PRESENTACION ADAPTABILIDAD DEL PATRIARCADO GUERRA TOTAL CONTRA LAS MUJERES CINICA DOBLE MORALIDAD BURGUESA PRIVILEGIO EPISTÉMICO PATRIARCAL IMPACTOS DE LA CRISIS CONTRA LAS MUJERES LA CRISIS CONTRA LAS SEXUALIDADES EXPLOTACION ECONÓMICA Y SEXUALIDADES MIEDOS, DROGAS, POBREZA Y SEXUALIDADES MISERIA SEXUAL E INDUSTRIA SEXUAL CIBERSEXO E INDUSTRIA DEL CIBERAMOR NECESARIA TEORÍA DEL FASCISMO DERROTA Y RESURRECCIÓN […]
- PRESENTACION
- ADAPTABILIDAD DEL PATRIARCADO
- GUERRA TOTAL CONTRA LAS MUJERES
- CINICA DOBLE MORALIDAD BURGUESA
- PRIVILEGIO EPISTÉMICO PATRIARCAL
- IMPACTOS DE LA CRISIS CONTRA LAS MUJERES
- LA CRISIS CONTRA LAS SEXUALIDADES
- EXPLOTACION ECONÓMICA Y SEXUALIDADES
- MIEDOS, DROGAS, POBREZA Y SEXUALIDADES
- MISERIA SEXUAL E INDUSTRIA SEXUAL
- CIBERSEXO E INDUSTRIA DEL CIBERAMOR
- NECESARIA TEORÍA DEL FASCISMO
- DERROTA Y RESURRECCIÓN DEL FASCISMO
- FASCISMO, UNA OPCIÓN ENTRE VARIAS
- INTERNACIONALISMO Y PAKITO ARRIARAN
- CUATRO RESTOS DEL INTERNACIONALISMO
1.- PRESENTACION:
A lo largo de las últimas charlas, debates y encuentros para analizar colectivamente qué está pasando en el capitalismo mundial, el por qué de su crisis y las perspectivas que se abren o que podemos abrir dependiendo de nuestra intervención, se constatan las limitaciones teóricas que surgen del uso abstracto y mecánico del concepto de «clase obrera» sin entrar a una especificación, a una matización de sus diversos componentes internos, de sus fracciones, de sus conexiones con el sistema patriarco-burgués, con la pequeña burguesía vieja y nueva y con eso denominan «clase media», etcétera. El uso y abuso de una definición abstracta, plomiza y cerrada, de «clase obrera» –válido e imprescindible en su nivel preciso–, sin ni siquiera hablar de «clase trabajadora» y menos aún de «pueblo trabajador», más amplios e inclusivos, abiertos a la visión de las interrelaciones de sus componentes internos, dicho uso está demostrando todas sus impotencias prácticas en estos momentos en los que la crisis estructural del capitalismo azuza todas las contradicciones exigiéndonos la más sofisticada capacidad de análisis concreto de la realidad concreta, es decir, el uso de la dialéctica marxista.
También se constata que la crisis multiplica los problemas cotidianos de los sectores sociales más indefensos y explotados, especialmente en la mujer y todo lo que sobre ella ha descargado premeditadamente la burguesía, desde el cuidado de la infancia hasta el de la tercera edad pasando por las personas enfermas, sin olvidar la sexualidad, la doble o triple jornada de trabajo, el incremento del terror y del miedo ante la violencia patriarcal, la tendencia al aumento del consumo de psicofármacos, alcohol y otras drogas. De igual modo, queda claro que es la juventud, muy especialmente la femenina, la que más y peor pagará los desastrosos efectos de las medidas de austeridad impuesta por la clase dominante, y por la gerontocracia, por el poder adulto que monopoliza el Estado burgués; de hecho, la generación que ahora llega a la veintena de años está viviendo ya en un contexto socioeconómico y político de restricción de derechos democráticos en comparación con los que conquistaron las generaciones anteriores. La juventud actual es objeto de ataques restrictivos y autoritarios, represores, lanzados desde el poder adulto muy superiores a los que se produjeron en decenios anteriores. Un retroceso involutivo que se suma a la multiplicación de los ataques a la mujer en general, al reforzamiento paulatino y frecuentemente imperceptible del patriarcado en la vida cotidiana, al margen incluso de la ley, o contra ella.
Especial importancia debemos dar a los efectos de la crisis sobre las sexualidades humanas. ¿Por qué hablamos de sexualidades, en plural, en vez de «sexualidad» a secas, en singular? Por la contundente razón de que la especie humana es multiforme en todas sus capacidades y potencialidades creativas, lo que indica que en algo tan elemental como los placeres y las buenas formas de vida, reducir algo tan elemental como el gozo sexual a una única forma de gratificación, la heterosexual, machista y constreñida a la cárcel familiar, eso que llama «sacramento del matrimonio», es amputar la riqueza creativa del potencial de felicidades prácticas de nuestra especie. Sabido es que las sexualidades residen en el cerebro y no en los órganos genitales, y por ello, desde hace mucho tiempo, los poderes explotadores buscan imponer una única forma sexual correspondiente con una única forma de vida: la sumisa y obediente. Ahora bien, defender la naturalidad social de las sexualidades diversas no quiere decir que por sí mismas sean todas ellas automáticamente progresistas. Es la conciencia política como síntesis de toda la praxis, incluida en ella la conciencia ético-moral, la que dota de sentido liberador u opresor a las sexualidades concretas.
La autonomía represiva creciente del poder adulto y patriarcal contra la juventud y la mujer, y contra la mujer joven como sujeto más agredido, es, sin embargo, parte de la multiplicación de los comportamientos represivos e intimidatorios al margen de la ley burguesa, superándola por la extrema derecha ampliamente, que se esta produciendo al calor del aumento de posturas autoritarias, reaccionarias, neofascistas y fascistas en la vida cotidiana. Actos realizados por personas y colectivos que incluso se autodefinen progresistas y hasta «de izquierdas», además de conservadores, tradicionales y «normales». Semejante comportamiento no es nada nuevo ya que una característica común a todos los períodos de caída en crisis socioeconómica y tensionamiento político, es que los colectivos o personas aisladas que saben que su forma de vida depende de la explotación cotidiana de «sus» mujeres, hijas e hijos, empleadas y empleados, trabajadoras y trabajadores, etc., además, también, del endurecimiento legal impuesto por el Estado, estas personas y colectivos incluso se adelantan por iniciativa propia en la aplicación a las medidas restrictivas oficiales, estatales y gubernativas, porque son conscientes de que sus vicios, caprichos, lujos, privilegios, holgazanerías y buen vivir pueden disminuir en una situación de crisis, por lo que endurecen sus medidas particulares y colectivas.
El neofascismo y el fascismo, no cabe duda, están dentro, por debajo, de estas prácticas cotidianas e individuales, que no sólo estatales. En los debates sobre fascismo se constata que en los períodos de crisis su ascenso se realiza mediante una cuádruple vía, como mínimo: una, en la cotidianeidad e intimidad, que ya hemos visto y a la que volveremos; otra, en el ámbito público sociocultural e intelectual, en el racismo, xenofobia, machismo, militarismo y belicismo, en donde se produce un retroceso claro hacia posturas explícita o implícitamente reaccionarias; además, en la vida sociopolítica y económica, pública y oficial, en la impuesta por los Estados, y que se plasma en los resultados en el sistema electoral-burgués; y para acabar, en el contexto internacional ya que existe un auténtico internacionalismo fascista que actúa para propagar sus tesis bajo todas las excusas, pantallas y caretas, siempre con el apoyo directo o indirecto de grupos empresariales, asociaciones internacionales y medios de prensa, además de aparatos de Estado que están fuera de los limitados sistemas de control parlamentario, si es que existen.
La crisis capitalista impulsa estas dinámicas reaccionarias pero, a la vez y por pura dialéctica, impulsa la respuesta de las clases y de los pueblos explotados, de su lucha estatal, nacional e internacionalista. Esta cuarta temática ha aparecido en todos los debates porque responde a la definitiva mundialización de la ley de valor y del mercado capitalista, pero también al hecho cierto de que el imperialismo está encontrando crecientes oposiciones en muchos lugares del planeta. El internacionalismo, que siempre ha sido una característica del socialismo y del comunismo, aparece ahora ya como una necesidad permanente, en especial para los pueblos oprimidos que deben buscar fuerzas aliadas que les ayuden a compensar las infinitas limitaciones causadas por la prohibición de tener un Estado propio, a la vez que los pueblos que sufren opresión nacional comprenden que las luchas de liberación han sido y son los grandes enemigos del imperialismo capitalista y, por ellos mismo, que sus propias burguesías. De este modo internacionalismo e independentismo, separados en el momento del análisis, muestran toda su fuerza movilizadora en el momento de la síntesis práctica en cada pueblo y a escala mundial. Fue ésta una de las conclusiones del debate sobre internacionalismo en recuerdo de la figura heroica del internacionalista e independentista vasco Pakito Arriaran muerto en combate durante la lucha revolucionaria de liberación nacional sostenida en El Salvador.
Han ido apareciendo otros muchos problemas, como es lógico, entre los que destacan, por un lado, el de los cambios internos en la clase trabajadora, la caída numérica del obrero industrial en los países capitalista más desarrollados y su aumento en los menos desarrollados; del aumento del trabajador de servicios de todo tipo, especialmente financieros, de transporte y de consumo, en los países del «centro» y su más lento crecimiento en los de la «periferia» y «emergentes»; la proletarización de amplios sectores de la pequeña burguesía, de los «autónomos» y de la «clase media», como efecto del empobrecimiento, del paro encubierto, de la ruina de los negocios familiares y de autoexploración, etc. Sin embargo aquí no vamos a extendernos en esta cuestión tratada ya en otros textos. También ha salido el papel de los medios de comunicación de la burguesía para tergiversar los efectos de la crisis, y qué hacer al respecto, cuestión sobre la que ya hemos dicho lo fundamental en varios textos anteriores.
2.- ADAPTABILIDAD DEL PATRIARCADO
Antes de iniciar este apartado es necesario recalcar el papel de la violencia de sexo-género en lo relacionado con el mantenimiento y reproducción del sistema patriarco-burgués. La importancia de resaltar el papel de la violencia en cualquiera de sus formas contra las mujeres es doble ya que, por un lado, todo lo que abarca el llamado «mundo de la mujer» representa a bastante más de la mitad de la población humana ya que integra, además de a las propias mujeres, también al grueso del proceso educativo global de los hijos y niños, también la mayoría inmensa del tiempo de recomposición psicofísica de la fuerza de trabajo, también el trabajo doméstico invisibilizado y, por no extendernos, también el tiempo de cuidado de las personas mayores y de los familiares enfermos. Por otro lado, lo relacionado con el «mundo de la mujer» en este sentido amplio está sujeto a las muchas formas que adquiere la violencia patriarco-burguesa como iremos comprobando a lo largo de estas páginas.
Desde un marxismo economicista y mecanicista, el papel de la violencia ha sido reducido a simple medio supeditado a la lógica de la explotación de la fuerza de trabajo, reduciendo la originaria y clásica teoría marxista de la violencia a algo secundario cuando, en realidad, la dialéctica entre violencia y explotación asalariada es mucho más ágil e interactiva de lo que se cree si no se ha estudiado seriamente el método marxista. Este error, que tiene consecuencias trágicas en la lucha revolucionaria, es tanto más grave cuando se trata de analizar las relaciones del capitalismo con la preexistente explotación histórica de la mujer, en la que la violencia de género aparece como un factor estructurante a lo largo de su larga historia1.
Desde el origen del patriarcado, cada modo de producción y cada período de transición de un modo a otro, transición que puede ser de avance o de retroceso histórico, ha ido tomando del patriarcado lo que le convenía, subsumiéndolo, de manera que la violencia de género ha ido adaptándose a las nuevas sociedades, perdiendo partes de su esencia pero adquiriendo otras nuevas. Así sucedió con el patriarcado medieval, que asumió parte de la violencia sexista del modo esclavista de producción, y una parte también del modo germánico de producción. El capitalismo hizo lo propio con el sistema patriarco-feudal resultando el sistema patriarco-burgués, pero sin tener ningún reparo ético-moral para reinstaurar de nuevo formas más atroces de violencia de sexo-género como lo está haciendo en Afganistán2 y en Irak3, en donde más de 10.000 mujeres han sido violadas por las tropas estadounidenses en cuatro años y en donde la prostitución ha sido transformada en una empresa militar.
Más adelante nos extenderemos en el retroceso de las libertades de la mujer en el corazón imperialista del sistema patriarco-burgués, que no sólo en los países y pueblos empobrecidos o invadidos, retroceso que se muestra tanto de forma descarnada y brutal, mediante la adquisición de las peores «virtudes masculinas» por parte de muchas mujeres que llegan a puestos de poder en el sistema patriarco-burgués, esas mujeres que S. Khalil define como «neo machos vaginales»4, como de forma sibilina e invisible, como la que se realiza poniéndole «un rostro de mujer»5 al patriarcado. Sin embargo, ambas formas de maquillar el sistema patriarcal tienen en común la aceptación del axioma machista de que la «naturaleza femenina» es incompatible con la violencia emancipadora, defensiva, de respuesta a la opresión, con la violencia revolucionaria en suma. M. de Frutos ha mostrado cómo en modos de producción tan diferentes como la Grecia clásica, la socialdemocracia sueca o la Rusia soviética, el patriarcado ha demostrado una fuerza capaz de ocultar o falsear la participación de la mujer en los cambios sociales definitivos, en las revoluciones y luchas de liberación; así como el patriarcado seriamente mutilado por la derrota del viejo orden que le defendía, ha demostrado disponer de una enorme capacidad de recuperación tras las derrotas sufridas por las victorias feministas en las revoluciones socialistas6.
La hondura histórica del patriarcado, de su violencia de sexo-género, queda de nuevo confirmada con la experiencia de las revoluciones socialistas, especialmente de la bolchevique de octubre de 1917 que logró impresionantes conquistas al respecto7. Lenin expuso de manera brillante la dialéctica entre revolución, emancipación de la mujer y democracia socialista: «La única revolución consecuentemente democrática respecto a cuestiones como las del matrimonio, el divorcio y la situación de los hijos naturales es, precisamente, la revolución bolchevique. Y esta es una cuestión que atañe del modo más directo a los intereses de más de la mitad de la población de cualquier país. Sólo la revolución bolchevique por primera vez, a pesar de la infinidad de revoluciones burguesas que la precedieron y que se llamaban democráticas, ha llevado a cabo una lucha decidida en dicho sentido, tanto contra la reacción y el feudalismo como contra la hipocresía habitual de las clases pudientes y gobernantes»8.
Sin embargo, tras los fulgurantes comienzos de la libertad de las mujeres, a los pocos años empezó a emerger una nueva forma de patriarcado, ahora el constituido por la fusión entre la casta burocrática en ascenso y fortalecimiento y los restos débiles pero vivos aún del anterior sistema machista. Semejante reacción conservadora en lo sexual, en la institución familiar, en el derecho a aborto, en la pedagogía infantil y juvenil, etc., ha sido analizada críticamente, por lo que me remito al texto de W. Reich9. Después, las mujeres son las que más derechos han perdido con la implosión de la URSS. Actualmente vemos cómo se refuerza el patriarcado a la vez que el capitalismo en China Popular. Pero la queremos acabar estas reflexiones previas con una cita directa a un brillante texto autocrítico sobre cómo se refuerza el machismo en Cuba:
«La mayoría de los discursos de la timba y el reguetón legitiman el tratamiento agresivo a las mujeres. Los vocablos que utilizan los cantantes para nombrar a la mujer no son favorables para ella, (asesina, chamaca, bruja, farandulera, fulana, mentirosa, punto, zorra, fiera, loca, cachorra, perra). Legitiman socialmente un trato ofensivo que dista de las relaciones equitativas que el modelo socialista cubano intenta construir socialmente (…) Generalmente la mujer es internalizada como objeto sexual y subordinada al hombre, pues esto constituye un producto muy vendido teniendo en cuenta que la mayoría de los cantantes son hombres, y que tenemos una cultura por lo general dominada por ellos. Para vender un producto musical, en Cuba o en otros países, se ha promocionado a la mujer como máquina de producir placer, o simplemente esa mujer que todo hombre desea, la que cumple sus deseos, y al hombre como viril, fuerte, el que ejerce el poder hegemónico, esto puede provocar mayor diferenciación entre los roles de los hombres y las mujeres»10.
Lo bueno de estas palabras es que nos muestran cómo el sistema patriarcal se cuela por cualquier rendija, por cualquier hueco de la cotidianeidad para reforzarse y crecer, cómo se fusiona con muchas formas de arte y cultura, cómo se esconde en el proceso productivo y con la excusa de aumentar las ventas pudre y contamina la letra de las canciones con la violencia de sexo-género. Cómo el lenguaje sexista11, con su poder de destrucción de la realidad justa y equitativa, y de creación de otra realidad injusta y violenta, también sobrevive y crece en una sociedad que hace esfuerzos desesperados por emanciparse de la explotación material, cultural y moral capitalista, como es la cubana. Lo bueno de estas palabras radica en que se trata de un ejemplo extraído de la impresionante y heroica experiencia cubana, y ¿si esto ocurre ahora mismo en Cuba, qué no estará pasando en el sistema patriarco-burgués, en el capitalismo precisamente cuando la crisis económica presiona sobre la tasa de beneficio?
Si resulta que en Cuba la exigencia de ventas en determinadas formas de cultura potencia la violencia sexista, ¿qué sucederá en el capitalismo, en donde la burguesía dispone del poder absoluto para hacer y deshacer con tal de aumentar sus beneficios? Si en Cuba la violencia de sexo-género subyacente en cierta música refuerza el estereotipo masculino de la mujer como «máquina de producir placer» para el hombre ¿Qué no sucederá en la represión burguesa las sexualidades diversas y en sus disciplinas destinadas a imponer una única forma de sexualidad?
3.- GUERRA TOTAL CONTRA LAS MUJERES
Para responder a estas y otras preguntas hemos de empezar diciendo, en primer lugar, que la ofensiva patriarcal contra las libertades y derechos de las mujeres habían empezado antes de que la crisis llegase a la gravedad que ahora tiene. Tiene toda la razón K. Cochrane cuando en un muy interesante artículo sobre la guerra sin cuartel contra el feminismo, dice que: «La industria del sexo está experimentando un boom, el porcentaje de condenas por violación cae en picado, los cuerpos de las mujeres son examinados con lupa en todos los medios de comunicación, el derecho al aborto se encuentra bajo una seria amenaza y los presidentes de las empresas más importantes declaran que no quieren contratar mujeres. Todo ello sólo puede significar una cosa: la guerra total al feminismo»12. Una guerra total permanente como se demuestra, y esto es un simple ejemplo pese a su inhumana ferocidad, con el medio millar de mujeres asesinas en una década en Oaxaca y las más de cuatro mil por año en México13, asesinatos que no encubren sino que confirman que por debajo de ellos actúan diversos niveles de violencia patriarcal que la investigadora S. Lovera ha sintetizado así: «violencia física (empujones, golpes, heridas de arma de fuego o punzo cortante); violencia psicológica o emocional (intimidación, humillaciones verbales, amenaza de violencia física); violencia sexual (forzar física o emocionalmente a la mujer a la relación sexual)»14.
Si levantamos la mirada de México a América Latina vemos que lo alarmante de las cifras sobre el terrorismo patriarcal: el 25% de las mujeres sufre abusos sexuales por parte de sus parejas. El 5% de las violaciones denunciadas terminan en condena. 6.000 mujeres mueren, cada año, por las consecuencias de abortos clandestinos en América Latina. El 80% de los refugiados son mujeres, niñas y niños. El 70% de los 1300 millones de pobres que hay en el mundo son mujeres y niñas. El 54% de las mujeres trabajadoras de Argentina están precarizadas; y el 70% de las víctimas de acoso moral en el trabajo son mujeres15. Y si nos fijamos en otros continentes, por ejemplo en África, vemos que la violencia sexual es un «horror que no cesa»16. Si pasamos de la violencia patriarcal a la evolución de las leyes que supuestamente deberían defender a las mujeres, nos encontramos con el reciente estudio de la ONU que pone de manifiesto que «casi todos los países del mundo mantienen leyes» que discriminan a las mujeres, y que nada menos de 53 países mantienen legalizada la violación de las mujeres dentro del matrimonio17.
