes/directores) entienden como «normal» que un Banco (el Popular) sea comprado o vendido por 1 €uro, mientras sus antiguos responsables, que decían todo iba maravilloso hasta ayer, se hayan llevado a casa 74 millones de €uros, dejando en la estacada a 300.000 personas que confiaron en ellxs, y por otro lado, sea «lógico» que la Seguridad Social haya entrado en quiebra.
Con estos datos habrá que concluir que vivimos en una sociedad muy podrida y no nos damos cuenta. Ahí radica tal vez, su mayor gravedad. Hay muchos más datos pero no quiero aburrirles más de lo conveniente. Pues bien, consecuente con esta gradación en la categoría de los muertos, los medios y los partidos políticos, sindicatos u organizaciones de todo tipo, se aprestan a hacer sus valoraciones públicas. Y lo hacen teniendo en cuenta, la clasificación antes presentada. NO importa, quien sea el causante de la injusticia, o la magnitud de la tragedia social. Tan sólo la división en la que jugaba el/la muerto/a.
¿Se han preguntado ustedes a quien beneficia el llamado ISIS? Tal vez a los pobres del mundo árabe, a los refugiados en su búsqueda de un país justo y sin guerra, a las niñas que desaparecen cruzando las aguas del Mediterráneo o los que sacan el coltan de las minas del Congo para nuestros móviles… NO. A las mujeres secuestradas por Boko Haram o violadas en cualquier guerra como daño colateral… NO. A los habitantes de Suráfrica o la India en busca de una sociedad, ya independiente de la metrópoli, pero tan desigual como antes. NO. A las que viven sin comida, ni agua, sin escuelas ni hospitales, y que mueren por una simple diarrea. NO.
Me da la sensación (puedo estar equivocado, naturalmente) que ésta vorágine de atentados, busca crear una sensación de miedo generalizado, que pidamos más ejércitos y más policía, que aceptemos más seguridad y menos libertad, mas represión y menos derechos sociales, que se vendan más armas y que, al fin y al cabo, sigan con el control del mundo los de siempre, los de arriba, los que nunca mueren cuando hay atentados, porque sólo mueren pobres y gente corriente, nadie con un salario superior a 100.000 €/año.
Por eso, cuando decimos que no condenamos un atentado, sino tan sólo rechazamos es porque queremos explicar la hipocresía que se esconde detrás de esa declaración. Que parece de derechas porque tan sólo busca lavarse la cara, nunca preguntar porqué el mundo está así y qué debemos hacer para cambiarlo. Desde luego, aprobando mociones de condena y haciéndonos la foto delante de la fachada de nuestra Casa Consistorial o Parlamento, no. Malditas las guerras y las que las hacen, decía Anguita. Malditos pues, también los que disfrazan la injusticia y el terror (al hambre, al paro, al viaje hacia ningún lado) con vestidos de normalidad, invisibilidad o indiferencia, cuando el planeta pide a gritos un revulsivo urgente. Tanto la tierra y el mar, como sus habitantes. Perjudicados ecológicos o perjudicadas sociales.
Manuel Millera es arquitecto
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.