Más que paraíso de los trabajadores, China ha sido durante las últimas décadas paraíso de las multinacionales: salarios ínfimos, cero sindicatos, cero huelgas. Nada mejor para las ganancias empresariales que esa combinación de factores bajo la severa mirada del Partido Comunista Chino (PCCH). Las cosas están cambiando. El caso de los suicidios en la Taiwanesa […]
Más que paraíso de los trabajadores, China ha sido durante las últimas décadas paraíso de las multinacionales: salarios ínfimos, cero sindicatos, cero huelgas.
Nada mejor para las ganancias empresariales que esa combinación de factores bajo la severa mirada del Partido Comunista Chino (PCCH).
Las cosas están cambiando. El caso de los suicidios en la Taiwanesa Foxcoon y el fuerte aumento salarial concedido por esa compañía y la japonesa Honda Motor son señales de que empiezan a soplar nuevos vientos en ese extraño matrimonio entre multinacionales y un gobierno nominalmente marxista.
Foxconn, la empresa de productos electrónicos que más trabajadores contrata en el mundo, se vio sacudida en lo que va del año por el suicidio de 10 trabajadores y anunció que daría un aumento del 33% de los salarios en medio de serios cuestionamientos a las condiciones laborales de la empresa.
Honda Motor resolvió una huelga iniciada a mediados de mayo con un aumento del 24%.
Según el China Labour Bulletin (CLB), una publicación sindical china editada en Hong Kong, estos conflictos muestra cambios en la relación de fuerza entre trabajadores y multinacionales.
«Desde principios de década hemos tenido conflictos diarios, pero antes eran mucho más por violaciones de las condiciones básicas, como atraso en los pagos. En los últimos tiempos el motivo principal ha sido una lucha activa por una mejora de las condiciones laborales y salariales», señaló a BBC Mundo el portavoz en inglés de LAB, Jeffrey Crothall.
¿Qué dice el Partido?
En la prensa china las huelgas han tenido un inusual grado de cobertura y apoyo.
«En las tres décadas desde que se abrió la economía, los trabajadores han sido los menos beneficiados por la prosperidad económica. Los paros en Honda iluminan la necesidad de una organización laboral de los trabajadores», señala el Global Times de China.
Las «tres décadas» se refieren al viraje que dio China luego de la muerte de Mao Tse Tung en 1976 cuando, bajo el liderazgo de Deng Xiao Ping, el credo estrictamente comunista fue reemplazado por el de «hacerse millonario es bueno» en una economía abierta al mercado y la inversión extranjera.
En más de un sentido estos objetivos se cumplieron.
Según el informe sobre riqueza en China 2010 del Hurun Research Institute hoy unas 875.000 personas tienen fortunas de más de un millón de dólares.
En 1985 la inversión extranjera directa en China arañaba los mil millones de dólares: 20 años más tarde se ubicaba en torno a los US$60.000 millones.
El problema es que los millones no han llegado a los trabajadores, presunta base política del PC Chino y pilar retórico del discurso comunista.
La clase obrera va al paraíso
Como parte del giro pro-capitalista de Deng Xiao Ping, se suprimió en 1982 el derecho constitucional a la huelga, algo que incrementó la reputación de China como «paraíso de las multinacionales» y dejó a la intemperie a una población china ya debilitada por la sobreoferta de fuerza laboral en el mercado.
Los casos de sobreexplotación por este giro tienen en su extremo las condiciones ultra precarias en las minas (más de 3.000 muertos en 2008) y el trabajo esclavo, que ha incluido casos de explotación infantil.
Esta situación ha generado fuertes debates en el interior del partido y el gobierno, siempre preocupado por el peligro de disturbios sociales en una población de 1.300 millones de personas.
Una señal de estos debates es el apoyo de algunos medios a las huelgas y la aparición de figuras populistas, como Bo Xilai, jefe del Partido Comunista de Chongqing, en el centro del país.
Otro signo es el anuncio a principios de junio de un aumento salarial para los funcionarios públicos de Pekín de un 20%, en línea con lo que viene sucediendo en provincias y municipios del país.
En cambio en una reciente huelga en una empresa algodonera en Henan la policía detuvo a unas 20 trabajadoras acusándolas de «perturbar la producción».
«No hay una reacción monolítica de las autoridades. En algunas ciudades y municipios ha habido una actitud contemporizadora. En otras se ha elegido la confrontación», señala Crothall.
Tendencias profundas
En 2007, a raíz de denuncias de trabajo esclavo, el Congreso Nacional del Partido Comunista aprobó una ley de contratos laborales que modificó el desierto legislativo en la materia.
Tanto la Cámara de Comercio de los Estados Unidos en Shanghai como la de la Unión Europea se quejaron de que la nueva legislación «restringiría la flexibilidad» (argumento europeo) y «tendría un impacto negativo en las inversiones» (argumento estadounidense)
Los conflictos en Honda y Foxcoon han servido de sustento a estas advertencias sobre peligros para el modelo económico chino.
Sin embargo, según algunos análisis, estos cambios en el modelo responden a tendencias socioeconómicas profundas tanto para las multinacionales como para los trabajadores:
*el modelo chino de tejidos productivos significa que cada industria tiene redes de proveedores locales esenciales en el costo final del producto.
*el gobierno chino impulsa un modelo de crecimiento con mayor incidencia del consumo doméstico.
*a nivel demográfico, la política de una familia un hijo y el desarrollo de distintas zonas del país ha achicado la fuerza laboral inmigrante (unos 135 millones de personas) que abarataba la mano de obra.
Esto no quiere decir que no vaya a haber tensiones en el camino. Delta electronics decidió hace dos años crear una nueva compañía en Wuhu, provincia de Anhui, donde el salario es poco más de la mitad de lo que pagan en su casa matriz, Wujiang.
Más que irse, las multinacionales pueden cambiar de lugar en la misma China para seguir gozando de la mano laboral superbarata.