Pero no cometamos el error de confiar ciegamente en la ONU porque ha quedado demostrado que el terrorismo patriarcal también ha infectado a esta institución ya que se niega a condenar las violaciones que realizan los cascos azules, una práctica más frecuente de lo sospechado, un verdadero «crimen sin castigo»18, que empezó a ser manifiesto «Desde que en 1996 un elaborado estudio conocido como Informe Machel -por ser la mozambiqueña Graça Machel quien lo dirigió- pusiera al descubierto parte de los innumerables casos de abuso y explotación sexual cometidos por las fuerzas de paz de la ONU (que incluyen violaciones y todo tipo de torturas sexuales a niñas y mujeres de todas las edades, esclavismo sexual, participación en redes de trata de niñas y mujeres para prostitución, constitución y gestión de prostíbulos, transmisión masiva del SIDA y otras enfermedades venéreas por negarse a tomar medidas profilácticas, elaboración y distribución de material pornográfico con menores y mujeres de las zonas, grabaciones de violaciones de niñas menores de 12 años…) asistimos a un interminable goteo de noticias sobre nuevas tropelías, habitualmente seguido de las consabidas declaraciones de indignación de la ONU, su reiteración en la política de Tolerancia Cero y su determinación para acabar con esta horripilante lacra»19.
Una de las razones por las que la ONU silencia las atrocidades de las tropas que violan y maltratan sexualmente a las mujeres bajo su bandera internacional no es otra que la profundidad de los valores machistas en el mundo actual, ya que: «Vivimos en sociedades que, aunque han tratado de aparentar lo contrario, están organizadas a partir de estructuras que violentan a los individuos. Esta violencia ha estado históricamente en todos los lugares de la vida pública: en la esfera laboral, con trabajos que muchas veces resultan enajenantes; en las ciudades, llenas de consumismo y esquizofrenia; en los campos, marcados por la soledad y el atraso socioeconómico y cultural; en las escuelas, cuna de las diferencias raciales, de clase y género. No es de sorprender que esta violencia sea aprehendida de diferentes formas por los individuos y reflejada en sus vidas privadas» 20.
Pero además de que la violencia y el terror machista eran muy anteriores a la crisis actual, igualmente lo eran otras restricciones de derechos básicos como el de aborto, como veremos de inmediato, sino que también el recorte de los derechos socioeconómicos y laborales se venía produciendo en pleno período expansivo del capitalismo. A. Gago ha indicado con plena razón que: «El último varapalo ha sido la reforma laboral del 2006 que, lejos de marcar un comienzo para recuperar lo perdido, ha supuesto una profundización aún mayor de la institucionalización de la precariedad a través de subvenciones a los empresarios y el abaratamiento de los despidos»21. La burguesía, el gobierno del PSOE, los sindicatos y otras instancias no esperaron a que la crisis estallase con toda su virulencia en verano de 2008, o que hiciera su primera irrupción amenazante en agosto de 2007, sino que ya antes habían tomado medidas restrictivas de los derechos sociolaborales de las mujeres.
4.- CINICA DOBLE MORALIDAD BURGUESA
Lo segundo que tenemos que tener en cuenta es que el patriarcado no sólo existe en el «mundo atrasado», sino en el corazón del imperialismo más enriquecido, moderno y «democrático» la opresión patriarcal se va fortaleciendo y extendiendo, como ya hemos dicho al comienzo. Por ejemplo, una demostración de la predominancia de la violencia masculina en el capitalismo imperialista la tenemos en las frías cifras oficiales del Estado español en 2006. En este año, la población femenina suponía el 50,6% de la total del Estado, pero el porcentaje de mujeres en el total de personas víctimas de la violencia en ese mismo año fue del 57,5%22. Otro ejemplo de la situación en algo tan elemental e importante como es el derecho al aborto legal, libre y gratuito, en los EEUU se ha producido a comienzos de 2007 un ataque represivo a este derecho elemental de modo que ha quedado «brutalmente mutilado» tras 24 años de reconocimiento legal de dicho derecho23.
Conviene detenernos un instante en cómo se fraguó este ataque represor ya que ahora aquél método se está aplicando de manera creciente en la UE. Ocurre que en los EEUU los grupos fundamentalistas cristianos, antiabortistas y neofascistas, con el apoyo de la Administración Bush, iniciaron movilizaciones callejeras y hasta atentados contra las clínicas abortistas legales. Al poco tiempo, la mayoría de la prensa apoyó estas acciones reaccionarias, legitimándolas y atacando el derecho de aborto. Una vez creada la base de masas y reforzada la ideología patriarcal, actuó el Tribunal Supremo con la decisión que hemos visto. Pues bien, sólo doce meses después podemos leer lo que está sucediendo en la UE:
«Un día sí y otro también el ginecólogo Christian Fiala se encuentra con un puñado de manifestantes antiaborto a las puertas de la clínica donde trabaja en Viena. Algunas veces hablan con las mujeres y les entregan información sobre sus organizaciones. Otras se limitan a rezar. Fiala se ha acostumbrado a esta imagen, que hace cinco años resultaba insólita en Austria. Una escena muy similar a la que vive cada semana Luisa Torres, portavoz de la clínica Dátor de Madrid, una de las más antiguas de España. Este tipo de manifestaciones no se han intensificado sólo en Austria y en España. Cada semana, en al menos una de las más de un millar de clínicas abortistas que existen en Europa se produce algún tipo de acto en contra de esta intervención. (…) Las organizaciones antiabortistas han agudizado su ofensiva. Cada vez son más y mejor organizadas. Decenas de estos grupos han florecido en un panorama en el que el aborto se ha convertido en tema de debate internacional. (…) Gomperts también habla de un incremento de la ofensiva de los antiabortistas. Algo que achaca a los contactos de los grupos europeos con otras organizaciones. «Muchos se alimentan de la financiación de partidos ultracatólicos o de organizaciones similares que operan en EEUU», argumenta. Efectivamente, Derechoavivir.org, E-cristians o la Federación Española de Asociaciones Provida tienen contactos internacionales y, como otros grupos, cuentan con una red de asociaciones hermanas en otros países»24.
De las varias cosas que podemos comentar sobre esta cita, ahora vamos a centrarnos en tres: una, la existencia de objetivos, estrategias y tácticas antiabortistas diseñados con antelación en las que intervienen diferentes colectivos y grupos reaccionarios; otra, el carácter militante y activo de estos grupos que no sólo se limitan a la lucha contra el derecho de aborto sino que, al estar integrados en un amplio movimiento reaccionario, tienen directas conexiones sociales y políticas sobre y contra otros derechos, como el de la educación en general y en concreto en una sexualidad libre, tema al que volveremos más adelante; y por último, el carácter internacional de esta involución autoritaria, es decir, la existencia de un internacionalismo reaccionario en los material e ideológico, tema que analizaremos también en su momento.
Además de esto, que ya es mucho, tenemos otras practicas antidemocráticas y patriarcales que pasan desapercibidas si no son, primero, descubiertas tras minuciosas investigaciones y, segundo, luego criticadas y denunciadas públicamente. Me estoy refiriendo a la doble moral inherente al fundamentalismo cristiano y a la ideología burguesa en todo, pero puesta al descubierto ahora en ataque al derecho de aborto. J. Mitxeltorena ha denunciado de manera implacable e irrebatible la «doble moral» de «hecha la ley, hecha la trampa»25 que aplica la derecha cristiana en Nafarroa con respecto al derecho del aborto, consistente en, por un lado, poner todos los obstáculos posibles para impedir el ya muy restringido miniderecho de aborto existente en el Estado español, pero, por otro lado, permitir que las clínicas privadas realicen los abortos prohibidos legalmente, pero con enormes beneficios económicos que van a manos privadas, burguesas. A nivel del Estado español, el aumento de los abortos por motivo de ignorancia sexual y falta de previsión, está enriqueciendo a las clínicas privadas. La doble moralidad burguesa aparece claramente expuesta en un titular de prensa que, ante el espectacular aumento de los abortos, define al Estado español como «paraíso europeo»26
Dejando de lado ahora que la cínica e hipócrita doble moral es una constante necesaria en la burguesía y en toda clase propietaria de las fuerzas productivas, su uso sistemático es aún más necesario en todo lo relacionado con la explotación sexo-económica de la mujer, como por ejemplo el aborto. En efecto, alrededor del aborto se han congregado las peores fuerzas reaccionarias de la historia, que lo exigen para las mujeres explotadas y miran a otro lado cuando lo realizan las de la clase explotadora. R. E. Madriz ha sintetizado perfectamente la interacción entre el Estado, la Iglesia y la ley punitiva patriarcal en lo relacionado con el aborto, con las siguientes consignas: «¡Saquen sus Leyes de Nuestros Cuerpos! ¡Basta de Rosarios en Nuestros Ovarios! ¡Fuera la Iglesia de Nuestras camas!»27. También tiene razón J. Blanco cuando dice que:
«¿No vemos aún cómo cada uno de éstos dispositivos del poderío se benefician en sus respectivas dimensiones de la esclavitud aún no abolida de las mujeres y su sujeción al sistema mundo-capitalista-patriarcal? ¿Han notado como el tema del aborto, de la homosexualidad así como en su momento lo fue la masturbación, son los temas tabú por excelencia de la jerarquía católica y los principales demonios que exorcizar? Será porque están relacionados aunque lo intenten separar en el discurso, del tema clave: LA SEXUALIDAD. Pero sobre todo la sexualidad que está fuera del terreno reproductivo: la que devuelve el hecho relativo a la unión del placer a la sexualidad tan castrado por la iglesia.(…) Hay que reconocer que el problema de la interrupción del embarazo no solo es un problema que atraviesa la desigualdad de género sino la discriminación de clases, es una cuestión de clases sociales: las mujeres con posibilidades económicas abortan donde y como quieren, pero las pobres se mueren con sus agujas oxidadas dentro de la vagina y sus ramitos de perejil en la mano»28.
Estos y otros ataques a la mujer, en especial la violencia sexista en las llamadas «sociedades desarrolladas», tienen una base profunda de apoyo que se recompone periódicamente, que incluso crece a pesar de las campañas concienciadoras, de los movimientos feministas, de las tímidas leyes que cada mucho tiempo introducen los gobiernos, etc. Recientemente, se ha confirmado de nuevo que las ideas sexistas y patriarcales persisten en la juventud del Estado español29, mostrando la virulencia de una corriente subterránea que se nutre del poder del patriarcado en la vida cotidiana, en las relaciones familiares y grupales, en la acción machista de los medios de prensa y del contexto social dominante, patriarco-burgués. Casi un año antes de realizarse el estudio citado, un diario afirmaba que «la violencia machista satura los juzgados»30 de un Estado español que, como se sabría sólo cinco meses más tarde, veía cómo sus diversas Comunidades Autonómicas devolvían nada menos que el 15% de los fondos oficiales recibidos por el Estado para la lucha contra la violencia de género31.
Dicho en otras palabras, las burocracias autonómicas apenas se esforzaron en luchar contra la violencia de sexo-genero ni incluso empleando un dinero que no salía de sus propias arcas sino de las del Estado, y que no podían quedárselo, sino que debían devolverlo al Estado, como efectivamente así sucedió. O sea, un dinero perdido. Viendo esta desidia e indiferencia de los poderes del Estado para luchar contra el machismo, no es de extrañar la afirmación de M. Eizmendi de que los datos actuales encienden la «alerta roja» ante la violencia sexista32. Recordemos estos datos y, en especial, la despreocupación que muestran, porque más adelante nos servirán para comprender mejor el por qué del retroceso del Estado español en el índice de igualdad de la mujer a nivel internacional. Pero partamos ahora mismo de ellos para descubrir con más facilidad por qué esas mismas instituciones permanecen también pasivas ante la enorme desproporción salarial por el mismo trabajo realizado existente entre los hombres y las mujeres. Un ejemplo entre miles: la banca paga a las mujeres un 37% menos que a los hombres por el mismo salario, además de que existe el denominado «techo de cristal» que impide que las mujeres accedan a puestos de dirección monopolizados por los hombres33.
Según la práctica totalidad de estudios sobre las desigualdades en materia salarial, el promedio de diferencia en el salario oscila alrededor del 30% en detrimento de la mujer. Otras estadísticas sostienen que las mujeres cobran 5.800 euros menos que los hombres al año en el Estado español34, y una investigación más exhaustiva y rigurosa, el sindicato LAB ha demostrado que la diferencia asciende a 7.200 € al año35 No hace falta decir que esta inadmisible injusticia aumenta en las mujeres emigrantes. De cualquier modo, estas cifras escandalosas de por sí, deben ser vistas dentro de la totalidad de la explotación visible e invisible que padece la mujer, es decir, viendo que, por ejemplo el trabajo doméstico supone el 33% del PIB de Hego Euskal Herria, de la zona del Pueblo Vasco dominada por el Estado español, mientras que representa nada menos que el 42,5% del PIB de dicho Estado español36.
Siendo esto cierto, conviene recordar que la esclavitud asalariada tiene cara de mujer explotada a nivel planetario, no únicamente en el capitalismo más enriquecido. Los datos que ofrece el «Pan y Rosas» sobre la esclavitud asalariada de la mujer en el mundo, son terribles: «el número de mujeres que participa en el mercado laboral mundial es el más alto de la historia pero que, a su vez, hasta la Organización Internacional del Trabajo (OIT) tenga que admitir -en un informe presentado el pasado 8 de marzo- que las trabajadoras están más expuestas que los hombres a sufrir peores condiciones laborales. Y más aún: aunque actualmente hay 1200 millones de mujeres trabajadoras (representando el 40% de la fuerza de trabajo mundial), también aumentó el número de mujeres desocupadas, que ya supera los 80 millones (…) la tasa mundial de empleo femenino es del 49,1%, frente a un 74,3% para la de empleo masculino»37. Y si nos centramos en las condiciones de precariedad de un capitalismo como el vasco vemos gracias a las investigaciones del sindicato LAB que la tasa de temporalidad es del 32,4%, frente al 22,2% de los hombres y, entre otros ejemplos, que el 85% de los contratos a tiempo parcial son de mujeres38. La normalidad con la que se admite tamaña opresión se basa, como estamos diciendo, en el poder ontológico, epistemológico y axiológico del sistema patriarco-burgués, de su «ciencia social», en suma.
5.- PRIVILEGIO EPISTÉMICO PATRIARCAL
Llegamos así a la tercera precisión que tenemos que hacer antes de estudiar críticamente el empeoramiento de las condiciones de vida y trabajo de más de la mitad de la población mundial por el único hecho de ser mujer y de estar dentro del espacio material e inmaterial impuesto a la mujer por el sistema patriarco-burgués. De entrada, hay que partir del hecho de que la situación de la mujer es sistemáticamente expulsada de los problemas a debate en las múltiples reuniones internacionales en las que grupos especializados pertenecientes a diferentes facciones imperialista deciden sobre el futuro. Pese a que «Las políticas económicas y comerciales, impulsadas por los modelos de ajuste económico neoliberal tienen impactos directos en el empleo, los mercados, la producción, los patrones de consumo y la distribución, los valores culturales, las relaciones sociales, el medio ambiente y la sustentabilidad local, todos los cuales involucran a las mujeres», pese a esto, la burguesía imperialista no tiene en cuenta para nada la situación de las mujeres en el mundo, excepto para aumentar su explotación39.
Básicamente, la ausencia del «problema femenino» en las reuniones imperialistas tiene dos grandes razones: una, que la explotación sexo-económica se da por sentada, normal en sí misma e inserta en la concepción del mundo; y otra, que esta visión ha determinado en su esencia interna la economía política burguesa. M. A. de Lucas tiene razón cuando dice que: «Los indicadores económicos no miden la desigualdad real de las mujeres en el trabajo»40, reafirmando una crítica clásica del método de análisis de las «ciencias sociales», de la economía política burguesa, etc., inseparables de la forma patriarcal y falocéntrica de ver la sociedad. Los indicadores económicos dependen, además de otros factores, sobre todo del método de hacer las estadísticas económicas y de la teoría económica que domine todo el enfoque. Que sobre lo primero domina un enfoque de género masculino sobre el método estadístico, es algo incuestionable41.
Sobre los efectos negativos de las teorías económicas falocéntricas, androcéntricas o patriarcales –sin entrar ahora a un debate sobre los diferentes nombres–, hay que insistir en que el feminismo lleva mucho tiempo denunciando estas limitaciones, y hace más de una década se planteó la necesidad de una «rupturas conceptuales»42 desde una perspectiva interdisciplinar en la que se integran la historiografía, la sociología y la economía, perspectiva necesaria para poder estudiar las múltiples relaciones entre el trabajo y las mujeres. Pensamos que deberían añadirse más disciplinas, pero carecemos de tiempo para extendernos al respecto, aunque sí hay que decir que es imprescindible sumar a las tres áreas citadas, sobre todo el área crucial de la epistemología, concretamente de la crítica del denominado «privilegio epistémico»43 que indica que el método de conocimiento y pensamiento oficialmente establecido favorece al sistema patriarco-burgués ya que excluye todas aquellas formas de investigación y pensamiento críticos que saquen a la luz la realidad de fondo de la dominación de la mujer. Por ejemplo y entre otros muchos aspectos, el papel crucial de los denominados «vocablos con trampa» inherentes al machismo y que vertebran el lenguaje jurídico44, por no repetirnos sobre el papel del lenguaje sexista en la producción científica.
El «privilegio epistémico» además explica, por ejemplo, la muy ultra minoritaria presencia de la mujer en el llamado «mundo académico», que llega a casos extremos como el hecho de que ninguna de las 172 áreas de conocimiento de las universidades del Estado español estén dirigidas por mujeres45, o que hasta finales de 2006 sólo el 3% de los «honoris causa» españoles fueran mujeres46. Recientemente se ha sabido que en el Estado español durante el curso 2005-2006 el porcentaje de Rectoras de Universidad era del 6,5%, de Vicerrectoras del 28,9%, de Secretaría general el 41,6%, de Gerencia 4,1%, de Catedráticas el 13,9% y de Titulares el 36,5% y debemos recordar que en estas fechas el porcentaje de mujeres era el 50,6% del total de la población del Estado47. El «privilegio epistémico» explica también que a comienzos de 2007 la CE admitiera que apenas el 29% de los científicos e ingenieros de la UE fueran mujeres, y que la UNESCO encontrase que las mujeres no llegan al 30% de los investigadores en 34 de 100 países examinados, mientras que sólo el 17-18% de países tenían igualdad de género en lo científico y técnico48.
Ahora bien, el que se consiga esa igualdad de género no garantiza que se supere el «privilegio epistémico» entre otras muchas razones porque el propio método de conocimiento está determinado por la forma androcéntrica de pensar, porque, también, muchas investigadoras «piensan como hombres», etc.; pero además de estas y otras limitaciones, el poder patriarcal dispone de otros muchos recursos de control, marginación y silenciamiento del pensamiento crítico y feminista, como son, por ejemplos, los Premio Nobel que a lo largo de su historia y hasta octubre de 2007 sólo han sido concedidos a 11 mujeres, siendo Doris Lessind la última premiada49, habiéndose concedido otro Premio Nobel a la viróloga Francoise Barré-Sinoussi en 2008, llegándose así a 12 premiadas.
De cualquier modo, hay que insistir en que el poder patriarcal actúa al margen de la paridad de sexos, frecuentemente ineficaz por lo que acabamos de ver. Pero hay más, a comienzos de 2008 M. Colussi sometía a una destructora e ingeniosa crítica la supuesta omnipotencia del método científico asexuado, con estas palabras:
«En la sección cultural de la edición digital del diario español El Mundo, puede consultarse el artículo «Científicamente perfecta». Allí se lee que «La actriz Jessica Alba tiene las proporciones perfectas para una mujer. El piropo le llega de un grupo de científicos británicos, que ha elaborado una fórmula matemática para medir el atractivo sexual femenino. La ecuación se basa en la proporción entre la anchura de la cintura y de las caderas y, al parecer, la mejor relación entre los parámetros cintura-cadera es un 0,7, precisamente la que tiene hoy por hoy la protagonista de ‘Los cuatro fantásticos’. Según este estudio, Marilyn Monroe era casi perfecta, porque contaba con una proporción de un 0,69, y la modelo Kate Moss, siempre en el punto de mira por su extrema delgadez, se aproxima con un 0,67. (…) Hablar de «la perfección» en la belleza -de lo cual pueden desprenderse entonces concursos para establecer quién es más bello- es equiparable a hablar del «triunfador», del «number one». No puede ponerse en juicio la formulación de estos científicos -en general a los varones occidentales les llama más la atención un cuerpo de muñeca Barbie 90-60-90, no hay dudas-; pero de ahí a equiparar esa proporción con «la perfección» pareciera que hay un paso demasiado largo, que sólo una visión machista posibilita dar. Hayan sido o no los científicos británicos referidos quienes afirmaron esta tesis, o los redactores del portal que la difunde -poco importa eso- lo cierto es que el estereotipo prejuicioso se sigue filtrando. ¿Habrá también «proporciones perfectas» para los varones? ¿Y qué hacemos los que no entramos en esa categoría? ¿No tiene algo de agraviante hablar de «perfección» versus los/las que no la tenemos?»50
Nos hemos permitido el exceso de una cita tan larga porque nos confirma varias cosas muy válidas de entre las que destacamos, por un lado, la demostración del poder patriarcal dentro de «la ciencia»; por otro lado, la responsabilidad de esta «ciencia» y de la prensa dominante que le da pábulo en el conjunto de sistemas de opresión sexual, incluido el terror simbólico inherente al miedo a no cumplir el canon estético-corporal impuesto por los hombres a las mujeres, temas sobre los que nos extenderemos en el apartado dedicado a la crisis capitalista y a la sexualidad; además, el efecto azuzador y propagador del racismo blanco y eurocéntrico, tema al que volveremos en el apartado dedicado al fascismo y la crisis capitalista; y por último, la confirmación del poder de resistencia del patriarcado, del androcentrismo en la «ciencia». Sobre esta última cuestión, recordemos cómo antes nos hemos referido a un muy importante y actual texto de crítica feminista de la economía política, pese a estar editado en 1994. Pues bien, las resistencias del patriarcado, o del androcentrismo, siguen siendo tan eficaces que doce años más tarde, en 2006, la investigadora C. Carrasco, una de las coordinadoras del profundo y totalmente vigente texto de 1994, debe seguir denunciando el «carácter marcadamente androcéntrico»51 de la teoría económica manejada en los debates sindicales sobre el reparto del trabajo.
6.- IMPACTOS DE LA CRISIS CONTRA LAS MUJERES
La interacción de los tres aspectos característicos del sistema patriarco-burgués que acabamos de exponer –su prolongada historia, su reforzamiento en el capitalismo desarrollado y la incapacidad de su saber para dar cuenta de la explotación patriarcal– es la que explica el fracaso de cualquier intento de reforma seria de las condiciones socioeconómicas y laborales de la mujer. A. Gago ha dicho en el texto al que hemos recurrido anteriormente que: «Durante las tres últimas décadas, la introducción de las jornadas a tiempo parcial ha sido considerada como un avance para la mujer por parte de los especialistas de las ciencias laborales. Trabajar a jornada parcial permitiría, según éstos, que la mujer aportara un dinero extra a la economía doméstica mientras que podía seguir encargándose de las obligaciones familiares. Sin embargo, este argumento se ha ido desmontando con el tiempo al observarse las consecuencias negativas que esta medida de flexibilización laboral ha tenido en la calidad de vida de las mujeres. El trabajo a tiempo parcial es negativo porque institucionaliza el hecho de que exista un modo de empleo femenino específico y porque generaliza la actividad reducida, además de la imposición de tener que trabajar sólo en áreas que permitan este tipo de horarios»52.
No entenderemos nada sobre el deterioro53 de las condiciones socioeconómicas y laborales de la mujer bajo la crisis que se expande, sin partir de su total indefensión, de su absoluta carencia de recursos materiales, legales y conceptuales para poder resistir con eficacia a los ataques que ya está sufriendo. Los tres aspectos vistos nos muestran algo decisivo para lo que sigue como es el hecho de que la mujer es «una mercancía como otra cualquiera» según demuestra M. Augé54, una mercancía especial por cuanto tiene un valor de uso exclusivo: producir vida, producir bienes y producir placer sexual, muchas veces en forma de prostitución, de esclavitud sexual. Una mercancía con un valor de uso, que por ello mismo puede ser perfectamente definida como un polivalente «instrumento de producción» al decir de Marx y Engels en el Manifiesto Comunista. Una mercancía que va devaluándose, perdiendo valor, según lo confirma el último Informe del Foro Económico Mundial según el cual en 2007 la mujer del Estado español retrocede nada menos siete puestos, del décimo a decimoséptimo, del 10 a 17, porque ha aumentado la brecha salarial que le separa del hombre en el mismo puesto de trabajo, y porque hay menos mujeres que hombres trabajando en el mismo puestos y en las mismas oficinas de poder55.
Definir muy correctamente a la mujer dentro del sistema patriarco-burgués como un polivalente «instrumento de producción», como una «mercancía» es llegar a la raíz, al secreto último, del problema que vamos a analizar en lo que queda de este primer apartado dedicado a los efectos de la crisis sobre la mujer, exponiéndolo en varios puntos.
El primero punto trata sobre la permanente política del sistema patriarco-burgués por mantener totalmente debilitada e indefensa a la mujer, incapaz de resistir a los ataques, dividida e incomunicada entre ella para que no pueda autoorganizarse de forma independiente y luchar ofensivamente, que no sólo a la defensiva, con posibilidades de victoria. Un factor decisivo para su indefensión es el que siga creyendo la mujer que es «naturalmente inferior» al hombre, pasiva, sumisa, tan dócil y servicial que en realidad es servil y masoquista. Otro factor es que tenga miedo, terror y pánico a la violencia latente o activa de hombre contra ella, violencia justificada en todo caso por la «naturaleza» masculina y/o porque ella, la mujer, se ha portado mal, siendo merecedora del castigo. Tampoco tenemos que menospreciar el hecho de que si una mujer quiere «triunfar en la vida» y «liberarse» ha de asumir, practicar y propagar los valores machistas en sus formas más crudas, en los códigos derechistas, patronales, políticos y sexuales. La estructura entera expuesta en los tres puntos anteriores explica cómo funciona el sistema patriarco-burgués para, por un lado, mantener y ampliar la indefensión de la mujer y, por otro lado, justificarla y argumentarla.
El segundo punto parte del anterior y explica por qué son las trabajadoras las primeras en ser echadas al paro nada más comenzar los síntomas de crisis; por qué los sindicatos reformistas y amarillos, corporativistas y machistas, los patrones y los gobiernos, con el apoyo de la empresa y en la mayoría inmensa de los maridos, esposos y familiares, deciden e imponer que sean las mujeres trabajadoras las primeras en sufrir los efectos devastadores de las crisis, aunque sean pequeñas y cortas. Se trata de una constante en el capitalismo que en la actualidad presenta algunas innovaciones puntuales que no cuestionan su esencia interna. Ahora son las mujeres emigrantes, seguidas de los hombres emigrantes y de las mujeres autóctonas, generalmente por este orden, las expulsadas automáticamente del trabajo asalariado. Pero en las empresas en las que no hay emigrantes, son las autóctonas las que sufren los primeros golpes, como siempre. Sin duda, la precariedad laboral, el trabajo sumergido, la indefensión legal, la alienación patriarcal, etc., facilitan sobre manera estas medidas, pero nuestro análisis no sería completo si olvidásemos el papel específico que juega aquí la institución familiar y la revaloración del trabajo doméstico en los momentos de crisis, revaloración impulsada por el capitalismo. Sobre la institución familiar volveremos en el capítulo dedicado a la sexualidad y a la crisis.
El tercer punto surge precisamente de aquí, del hecho de que el sistema patriarco-burgués se activa en su totalidad para forzar a las mujeres que trabajan fuera de casa para volver al «dulce hogar» mediante, al menos, cuatro medidas que confluyen en tal involución autoritaria: una, la política de privatizaciones, reducciones del gasto público y social, de prestaciones básicas, etc., obliga a que alguien cargue con esos trabajos que el patriarcado define como «de mujeres»; dos, las presiones de los hombres sean reaccionarios o «de izquierdas» para, con cinismo, convencer a «sus» mujeres que es mejor para ellas porque les ahorra esfuerzo «volver a casa»; tres, las medidas de presión, acoso y hasta intimidación que toma el sistema en su conjunto, y la patronal en concreto, para «convencer» a las que se resisten a volver a casa en medio de la pasividad de sus compañeros y de los sindicatos reformista, cuando no de su colaboración machista; y cuatro, la propia ideología machista que padecen muchas mujeres, que les lleva a aceptar como «inevitable» y «natural» su suerte, a no resistirse y luchar contra esas medidas, y sobre todo a reforzar electoralmente a la derecha y al reformismo, por este orden, que son las fuerzas sociopolíticas que más se vuelcan en mantener el patriarcado. Este último aspecto es menos estudiado de lo que parece, pero es crucial.
El cuarto punto explica cómo se refuerza el proceso anterior con las excusas de la llamada «globalización», es decir, con la mentira de que la globalización hace fracasar toda resistencia a los ataques patronales. La amenaza de la deslocalización, de que la empresa se puede marchar a otros lugares más baratos, siempre ha sido empleada contra el movimiento obrero, y ahora este chantaje se multiplica exponencialmente porque la izquierda apenas lo ha combatido durante dos décadas, mientras que el reformismo político-sindical lo ha utilizado como argumento para sus claudicaciones y conchabeos con la burguesía. Tal excusa es reforzada por la supremacía absoluta que han adquirido las patrañas parlamentaristas y pacifistas dentro del reformismo y en buena parte de las izquierdas, de modo que domina un zafio, basto e insípido engrudo ideológico denominado «progresista», de «nueva izquierda», «tercera vía», etc. La desnaturalización del marxismo, su abandono práctico, refuerza el abandono de la lucha radical contra la explotación patriarcal, lo que beneficia al sistema y perjudica a las mujeres trabajadoras especialmente en un contexto de prolongada crisis.
El quinto punto se refiera a que en situaciones de crisis se reducen drásticamente las posibilidades que tiene la mujer para encontrar trabajo asalariado, excepto en las peores condiciones imaginables, y aún ni eso, y en la prostitución como salida desesperada, tema que analizaremos en el capítulo sobre la sexualidad. Las escasas ofertas existentes van a parar a los hombres o a las mujeres que han asumido los valores masculinos, pero casi nunca a las mujeres con conciencia de serlo, revolucionarias y feministas. Si en fases expansivas, los mejores puestos son monopolizados por los hombres quedando para las mujeres los peores en todos los sentidos, semejante lección histórica se repite con mayor fuerza durante las crisis. Al carecer la mujer de organizaciones propias, al ser los sindicatos reformistas patriarcales por naturaleza, al reforzarse la virulencia y la agresividad del hombre contra la mujer, al ser reducidas las prestaciones sociales y al aumentar la necesidad de suplir con el tiempo propio los trabajos incrementados por estas restricciones de los derechos colectivos, por todo esto en síntesis, las mujeres ven cómo aumentan las distancian que les alejan de los trabajos fuera del domicilio, trabajos asalariados por duros, sumergidos y precarizados que sean.
En sexto lugar, se acelera así la espiral desastrosa que conduce al empobrecimiento de la mujer y a su dependencia hacia el sueldo del marido, con todos los efectos de pérdida de autoestima e independencia práctica, etc.; a la vez, si mantiene el trabajo, lo más probable es que sea en peores condiciones, bajo mayores presiones de todo tipo, especialmente de acoso laboral para aumentar la productividad y de acoso sexual por el envalentonamiento machista; y si tiene la suerte de encontrar un trabajo, lo más probable es que sea en condiciones de sobreexplotación protegida por el poder casi omnímodo del patrón en los trabajos sumergidos, precarizados e inestables en extremo, que dependen muchas veces de los caprichos del patrón, en todos los sentidos, y de la docilidad resignada de la trabajadora carente de recursos legales de autodefensa y presionada por su penuria económica.
En séptimo y último lugar, siempre existen o se inventan supuestas «alternativas de trabajo» que se realizan en casa, en el domicilio, para compensar la pérdida salarial. La historia muestra que desde el siglo XVII, si no antes, grupos de comerciantes recorrían las casas para ofrecer tareas a realizar en el domicilio. Tales alternativas han ayudado a paliar en algo el empobrecimiento, y en la actualidad, con Internet, se ha creado un espectacular mito de «ayuda a tu familia», de «créate a ti misma», de «teletrabajo», de «hazte tu propia empresaria», etc., según el cual la mujer que conozca la Red y de la «nueva economía», etc., puede obtener beneficios sin por ello «desatender a sus labores domésticas». Se trata de una vieja utopía reaccionaria según la cual la libertad personal de la mujer es compatible con su trabajo doméstico, con la «comodidad» que ello supone. Pero en realidad todos los informes críticos muestran que el «teletrabajo» apenas mejora las condiciones de vida si por tal entendemos una forma cualitativa y equilibrada de independencia personal, aportación familiar y trato igualitario. Las lecciones obtenidas en el «teletrabajo» de hombres muestran que fácilmente refuerza el enclaustramiento y la soledad, que refuerza el poder patronal al aislar totalmente a cada «teletrabajador» en su casa impidiendo toda acción colectiva. Nada indica, sino al contrario, que en las condiciones actuales estos y otros efectos negativos no se multipliquen en el caso del «teletrabajo» de la mujer en su hogar.
De todos modos, deberemos esperar todavía un tiempo, hasta que el paro sea mayor que el actual, que el empobrecimiento y la estrechez en los gastos básicos asfixie a las familias trabajadoras, que las deudas les atenacen, para poder completar este análisis, para ver en qué grado se han cumplido las constantes descritas y, sobre todo, en qué grado han sido superadas y empeoradas por los efectos de la actual crisis.
7.- LA CRISIS CONTRA LAS SEXUALIDADES
Una de las maneras más directas e impactantes de mostrar la totalidad del problema de la explotación socioeconómica de la «mercancía mujer» como polivalente «instrumento de producción», totalidad que abarca el empeoramiento de la vida económica y de la vida sexual, además de otras formas de vida, debido a los efectos devastadores de la crisis, lo tenemos en la siguiente noticia: «Las españolas vuelven a los prostíbulos (…) La crisis empuja a muchas mujeres a volver a un oficio copado por extranjeras. Los precios se derrumban y el cliente es más vejatorio y exigente»56. No vamos a extendernos aquí en la forma horrenda de explotar, oprimir y dominar a las mujeres que es la prostitución, pero sí debemos tocar una realidad inseparable de la prostitución y que no transciende a la prensa, que es rápidamente negada al conocimiento público: me refiero a las relaciones entre la prostitución y la extrema derecha. El investigador J. Cantero profundizó en estas redes de explotación sexual y de rentabilidad económico-política por parte de la extrema derecha, por el sector más reaccionario y criminal de la burguesía. Entre finales de 2006 y comienzos de 2007 la ganancia media de una prostituta en el Estado español era de 123 euros al día, de los cuales 89 euros iban a parar a los empresarios de ese negocio57.
Por no extendernos, debemos recordar que existe una muy amplia red de conexiones mutuas entre prostitución, dinero negro, economía sumergida y especulación financiero-inmobiliaria, de manera que la corrupción es una plaga en aumento, como se constata en el Estado español que ha retrocedido en sólo un año del puesto 25 al 28 en el ranking de los países menos corruptos, según Transparency Internacional58. Veremos luego las relaciones entre equilibrio psicosomático, drogadicción, violencia machista y malestar sexual, pues bien, como muestra de la masiva acción de la droga en el Estado español tenemos tanto las continuadas declaraciones de organismos internacionales y de los servicios norteamericanos sobre cómo el Estado español es el mayor consumidor de drogas en la UE59, como el reciente estudio de laboratorio que muestra que los billetes que circulan en la economía española son lo que contienen las cantidades más altas de cocaína de Europa60. Por poner otro ejemplo ilustrativo, tenemos la reciente decisión del neofascista Berlusconi, acusado varias veces por corrupción y que se ha salvado de la cárcel precisamente por la generalizada corrupción en Italia, ha decidido grabar la industria pornográfica con un impuesto especial para combatir la crisis económica61. En estas condiciones estructurales, las sexualidades no pueden librarse de los efectos que todo ello genera.
Desde luego que no todas las mujeres terminan recurriendo a la prostitución para intentar resolver su situación económica, pero hemos empleado este dato para sintetizar en su forma más cruda la realidad de la explotación patriarco-burguesa, mostrándola en todos sus aspectos, también en los más ocultos y silenciados por la propaganda oficial, ya que si bien por pura exigencia del método dialéctico no se puede nunca separar la parte del todo en el que se inserta, tal exigencia es aún más imperiosa en lo relacionado con la explotación de la mujer por el hombre debido a la gran cantidad de fuerzas irracionales y subjetivas que se movilizan en su interior y que anulan totalmente o merman mucho la capacidad de crítica radical y racional del problema. Pues bien, al sacar a la luz la interacción permanente entre crisis económica, sexualidad machista y prostitución, extrema derecha y capitalismo corrupto, estamos poniendo el dedo en la llaga ya que, en situación extrema de carencia de medios de sustento, si no logra establecer una relación personal basada en la igualdad mutua, la mujer no tiene otro remedio que mendigar o aceptar la dominación de alguien, ya que los puestos de trabajo asalariado están en su inmensa mayoría reservados a los hombres. Hay varias formas de aceptar la dominación exterior: desde recluirse en un convento, como en la Edad Media por citar una solución muy frecuente entonces, o prostituirse directa o indirectamente, es decir, en el seno del matrimonio, de la familia como institución básica del sistema patriarco-burgués.
Tocamos aquí un problema candente que debemos tratar sin piedad ni compasión, y es el de la utilización de la sexualidad como herramienta, no únicamente como recurso e instrumento de subsistencia y supervivencia en situaciones desesperadas, sino también como medio de acceso a cotas de poder e influencia, de mayor prestigio y apariencia exterior. El colectivo feminista Trece Rosas ha publicado un brillante texto al respecto denunciando que «La sexualidad es muchas veces convertida en herramienta o mercancía. Uno de los ejemplos evidentes es el uso de ella para conseguir beneficios fácilmente, que de otra forma sería complicado obtener; o enfocado desde la otra persona, abusar de un cierto poder ofreciendo algo deseado a cambio de ser satisfecha/o sexualmente. Es un recurso habitual en el ámbito laboral con el objetivo de ascender de puesto, conseguir mejores salarios o mejorar ciertas condiciones; pero también dentro del mundo antifascista tiene cabida este triste fenómeno: utilizarlo para conocer a personas con sobre-nombre, a personas con reputación (real o no), personas que son «importantes» dentro del movimiento; en definitiva, personas de las que queda bien hablar a pesar de que seamos todxs compañerxs y nuestra situación se base en la igualdad y no en el liderazgo de algunxs»62.
La crítica de este colectivo feminista se extiende a otras realidades más brutales, como las violaciones, etc., pero pensamos que una forma directa de comprender la profundidad del problema es apreciar que incluso dentro de la izquierda, en el interior de la lucha antifascista, también se instrumentaliza la sexualidad. Si este uso patriarco-burgués está tan extendido, ¿qué no sucederá en las prácticas no revolucionarias, totalmente burguesas, reaccionarias y machistas? Tenemos que partir de esta realidad para disponer de una base sólida a partir de la cual destruir el tópico de la igualdad en el seno de las relaciones de pareja, personales y matrimoniales. Es tan abundante y de tanta calidad la bibliografía científico-crítica que destruye este tópico reaccionario que no vamos a extendernos en citas, aunque sí debemos referirnos a uno de los más recientes estudios que confirma de nuevo que incluso en las parejas en las que los dos miembros ganan un sueldo, también en ellas se mantienen las relaciones de poder del hombre sobre la mujer por la profunda raigambre de la dominación patriarcal, que se resiste a los cambios sociales, como lo demostrado S. Demo Moreno63.
Hasta ahora y en situaciones de relativa bonanza económica e incluso de crisis no sistémica ni estructural, la independencia salarial de la mujer era y es un requisito esencial a falta de otros recursos para su independización práctica mediante el divorcio legal o la separación de facto, lo que el patriarcado llama «abandono del hogar». El bello espectáculo del aumento de la multiplicación de los divorcios y de la independización de la mujer, que tanto aterroriza no sólo a la derecha y extrema derecha que manda en la Comunidad de Madrid donde en 2007 se registraron 19.000 separaciones de un total de 23.000 bodas, que tiene una tasa de rupturas que es la cuarta del Estado, sino también al Instituto de Política Familiar, un organismo del Estado que sostiene que «la ruptura familiar está creciendo de forma alarmante»64, esta hermosa liberación sin embargo empieza retroceder bajo los golpes represores de la crisis económica y de la contraofensiva patriarcal.
En efecto, un titular de prensa que resume un estudio del empeoramiento de la libertad de la mujer a raíz del aumento de la crisis, dice así: «Este otoño toca divorciarse menos»65, en el sentido de que si bien los divorcios aumentan en septiembre después de la vuelta de vacaciones, período en el que la convivencia forzada entre la pareja ha descubierto todas las incompatibilidades personales que estaban más o menos ocultas por lo horarios de trabajo, sin embargo y desde 2007 la crisis socioeconómica en ascenso obliga a las mujeres y hombres a posponer el divorcio por la dependencia económica mutua, pero muy mayoritariamente de la mujer hacia el hombre. No hace falta un gran esfuerzo imaginativo para comprender el empeoramiento vital que supone renunciar a la libertad por carencia de medios económicos para mantenerla, especialmente cuando se había hecho tan insoportable la vida en pareja que la separación aparecía como única alternativa. Pero en esta cuestión y en toda la realidad, debemos tener siempre en cuenta la tremenda influencia de la posición de clase en el momento de poder acceder a más o menos libertad y posibilidades sexuales. Por ejemplo, a la par de un descenso en los divorcios de las clases trabajadoras se ha constatado una tendencia al alza en los divorcios de los hombres de las clases explotadoras una vez que llegan a los 60 ó 65 años de edad, entre otras cosas debido a los efectos estimulantes del Viagra, pero sobre todo a que sus recursos económicos les permiten romper con sus mujeres y, en muchos casos, entablar relaciones con mujeres más jóvenes66.
Muchas pueden ser las formas de reaccionar en situaciones así, cuando la convivencia es insoportable o muy difícil de soportar y aunque se desea el divorcio es imposible conseguirlo, pero todas ellas forman la vida cotidiana marcada por una realidad impuesta y Hay que partir de la unidad de vida cotidiana, diaria, para ver cómo interactúan entre sí los comportamientos diferentes y, a la vez, cómo influyen sobre las sexualidades diferentes, en los afectos y en las relaciones amorosas. Una unidad que, a su vez, está determinada por las estructuras de explotación laboral, por las condiciones salariales, por el tiempo asalariado, etc. Sin negar la mayor o menor autonomía relativa de lo subjetivo, de los afectos, de las sexualidades, con respecto a las estructuras socioeconómicas, siendo esto cierto, aun así y si queremos partir de una base científico-crítica para poder analizar luego los impactos de la crisis en las sexualidades humanas, debemos detenernos repasar algunos informes muy ilustrativos.
De entrada y como base teórica imprescindible partimos de la constatación de que la producción de psicopatologías es inherente al capitalismo ya que la deslocalización in situ, la creciente posibilidad de ser echado del puesto de trabajo cayendo en la categoría del precariado o subempleo, peor incluso, cayendo en el desempleo crónico o permanente según las circunstancias, esta inquietud latente en toda persona que no tiene medios de producción propios y que depende exclusivamente de vender su fuerza de trabajo por un salario, inquietud que con suma facilidad se transforma en miedo consciente y luego en terror difuso, en una locura ya que, como hemos dicho, la psicopatología es consustancial al capitalismo67.
Según palabras de otro investigador, la crisis económica: «generará un creciente malestar subjetivo en la medida en que se vivirá como una amenaza al nivel de vida y consumo o a las mismas posibilidades de sobrevivencia. Una crisis económica genera sentimientos de malestar, preocupación, temor, desconcierto. Es posible que buena parte de las personas no sepan exactamente qué es lo que viene a raíz de la crisis económica, pero sí sienten en el bolsillo y en el estómago lo que está pasando. En términos estrictamente psicológicos habrá más frustración, tensión, descontento. A nivel individual la reacción depende de una serie de factores. La pérdida de status, nivel de vida o las mismas posibilidades de vivir puede generar una serie de reacciones, incluso equiparables a las de la pérdida de un objeto querido. La escasez de recursos genera tensión y malestar en tanto que no es posible satisfacer las diversas necesidades»68.
8.- EXPLOTACION ECONÓMICA Y SEXUALIDADES
Partiendo de estas bases teóricas, el Informe Salud y Género 2006, del Ministerio de Sanidad y Consumo, conocido recientemente, que mostraba que la doble jornada de trabajo dañaba seriamente la salud psicosomática de la mujer, especialmente las de 45-55 años. Mostraba también que las mujeres de la clase obrera corren muchos más riesgos de enfermedades de todo tipo que las mujeres burguesas y que el 75% de consumidores de somníferos o tranquilizantes son mujeres y el 70% de las mujeres españolas han consumido alguna vez este tipo de medicación69. Luego volveremos al recurso a las drogas como ayuda para las relaciones de todo tipo, incluidas las sexuales. Al igual que el informe japonés sobre el descenso de las prácticas sexuales que veremos en su momento, pero con otras palabras, el Informe ahora citado demostraba también que la sobrecarga de trabajo genera estrés, depresión y otros trastornos. Obviamente, las capacidades sexuales se resienten mucho bajo estas presiones impuestas por la explotación capitalista.
La sobrecarga en el trabajo es una de las muestras más crudas de la plusvalía relativa y de la plusvalía absoluta, en términos marxistas. La primera hace referencia al proceso de extracción de beneficio mediante la explotación de la fuerza de trabajo con más máquinas y con menos tiempo de trabajo, lo que generalmente produce agotamiento psicológico, nervioso, emocional, etc.; la segunda hace referencia a la forma de trabajo en la que prima más la duración del trabajo físico que del trabajo con máquina, lo que produce cansancio física, corporal y muscular. Pero el capitalismo está procediendo a intensificar el trabajo con máquinas y a aumentar el tiempo de trabajo con esas máquinas, a la vez que aumenta el tiempo de traslado del domicilio al centro de trabajo. Estos y otros factores determinan la sobrecarga en el trabajo y con ella el aumento del desgaste psicosomático, lo que facilita el aumento de los accidentes laborales al disminuir la capacidad de atención y de precaución en un trabajo sometido a más exigencias de ritmo, rendimiento y horarios.
Semejante explotación causa que el 73% de las personas asalariadas en el Estado español estén «quemadas», sufran estrés, según lo confirma un estudio de UGT basado en 4.000 encuestas:
«Esta sensación se denomina síndrome de ‘burnout’ y está directamente relacionado tanto con factores físicos (cefaleas, dolores musculares, fatiga crónica, etc.) y psicológicos (frustración, ansiedad, irritabilidad), como con aspectos organizativos (menor rendimiento, absentismo laboral) (…)El informe del sindicato revela además que Hablar a gritos, criticar la vida privada y ser amenazados, ignorados o asignados a lugares aislados son otras conductas que padecen algunos trabajadores en su lugar de trabajo y que pueden afectar a su salud. (…), el 26% de los trabajadores se encuentran en riesgo de acoso, al desarrollar su actividad en un ambiente que califican de «hostigador». Un 2% de las personas entrevistadas son víctimas de acoso moral en el trabajo de manera permanente y un 15% reconocen haber sido víctimas puntuales (…) el 43% de los encuestados dicen haber sufrido abuso por parte de sus superiores y más de la mitad de las víctimas de acoso se quejan de haber recibido un comportamiento vejatorio mediante gritos. Este tipo de comportamientos puede provocar depresiones en los trabajadores y conducir, por tanto, a la baja laboral. Dentro de los trabajadores entrevistados para el estudio que estaban de baja por depresión, el 35% se vieron sometidos a intimidaciones y amenazas, el 32% a acoso moral, el 26% a algún tipo de violencia verbal y el 23% sufrieron agresiones físicas»70.
La EPA publicada recientemente por el INE es, pese a sus lagunas enormes, aterradora en esta cuestión básica: el 80% de los y las trabajadoras afirman sufrir sobrecarga laboral. , el 11% de los trabajadores asegura haber sufrido violencia en el trabajo en el último año, mientras que el 7,4% declara haber padecido acoso o intimidación en su centro laboral. La situación empeora en el caso de las mujeres, pues el 11,7 % dice haber sufrido violencia y el 9,4 % declara que ha sido acosada. Los resultados sobre las enfermedades laborales son igualmente inquietantes por sus efectos directos sobre las capacidades psicosomáticas para el placer sexual: problemas respiratorios o pulmonares, dolores óseos, articulares o musculares con afección en caderas, piernas, pies, espaldas, etc.71. Pero estos resultados no se registran sólo en el Estado español, sino que la UE ha reconocido que los riesgos psicosociales, provocados por el estrés laboral, la violencia en el trabajo y la adicción, son el principal problema de salud laboral en la Unión Europea, por delante de los accidentes mortales y de seguridad. Sin embargo, las medidas obligatorias destinadas a prevenir los riesgos psicosociales provocados por la explotación asalariada son cumplidas sólo por un 16% de las empresas del Estado español72.
De cualquier modo, hay que insistir que la mera riqueza por sí misma no garantiza la buena salud colectiva, dependiendo ésta de varios factores entre los que destacan las políticas sanitarias de los gobierno, ya que, por ejemplo Cuba, tiene una de las mejores tasas de salud del mundo si la comparamos con sus recursos y con la de otros muchos países capitalistas. Tras insistir en el crucial papel de la política sanitaria, la investigadora Mª H. Atiénzar sigue afirmando que: «Se sabe que los trabajadores con menores ingresos y mayor precariedad laboral tienen peor salud. Los menos cualificados sufren con mayor incidencia patologías como dolores cervicales, lumbares y migrañas. Uno de cada cuatro obreros con baja preparación tiene contrato temporal, y cerca del 8% ni siquiera tiene contrato. No es extraño que un 12% padezca problemas psíquicos, pues la incertidumbre y la falta de control producen niveles de estrés que ponen en riesgo la salud mental. Asimismo, se ha comprobado que las mujeres más desfavorecidas sufren mayores índices de sobrepeso, pues la falta de recursos y de tiempo se suele traducir en una dieta peor. Asimismo, menos del 20% de las mujeres con una renta baja hace ejercicio físico durante el tiempo libre, frente a un 40% entre las clases acomodadas»73.
Además de lo anterior, la política empresarial, apoyada directamente por su Estado burgués e indirectamente por el sindicalismo reformista, de infravaloración de las enfermedades profesionales supone una merma aún mayor de la salud colectiva e individual de las clases trabajadoras. Dado que la patronal y las mutuas presionan duramente para que las trabajadoras y trabajadores estén de baja el menor tiempo posible y vuelvan al trabajo cuanto antes, ocurre que muchas enfermedades laborales no se curan de todo, se curan mal, se cronifican reduciendo así de forma permanente la calidad de vida de las afectadas y afectados. Pero el problema es más grave ya que: «Los expertos calculan que un 70% de las bajas que sufren los trabajadores se consideran enfermedad común o simplemente se obliga al trabajador a burlar ese período de incapacidad temporal cogiendo días de fiesta o de vacación que le quedan o que anticipa de las fiestas de su cómputo anual»74. Especial interés tiene para nuestro análisis los datos que aporta en informe citado sobre la muy inferior proporción de bajas entra trabajadores y ejecutivos empresariales, lo que vuelve a confirmar que la salud está fuertemente condicionada por la explotación asalariada, por la pertenencia de clase y de sexo-género, además de nacional, y por la política sanitaria que se realice en tal o cual país.
A mediados de noviembre se ha conocido uno de los primeros informes de la Organización Mundial de la Salud acerca los efectos de la actual crisis capitalista sobre la salud de la clase trabajadora en todo el mundo. Tras exponer cómo ha aumentado el paro y la precariedad en capitalismos tan poderosos como el canadiense, y tras afirmar que: «el estrés producido a consecuencia del trabajo está asociado con un 50% más de riesgo de sufrir enfermedades coronarias graves», llega al Estado español en donde «más de un 25% de los varones españoles que trabajan sin contrato tiene problemas mentales, frente al escaso 6% de los que cuentan con un puesto fijo. Entre las mujeres las diferencias se agravan, ya que la cifra de desórdenes mentales en los casos de mayor inestabilidad laboral alcanza el 33% de prevalencia, frente al 12% de las que tienen un puesto estable»; y más adelante y a nivel mundial, de pueblos empobrecidos y machacados: «La posición de las mujeres en la sociedad también está ligada a la salud y la supervivencia de los niños y las niñas. Sin embargo, la desigualdad en ellas es llamativa. Las mujeres ganan menos que los hombres, incluso con trabajos equivalentes, además, tienen menos oportunidades de empleo y de acceso a la educación, a lo que se suma la carencia de ciudadanos sanitarios reproductivos. El informe recoge que estas desigualdades «influyen en la salud en distintas formas: pautas de alimentación discriminatorias, violencia, falta de poder de decisión y reparto desigual del trabajo»»75.
La pregunta que surge de todo lo visto hasta aquí es bien sencilla: si la salud psíquica y física está muy determinada por la explotación sexo-económica, de clase y nacional, ¿no lo están por tanto las capacidades de disfrute, de placer y de ejercicio de las sexualidades? ¿Qué sexualidades libres y creativas se puedes realizar con una mente y un cuerpo agotados, estropeados, enfermos, tensos, deprimidos, nerviosos y apabullados por toda serie de problemas? Si a esta realidad le sumamos la incultura y el analfabetismo sobre las capacidades sexuales humanas, sobre la complejidad de la psique y sobre el axioma científico-crítico según el cual la sexualidad no radica en los órganos genitales sino en la cabeza, en la personalidad, en sus recovecos subconscientes y en sus profundidades inconscientes, si tenemos en cuenta todos estos factores la respuesta es bien clara.
9.- MIEDOS, DROGAS, POBREZA Y SEXUALIDADES
Sin embargo, aun siendo extremadamente grave la realidad expuesta, el verdadero problema en lo que atañe a los efectos de la crisis económica sobre las capacidades sexuales radica, como síntesis, en la extensión social del miedo, un factor clave a tener en cuenta cuando más adelante nos centremos en el fascismo. Recientemente se ha conocido el resultado de una extensa investigación sobre los miedos que sienten las de las diez de las grandes conurbaciones del mundo. Los resultados han mostrado cómo una de las causas básicas de los temores, inquietudes, angustias, miedos y terrores es la incertidumbre sobre el futuro económico de las personas, además de otras razones particulares. La pérdida del puesto de trabajo sin indemnización alguna, el empobrecimiento y la precarización, el aumento de la violencia del poder, etc., generan miedo. Pero, además, el informe demuestra que los hombres burgueses están en mejores condiciones para no sufrir miedo que las mujeres burguesas, y que la clase burguesa en su conjunto está en mejores condiciones que la clase trabajadora para no sufrir miedo: «Cunde un poco más entre las mujeres, y sobre todo entre los que tienen menos medios, menos cultura y más años. Lo sufren el 8% de los que viven en familias acomodadas frente al 22,5% de los que provienen de origen humilde; el 27,5% de los que sólo tienen educación primaria frente al 10% de los que han recibido una educación superior»76.
Ahora bien, esta investigación se despreocupa de otros miedos que influyen sobre las capacidades sexuales tanto o más que los arriba citados. Nos referimos a los miedos causados por la violencia doméstica que si bien es permanente en su esencia cualitativa, aumenta en su cantidad e incluso en su virulencia y salvajismo al empeorar las condiciones socioeconómicas por efecto de la crisis capitalista, como lo muestran todos los estudios críticos al respecto. Por ejemplo, la violencia sexual en el matrimonio, en el noviazgo y en las ex parejas es tanto mayor en las mujeres sin recursos económicos propios, que dependen del marido y que deben, por tanto, aguantar su dominio. Este agravante está tan estudiado que una de las medidas necesarias que plantean todos los estudios críticos y progresistas al respecto, como demuestra Mª Antonia Caro es precisamente la de aumentar la libertad y la autonomía de las mujeres agredidas77. Pero en condiciones de crisis estructural, de despidos masivos de mujeres y de clara ventaja de los hombres en paro para encontrar alguno de los pocos puestos de trabajo disponibles, de reducciones de los gastos sociales y de las ayudas públicas, en estas situaciones de larga duración es prácticamente imposible para las mujeres aumentar su autonomía y libertad, sino al contrario.
Por tanto, las mujeres quedan más indefensas, sin recursos defensivos que les garanticen una suficiente tranquilidad emocional y física frente al marido o al novio. Leamos lo que sigue:
«Las amenazas, las desvalorizaciones constantes, la ridiculización, etc. como manifestaciones palpables de malos tratos psicológicos, que llevan a las víctimas a situaciones de estrés, ansiedad y desbordamiento. Esta ansiedad puede estar motivada no sólo por las agresiones directas sino por estar en alerta constante. Incluso la víctima puede llegar a padecer insomnio crónico por tener que combinar el dormir en el mismo lecho que el agresor y, a su vez, intentar evitar las posibles relaciones sexuales no deseadas o intentar proteger a sus hijos/as (…) La cronicidad de los abusos psicológicos genera un cúmulo de consecuencias negativas para la salud de la víctima: dolores de cabeza, problemas gastrointestinales, disminución de las defensas, sensación de fatiga crónica, asma, o un mayor riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares. (…) Estas consecuencias pueden verse incrementadas con la presencia de algunos factores de riesgo que agravan la situación como es el caso del alcohol. El alcohol puede potenciar los comportamientos agresivos e incluso generarlos, y en la víctima puede disminuir su capacidad de reacción y defensa si está bajo los efectos del alcohol»78.
El denominado «vínculo emocional» aparece aquí, en estas demasiado frecuentes situaciones insoportables debido a los efectos invisibles de la violencia doméstica, que es parte de la violencia patriarcal global, totalizante y estructural, como una de las peores cadenas que atan la mujer violentada a la violencia ejercitada por el hombre. Se ha creado el escalofriante término de «adictas a su agresor» a las mujeres que ven a las personas que quieren protegerlas de su agresor como intrusos en su vida privada. Según un estudio reciente, «La última macroencuesta del Instituto de la Mujer elaborada en 2006 -a una muestra de 22.000 mujeres- cuantificó que hay 2,5 millones de mujeres maltratadas en España. Apenas 600.000 de ellas reconocían su condición. El resto, 1,8 millones, negaron ser víctimas del maltrato machista a pesar de haber sido insultadas, golpeadas o vejadas con frecuencia»79. Peor aún, a finales de noviembre de este año se ha sabido que nada menos que el 70% de mujeres asesinadas por sus parejas no habían denunciado previamente los malos tratos80.
La efectividad represiva de los miedos en general, y del miedo concreto a la violencia machista que atosiga a muchas mujeres, a bastantes más de lo que los hombres podamos imaginar nunca si no disponemos de estudios científico-críticos contundentes, tiene una de sus grandes razones de existencia en su muy difícil visibilidad o, dicho de otro modo, en su «normalidad» cotidiana ya que: «La mayoría de los abusadores sexuales de niñas, de los violadores sexuales de esposas o novias o de los que pagan por tener sexo, no son enfermos sexuales. Son hombres corrientes y comunes que están ejerciendo su masculinidad de conformidad con un conjunto de ideas y estructuras sexistas que conforman una cultura patriarcal»81. La práctica de la violencia machista es considerada como «normal» porque los hombres violentos son realmente normales, corrientes y comunes, familiares y amigos cercanos, conocidos próximos de los que apenas nadie puede sospechar de su brutalidad oculta. De este modo, muchas mujeres tienen serios problemas de credibilidad en su entorno inmediato cuando comentan a sus amistades, si llegan a atreverse, que son víctimas de la violencia de su marido, padre, novio, hermano, vecino, amigo, compañero de trabajo, etc. Pero también sufren el problema del temor ante la irascibilidad y violencia de estos hombres próximos, lo que inevitablemente tiende a imponer una serie de precauciones y cuidados que frenan sus iniciativas y libertades.
Teniendo en cuenta estas realidades tan frecuentes ¿qué sexualidades libres y creativas pueden practicarse bajo la violencia, el miedo y la angustia descarnados y conscientes, o bajo los temores e incertidumbres inconscientes ante las posibles reacciones irascibles del hombre, del marido o compañero, del amo, en suma? Semejantes interrogantes crecen cuando tenemos en cuenta el resto de efectos destructores causados por la explotación sexo-económica capitalista y por su empeoramiento en situaciones de crisis. Más aún, otras muchas mujeres que no han sufrido la violencia machista directamente, en su expresión física y brutal, que la han sufrido incluso poco, de manera muy atenuada en su forma invisible y simbólica, aún así estas otras mujeres que, por suerte, han gozado de alguna más «libertad» sin embargo están sometidas a fuertes presiones sociales que merman mucho sus posibilidades de goce sexual.
Las presiones sociales no actúan únicamente en el entorno denominado «privado», sino que existen activamente en la totalidad vivencial cotidiana impuesta por el sistema patriarco-burgués, de modo que las violencias se presentan de múltiples maneras y desde todas las partes. Es así como comprendemos dos hechos estremecedores. Uno es la revalorización de la virginidad de la mujer e incluso el recurso a la cirugía para recuperar el himen, como está ocurriendo en el Estado francés82, iniciando una tendencia que no tardará en surgir en otros países «civilizados», y otro es que el nulo esfuerzo de las instituciones por una educación científico-crítica sobre las sexualidades está permitiendo entre otros efectos nefastos como la proliferación de las enfermedades venéreas y del SIDA, también el crecimiento del muy agudo problema de la invisibilización de muchas mujeres a partir de los cuarenta años, es decir, al dejar de cumplir con el canon sexual patriarco-burgués por la edad, muchas mujeres pasan a ser invisibles para la sociedad machista, que sólo «ve» a las mujeres sexuadas según su dictadura estética83.
Estas y otras características básicas de la sexualidad patriarco-burguesa empobrecen el ejercicio de las sexualidades de nuestra especie, como veremos inmediatamente después. Ahora queremos detenernos un segundo precisamente en una de las causas decisivas de semejante pobreza sexual cotidiana. Una respuesta muy válida la podemos encontrar en la siguiente cita extraída de un texto sobre la pobreza sexual: «En medio de tal ambiente de deformación sexual, otro factor desarrolla lo que parece ser inevitable. Una tendencia creciente a aferrarnos desesperadamente a aquell@s con quienes hemos conectado, aunque sea una conexión empobrecida. El miedo a estar sol@, sin amor, nos conduce a unirnos a amantes a los que ya hace mucho que hemos dejado de amar. Incluso cuando el sexo continúa existiendo en la relación, probablemente sea mecánico y ritual, y no un momento absoluto de entrega al otro@»84.
Sin duda, los efectos negativos de esta situación global indeseable son una de las razones que explican que se incremente la venta de antidepresivos en el Estado español en un 5,02% en los últimos nueve meses de 2008 pese al estancamiento del mercado farmacéutico85. No podemos extendernos ahora en un estudio más minucioso sobre cuanto ha aumentado la ingesta doméstica de alcohol por las mujeres que no tienen apenas posibilidades de disfrutar de una vida propia fuera del domicilio, o de las ludopatías y de los gastos en juegos de azar, o del consumismo compulsivo de baja calidad, métodos escapistas de miles de personas que buscan gratificantes que les ayuden como sea a pasar el tiempo, a huir de una realidad insoportable, a imaginarse otra forma de vida, etc. Pero el consumo de drogas se extiende más allá del domicilio y también de las drogas «clásicas», estén ilegalizadas o sean legales, para extenderse al uso de fármacos de venta legal que tienen efectos estupefacientes. Un estudio reciente ha mostrado que como mínimo hasta 27 fármacos legales son usados en fiestas o individualmente86.
El recurso a las drogas está incentivado, como hemos visto arriba, por las presiones del terrorismo psicológico de la «imagen sexual», del canon físico que impone el sistema patriarcal para, además de «triunfar en la vida» también facilitar las relaciones sexuales estandarizadas. No sólo las mujeres han de tener las «medidas perfectas», o acercarse a ellas lo más posible, sino que también los hombres han de lograrlo, especialmente en lo relacionado a la longitud de su pene. En Europa, presionados por la dictadura estético-sexual, el 25% de las jóvenes de entre 16 y 35 años de edad, y el 30% de los jóvenes recurren al alcohol para aumentar sus posibilidades de relacionarse sexualmente, a la vez que consumen otras drogas como el éxtasis, cocaína o cannabis para mejorar las sensaciones sexuales87. Poco tiempo después, otro informe igualmente europeo hablaba de que el 26% de la juventud masculina europea recurre al alcohol88 como excitante y desinhibidor para poder encontrar la «normalidad» oficialmente necesaria para ligar, encontrar una pareja y gozar sexualmente. Pero que el uso del alcohol está más extendido de lo que creemos se confirma al saber que, en los EEUU, la mitad de los alcohólicos son menores de treinta años89.
Siguiendo con la miseria sexual juvenil, existen también más razones que explican el recurso al alcohol y a otras drogas, como la ignorancia absoluta en todo lo relacionado con las relaciones personales y sexuales, el terrorismo antisexual de las religiones en general y de la cristiana en particular, ya que es la que sufrimos en nuestro medio cultural, como fue el caso del rechazo por parte del episcopado catalán de la «guía sexual» para jóvenes de entre 10 y 16 años de edad editado por expertos de la Generalitat90. Ignorancia fomentada incluso desde las instituciones públicas como es el caso de la defensa de la castidad como mejor método contra el sida91. Las presiones reaccionarias de la Iglesia en todos los aspectos, como la tajante oposición del Vaticano a que la ONU declare la despenalización universal de la homosexualidad, y a que la ONU avance en un debate sobre el derecho de aborto92, se suman a y refuerzan los fortísimos anclajes irracionales contra la enseñanza de una sexualidad responsable e igualitaria, no machista y violenta, insertados en padres, escuela y sistema sanitario, está logrando que la práctica sexual de la juventud siga siendo tan mala como lo era antes93, y que aumente espectacularmente el recurso al aborto entre las mujeres jóvenes por ignorancia sexual94.
Los efectos desastrosos de la muy poca y mala, o nula, educación sexual se multiplican con la omnipresencia de una sexualidad falsa, especialmente en Internet. Es terrible comprobar que el 28% de los menores de edad accede a pornografía en Internet, un sistema que permite abrir nada menos que 750 millones de páginas de sexo a mediados de 200795, imágenes que son, muy frecuentemente sus primeras nociones de «sexo». Y si nos limitamos al «sexo» que se podía encontrar en el buscador Google a comienzos de 2007, nos encontraríamos con nada menos que 428 millones de entradas96. Pero las sexualidades están más presentes en Internet que lo que nos sugieren estas cifras impresionantes ya que las «ofertas sexuales» proliferan de manera directa o indirectamente en otros centenares de millones de páginas de chateo, de cibercontactos y relaciones interpersonales, tema en el que luego nos extenderemos, aunque ahora, para concretar los negativos efectos de la ausencia de una educación sexual desde la niñez, diremos que según fuentes oficiales, el 35% de niñas y niños han sufrido acoso chateando en Internet97.
Pero si esta es la realidad de base, la cosa empeora cuando vemos las condiciones de vida y trabajo de la juventud, las condiciones en las que puede gozar de sus sexualidades diversas. El sindicato LAB denuncia que la juventud vasca soporta una temporalidad del 70%, que su salario es inferior en un 27,2% al promedio de la CAV y del 18% en Nafarroa98. Si recurrimos a una visión más general, comprenderemos mejor el drama cotidiano de la juventud trabajadora vasca en todos sus aspectos de la vida:
«El paro en Hego Euskal Herria alcanza ya el 9% de la población activa. Según los datos dados a conocer ayer, el número de personas desempleadas roza las 125.000, casi 10.000 más que el mes anterior, el mayor incremento mensual desde que a mediados del año en curso comenzase la tendencia alcista en los índices de desocupación. Habría que retrotraerse casi una década para encontrar cifras tan elevadas. Y aunque noviembre es tradicionalmente un mes negativo para el empleo, la comparación anual tampoco deja duda: ayer se contaban 29.706 parados más que hace 365 días, es decir, un 31,2%. Esta tendencia negativa es generalizada en todos los territorios -si bien la peor evolución se registró en Nafarroa- y también en los sectores económicos -aunque se nota con especial intensidad en la construcción y en la industria-. Por otro lado, se constata que los embates de la crisis golpean de forma especial a la juventud, habida cuenta que el número de parados con menos de 25 años creció un 14,5% en noviembre, y casi un 60% respecto al año anterior».99
Todos los datos muestran la extrema dificultad que tiene la juventud para independizarse de sus padres alquilando o comprando una vivienda, viéndose en la necesidad imperiosa de permanecer en la de sus padres, y a estos impedimentos hay que sumarles la pobreza relativa y la necesidad de ahorrar, etc. La extensión de la pobreza relativa o severa, con todo lo que implica, en los últimos 15 años es tan innegable que hasta lo tuvo que admitir un diario tan conservador y manipulador como El País haciéndose eco de los resultados del último Informe FOESSA de Cáritas100.
En cuanto a la situación en 2006 en el tercio autonómico de la CAV, bajo dominación española, el 17,7% de su población declaran una renta inferior a los 6000 euros anuales, llegando al 42,15% las personas que no pasan del umbral de pobreza101. En 2007 las dificultades económicas atenazaban al 40% de la población de Nafarroa102, también bajo dominación española. Y en 2007 los niveles de precariedad laboral en todo Euskal Herria como nación bajo dos Estados, doblaban la media de la UE, y los datos sobre la contratación precaria de enero y marzo de 2008 se mantienen en el 89,57%, la tasa más alta de los tres últimos años103. Según informa el sindicato ELA, entre 1994 y 2005 los beneficios de la patronal vasca crecieron un 236%, el triple de los costos de personal, que no de los salarios, que en este período aumentaron un 76%. Más de un 40% de la población trabajadora cobra menos de 1000 euros netos al mes; y entre 1993 y 2006 las rentas del trabajo al bajado del 54,5% al 48,3%, un empobrecimiento aplastante mientras que, por parte burguesa, crecen las ganancias104. Por si fuera poco, la burguesía europea pretende imponer un retroceso brutal en las condiciones de vida y trabajo de la clase obrera de la UE al intentar decretar la jornada laboral de 65 horas, la más larga desde 1870 cuando se trabajaban 64 horas105, y debemos tener en cuenta que semejante barbaridad reaccionaria se pensó y negoció en secreto mucho antes de que la crisis capitalista se hiciera oficial, desde agosto de 2008.
A estas cifras se les deben sumar otras muchas idénticas sobre el mismo problema, pero todas ellas hacen referencia a una larga fase socioeconómica que ha permitido, por un lado, un alto acaparamiento de la propiedad privada en la muy minoritaria clase burguesa, y por el lado contrario e irreconciliable, el aumento de la pobreza relativa y «severa» ¿? –de hecho ya se está dando el empobrecimiento absoluto–, en la mayoría de la población. Ya hemos hablado aquí y en otros textos de las especiales condiciones que han permitido que esta imparable opresión, explotación y dominación haya permanecido latente en el subsuelo social pese a un lento avance en medio del enriquecimiento ostentoso y descarado de la minoría. La fase actual de la crisis ha destapado esta contradicción irresoluble, ayudando así a explicar por qué con el neoliberalismo se multiplicaron los problemas psicosociales, las drogodependencias, la corrupción se generalizó al calor de las libertades concedidas al capital financiero para hacer y deshacer a su antojo, mientras que, a la vez, la ideología ultraderechista y patriarcal lanzaba una ofensiva durísima contra los derechos humanos.
Si a estas condiciones sociales tan negativas para gozar de sexualidades libres le sumamos la ignorancia sexual, la dictadura de la sexualidad machista, el terror simbólico del canon estético dominante, entonces veremos la magnitud de la pobreza sexual juvenil y adulta, y comprenderemos más fácilmente el por qué del uso de drogas para facilitar las relaciones sexuales, siempre dentro del orden patriarco-burgués.
10.- MISERIA SEXUAL E INDUSTRIA SEXUAL
La insatisfacción sexual está ampliamente extendida en la sociedad patriarco-burguesa, y aumenta por los efectos de la crisis socioeconómica. Veamos primero algunos datos sobre la miseria y pobreza sexual realmente existente en el capitalismo imperialista, en el llamado «norte», «centro» o «desarrollado». Ya en el año 2000 se informaba que «España no alcanza la media mundial de actividad sexual»106. Según el Informe Durex sobre Bienestar Sexual 07/08, el 51% de los habitantes del Estado español considera su vida sexual insatisfactoria y carente de variedad107. Y si estudiamos el Informe Durex en su versión extensa, vemos que, a nivel global, es decir, la media de los 26 países estudiado, sólo llega «siempre o casi siempre» al orgasmo el 48% de la población estudiada, y en cuanto sexo-género, llega «siempre o casi siempre» al orgasmo el 63% de los hombres y el 32% de las mujeres108. Los datos ofrecidos en el XII Congreso Mundial de Menopausia indicaban que el 30% de las mujeres carecen de interés por el sexo y que un 20% tienen relaciones sexuales no placenteras, así como que el 60% de las mujeres y el 40% de los hombres tienen algún tipo de disfunción sexual109.
En otro informe, la investigadora norteamericana J. Shifren sostiene que el 43,1% de las encuestadas en su estudio habló de algún tipo de problema sexual como disminución del deseo, problemas de excitación y problemas para llegar al orgasmo110. Más recientemente, un estudio en Japón ha mostrado que aumenta el porcentaje de parejas sin sexo: si en 2004 era el 31,9% en 2008 se ha elevado al 36,5% del total. Las dos fundamentales razones que explican este retroceso son el agotamiento psicosomático por el exceso de trabajo y la pereza111. Al margen de las valoraciones técnicas que puedan realizarse sobre estos y otros informes al respecto, no se puede negar que todos ellos sacan a la superficie una sorprendente pobreza sexual que tiende a empeorar a consecuencia del retroceso en la independencia económica de la mujer en todos los aspectos de su vida.
Si aceptamos las cadenas conceptuales de la economía política burguesa, los estudios aquí citados están realizados antes de que la crisis capitalista fuera asumida «oficialmente», concretamente a finales del período de aparente bonanza eterna, fase expansiva motivada por las excelencias del capitalismo para desarrollar nuevos «yacimientos de riqueza», la «economía de la inteligencia», las Nuevas Tecnologías de la Comunicación, con Internet, etc., pero ya hemos demostrado arriba cómo el empobrecimiento relativo venía de antes del estallido oficial de la crisis, por lo que los datos que acabamos de dar siguen siendo válidos.
Fue en estos años cuando irrumpió Internet y las Nuevas Tecnologías de la Comunicación, con sus virtudes, defectos y peligros. Ahora nos vamos a centrar en su impacto en las sexualidades, bien mediante el sexo virtual, bien mediante las posibilidades que abre para entablar nuevas relaciones interpersonales. De entrada hay que decir que tanto la Red como las NTC también abren nuevos escenarios de violencia global contra la mujer112, que no sólo contra la infancia y la adolescencia, según hemos comprobado arriba. La sobreabundancia de sexualidad machista limita terriblemente las posibilidades de un aprendizaje científico-crítico de las sexualidades humanas, a la vez que va reforzando el modelo sexual dominante. Pero también hemos de tener en cuenta las limitaciones de la izquierda revolucionaria para iniciar una efectiva lucha contra la pornografía y la mayoría del cibersexo. Debemos leer a G. Dines y R. Jensen en su brillante artículo, y ahora mismo esta cita extraída del texto:
«Todos esos productos mediáticos son criticados por la gente de izquierda precisamente porque el mundo de fantasía que crean es una distorsión del mundo real en el que vivimos. La policía y los abogados a veces buscan la justicia, pero también hacen respetar la ley del poderoso. Hay personas que en el capitalismo prosperan como resultado de su duro trabajo, pero el sistema no proporciona una vida decente a todo el que trabaja duro. Un pequeño número de árabes son terroristas, pero eso oscurece tanto el terrorismo de los poderosos en la América blanca como la humanidad de la gran mayoría de los árabes. (…) Esas fantasías también reflejan cómo quieren que se sienta la gente subordinada los que están en el poder. Las imágenes de negros felices en las plantaciones hacían sentir a los blancos más seguros y pretenciosos en su opresión de los esclavos. Las imágenes de trabajadores contentos calman los miedos capitalistas hacia la revolución. Y los hombres atienden sus complejos sentimientos sobre la tóxica mezcla de sexo y agresividad de la masculinidad contemporánea buscando imágenes de mujeres a las que les gusta el dolor y la humillación. (…) ¿Por qué tanta gente en la izquierda parece asumir que los pornógrafos operan en un universo diferente al del resto de los capitalistas? ¿Por qué ha de ser la pornografía la única vía de representación producida y distribuida por multinacionales que no sería un vehículo para legitimar las desigualdades? ¿Por qué los pornógrafos serían los únicos capitalistas de los medios de comunicación que son rebeldes que buscan subvertir sistemas hegemónicos?»113.
Esta crítica está realizada, más que todo, desde la perspectiva socioeconómica, desde la denuncia de las ataduras irrompibles que encorsetan a la industria pornográfica a los intereses burgueses, mostrando el poder de la imagen producida según lo mandan las estructuras de dominación. Disponemos también de otra crítica igualmente valiosa y necesaria, ahora desde una perspectiva de izquierda freudiana, psicoanalítica y psiquiátrica, realizada por C. de Urabá y que resumimos en parte:
«La soledad es un monstruo que hay que aplacar porque de lo contrario te devora el alma. Y si la soledad va acompañada del aburrimiento, la catástrofe es devastadora Este es un verdadero drama pues muchos homínidos no conocen ni al vecino de enfrente. Ajenos a la naturaleza no nos queda otra que adaptarnos a un medio artificial donde nuestras raíces son los cables y enchufes sembrados al cemento y el asfalto. ¿Cómo llenar ese inmenso vacío que nos acongoja? La esquizofrenia y las enfermedades mentales nos amenazan y necesitamos embucharnos de píldoras y barbitúricos para soportar ese entorno tan opresivo. Hemos perdido el gusto por la vida y la rutina diaria es tan insoportable que elegimos el suicidio como único camino de salvación.
Encerrados en nuestro cascaron, en nuestra burbuja o apartamento no necesitamos de nada ni de nadie, ni de dioses ni de redentores. Se ha sacralizado la tecnología que es el nuevo ídolo ante el cual millones de autómatas se arrodillan sumisos. El mito de Prometeo o las ansias de los mortales por poseer el poder divino, se ha cumplido.
Internet no es más que en una «madame» que nos ofrece una variada oferta de prostíbulos virtuales, wiskerias, clubes y casinos, citas clandestinas, proxenetas o furcias que hacen su agosto a costa de una humanidad sedienta de lujuria y de pasión. Con todas las tentaciones a la carta, con todos los pecados en vivo y en directo, los cinco continentes en la pantalla del computador que es como una teta de la que maman millones de cachorros en celo. El morbo, el masoquismo y el fetichismo nos arrebatan. Ni que decir las orgías con niños tiernos y hasta un harén de vírgenes para que los violadores y pedófilos se den el festín; un gran supermercado de hembras, burras y yeguas sodomizadas en nombre de la libertad de expresión. Sin olvidarnos del voyerismo, esa manía de observar las cosas prohibidas: mirar a través de la cerradura y ver como una lesbiana le lame la vagina a su querida o como un homosexual cabalga sobre el pene erecto de un macho cabrio y si enfocas bien la cámara web te saludo desde lo más profundo de mi bragueta.
Somos los simios domesticados de este zoológico así que ha fornicar se ha dicho cibercornudos, a navegar entre los mares y ríos de pornografía y toda suerte de páginas web donde se patrocinan las mayores aberraciones, siempre guardando el anonimato, por supuesto, y sin restricciones ni censura. Aunque primero eso si hay que pagar con la tarjeta de crédito una buena suma de euros para poder disfrutar del paraíso perdido. Porque este es un negocio más del capitalismo, tal vez el más grande, con millones de clientes alrededor del mundo cuya calentura genera incalculables ganancias»114.
No hay que achacar total, directa y exclusivamente a Internet el crecimiento de la sexualidad machista y el aumento jugoso de los beneficios de la industria pornográfica y de la prostitución, que en realidad es sólo una parte de la gran industria del sexo que abarca, según L. Mª Agustín, a:
«Burdeles o casas de citas, clubes de alterne, ciertos bares, cervecerías, discotecas, cabarets y salones de cóctel, líneas telefónicas eróticas, sexo virtual por Internet, sex shops con cabinas privadas, muchas casas de masaje, de relax, del desarrollo del ‘bienestar físico’ y de sauna, servicios de acompañantes (call girls), unas agencias matrimoniales, muchos hoteles, pensiones y pisos, anuncios comerciales y semi-comerciales en periódicos y revistas y en formas pequeñas para pegar o dejar (como tarjetas), cines y revistas pornográficos, películas y videos en alquiler, restaurantes eróticos, servicios de dominación o sumisión (sadomasoquismo) y prostitución callejera: una proliferación inmensa de posibles maneras de pagar una experiencia sexual o sensual . Está claro entonces que lo que existe no es ‘la prostitución’ sino un montón de distintos trabajos sexuales».115.
Como estamos analizando en este texto, son varias las razones por las que cada vez más hombres consumen mercancías producidas por la cada vez más grande industria del sexo, que no sólo por Internet; pero todas ellas nos remiten al final a la estructura sexo-económica del sistema patriarco-burgués. Decimos premeditadamente «hombres» porque un estudio de finales de 2005 realizado en los EEUU, indicaba que el uso sexual de la Red es muy superior por parte de los hombres que de las mujeres, que tienden a buscar otra serie de relaciones diferentes, menos o nada relacionadas con las sexualidades, al menos de forma explícita. Según el estudio, el 21% de los hombres admiten ver pornografía en la Red, contra el 5% de las mujeres, pero el estudio advierte que estas cifras pueden ser mucho mayores porque el pudor de las personas entrevistadas les motiva al silencio116. Debemos partir de estas profundas e irracionales cadenas de alienación para entender por qué la sexualidad machista es el punto débil117 de los internautas, la brecha que se abre de inmediato en la coraza caracteriológica del internauta y le deja indefenso ante el marketing sexual y pornográfico en todas sus muy eficaces formas de manipulación, pese a que, como ya advirtiera hace varios años J. Stein, al decir que la sexualidad en Internet es un «pasatiempo sin gracia»118.
Ahora bien, la expansión del capitalismo pornográfico está facilitada por la charlatanería pseudo progresista de quienes a comienzos del siglo XXI y bajo la presión del postmodernismo de moda, diluyeron su anterior contenido revolucionario derivando en parloteo de consumo ideológico dominguero, como fue el caso de V. Verdú en su divagar sobre la pornografía119; y también por la de quienes en esa misma época redujeron la industria pornográfica a una mera productora de mayores posibilidades de disfrute de una sexualidad «desprovista de responsabilidades, temores y compromisos», incrementándose así «las potencialidades de disfrute y de placer pues ciertas disfunciones sexuales han podido solventarse»120. Se trata, éste último texto, de un análisis típicamente «científico», «neutral», que no se ensucia con valoraciones subjetivas sobre y contra el capitalismo y su industria pornográfica, contra la sexualidad machista y contra el sistema patriarco-burgués.
11.- CIBERSEXO E INDUSTRIA DEL CIBERAMOR
Es cierto que los avances médicos han logrado empezar a erradicar algunas disfunciones sexuales en el centro del imperialismo, pero no es menos cierto que tales logros han sido engullidos por la industria de la salud burguesa, especialmente en el denominado «negocio de la impotencia»121 sustentado en la industria del Viagra y de otros fármacos destinados a erradicar la impotencia masculina y femenina. Del mismo modo, es verdad que la pobreza sexual ha buscado con desesperación encontrar vías nuevas para establecer relaciones sexuales que palien la miseria que se sufre. Así, de la misma forma en que surgió el «negocio de la impotencia», no tardó mucho tiempo en surgir el «negocio del amor» que a finales de 2005 facturaba 15 millones de euros, tenía 5 millones de usuarios e irrumpía en el marketing televisivo. Significativamente, el perfil del usuario era entonces el de una persona de entre 25 y 45 años, con el 55% de más de 30 años, de los cuales el 80% tenían estudios universitarios, poder adquisitivo «medio-alto» y que buscaba una relación seria a largo plazo, negocio que también se ha lanzado a facilitar la mejora del desierto sexual y afectivo de personas de entre 30 y 40 años, separadas, divorciadas o viudas122.
De hecho, las posibilidades abiertas por la Red y las NTC tenían una influencia apreciable en la vida de muchas personas jóvenes y adultas. A comienzos de 2007, hace casi dos años, más de un millón de personas recurrían a la Red para buscar relaciones sexuales fuera de sus relaciones cotidianas123, de modo que una nueva terminología con palabras como ciberamor, ciberamante, etc., era empleada ya por la prensa conservadora124. Sin embargo, la realidad se ha vuelto a imponer más temprano que tarde al margen de la verborrea insulsa y hueca de los apologistas de las «nuevas libertades» adquirida en la «sociedad occidental». La realidad consiste en que vivimos en una sociedad basada, centrada y dependiente de la producción generalizada de mercancías, y que, por ello, todo, incluido eso que llaman «amor», es otra mercancía siempre que se malviva dentro de la alienación, la cosificación y del fetichismo mercantil. Creado para y por el mercado capitalista, el «amor» y las sexualidades son otras tantas mercancías. Más de un lector y lectora se ofenderá al leer estas palabras, pero les pido paciencia y que sigan leyendo.
Un estudio realizado por la empresa Samrasa confirmaba el riesgo y la inseguridad que suponía buscar pareja por Internet porque nada menos que un 77% de las mujeres y un 71% de los hombres registrados en las empresas del «negocio del amor», mintieron al definirse a sí mismas y mismos, al darse a conocer, al «ofertarse» como mercancía estética, sexual y/o afectiva en el cibermercado del amor. La incertidumbre y el riesgo nacen en el mercado del ciberamor y del cibersexo porque es más difícil comprobar la calidad de la mercancía que se compra, de la persona con la que se han establecido relaciones sin conocerle personalmente. Dado que la «oferta» se basa en una propaganda sexual, estética y afectiva masivamente exagerada y hasta falsa –recordemos ese 77% y ese 71%–, las decepciones posteriores deben ser correspondientes o incluso superiores a esas cifras. De hecho, el informe de la empresa Samrasa concluye afirmando que sólo el 2% de las mujeres encuentran lo que buscan125.
Una explicación teórica del por qué el «amor», la estética, la afectividad y las sexualidades son una mercancía en el modo de producción capitalista, la tenemos en el muy valioso texto de F. Saldivia que procedemos a resumir en parte:
«La televisión nos presenta el mundo como un gran mercado. Y dentro de ese mercado nos encontramos nosotros como una mercancía más. En el paso universal del valor de uso al valor de cambio se produce la cosificación de las personas. En consecuencia, todos nosotros tenemos un valor de cambio, somos intercambiables, somos comprables, estamos en las estanterías como cualquier producto. Nos puede comprar un empresario para utilizarnos como a una máquina, o como a una computadora, y también nos puede comprar una persona del sexo opuesto para utilizarnos como un proveedor de bienes y servicios. Salvo raras excepciones, es de esta manera como lamentablemente se escoge a una pareja en la sociedad capitalista.
Tenemos un valor de cambio, y este valor de cambio es un valor social. Pero este valor social que tenemos no es el valor social que pudiéramos tener, por ejemplo, en una sociedad socialista, sino que es el valor social que tenemos en la actual sociedad capitalista y con el cual somos intercambiados como mercancías a favor del capital. Dentro de este escenario, la industria cultural, la cual depende de las corporaciones, es la encargada de promover y reforzar todos los días estos valores por medio de películas, periódicos, revistas, libros, y muy especialmente, a través de la publicidad y las novelas que transmiten por los medios de comunicación.
Los valores de la sociedad capitalista son el poder, el prestigio, el dinero, y el cuerpo de la mujer y el del hombre con patrones de belleza impuestos por la televisión, y, por debajo de todos estos, se encuentra el amor muy devaluado. El patrón de belleza mediático es aquel que posee el fenotipo de los dueños del capital imperial, pero eso sí, estilizado en los gimnasios y modificado con la ayuda de cosméticos. Es el culto al cuerpo perfecto de los valores nazi-fascistas. La rubia y el rubio con lo ojos claros son quienes se encuentran en el tope de la pirámide. Los que no encajan aquí, son discriminados. Los blancos con ojos claros gozarán de mayores ventajas en las relaciones laborales, y en las relaciones de pareja. De esta manera, los medios se adueñan del imaginario colectivo, y la discriminación favorece la supervivencia del fenotipo imperial y su poder dentro de la sociedad. (…)El mundo es un gran mercado, y nosotros somos unas mercancías. En consecuencia, la sensación de enamorarse también se desarrolla con respecto a las mercancías humanas que están a nuestro alcance. Es un negocio como cualquier otro. El objeto -mi pareja- debe ser deseable desde el punto de vista de su valor social -definido por la televisión- y, al mismo tiempo, debo resultarle deseable, teniendo en cuenta mis valores y potencialidades manifiestas y ocultas. En este sentido, los que piensan y visten a la moda son mayoría y tienen un universo mayor de selección de pareja»126.
El 77% de las mujeres y el 71% de los hombres magnifican, alteran o mienten sobre sus cualidades personales cuando utilizan Internet y las NTC porque actúan como lo que son realmente en la vida cotidiana, como mercancías que deben ofertarse así mismas en el mercado del amor, mediante los recursos ofrecidos por el «negocio del amor». Por tanto, la supuesta «nueva libertad» que ofrecen estos medios está fuertemente restringida ya que la libertad nunca puede ser plena dentro de la dictadura mercantil, bajo su fetichismo y mediante la cosificación. Hemos visto antes que la sexualidad es, en el capitalismo, una herramienta que se emplea para fines de poder, de conquista, de dinero, en un contexto social determinado por la reducción de todo a simple mercancía. Exagerar, aumentar y mentir sobre las cualidades de esa mercancía, es una de las utilidades de la herramienta sexual. Las NTC e Internet permiten estas y otras muchas manipulaciones exageradas de la propia imagen con fines decididamente mercantiles, comerciales, de oferta en el mercado de las relaciones interpersonales.
La razón por la que las mujeres falsifican un poco más, no mucho, sólo 6 puntos porcentuales, su imagen de oferta en el mercado, es bien simple y nos remite a las muy duras condiciones de explotación sexo-económica, emocional y afectiva que sufren bajo el sistema patriarco-burgués. No hay mayor misterio, y desde luego no existen en absoluto «razones genéticas» que lo expliquen. Tenemos que tener esto último bien en cuenta para interpretar correctamente los resultados obtenidos por la investigación encargada por la revista «More» sobre las relaciones sexo-afectivas en el marco laboral descubriendo que nada menos que el 70% de las personas encuestadas reconocían que el flirteo, esa lábil e imprecisa frontera que separa el sexo explícito del implícito, hacía más llevadero el trabajo; pero sobre todo descubrió que un 61% de las mujeres reconocían que fantaseaban con sus jefes o con hombres que tenían poder en la empresa127. Sin duda alguna, un porcentaje mucho más alto de hombres imaginaban dominar sexualmente a esas mujeres inferiores en su estatus laboral, y es posible que otras mujeres no dijeran toda verdad sobre sus deseos y proyectos dentro de la empresa, pero carecemos de esos datos.
Las denominadas «insinuaciones» y el flirteo exigen de determinadas habilidades y herramientas sexuales aprendidas con el tiempo, enseñadas mediante la «cultura femenina» sumisa y dócil pero, a la vez, astuta por necesidad de supervivencia obediente y disciplinada dentro de la opresión patriarcal; al igual que los denominados abstractamente «roles masculinos», que en sí son prácticas de violencia material y simbólica, son introducidos en el hombre desde el momento en el que nace. Las NTC e Internet sirven, en este contexto, para ampliar las posibilidades sexuales pero siempre dentro del marco general determinante, objetivo e insalvable a no ser que se asuma una praxis revolucionaria integral. Hemos visto, cronológicamente expuesto, cómo surgía primero el «negocio de la impotencia», luego el «negocio del amor» y veremos ahora como ha surgido el «negocio de la infidelidad». Lo que une y conecta a los tres momentos de las sexualidades es precisamente su esencia mercantil, de «negocio» que produce un beneficio primero a sus propietarios, y segundo a sus clientes. Al igual que el «negocio de la prostitución», los de la sexualidad en cualquiera de sus formas, del amor, etc., se mueven obligatoriamente dentro de la estructura de producción capitalista.
El «negocio de la infidelidad»128 consiste en poner a disposición de las y los clientes determinados recursos que ocultan sus «aventuras» con coartadas creíbles, con direcciones seguras, con teléfonos trucados, etc., de modo que aquellas permanezcan en el anonimato. Sin entrar aquí al debate clásico sobre la infidelidad o «traición», sobre la sinceridad mutua en la pareja o en el matrimonio, etc., sí en necesario plantear la conexión entre la doble moralidad burguesa, que antes hemos visto en acción en el «negocio del aborto», y que ahora vuelve a surgir en el de la infidelidad. Por un lado, la hipocresía hace loas a la «fidelidad matrimonial»; por otro lado, la búsqueda del beneficio económico exige crear negocios que se lucren con el incremento de la infidelidad, y por último, el cinismo patriarco-burgués no deja de felicitarse en privado por el permanente encornudamiento mutuo entre los educados capitalistas. Marx y Engels ya denunciaron radicalmente esta realidad tal cual se presentaba en 1848: «Nuestros burgueses, no bastándoles, por lo visto, con tener a su disposición a las mujeres y a los hijos de sus proletarios -¡y no hablemos de la prostitución oficial!-, sienten una grandísima fruición en seducirse unos a otros sus mujeres»129.
Luego, en los años posteriores, Marx y Engels, y otros comunistas, desarrollaron la crítica de la economía política burguesa mostrando por qué y cómo la burguesía está «condenada» a intentar hacer negocio de todo, incluso de sus mutuas «traiciones» sexuales, de los alegres pero ocultos adulterios y «cuernos» respectivos, que proliferan por doquiera en su vida privada y pública. La ciega necesidad de aumentar la tasa de beneficios abriendo nuevos negocios es lo que lleva a la multiplicación de la industria del sexo, de la prostitución, de la pornografía, del amor y de la infidelidad. La ley de la acumulación ampliada de capital dice que sólo sobreviven en el capitalismo los negocios burgueses que más beneficio tienen, que dominan el proceso de concentración y centralización de capitales y que, en base a ello, dominan política y estatalmente al resto de fracciones burguesas. Según esta experiencia histórica, la mercantilización de las sexualidades y de los afectos humanos se produce al margen de las fases expansivas o constrictivas del capitalismo, aunque sí hay que decir que son las grandes crisis, como la actual, las que aceleran dicha mercantilización precisamente debido a la mayor urgencia por aumentar los beneficios o, al menos, detener su caída.
Hemos visto al comienzo cómo la crisis actual obliga a muchas mujeres a prostituirse, cosa que no hubieran hecho de nos estar sumidas en la catástrofe económica. Hemos visto también cómo la crisis está obligando a muchas mujeres a no independizarse, a no divorciarse, por la carencia de medios económicos, por las deudas y el empobrecimiento, divorcio e independencia que habrían logrado de disponer de recursos económicos. Hemos visto que la gran industria del sexo crece en la medida en que el capitalismo necesita ampliar su tasa media de ganancias, de beneficios. Hemos visto que la sobrecarga de trabajo, la explotación salarial, la precarización de la existencia, el empobrecimiento relativo y absoluto, generan toda serie de problemas psicofísicos que merman y hasta anulan las capacidades sexuales de las clases trabajadoras. Hemos visto cómo el empeoramiento de estas relaciones tiende a deteriorar las relaciones personales, aumentando y endureciendo las violencias físicas y visibles, y psicológicas e invisibles del hombre contra la mujer; a la vez que hemos visto, por no repetirnos, que simultáneamente a lo anterior aumenta la industria sexual, pornográfica y de prostitución, siempre dentro del orden patriarco-burgués.
Pues bien, en la medida en que el capitalismo se precipita en la crisis socioeconómica estos y otros comportamientos se agravan más o menos rápidamente, según los casos.
12.- NECESARIA TEORÍA DEL FASCISMO
Aunque por «fascismo» se define en movimiento contrarrevolucionario y criminal que tomó fuerza en países capitalistas «desarrollados» entre la décadas de los ’20 y ’30 del siglo XX, lo cierto es que la tendencia al fascismo está latente en el sistema capitalista desde el momento en el que la clase burguesa comprende que es impotente para detener y derrotar el ascenso revolucionario, recurriendo sólo a sus propias leyes democrático-burguesas. La tendencia embrionaria al fascismo empieza a tomar alguna forma borrosa cuando la burguesía, que ya se ha desembarazado de los restos feudales o absolutistas, o que ya se ha impuesto a una clase preburguesa e imperial, comprende que se enfrenta a un enemigo cualitativamente superior a la clase vencida. Entonces, al percatarse de que los viejos métodos que le habían llevado al poder sociopolítico, estatal, militar y científico e ideológico, no sirven contra la nueva clase social enemiga, la clase trabajadora, por la sencilla razón de que es cualitativamente diferente a la anterior, entonces, la burguesía empieza a optar por otro método más brutal.
Pero que exista tal embrión no quiere decir que el monstruo se desarrollase del todo en un principio. Hizo falta que la fase imperialista del capitalismo encrespara todas las contradicciones hasta niveles insoportables para que el fascismo naciera a la realidad en los años ’20 y ’30 del siglo XX. Más concretamente, fue necesario que tamaña agudización de toda serie de conflictos se produjera en determinados Estados capitalistas para que la fiera se pareara por las calles: Italia, Alemania, Estado español, etc., todos ellos caracterizados por sufrir una serie de derrotas y crisis internas que les postergaron o hundieron en la jerarquía imperialista mundial, supeditándolos a otros imperialismos más poderosos, los vencedores. En éstos, por ejemplo en el francés, en el británico, en el norteamericano, también existieron movimientos fascistas, algunos más fuertes de lo que dice la historiografía burguesa, pero por los factores que hemos expuesto y por otros más, sus burguesías respectivas no necesitaron recurrir a los fascismos para asegurar su poder. Lo lograron, mal que bien, por otros medios.
Como sucede en todo, la evolución de la sociedad también puede tomar alternativas diferentes pero dentro de los grandes parámetros insalvables determinados por las condiciones objetivas. Antes de la fase imperialista, la tendencia a la brutalidad burguesa extrema y a otras características que luego el fascismo llevaría a la exasperación, se manifestó en el régimen bonapartista tan profundamente estudiado por Marx. La represión antisocialista en la Alemania bismarkiana de finales del XIX también adelantó algunos de los métodos que más tarde el nazismo llevaría a su extremo. Y las especiales condiciones japonesas hicieron que en vez de un fascismo clásico, triunfase un régimen militarista que se diferenciaba muy poco. Lo mismo sucedió en otros países, e incluso, como en el Estado francés, a mediados y finales de los ’30, llegaron a existir fuertes movimientos fascistas aunque no se auparon al poder. Sin embargo, debemos dejar muy claramente sentado que el fascismo es una forma histórica concreta de dominio, que no es una amalgama en la que todo cabe, en la que se puede introducir de todo. Como luego veremos, cometer el error de definir como «fascismo» a todo régimen represor trae como consecuencia desconocer la aparición de nuevas formas represivas más eficaces, según los objetivos capitalistas en ese momento, que el propio fascismo.
Desde esta perspectiva, que es la que aquí vamos a usar por carencia de espacio, podemos entender por fascismo, en sentido amplio y sin mayores precisiones analíticas, un complejo movimiento social que busca, como mínimo, los siguientes objetivos simultáneos o a lograr en muy poco especio de tiempo: uno, exterminar las libertades y derechos de las masas explotadas, sean éstas clase trabajadora, naciones oprimidas y mujeres; dos, exterminar grupos étnicos y nacionales completos; tres, multiplicar la tasa de explotación interna y con ella las sobreganancias del capital, especialmente de sus fracciones más poderosas; cuatro, ampliar lo más posible el espacio material de acumulación sea bien con la ocupación militar directa, bien con la explotación económica bajo amenaza de invasión fulminante o bajo cualquier otra brutalidad; cinco, asegurar una gran transferencia de valor de los pueblos oprimidos y saqueados sin piedad al Estado fascista, esclavizando la fuerza de trabajo de los pueblos invadidos y, si es posible, trasladando grupos obreros esclavizados a las fábricas y granjas del Estado fascista; seis, repartir esas sobreganancias en beneficio de la burguesía, del funcionariado fascista, de la pequeña burguesía y del pueblo, por este orden, pare mantenerlos contextos y felices con la dictadura; siete, reescribir la historia nacional o hacer otra nueva según los dogmas fascistas, destruyendo la cultura obrera y popular hasta sus raíces e incluso parte de la cultura burguesa, la denominada «decadente»; y ocho, buscar alianzas con otros fascismo, siempre desde la perspectiva de la superioridad del propio, para asegurar con esos apoyos la supervivencia de todos y el avance del fascismo a escala mundial.
Como se aprecia, éstas y otras características son relativamente excepcionales en la historia capitalista porque suponen un tensionamiento absoluto de todos los mecanismos de violencia, terror y explotación tanto contra las clases y naciones explotadas como contra otras burguesías. Si bien a corto plazo y para salir de crisis revolucionarias que amenazan con destruir la propiedad privada, estas medidas son valiosas, a medio y largo plazo, sin embargo, pierden su eficacia y se convierten en un obstáculo. No es casualidad el que las propias burguesías tiendan a suavizar las formas más duras del fascismo que antes habían aplaudido conforme éste régimen va cumpliendo las tareas encomendadas, y tampoco es casualidad que una vez cumplidas del todo, o cuando se ha vuelto contraproducente por la ceguera fanática de los fascistas, sean los burgueses más lúcidos quienes comiencen la tarea de retorno a formas de dominio más efectivas cara al futuro.
Cuando lo necesitan perentoriamente, los burgueses aúpan al poder al fascismo, sin dudarlo; mientras garantiza sus negocios, le dejan hacer y hasta le obedecen; cuando empieza a ser un obstáculo inician reformas en su interior, y cuando pasa a ser un peligro o un freno, derriban sus formas más estruendosas e inservibles cambiándolas por otras, pero mantienen lo esencial: la propiedad privada, el poder del Estado y la explotación asalariada. Euskal Herria nos ofrece un ejemplo doblemente valioso de lo aquí dicho: en la parte dominada por el Estado español, el franquismo duró cuarenta años por diversas causas interrelacionadas: la represión interna, el apoyo burgués y eclesiástico y el apoyo del imperialismo; en la parte dominada por el Estado francés, aunque había un fuerte movimiento fascista entre los años ’30 y durante la ocupación nazi, la burguesía francesa no tuvo una vital urgencia por aupar al poder al fascismo. En los últimos años, aunque el PP y la derecha francesa han tenido y tienen contenidos fascistas y neofascistas nítidos en bastantes aspectos, como Berlusconi en Italia, sin embargo no necesitan imponer un auténtico nazifascismo en el sentido histórico de la palabra. Saber diferenciar estas situaciones, analizar concretamente los casos y las circunstancias, es imprescindible para no cometer errores de bulto.
Ahora bien, que las burguesías imperialistas no recurran al fascismo tal cual durante largos períodos de tiempo, no quiere decir que no vuelvan a recurrir al fascismo o a un sistema de poder exterminador muy parecido cuando, de nuevo, las contradicciones estructurales hayan llegado a tan grado de antagonismo que, otra vez, corren peligro la propiedad, el Estado y la explotación. Más incluso, pueden darse circunstancias en las que las burguesías prefieran otros sistemas de terrorismo represivo diferentes al fascismo aunque igual de brutales. Por ejemplo, dependiendo de los contextos, las burguesías prefieren recurrir a los golpes militares antes que al fascismo clásico porque carecen de base de masas, porque no ha podido atraerse a la pequeña burguesía y a otros sectores, porque no tienen una casta intelectual capaz de crear ideología fascista, o porque las propia situación interna y externa exige urgentemente el recurso a los militares sin esperar a crear un movimiento de masas de apoyo, aunque existan sectores que sí lo apoyen. Además, puede ocurrir que la misma burguesía sea estructuralmente débil por razones históricas, de modo que el ejército ha ido asumiendo un papel básico como sustituto incluso de la mayoría de los partidos burgueses, introduciéndose profundamente en los aparatos no meramente represivos del Estado, sino también en los administrativos y técnicos.
13- DERROTA Y RESURRECCIÓN DEL FASCISMO
Tener presente semejantes posibilidades que se abren a las burguesías según los procesos concretos, es tan necesario como lo es también el no cometer el error anterior de llamar fascismo a todo sistema represor especialmente duro. Sin embargo, el problema que ahora tenemos que resolver es el de saber en qué ha cambiado la forma de acumulación de capital si la comparamos con la que existía en los años ’20 y ’30 del siglo XX, cuando el fascismo sí fue usado directamente, y también fue masivo o apreciable y con fuerte influencia ideológica en Estados burgueses «democráticos» incluso después de 1945, cuando ser llamado fascista era un desprestigio para los contrarrevolucionarios e imperialistas, que teniendo desde hacía años profundas simpatías hacia el fascismo, tenían que inventarse otros nombres para legitimar sus feroz anticomunismo. Más aún, tenemos que estudiar qué cambios están introduciendo los bloques imperialistas en la actual crisis, y cómo esos cambios pueden azuzar un renacimiento del fascismo clásico, del neofascismo o de formas de poder algo diferentes en la forma pero idénticas en el fondo.
Conforme acababa la guerra mundial de 1939-45, los EEUU impusieron un nuevo sistema mundial de acumulación muy diferente al que existía desde comienzos de la fase imperialista. Este sistema no acababa con lo esencial del imperialismo sino que introducía un conjunto de regulaciones destinadas a asegurar la supremacía yanqui absoluta, a impedir el crecimiento del socialismo y del comunismo a escala mundial y luego a derrotarlo, a impedir la emergencia de otra potencia imperialista competidora y, por no extendernos, a abrir todos los mercados del mundo a la impune y libre penetración de las mercancías, capitales, ejércitos y técnicos yanquis. Para finales de los ’60, estas regulaciones empezaron a mostrar su agotamiento, y para mediados de los ’70 su caducidad estaba asumida por el grueso de las burguesías imperialistas. No es casualidad que fueran los países colonizados y semicolonizados, los que primero sufrieron en sus carnes las iniciales medidas tomadas por el imperialismo -el llamado neoliberalismo– para salir de la crisis, y tampoco es casualidad que esas medidas se impusieron, en muchos casos, mediante regímenes duros y autoritarios, dictatoriales, militaristas, filofascistas o abiertamente fascistas.
Poco después, estas medidas fueron aplicadas en los Estados imperialistas pero con métodos represivos menos brutales, más suaves, pero no por amor a la democracia, sino porque no era necesario debido al apoyo incondicional del reformismo político-sindical en cualquiera de sus formas y, también, a la efectividad de los sistemas de alienación e integración desarrollados en el seno imperialista. Sin embargo, dentro de las «democracias burguesas», sí se aplicaron métodos represivos implacables contra los sectores obreros y populares, y contra las naciones oprimidas existentes en su interior, que se resistieron a la ofensiva burguesa. Métodos que no tenían nada diferente en esencia a los aplicados por las dictaduras, militarismos, filofascismos y fascismos que por esos años se aplicaron en otros continentes, excepto en su cantidad y masividad. En el llamado «centro» y «norte» también hubo guerra sucia, tortura y malos tratos, desapariciones y cárceles de exterminio, aunque en menor cuantía, y sigue habiéndolos en la actualidad.
Pero en estas condiciones mundiales, las potencias imperialistas no necesitaron el recurso al fascismo en cuanto tal porque nunca estuvieron en peligro de desaparición inminente en varios Estados a la vez, como en los años ’20 y ’30 de ese mismo siglo. Algunos autores han hablado de la «revolución mundial de 1968», pero se trata de un exceso si la comparamos con la crisis revolucionaria de medio siglo antes. Si bien el capitalismo mundial estaba en crisis socioeconómica, no era de la gravedad de la depresión iniciada en 1929; si bien, existían la URSS y China Popular, sus burocracias dirigentes no tenían ningún interés de revolución mundial como lo habían tenido los bolcheviques en los cuatro primeros congresos de la Internacional Comunista; si bien existía áspera lucha de clases en el seno del imperialismo, sus partidos comunistas y sindicatos rojos habían dejado de ser comunistas y rojos, y las izquierdas revolucionarias eran todavía débiles e inexpertas; si bien existían contradicciones interimperialistas, eran infinitamente menores que las existentes medio siglo antes; si bien existían heroicas y feroces lucha de liberación nacional el imperialismo en su conjunto y el yanqui en concreto habían logrado crear burguesías colonizadas fieles y leales que facilitaban la continuidad del sistema, y en los casos extremos aplicaban dictaduras, militarismos, filofascismos y fascismos; y, por no extendernos, si bien la fracción financiera del capitalismo y la interpenetración de empresas monopolistas no habían logrado todavía el poder mundial conquistado más adelante, sí era superior al existente medio siglo antes.
Si en tales condiciones las burguesías imperialistas no necesitaron del fascismo, en su sentido estricto, menos aún cuando desde mediados de los ’80 del siglo XX la política norteamericana y británica comenzó la financierización del capitalismo, su desregulación social y pública, su keynesianismo militar y tecnocientífico, su fundamentalismo religioso y sus ataques a los pueblos rebeldes. Muchos fascistas aplaudieron a rabiar estas medidas, pero el fascismo en cuanto tal no llegó a instaurarse ni en los EEUU ni en la Gran Bretaña, y menos en otros imperialismos. La implosión de la URSS y de su bloque, y la aceleración del retorno de China Popular al capitalismo mediante el «socialismo de mercado», terminaron por anular cualquier remota posibilidad de instauración del fascismo en Estados imperialistas, aunque éstos aplicasen medidas neofascistas en su interior e invadiesen pueblos exteriores con métodos típicamente fascistas, pero también con otros «democráticos» como el de las «guerras humanitarias», etc.
Dentro de su dureza y hasta brutalidad, confirmada en Iraq y en otros muchos sitios y problemas, las burguesías imperialistas han demostrado más agilidad y reflejos políticos en estos años de expansión de la economía financierizada, surcada con sus crisis puntuales y por el retroceso de las condiciones de vida de amplias masas humanas, que las que tuvieron en la primera mitad del siglo XX. Varias razones lo explican destacando, de entre todas ellas, las que nos remiten por un lado a la mundialización de la ley del valor, de los mercados financieros y de la interpenetración de muchas grandes corporaciones monopolistas con un poderío económico superior al de muchas regiones y Estados del planeta; por otro lado, a la precaria y relativa «paz social» que han logrado imponer a sus clases explotadas internas tras derrotarlas en la oleada revolucionaria de entre finales de los ’60 y comienzos de los ’80, mas aunque fue una derrota apreciable no llegó al grado de derrota estratégica y de larga duración, como se ha demostrado con el lento y contradictorio reinicio de la lucha de clases dentro de los imperialismos; y por último, a la supremacía militar y financiera yanqui, a su función de «gran mercado consumidor» que todas las potencias económicas exportadoras estaban y están interesados en mantener con vida.
Que las potencias imperialistas no necesitasen el fascismo en su sentido clásico por las razones expuestas, no niega que las corrientes fascistas, con todas sus gamas, crecieran o se mantuvieran en su interior, llegando en determinados países a aglutinar fuerzas de masas, electorales y parlamentarias significativas en sí mismas, y más aún cuando actuaban dentro de partidos reaccionarios de derechas en los que sus componentes ultraderechistas se mezclaban y se mezclan con los fascistas exteriores a dichos partidos. Sectores aislados de la casta intelectual progresista y reformista, así como las fuerzas revolucionarias, ya venían advirtiendo desde varios años atrás sobre la tendencia al alza de los grupos fascistas en las sociedades «desarrolladas» como efecto del paulatino deterioro de las «clases medias», de la pequeña burguesía vieja, de amplios sectores autoexplotados y de profesiones liberales, deterioro que incluso se mostraba en la aparición del «nuevo vagabundo», antiguos técnicos y ejecutivos medios que en poco tiempo perdían sus puestos de trabajo, sus salarios, agotaban sus ahorros y, al no poder encontrar otros trabajos, se veían echados a la calle.
La ofimática, la concentración y centralización empresarial, la rápida obsolescencia profesional, la nula previsión para el futuro y la debilidad del ahorro, los hipermercados, el alubión de mercancías baratas producidas fuera de los países imperialistas, etc., estos y otros cambios que se daban dentro del sistema sin apenas ser percibidos al comienzo, llevaron al borde de la ruina a muchos pequeño-burgueses, «clases medias», técnicos y ejecutivos, autoempleados, y a otros los arruinaron, expulsaron del trabajo y desparramaron por las calles.
Bajo estas presiones reaparecieron dos componentes clásicos interrelacionados de lo que sería el fascismo pero también de la estructura psíquica alienada de las masas que apoyaron al bonapartismo y militarismo anteriores. Uno es que muchos de estos colectivos afectados terminan tarde o temprano necesitando de un partido y sobre todo de un líder que han comenzado a aglutinar con sus mensajes a un amplio espectro social que integra desde burgueses, hasta franjas del campesinado y del proletariado, pero sobre todo pequeño burgueses, trabajadores autónomos y funcionarios estatales, pensionistas, jubilados y parados, sin olvidar a las mujeres. Según como sea la historia de cada país, su composición de clase, etc., variarán algo estas bases de apoyo, pero cuando se dan las mismas condiciones de crisis tienden a reaparecer dependiendo de la demagogia del partido y de su líder, de los errores de las izquierdas, de la pasividad colaboracionista del reformismo, y también de las decisiones de las sectas e iglesias cristianas, que siempre han tenido un papel muy importante o decisivo en el triunfo y mantenimiento de estas dictaduras, y del fascismo en general.
Estas bases de apoyo existen básicamente por tres razones, una, porque las izquierdas son débiles, han sido asfixiadas por la soga mediática o por la represión, están aisladas, o cometen tremendos errores de sectarismo y aventurerismo ultraizquierdista, desconociendo la dialéctica entre el «programa mínimo», o las reivindicaciones generales, democráticas y aglutinadoras que se pueden y deben conseguir dentro incluso del sistema explotador, y el «programa máximo», los objetivos revolucionarios en cuanto tales, sólo alcanzables mediante una feroz lucha de clases; otra, justo por lo contrario, porque giran al reformismo, al centro, abandonando toda coherencia práctica y teórica, con lo que desmoralizan y paralizan primero a los sectores menos concienciados y luego a los más concienciados; ambos factores impiden a la izquierda implantarse en los sectores menos concienciados, en las capas de jubilados, parados, mujeres, etc., que en esas condiciones tienden a girar a la derecha. Y por último, por la propia naturaleza ideológica de clase de la pequeña burguesía, del funcionariado y de los trabajadores autónomos, autoexplotados y de profesiones liberales. Ideología angustiada y débil, incoherente, sin perspectiva histórica y necesitada de un fuerte poder de clase externo que le oriente y guíe en los momentos de crisis.
El otro componente que interactúa con el anterior, es que el movimiento que termina dando cuerpo al fascismo se caracteriza por tener una especial dependencia psicológica hacia las fuerzas irracionales que siempre actúan en la historia práctica, aunque las ignore la teoría histórica. Sin embargo, uno de los mayores aciertos de los clásicos marxistas fue el de insistir en la peligrosidad contrarrevolucionaria de estas cadenas irracionales que aplastan el cerebro de los vivos, anclándolos en el pasado e impidiéndoles avanzar al futuro, mucho antes de que apareciera el fascismo. Pero esta impresionante capacidad, que sería reforzada luego por los aportes del freudo-marxismo y de la psiquiatría revolucionaria, fue, empero, aplastada por el reformismo y la burocracia estalinista. Negado por el dogmatismo el accionar de lo «subjetivo en la historia», reducida éste a la simple mecánica de la conciencia lúcida, racional y exacta, casi cartesiana, las izquierdas fueron incapacitadas para luchar eficazmente en todos los frente contra el monstruo fascista, parte de cuyas raíces emergían de lo más oscuro de la oscura historia de la irracionalidad y de los miedos humanos, y aun siguen siéndolo en buena medida.
Teniendo en cuenta la interacción entre estos aspectos, comprendemos fácilmente la rapidez con la que han crecido otros comportamientos típicos del fascismo en la «sociedad democrática» como son la xenofobia y el racismo, la islamofobia, los valores machistas y muchas de sus violencias, el rechazo social a los sectores más empobrecidos y despreciados por el capitalismo, el oscurantismo mistérico y esotérico que va ocupando parte de los espacios dejados por el retroceso de la versión católica del cristianismo, etc. Los negativos efectos de ello sobre las mujeres y las sexualidades, por remitirnos a las dos problemáticas analizadas arriba, son incuestionables, golpeando también a sectores débiles y pasivos de las clases trabajadoras en su conjunto y de las clases obreras en concreto.
14.- FASCISMO, UNA OPCIÓN ENTRE VARIAS
Pero el problema se ha complejizado al irrumpir la crisis capitalista de forma manifiesta y hasta reconocida oficialmente desde este pasado verano, aunque innegable teóricamente desde verano de 2007. En el tema concreto del fascismo, según lo hemos definido rápidamente, podemos discernir tres problemas sobre los que reflexionar. El primero hace referencia a la generalización de ese universo de preocupaciones, inquietudes, temores, angustias y miedos por efecto de la crisis, universo creciente del que estamos hablando con cierta insistencia. La capacidad de control racional de tales respuestas psicológicas está en directa relación al nivel de conciencia política asentada en un suficiente conocimiento teórico de qué es el capitalismo. A más desconocimiento e incultura teórica y política, menos capacidad de racionalización crítica de lo que sucede, de por qué ocurre y de cómo enfrentarse a ello.
No hay que interpretar esta afirmación desde el culturalismo típico del socialismo utópico, de muchas corrientes anarquistas y de la supervaloración ilustrada de las luces intelectuales frente a la oscuridad de lo real. Hay que interpretarla desde la tesis marxista de la desalienación y del papel de la teoría como parte de la praxis revolucionaria, de modo que si falla la praxis también fallará la teoría y la conciencia política, recuperando así espacio la alienación y los miedos que le son inherentes.
Por su componente de masas, al margen de su cuantía, el fascismo tiende a arraigar en las franjas sociales en las que la praxis colectiva es especialmente difícil por sus condiciones estructurales. El individualismo pequeño burgués tiene bases materiales, cotidianas, lo mismo que el de los trabajadores autónomos, autoempleados, parados y jubilados, y de los funcionarios, por no hablar de las mujeres que malviven en las soledades hogareñas. Pero en determinadas condiciones, también sectores obreros y trabajadores asumen la ideología fascista o partes de ella, como veremos. Dado que la crisis acrecienta el proceso de deterioro de las condiciones de vida de los sectores descritos, empeoramiento que se inició hace varios años, en esta medida aumentan las posibilidades de fortalecimiento del fascismo, aunque una cosa es la posibilidad, otra es la probabilidad y otra, por último, es su victoria política absoluta, es decir, la instauración de un régimen estatal caracterizado por los puntos arriba expuesto. Por ejemplo, es innegable que Berlusconi tiene componente netamente fascistas en su ideario y en su práctica, pero todavía no existe un Estado fascista en Italia.
El segundo problema hace referencia a determinados componentes internos a la ideología fascista pero también a otras formas de la ideología burguesa general, como el nacionalismo opresor, el racismo, el machismo y el sexismo, etc., que igualmente son reforzadas por la crisis y que tienen sus conexiones profundas con todo el universo del miedo. Hace tiempo que se conoce la estrecha relación inconsciente entre la sexualidad patriarcal y el racismo y la xenofobia contra los emigrantes, relación que surge del miedo masculino a que «sus hembras» sean seducidas por los emigrantes y «poseídas sexualmente» por éstos. Otro tanto sucede con los puestos de trabajo, con las ayudas sociales y públicas, etc., en donde rápidamente prende la creencia de que los emigrantes «tienen más derechos» que los autóctonos. Si semejante tontería arraiga en fases económicas normales, se expande más rápidamente en situaciones de crisis. Los fascistas se aprovechan de inmediato de ellas, pero también, o más, los populistas y conservadores, las derechas en suma, que dispone de más medios propagandísticos.
La ideología nacionalista opresora e imperialista aglutina estos y otros componentes dándoles una unidad de miras y de objetivos simples de entender, nada complejos. El fascismo clásico tiene aquí un serio problema ya que si bien manipula el nacionalismo reaccionario, también lo hacen otros partidos conservadores pero con la ventaja de que insertan mejor su versión del nacionalismo opresor en las exigencias de la mundialización imperialista. Por ejemplo, en la UE los partidos conservadores y socialdemócratas ensartan con facilidad sus nacionalismo respectivos con el mito de la «ciudadanía europea», mientras que los fascismos lo tienen más difícil como se comprueba con la unidad lograda por los Estados para, mal que bien, aplican un mínimo de medidas para salir de la crisis, cosa imposible e impensable hace 70 u 80 años. La concentración y centralización de capitales imposibilita ya el estallido de una guerra interimperialista dentro de la UE como la de 1939-45.
Inevitablemente, esta nueva realidad determina la suerte de las versiones fascistas de los nacionalismos burgueses concretos, lo cual no impide el que los fascismos reacciones con un acercamiento europeo más profundo que el de entonces, para construir un feroz nacionalismo euroimperialista que preconice nuevas guerras intercontinentales en un futuro, así como una reorganización de la UE en base a los parámetros de ese fascismo adecuado a la actual concentración y centralización de capitales a escala europea. De hecho ya existen propuestas al respecto desde instancias político-militares, aunque, por lo que se sabe, todavía no se explicitan de forma abierta a favor de una especie de eurofascismo ni tampoco son asumidas mayoritariamente, por ahora.
Llegamos así al tercero y decisivo problema a debate, el de las opciones de, por un lado, la gran burguesía europea y, por el lago antagónico, la pequeña y desunida izquierda revolucionaria europea. No hablamos del reformismo porque obedece a la gran burguesía. La crisis actual está agudizando un problema estructural del capitalismo europeo que ahora aparece como de creciente importancia y que fue desdeñado anteriormente: el de la interacción entre los recursos militares y los recursos energéticos. Se trata de uno de los problemas que han provocado las grandes guerras de las tres reordenaciones europeas anteriores y que condiciona ya de forma casi absoluta la actual cuarta reordenación, y de seguir todo como hasta ahora, lo condicionará definitivamente en pocos años. La más que previsible evolución de la crisis mundial capitalista agravada cualitativamente por la crisis energética y por la catástrofe ecológica y alimentaria, más el declive económico yanqui, todo esto obligará a la gran burguesía europea a ampliar sus fuerzas militares y represivas, de hecho ya lo está haciendo.
La OTAN y otras fuerzas político-militares ya tienen asumida esta doble tarea de represión interna y de euroimperialismo, siempre con la «ayuda» yanqui, aunque no debemos desechar de forma absoluta el que en un futuro surjan mayores tensiones entre la UE y los EEUU cuando los recursos energéticos y las materias estratégicas disminuyan cada vez más. Son muchas las nuevas variables que están surgiendo a raíz de los cambios mundiales y sobre todo a causa de la crisis capitalista como para cerrarnos dogmáticamente en una única perspectiva. Tampoco debemos caer en los cantos de sirena del reformismo y de su mito de la «ciudadanía europea» progresista, que ofrezca a los pueblos del mundo otra alternativa diferente a la impuesta por el fundamentalismo imperialista yanqui bajo la dirección de Bush, y que ahora dicen que cambiará (¿?) bajo la dirección de Obama. Tanto el euroimperialismo como las políticas exteriores de los Estado imperialistas europeos son tremendamente duras en estos momentos, y lo serán todavía más aunque intenten ocultarlo por intereses de imagen.
No disponemos todavía de suficientes datos como para poder calibrar que dirección concreta tomará el bloque de clases dominante en la UE porque aún pesan muchos los intereses particulares de cada Estado; por otra parte, faltan por llegar los peores momentos de la crisis global, incluyendo en ella los problemas energéticos, ecológicos y de política mundial, y por último, hay que ver hasta dónde avanza la radicalización del movimiento obrero europeo y la capacidad de la izquierda revolucionaria para dirigir ese ascenso. Los movimientos fascistas deben ser incluidos como agentes activos en estas evoluciones, que intentar orientarlas hacia sus objetivos, conscientes de que ahora, tras dos décadas de la implosión de la URSS, las izquierdas revolucionarias tienen más posibilidades de avance que antes.
Por tanto, el futuro del fascismo, al menos en la UE, depende de una serie de posibilidades acrecentadas por la crisis, pero también se enfrenta a obstáculos que no existían en los años ’20 y ’30 del siglo XX, entre ellos la inexistencia de la URSS, que la crisis todavía no ha alcanzado la gravedad de entonces, que las burguesías estatales están ahora mucho más fusionadas y son más interdependientes que entonces, que todavía está viva mucha memoria antifascista, etc. A estos obstáculos debiéramos unirle el decisivo: que las fuerzas revolucionarias hayamos aprendido de los crasos e imperdonables errores cometidos por las izquierdas ante el fascismo en su tiempo, y sepamos adaptar al capitalismo actual los inestimables avances teóricos realizados por los marxistas de entonces que no claudicaron a los errores del stalinismo.
15.- INTERNACIONALISMO Y PAKITO ARRIARAN
Aunque podemos encontrar bastantes ejemplos de solidaridad mutua e «internacionalista» entre colectivos explotados antes del surgimiento del capitalismo, en las luchas de las clases explotadas y de los pueblos oprimidos y esclavizados antes de este modo de producción, en realidad es sólo conforme se va formando el movimiento obrero surge en historia social lo que ahora entendemos por internacionalismo. En las luchas sociales precapitalistas, esclavas, campesinas, étnicas y nacionales, etc., abundan los ejemplos de solidaridad militante, ayuda práctica y uniones para resistir al opresor y al invasor hasta vencerle. Pero carecían de una visión teórica no sólo de por qué y para qué luchaban, aunque lo sintieran muy claramente, sino sobre qué régimen social alternativo al que les machacaba querían y debían construir a nivel internacional para impedir que volviera el pasado, que resurgiera la opresión. Los movimientos heréticos, milenaristas y utópicos de todas las épocas en las que existía explotación, tendían con naturalidad a superar sus marcos iniciales de lucha para propagarse a otros en los que también existían esas opresiones.
Ejemplos impresionantes de «instintiva» solidaridad internacionalista, de cooperación y de unidad de lucha contra la injusticia, los tenemos en la rapidez con la que las esclavas y esclavos africanos huían de las plantaciones europeas en los territorios que llamaron Las Indias, ya desde el comienzo del siglo XVI, y establecían fortísimos lazos de lucha común hasta la muerte con los pueblos nativos invadidos por los europeos, en concreto por lo que ahora se denominan como «españoles». Pero sucedió también al contrario, que sectores de estos pueblos se pasaron al invasor para ayudarles a encontrar a las esclavas y esclavos huidos e insurrectos, que eran de inmediato torturados de una forma escalofriantemente atroz. Más aún, sucedió que los «españoles» lograron el apoyo de ciertos pueblos para enfrentarlos a otros, de pueblo que pusieron sus tropas al servicio del invasor creyendo en sus promesas de libertad, cosa que los «españoles» incumplían cuando no ya no necesitaban a esos aliados tan cándidos e inocentes.
Estos y otros muchos ejemplos muy anteriores a los siglos XV y XVI, muestran cómo, en lo básico y desde que existe la explotación, a la vez existe una compleja dialéctica entre cinco componentes que interactúan en todo momento: la lucha entre opresor y oprimido; el internacionalismo entre opresores; el colaboracionismo con el invasor; el internacionalismo entre oprimidos; y, por último y el más pequeño, el internacionalismo entre los explotados del Estado invasor y las naciones que ese Estado invade y oprime. Sin retroceder mucho en el tiempo y ciñéndonos a Europa, esta dialéctica es innegable en la historia grecorromana y en la edad media, y adquiere mayor complejidad desde siglo XVI en adelante, cuando los movimientos campesinos, los feudales en decadencia, burgueses en ascenso y las clases trabajadoras urbanas y artesanales, se entremezclan, se separan y se unen en medio de una creciente solidaridad internacionalista burguesa practicada por las fuerzas político-religiosas definidas como «protestantes», en todas sus gamas, desde las burguesas conservadoras en el fondo hasta las campesinas, urbanas y artesanas radicalmente colectivistas y precomunistas.
Internacionalismos antagónicos como el católico-imperial, el burgués reformista y el radical precomunista se enfrentan a muerte durante decenios al calor del choque simultáneo a tres bandas provocado por el ascenso del capitalismo mercantil: la lucha por la propiedad en general y por el control burgués de la propiedad eclesiástica; la lucha por el control del parlamento y del Estado, con sus finanzas; y la lucha por la libertad burguesa de pensamiento religioso, filosófico y científico, todo ello envuelto a la vez en el contexto del surgimiento del nacionalismo burgués enfrentado a la unidad del imperio y del papado romano. Pero nunca debemos olvidar que por debajo de aquella burguesía en ascenso presionaba un fuerte movimiento campesino y en especial un incipiente movimiento obrero. El internacionalismo burgués se muestra operativo durante las cuatro revoluciones clásicas de esta clase: la holandesa, la inglesa, la norteamericana y la francesa.
Sin embargo, existe un corte cualitativo entre todos los internacionalismos anteriores, incluidos los de las masas explotadas, y el internacionalismo obrero que comienza a formarse como tal, como socialista, sólo cuando las clases trabajadoras de los Estados opresores y de los pueblos oprimidos empiezan a comprender que sufren una aguda contradicción que beneficia a sus respectivas clases explotadoras. Por un lado, les unen unos hilos invisibles de solidaridad e interés de clase, pero por otro lado les separan unas muy visibles cadenas de explotación nacional que, aunque sea en pequeña medida, terminan beneficiando a las clases explotadas del Estado opresor, ocupante. La teoría del internacionalismo socialista surge completa únicamente cuando Marx y Engels se cercioran de que la opresión nacional de Irlanda, de Polonia y de otros muchos pueblos es un poderoso instrumento no solo de obtención de beneficios para el capitalismo nacionalmente opresor, sino también, primero, un demoledor instrumento de control social, de reformismo y de alienación obrera interna a la nación opresora, y paralelamente de alienación del pueblo trabajador nacionalmente oprimido a manos de su propia burguesía, que colabora con el ocupante y que no tiene apenas interés en luchar a muerte por la independencia nacional de su pueblo sojuzgado. Más tarde será Lenin el que termine de desarrollar esta teoría y completarla gracias a sus estudios –y de otros marxistas– sobre la fase imperialista del capitalismo.
Ahora bien, este corte cualitativo se produce en una escala histórica relativamente breve, la que existe en los siglos de surgimiento y triunfo del modo de producción capitalista, porque visto el problema de la solidaridad interna al ser-humano-genérico, es decir, a la especie humana, el «internacionalismo» en sentido amplio, en el sentido de la solidaridad humana incondicional con cualquier persona y colectivo sometido a violencia e injusticia, este sentimiento existe desde que existe la explotación que está en su base. Es por esto que Marx no dudara en asumir los valores humanistas, revolucionarios y éticos del esclavo Espartaco, que hoy sería declarado «terrorista», y del científico Kepler, que hoy sería declarado «loco» o «disidente». Este «internacionalismo» está en la base más esencial y radical de la teoría y de la práctica del internacionalismo socialista.
Lo que ocurre que el primero se mueve en el plano de los valores ético-morales y de la crítica de la propiedad privada en su forma general, mientras que el segundo se mueve en la crítica concreta de la propiedad privada burguesa, del capitalismo como sistema productivo mundial y de la opresión nacional como una constante del imperialismo. De hecho, es el internacionalismo socialista el que permite explicar el por qué del «internacionalismo» consustancial a la solidaridad humana, y lo explica porque la teoría marxista muestra cómo la inicial propiedad privada ha ido evolucionando hasta su forma actual, la capitalista, de modo que ésta subsume e integra de manera cualitativamente más inhumana todas las injusticias de las anteriores formas de propiedad privada, y, dialécticamente, al hacerlo así el internacionalismo socialista absorbe todas las virtudes y grandezas de los anteriores internacionalismos oprimidos.
Hemos dicho que con Lenin el internacionalismo socialista teorizado por Marx y Engels dio un salto gracias a sus análisis sobre el imperialismo, aportación que ha demostrado su validez permanente hasta hoy mismo. Pero al igual que Lenin dio ese paso, la burguesía imperialista dio el suyo en la misma época con la teoría de la autodeterminación del presidente norteamericano W. Wilson. Los dos internacionalismos son irreconciliables. El practicado por los bolcheviques se engarzaba en la lucha del pueblos trabajador por su liberación nacional y de clase, dentro de una perspectiva revolucionaria mundial, mientras que el practicado por el imperialismo norteamericano buscaba los objetivos permanentes de la política expansionista del capitalismo pero en aquellas condiciones de finales de la guerra de 1914-18: dar una supuesta «libertad nacional» a los pueblos oprimidos pero a condición de que abrieran sus mercados a la invasión económica yanqui, además de otras medias que no podemos resumir ahora, pero que facilitaban los intereses expansionistas de los EEUU en claro detrimento de los de otros imperialismo menos fuertes, como el británico y el francés, fundamentalmente, porque el alemán había sido vencido militarmente.
La teoría del internacionalismo socialista sufrió un serio golpe con la degeneración burocrática de la URSS iniciada en la segunda mitad de los años ’20 y definitivamente triunfante una década más tarde. Aunque la nueva casta burocrática en el poder, base social que crecería con los años y que reinstauraría el capitalismo a partir de finales de los ’80, no renunció oficial y explícitamente del internacionalismo marxista, su práctica internacional terminó siendo justo lo contrario de ésta, en especial de los principios elaborados en los cuatro primeros congresos de la Internacional Comunista. Aún así, a pesar de este tremendo obstáculo surgido desde sus propias filas, la teoría del internacionalismo proletario, o socialista, o marxista, demostró su incuestionable corrección histórica porque, como lo había previsto, todas las luchas revolucionarias sostenidas desde entonces tuvieron un claro contenido de liberación nacional o bien tuvieron una relación estrecha y directa con el derecho de autordeterminación de los pueblos. A la vez, al internacionalismo socialista se le opuso frontal, antagónica e irreconciliablemente el internacionalismo imperialista en todas y cada una de las luchas habidas en el planeta.
Fue durante una de estas guerras revolucionarias de liberación nacional y social, cuando murió en combate Pakito Arriaran, el militante independentista euskaldun, internacionalista activo y consecuente que no dudó en coger las armas contra la opresión de clase y nacional de un pueblo trabajador hermano, oprimido por la alianza estratégica entre su burguesía autóctona y el imperialismo norteamericano. Un océano, el Atlántico, separaba a Euskal Herria de El Salvador, pero ese mismo océano se convirtió en el camino ético y político que unió a las clases oprimidas vascas y salvadoreñas en la misma lucha por la independencia nacional y el socialismo, por la emancipación de las mujeres y de todos los colectivos y grupos explotados. Y aunque también era inmensa la distancia intercontinental, no menos lo era la diferencia lingüístico-cultural, de desarrollo socioeconómico, etc., pero aun así la conciencia de Pakito caminó por encima de la historia y supo unir los presentes de ambos pueblos en la larga historia de emancipación de la humanidad explotada.
16.- CUATRO RETOS DEL INTERNACIONALISMO
La esencia internacionalista del independentismo socialista del euskaldun Pakito Arriaran podía haberse manifestado en cualquier otra guerra revolucionaria, pero se materializó en El Salvador y en esos años. Del mismo modo que otras y otros internacionalistas han venido a Euskal Herria para formar parte activa de su lucha por la independencia y el socialismo. Semejante fusión entre internacionalismo e independentismo existe al margen de la fase capitalista concreta en la que se realice porque responde no a las urgencias de las coyunturas, sino a las necesidades estructurales de la lucha contra la explotación capitalista, contra su opresión nacional y contra su dominación patriarcal a lo largo de toda la existencia de este modo de producción.
Importa reseñar este carácter genético-estructural de la dialéctica entre independentismo e internacionalismo porque, a partir de ahí, podemos comprender mejor que los cambios en la dominación capitalista mundial no afecta a la esencia del internacionalismo. De hecho, en la actualidad y desde los últimos años, en concreto desde que los EEUU y Gran Bretaña decidieron aplicar en todas partes las tesis neoliberales y, un poco después, destruir los controles que ataban al monstruo polimórfico del capital financiero, sembrando los vientos que desatarían más tarde la catástrofe actual, desde entonces y durante los primeros años, el internacionalismo imperialista, eso que llaman la «globalización», dominó sobre el internacionalismo socialista de los pueblos machacados. La respuesta de éste no se hizo esperar demasiado ya que para comienzos de los ’90 del siglo XX, tomó fuerza una nueva oleada de múltiples luchas centralizadas, en última instancia, por y contra la explotación capitalista.
A grandes rasgos, podemos decir que entramos en la tercera fase del mismo internacionalismo socialista tras los dos anteriores. Las diferencias entre las fases, aun siendo significativas en algunas cuestiones aisladas, son secundarias teniendo en cuenta la permanencia de lo esencial del internacionalismo de los pueblos: la solidaridad práctica y la ayuda mutua contra la opresión. De vivir ahora, Pakito seguiría siendo internacionalista e independentista vasco, lo mismo que lo fue en la fase capitalista anterior, y lo hubiera sido también en la época de las guerras anticoloniales, las que tanto admiraban Marx y Engels. Podemos definir lo nuevo de la forma actual del internacionalismo con las siguientes características.
La primera es que la desaparición de la URSS y el giro al capitalismo de China Popular, supuso al principio un severo golpe para algunas luchas clasistas y de liberación nacional, precipitando la extinción de los obsoletos dogmatismos muchos de los cuales habían derivado al reformismo. No se puede negar esta realidad aunque hay que matizarla en dos aspectos muy importantes: uno, que los sectores afectados eran, por lo general, los que ya estaban agorados por su propia inercia; y otro, que bien pronto se reinició la larga marcha humana hacia su libertad, mucho menos tiempo de lo que había augurado la euforia burguesa del «fin de la historia», y la charlatanería postmoderna. Se generó también un vacío y retroceso en la siempre vital tarea de mantener viva la memoria de lucha y el alma científico-crítica de la teoría, pero bien pronto comenzó la recuperación de modo que actualmente el marxismo y el socialismo en general, empiezan a disfrutar de una de sus épocas clásicas de brillantez teórica, sobre todo si la comparamos con la estulticia ignorante e histérica de la casta intelectual burguesa, sobre todo de su ala reformista.
La segunda es que este bache del que ya estamos saliendo, ha coincidido con un alubión de datos a cada cual más estremecedor e innegable, sobre la confluencia sistémica de una serie de crisis de fondo del capitalismo mundial que, hasta ahora, sólo eran percibidas teóricamente por pequeños grupos de militantes, aunque sentidas en cada vez más millones de seres humanos. Hablamos de la interacción de tendencias objetivas al alza como son el agotamiento energético, las hambrunas crecientes y el agotamiento del agua potable, y la catástrofe medioambiental y ecologista de la cual el calentamiento climático es sólo una parte. Nunca en la historia humana habían confluido sinérgica y sistémicamente estas problemáticas en agudización. Pero lo grave es que esta crisis unitaria formada por crisis parciales, se transforma en algo cualitativamente más destructor y desolador al ser integrada en la crisis específica del capitalismo actual, en su crisis de acumulación, resultando de todo ello un panorama extremadamente inquietante a medio y largo plazo.
La tercera característica es que en la actualidad el internacionalismo socialista empieza a asumir como fundamentales, además de las luchas contra los problemas citados, también contra otros tres problemas que se expanden por el mundo: uno, la xenofobia y el racismo eurocéntricos en ascenso, unidos a e inseparables del creciente belicismo de la civilización burguesa; otro, la contraofensiva mundial del sistema patriarcal en cualquiera de sus formas de expresión, desde el patriarcado del «capitalismo controlado» en China Popular hasta el capitalista más «democrático» y laico, pasando por todas sus variantes religiosas; y por último, la lucha contra el fundamentalismo cristiano, fanático y armado hasta los dientes con los más letales instrumentos de destrucción masiva.
La cuarta y última característica que se asienta poco a poco en el internacionalismo socialista pero apenas en la demagogia altermundialista y por «otra globalización», se supone que la «buena», es la de asumir por fin el decisivo papel emancipador de las luchas de liberación nacional y de clase de los pueblos oprimidos aunque estén dentro del imperialismo. Ahora bien, esta característica enunciada aquí en último lugar, llega a ser la primera y decisiva por dos razones unidas en el crucial problema del poder, de saber qué alianza de clases posee el poder político, la alianza de las clases explotadas con la pequeña burguesía radicalizada, es decir, la mayoría inmensa de la población, o la alianza de la gran burguesía con la pequeña burguesía atemorizada más los sectores populares, obreros y campesinos alienados.
La primera razón es que las luchas independentistas son conscientes –o deben serlo– de que su pueblo nacionalmente oprimido necesita de un Estado propio que garantice su supervivencia, su justicia y su libertad desde y para los intereses de esa mayoría inmensa, de su pueblo trabajador. La irreconciliabilidad entre el derecho socialista de autodeterminación de los pueblos y el derecho imperialista, burgués, de autodeterminación, radica en que el primero busca construir el poder popular, mientras que el segundo busca reducir el poder a simple dictadura burguesa.
La segunda razón, que deriva de la primera y que ahora está cobrando más actualidad a raíz de la provocación por el imperialismo de separatismos contrarrevolucionarios artificiales o con muy débil y manipulada base histórica, es que el internacionalismo burgués está decidido al crear focos contrarrevolucionarios denominados «pueblos oprimidos», táctica clásica en la historia de los conflictos humanos incluso en la Antigüedad mesopotámica y egipcia, en la que el imperialismo en bruto era una parte central de la estrategia política y económica. La burguesía ha mejorado esas tácticas clásicas, pero las aplica con tanta o más impunidad que en el pasado.
Ambas razones supone un reto tremendo para el internacionalismo socialista en la actual fase del imperialismo capitalista. Un reto en el que, a buen seguro, el independentista euskaldun Pakito Arriaran encontraría muy rápidamente la mejor y más efectiva interacción de medios de resistencia y lucha para derrotar al imperialismo capitalista.